martes, 26 de enero de 2016

Las Protectoras de la Noche. capítulos 29 y 30.




CAPÍTULO 29



Zsadist se elevó lentamente hacia la conciencia. Sentía el cuerpo dolorido y los músculos cansados, pero aparte de eso se sentía… bastante bien, de hecho. Era una sensación confusa, ya que no acostumbraba sentirse bien de una manera confortable, cálida, sana, como ahora.
Un fresco aroma llegó hasta él. Abrió los ojos y giró la cabeza en la dirección desde la que venía la dulce fragancia. Y la vio: Nessa. Los recuerdos de la noche anterior volvieron a él y la sensación de bienestar se esfumó. ¿Qué había hecho? ¿Por qué le había permitido que lo alimentara? Debía alejarla de él lo antes posible antes de dañarla irreversiblemente. Era tan pequeña y parecía tan vulnerable. Se preguntó cuantas veces se había propuesto lo mismo y no había hecho nada.
La miró atentamente. Estaba dormida sobre una butaca junto a la cama. Los muslos pegados al pecho, los brazos abrazando las piernas, la cabeza apoyada sobre las rodillas. Tenía muy buen aspecto y no veía ningún moratón en su blanca piel. Entonces eso significaba que había pasado algunos días inconsciente. Dirigió la mirada hacia su propio pecho, que estaba parcialmente cubierto por las sábanas. Sus heridas eran apenas unas marcas rosadas. Levantó lentamente una mano y se tocó el pecho. Sí, se encontraba perfectamente.

lunes, 18 de enero de 2016

Las Protectoras de la Noche. Capítulos 24,25,26,27 y 28.






CAPÍTULO 24


Raysa hacía días que se encontraba en su habitación. No quería bajar a comer. Cuando sus hermanas entraron, la encontraron hecha un ovillo, en un rincón del cuarto con las piernas pegadas a su cuerpo mientras los suaves sollozos la sacudían y las lágrimas humedecían sus mejillas. En su mente repasaba la charla que había tenido con Wrath constantemente.
Unos golpes en la puerta la sacaron del estado en que se encontraba
—¿Raysa? ¿Estás? —Era Kytara, quien desde hacía unos momentos sentía una profunda angustia que provenía de una de sus hermanas. En el camino, cuando se dirigía al cuarto de Raysa, se había cruzado con Nessa y Leliel, ya que ellas también lo habían sentido—. ¿Podemos pasar?
Raysa se incorporó lentamente mientras trataba de recomponerse y les contestó con voz ronca:
—Sí, por supuesto —dijo mientras se limpiaba el rostro con las manos tratando de borrar inútilmente el rastro de las lágrimas.
—Sí, sí, supongo que ni un kilo de maquillaje puede tapar ese desastre — dijo Leliel en broma mientras sobre una mesita dejaba un té de tilo—. Te va a hacer muy bien. Siéntate, tómalo y mientras nos cuentas por qué hace días que desapareciste de la mansión —dijo sentándola a la fuerza en el sillón.
Sonrió levemente sin poder evitarlo ante las palabras de Leliel.
—Hace algunos días cuando entrenaba, Wrath apareció allí —dijo mientras todas la miraban con cierta ironía ante sus palabras.
—Nai, nai —dijo Leliel levantándose—. Me niego a escuchar alguna de tus chanchadas y mucho menos si son en el gimnasio. Con las ideas de Ky me alcanza —dijo observando a Kytara, quien se sonrojó profundamente.

Las protectoras de la noche .Capitulo 23.






CAPÍTULO 23



Nessa miraba hacia el techo, recostada en su cama. Ya eran las cinco de la tarde y en unas horas anochecería. Había dormido profundamente toda la noche y la herida del brazo se había curado casi por completo, gracias a que se había alimentado.

Se había alimentado.

De Zsadist.

De repente, se sintió como si estuviera volando y algo en su estómago cosquilleaba sin cesar, causándole un curioso placer.

Frunció el ceño y la sensación se acabó.

Las palabras que Leliel le había dicho en el otro lado, las palabras que había logrado erradicar de su mente porque no tenían sentido, habían vuelto con fuerza a atosigarla en este manso despertar: “No puedes negar lo que te pasa con Zsadist”.

La verdad, era que le gustaría poder hacerlo, pero a las pruebas debía remitirse. Esa encuentro en los jardines, las miradas durante la reunión, cuando se alimentó.

Jamás había sentido esa necesidad por la sangre de un macho. Se había acostumbrado desde siempre a soportar la sed por largos periodos y solo se alimentaba cuando la Virgen Escriba la llevaba hasta el Primale de turno o al macho que hubiera seleccionado para la ocasión y la obligaba a ello. No es que no le gustara alimentarse, era solo que… no quería hacerlo. Pero había pasado mucho, mucho tiempo desde la última vez que hizo y estaba tan acostumbrada a ese tirón en su estómago, a la extraña sensación en la cabeza, que no se había dado cuenta de cuán al límite estaba, hasta que vio la sangre de su guerrero derramándose en ese callejón oscuro.

Su guerrero.