sábado, 30 de marzo de 2013

Despliega tus alas. Parte 4. Dos mejor que uno.













Parte 4. Dos mejor que uno.




Durante el resto de la velada en aquella cafetería, ella estuvo más callada de lo que habría querido en un principio. Las palabras del ángel habían dado un giro espectacular a aquella cita y habían calado más en ella de lo que quería reconocer. Si en algún momento había pensado en ella como el comienzo a algo romántico,  había sido una tonta por siquiera pensarlo. Después de aquella “revelación psicológica” no podía haber estado más equivocada.


Gracias al cielo sus pensamientos seguían siendo suyos. Alitas se comportaba como lo que era, un ángel, un enviado con un mensaje y una misión. Y estaba intuyendo que ella era considerada como algún tipo de misión. Bien por ella y su malogrado sexappeal.

Alitas no dejaba de mirarla de reojo mientras arrancaba el coche, dándole al contacto

- Estás muy callada. Mas de lo que hubiera creído posible en ti- Ella frunció el ceño entrecerrando los ojos, girando su rostro hacia él.

- Siento no ser la persona que creíste que sería. - Uh. Alitas se removió al volante. Bien, había visto que ella estaba disgustada, menos mal que era perspicaz el angelito.

- Lo eres, mas de lo que crees. Fue una tarde divertida, creí que habías disfrutado.- Ella suspiró.

sábado, 23 de marzo de 2013

Despliega tus alas. Parte 3. Terapia chocolatera






Parte 3. Terapia chocolatera


- ¿Es o no es perfecto?-

Divia hizo la pregunta sorbiendo con la pajita el batido helado de chocolate con nata que al final había pedido al camarero. Miró a su acompañante que estaba repantingado en la silla a su lado y sonrió. El ángel tenía sus largas y enormes piernas estiradas, y detrás de sus gafas de sol estaba disfrutando de los últimos rayos que llegaban a ellos en la puesta que estaban contemplando en la terraza de la cafetería. El ángel suspiró y sonrió bajándose las gafas un poco para responderle. Sus ojos blancos sin pupila no la molestaban en absoluto, al contrario, le parecían fascinantes y preciosos.

- Es perfecto. Y yo perdiéndome tardes como ésta por no salir de la mansión.- Se reacomodó en la silla, estirando su brazo alcanzó la taza de chocolate con nata que había pedido él. - Pienso venir aquí cada tarde si puedo. Creo que el show de Maury puede esperar un poco, esto es una delicia y existe el disco duro para grabar el programa.- Ella se rió y siguió sorbiendo el helado. Habían pedido lo mismo pero en formas totalmente diferentes, ella lo pidió helado, él bien caliente.

sábado, 16 de marzo de 2013

Despliega tus alas. Parte 2. Alitas.







Viene de " El encuentro"
Despliega  tus alas. Parte 2. Alitas.




Divia debería haber salido del comedor del servicio indignada, furiosa, mordiéndose la lengua y con ganas de salir por la puerta y no volver. Pero no, estaba saliendo con una serenidad pasmosa y unas ganas de empezar de una vez lo que le habían encomendado. No era porque su tío hubiese sido locuaz, ni porque le hubiera lavado el cerebro en esos minutos, no. El mayordomo simplemente la había hecho sentarse frente a él en una de las sillas del comedor del servicio, y le había dicho lo que creía que la iluminaría en su camino como doggen.

Divia había mantenido la compostura oyendo a su tío abuelo con esa voz suave y taimada que le iba diciendo una por una las obligaciones y deberes de todo buen doggen en la casa. Obligaciones y deberes.
¿Y los derechos?
 No se nombraban.

jueves, 7 de marzo de 2013

Despliega tus alas. Parte 1. El encuentro.



Despliega tus alas.

Parte 1. El encuentro.

Se colocó los auriculares y encendió su Ipod a todo volumen. Había terminado de descargar el último álbum de los Black Veil Brides de Itunes y quería escucharlo mientras le tocaba ponerse con sus deberes. La canción “ In the end” para ella era como una especie de himno, por fin alguien que decía en alto lo que ella se preguntaba cada día, cada noche. ¿Y al final quien te recuerda? ¿En la mente de quien estás... siendo un maldito doggen?





Se recolocó los auriculares para que no se enredaran con los piercings de sus orejas y se miró el uniforme que le obligaban a ponerse. La música la ayudaba a olvidar donde estaba y a aceptar mejor su destino. Le fastidiaba mucho tener que vestirse con aquel ridículo uniforme con falda y delantal, pero se resignó. La resignación parecía ser la actitud habitual en su vida desde los últimos meses.

 Se recogió bien el pelo en una cola y se negó a ponerse ninguna cofia en la cabeza, su tío abuelo quería que se la pusiera para que no se le
viera el color azul de los mechones de su pelo teñido, pero hasta ahí llegaba su resignación y sumisión. Ya podría decir su tío abuelo lo que quisiera. Las cofias eran cosas del siglo pasado y ella vivía en el siglo XXI igual que el resto del planeta. Que pertenecieran a razas distintas no hacía que el pasar del tiempo no fuera el mismo para todos. Que unos vivieran más que otros o que su alimentación tuviera diferentes matices, no lo convertía en menos siglo XXI.