sábado, 23 de marzo de 2013

Despliega tus alas. Parte 3. Terapia chocolatera






Parte 3. Terapia chocolatera


- ¿Es o no es perfecto?-

Divia hizo la pregunta sorbiendo con la pajita el batido helado de chocolate con nata que al final había pedido al camarero. Miró a su acompañante que estaba repantingado en la silla a su lado y sonrió. El ángel tenía sus largas y enormes piernas estiradas, y detrás de sus gafas de sol estaba disfrutando de los últimos rayos que llegaban a ellos en la puesta que estaban contemplando en la terraza de la cafetería. El ángel suspiró y sonrió bajándose las gafas un poco para responderle. Sus ojos blancos sin pupila no la molestaban en absoluto, al contrario, le parecían fascinantes y preciosos.

- Es perfecto. Y yo perdiéndome tardes como ésta por no salir de la mansión.- Se reacomodó en la silla, estirando su brazo alcanzó la taza de chocolate con nata que había pedido él. - Pienso venir aquí cada tarde si puedo. Creo que el show de Maury puede esperar un poco, esto es una delicia y existe el disco duro para grabar el programa.- Ella se rió y siguió sorbiendo el helado. Habían pedido lo mismo pero en formas totalmente diferentes, ella lo pidió helado, él bien caliente.



- ¿Cómo conociste este sitio? No parece el típico lugar al que iría alguien como tú.- Preguntó él dándole un sorbo a la chocolateada y caliente bebida. Ella enseguida arrugó el ceño a la defensiva.

- ¿No es un sitio para mí? Porque soy una doggen no...-

- ¡Eh! Para el carro. ¿No te aburre todo el rato repetir la misma canción? No te ofendas, pero creo que tienes un gran complejo de inferioridad que superar. Y te lo digo de forma constructiva.- Divia iba a abrir la boca para protestar enérgicamente, pero él continuó hablando como si nada.- Me refería a tu aspecto. Es como el mío. Subversivo, reconozcámoslo. Normalmente los humanos como los que ahora tenemos alrededor y nos están mirando de reojo disimulando no suelen aceptarnos en según qué locales, como por ejemplo éste.-



Ella se miró a sí misma y al ángel y tenía que reconocer que él tenía razón. No sabía cómo lo hacía, pero no estaba ni un poquito enfadada con él, aunque hubiera soltado una verdad como un puño por su boca. Con sus caras llenas de piercings y el color extraño de sus cabellos, eran el foco de atención de los humanos de alrededor. El café en el que estaban sentados era un café agradable, enfocado a una clientela de clase alta en un ambiente tranquilo, de hecho estaba en una de las mejores zonas de la ciudad con una terraza envidiable y un paisaje de las montañas espectacular. Divia asintió con la cabeza antes de responder.

- Tienes razón. - Respiró el aire que se iba enfriando de la tarde.- Descubrí este café por casualidad, cuando fui a investigar un libro a la biblioteca del Museo que está aquí al lado. Allí conocí al hijo del dueño. Es un apasionado de la literatura clásica también y cuando me vio con la Eneída en la mano se acercó y nos hicimos amigos, luego me invitó a un café aquí. Vengo siempre que puedo, ya me conocen todos. Los dueños del local son de mente muy abierta y muy amables. -

El ángel asintió complacido repantigándose de nuevo sobre la silla y volvió su cabeza a los últimos rayos de sol que quedaban . El sol ya había realizado su último movimiento y estaba ya escondiéndose detrás de la cordillera. Sus vaqueros gastados crujieron ante su movimiento.

- ¿Ves? A que la respuesta era muy sencilla, y sin tener que esgrimir la espada de la justicia al hacerla. Siempre estás a la defensiva Divia.- Hablaba mientras aprovechaba los últimos vestigios del astro rey. - No es bueno para ti, hace que saltes como un doberman a la más mínima y eso espanta a las personas además de lo alterada que te deja a ti.-

Divia emitió un suspiro. El psicólogo Alitas tenía razón, siempre estaba más tensa que una cuerda, pero solo en el mundo de los vampiros.

- Me hablas como si fueras mi hermano mayor. - Reflexionó un segundo antes de proseguir.- Tienes razón. Solo me ocurre cuando estoy con... los "señores" o en su ambiente.- Le guiñó un ojo al ángel para que supiera a quien se estaba refiriendo con esa palabra. – Me gusta más estar entre humanos. Ellos también tienen sus rarezas y sus prejuicios con la imagen y todo eso, pero es más sencillo conseguir encajar. Son más abiertos de mente y más tolerantes. Mira donde estamos, y aún no han llamado a la policía.-

El ángel se encogió de hombros negando.

-Disiento ante eso. Pero no me hagas mucho caso. Mi juicio es fruto de cientos de años que llevo viviendo entre ellos, y créeme, antes eran peor que los "señores". Los tiempos de la inquisición fueron muy duros. Ahora es distinto, en el siglo pasado evolucionaron de verdad, no como los “señores” que se han quedado obsoletos.-

Ella asintió dando otro sorbo a su chocolate helado.

- ¿Cual es tu historia? ¿Qué hace que alguien como tú esté con los “señores”? No eres para nada como ellos. - Ella vio cómo la sonrisa iluminaba su rostro ante sus palabras y giraba su cabeza hacia ella y eso la hizo reír otra vez.- Sí, eres distinto. Eres divertido, ameno, agradable, independiente, moderno, guapo ¿qué haces con ellos?-

Él levantó una ceja que se elevó detrás de las gafas mientras sonreía con más ganas.

- ¿No son guapos los "señores"? Pero si veo a las hembras locas por ellos, digo mujeres... - corrigió el ángel enseguida ante la cercanía de una mujer humana de mediana edad que pasaba justo al lado de su mesa. Él interrumpió su discurso hasta que estuvo bien lejos de ellos y luego prosiguió con una sonrisa más bien malvada.

- Esa mujer se pregunta cómo lo debemos hacer tú y yo en la cama con tanto piercing, no se explica como lo hacemos para que no se enreden mientras lo hacemos. ¡Qué mente más sucia, por Dios! ¡Y sólo ha visto los piercings que tenemos en la cara!-

A Divia se le atragantó el batido de chocolate en la garganta. Tosió un poco y el ángel se incorporó y se acercó a ella para darle palmaditas en la espalda.

- ¿Estás bien?- Preguntó visiblemente preocupado.

- Sí, sí...no me esperaba ese comentario. - Se acercó más a él ahora que lo tenía más cerca, para responderla en tono más bajo.- ¿Has abierto otra vez el interruptor? - Interiormente rezaba porque no hubiera sido así. Mierda, había estado fantaseando con esos mismos piercings desde que se habían sentado en la mesa de la cafetería.

- Solo lo apagué contigo. Con los demás no.- Él se encogió de hombros. - No me gusta salir al mundo abierto sin tener todos mis radares puestos. No es seguro y no quiero que te pase nada.

- ¿Qué va a pasarme? Los lessers no nos atacan a nosotros. Solo cuando estamos cerca de los "señores". No somos importantes para ellos. Y sé manejar a los delicuentes callejeros. Vengo de Londres ¿sabes? Vivía cerca de Finsbury Park aunque me movía casi siempre por Candem Town.

- Hay más cosas por ahí fuera que “señores”, lessers y humanos, Divia. - Pronunció su nombre de forma demasiado acentuada y seria. Su voz de repente cobró una importancia irracional para ella. ¿Sería siempre así con los ángeles cuando la cosa era trascendente? - No se me permite hablar de ellos así que no preguntes más, pero confía en mí. Estás segura conmigo.- Y sonrió ampliamente como si hubiera estado hablando del tiempo, no de algo mortalmente serio. Ella entrecerró los ojos.

´- Eres un poco capullo, Alitas. Intentas acojonarme de miedo y al segundo siguiente te comportas como si no hubieras dicho nada. Eres la leche.-

- Y te gusto por eso. – Respondió él, y ella hubiera jurado que el tipo le había guiñado un ojo, pero con las gafas sobre sus ojos eso no podía saberlo. Luego frunció el ceño dándose cuenta de algo. - ¿ Alitas? - preguntó él curioso.

Ella se rió. Era encantador verle perplejo. Un ser inmortal tan lleno de vida y belleza pareciéndose más a un adolescente divertido y curioso. Eso la dejaba deslumbrada y a la vez hacía crecer su curiosidad.

- Sí, decidí que Adonis no era un nombre que te hiciera justicia.- Cuando el ángel se bajó de nuevo un poco las gafas y elevó las cejas, ella ,riendo, se dispuso enseguida a corregir la ambigüedad de su comentario – no, no me refiero a que no seas increíblemente guapo como ese tal Adonis, lo eres... y mucho.- ¿Había dicho ella eso en voz alta? Virgen. Las neuronas debían estar fundiéndosele con el sol de la tarde porque nunca antes había sido tan abierta con un macho, hombre o lo que fuera. Ella más bien tendía a esconder lo que pensaba. Pero con Alitas, eso ya era un poco tarde. Además, no sabía porqué, pero con él se sentía bien, relajada, distendida, como en casa.- Me refería a que Adonis era un nombre vulgar y superficial. Alitas te define mejor. - Ella le guiñó un ojo y el ángel elevó la comisura de la boca divertido.

- ¿Asi que mis apéndices son pequeños? - Él entrecerró los ojos aún con las gafas bajadas en una clara provocación por su parte. Eso iba con doble sentido, estaba segura. Divertida decidió seguirle el juego. Si creía que iba a sonrojarse o a negar o a buscar excusas iba muy equivocado.

- Oh no, tus apéndices son muchas cosas, pero no son pequeños. - Él la miraba, sonriendo un poco pero en silencio.- Créeme. Los vi perfectamente en ese salón.- Si ella creía que al ángel le afectaría su comentario no podía estar más equivocada. Él la miraba más que complacido mientras ella continuó hablando como si tal cosa. - El diminutivo es por eso. Siempre pongo diminutivos a los amigos, para remarcar exactamente lo que no son. Definitivamente, tú no eres ni pequeño, ni tienes las cosas pequeñas. Hasta tu coche.-

- Te ha gustado mi coche, ¿eh? - Eso lo preguntó muy orgulloso de sí mismo e hinchándose como un pavo. Ella rió. Y se dio cuenta que desde que había conocido al ángel, ella no paraba de reír y sonreír. Y de sentirse mejor que nunca. - Lo tengo desde hace más o menos un año, y aún no había tenido la oportunidad de usarlo.

- Impresiona, sí, ¿lo elegiste tú?-

- Más o menos. Lo vi en el programa de Maury, y se me antojó. Así de simple. Publicitaban ese nuevo modelo de Cadillac XTS y desde que allá en los años treinta Cadillac le puso mi nombre a un modelo, son mi debilidad. Lástima que Vishous también tenga ese mismo gusto con su Escalade. Pero no se lo diré jamás, antes me corto un huevo que elogiar alguna cosa que él tenga y menos delante suyo.- Chasqueó la lengua. - El muy capullo me destrozó mi anterior vehículo. No dejó ni la chapa de las puertas.-

Ella se rió, entendía perfectamente aquel sentimiento. A ella tampoco le caía bien ese vampiro. Demasiado taciturno, malhumorado, serío y petulante para ella. Lo evitaba como la peste cuando aparecía por el centro médico.

- Es un coche increíble, sobre todo para alguien como yo que no tiene... Ni siquiera en Inglaterra tenía uno. No me era necesario. El transporte publico allí es una auténtica maravilla.-

- Quizá algún día vuelva por allí.- Respondió él sentándose mejor en la silla. Sus hombros debajo de su cazadora de cuero negra, en esa postura parecían enormes. - Pero no guardo muy buenos recuerdos de mi ultima estancia en el viejo mundo. Prefiero éste, es más estimulante y más creativo. Y hay muchas cosas que experimentar.

- Yo creo que da igual el lugar donde estés, experimentas según tu naturaleza. Si eres curioso, lo harás más, si no lo eres, lo harás menos. No depende del lugar donde vivas, depende de tu naturaleza.

- Touché niña. Ahí le has dado. - Alitas se dio cuenta de que se había quedado sin chocolate y levantó la mano para atraer la atención del camarero - Está increíble el chocolate, ¿suizo verdad?-

- Austriaco, pero quizás importado. No lo sé. Pero te lo has bebido en un par de sorbos - ella le miró a los ojos - me llamas mucho niña, y no soy ninguna niña... pero me imagino que eres mucho mayor que yo así que te lo aceptaré. ¿Qué edad tienes por cierto?-

El ángel sonrió, recolocó las gafas sobre sus ojos y en vez de responderle enseguida, lo hizo tras pedirle al recién llegado camarero otro chocolate caliente y dos trozos de pastel de chocolate blanco y negro. Cuando el camarero estuvo a unos pasos de ellos él reinició la conversación.

- Muchos años, pero muchos, creo que podría ser tu tatatatatarabuelo por lo menos. - Ella le miró ladeando la cabeza.

- ¿De verdad tienes tantos? ¿Eso es normal en "vosotros"?- Redundó la última palabra esperando que él entendiera que se refería a su raza. Ella estaba tan ansiosa por conocer más de él, de los de su clase.

- A veces. Yo tengo muchos, mis compañeros, alguno si, otros no. Pero no es nada extraordinario para ti, vosotros también vivís mucho tiempo, más que los humanos, menos que los señores.-

- Sí, es cierto. ¿Vives más que yo?

- Depende.- Él no sabia cómo responderle a esa pregunta. Ella era en verdad muy curiosa, demasiado y él no podía contarle tantas cosas acerca de su naturaleza sin ser de nuevo convocado por las alturas.- Depende de muchas cosas, Divia. Pero sí, es posible. - La cara que puso ella de cierta decepción le hizo añadir algo más- No lo tomes como algo personal el que no pueda responderte como quieres. Hay cosas que no me está permitido difundir. Dejémoslo ahí, ¿OK? Pregúntame por otras cosas, y si puedo responderlas, lo haré encantado. Sé perfectamente que quieres saber más de mí.

- ¿No dijiste que tenías el interruptor apagado?

- Y lo tengo, pero es fácil deducirlo en tí. Eres fácil de entender y leer. Aparte de ser angelicalmente guapo - soltó una risita por su broma hacia sí mismo - soy inteligente. Y sí, se puede tener este cuerpazo y ser listo y macho.- Ella abrió los ojos como platos ante el comentario. Era casi exactamente lo que pasaba por su cabeza en ese momento. Le señaló con el dedo e iba a abrir la boca cuando él le cortó. - No, no he abierto el interruptor. Pero ¿a que he dado en el clavo? Las mujeres como tú sois todas muy parecidas, y pensáis de forma similar. Las feministas sois todas muy sencillas de predecir.-

Iba a protestar pero el camarero apareció con el pedido. Y eso le salvó a él de recibir el consabido discurso que siempre daba ella sobre los derechos de las mujeres, la igualdad, etc, etc, que solía soltar en algún momento a alguno de sus amigos. Miró los dos trozos de tarta que tenía enfrente y la humeante taza de chocolate recubierta por la capa de nata batida y el estómago rugió con fuerza. Parecía que a su ruidoso órgano procesador de alimentos, el batido helado no le había sido suficiente.

- ¿Tú no puedes morir de coma hiperglucémico? - ella se relamió los labios y le miró a los ojos, encontrándose su mirada intensa sobre ella. Daba igual que llevara gafas de sol, ella sentía esa intensidad en cada célula de su cuerpo.

- Pues no, el azúcar es una de mis debilidades. ¿Y la tuya? ¿Te gusta el azúcar?

- Me chifla, más que las comidas saladas. Pero vigilo mi alimentación, ¿sabes la de enfermedades que se pueden desarrollar por una mala alimentación? Bueno, al menos en los humanos. Nosotros no enfermamos tanto, somos un escalón intermedio entre los "señores" y los humanos.

- ¿Tenéis médicos entre vosotros? ¿Médicos propios?-

- Muy pocos. No son sanadores propiamente dichos, son doggens que han aprendido de compartir experiencias con sus "señores" ayudándoles, siendo formados por sus amos. Como yo, hay muy pocos.

- ¿Como tú? ¿A qué te refieres como tú?-

EL ángel le dio un sorbo a la taza y cuando levantó la vista tenía la sombra de la nata debajo de la nariz, un verdadero bigotito de nata. Ella se dio cuenta enseguida y riendo, le hizo señas con un dedo sobre su propio labio.

- Tienes, tienes un poco de nata en el labio.-

- ¿Sí? - Alitas, despreocupaadamente, se relamió la zona con la lengua y los labios y a ella casi le dio un colapso. ¡Madre mía! Menos mal que el ángel no oía ya lo que pensaba, porque su mente ya le daba otros usos a esa lengua. No vayas por ahí, se reprendió ella mentalmente. No podía estar fantaseando con la lengua de un ángel, era lo más cercano a un sacrilegio que a ella le podía pasar por la cabeza. Todos sabían de la asexualidad de los ángeles, seres lejanos a todo lo carnal que extendían la palabra de Dios. Por eso Alitas ni se inmutaba ante ninguna referencia sexual ni tenía ningún tipo de tabú al respecto. Para él no era importante, con lo cual lo ignoraba. Eso debía ser, y por eso mismo, imaginar la lengua de un ser celestial en otras cosas que no fueran procesar y empujar alimentos hacia el estómago, era una herejía como mínimo. Obligó a su mente a reconducirse a la pregunta que él había formulado.

- Yo siempre quise ser médico o sanador, como más te plazca llamarlo. Nuestra raza está carente de ellos y me apasiona el mundo de la medicina. Lamentablemente, no tuve ningún “señor” cerca en el viejo mundo que pudiera o accediera a formarme. ¿Un doggen médico? ¡Por favor! Para ellos es como si una mosca les pidiera permiso para volar. Insignificante. Así que seguí el ejemplo de algunos señores, intenté formarme en el mundo de los humanos.- El ángel la escuchaba muy interesado.

- ¿Y? ¿Por qué dices intentaste? ¿No lo conseguiste? - Divia respiró profundamente y respondió mirando hacia las montañas. El sol ya se había escondido y la luz había casi desaparecido. El cielo estrellado ya estaba haciendo desaparecer el color anaranjado del atardecer.

- Solo pude terminar hasta segundo en la facultad. Mi madre me mandó aquí hace un par de meses, así que mis estudios se han ido por el desagüe. Mi madre cree que mi deber es aprender a ser una buena criada para seguir con la herencia que mi famoso tío ha iniciado en la familia.-

La voz de Divia sonó resignada, casi derrotada, y en el fondo lo estaba. Para ella había sido una gran pérdida aquello y rememorarlo en voz alta en ese momento, frente a Alitas, la llenó de un sentimiento de indefensión, rabia, frustración y tristeza. Si ella creía que lo había superado, estaba claro que no era así. Todo la fuerza que había creído que tenía para afrontar aquella situación, toda la fortaleza que creía haber tenido con la creación de planes subsiguientes para conseguir retomar lo que había sido obligada a abandonar, en ese momento no le parecieron más que papel mojado. El ángel no dijo nada, como si pudiera sentir las emociones de Divia y ella necesitó de repente estar a solas.

- Necesito ir al servicio un momento. - Tragó saliva intentando controlar lo que se avecinaba. - Si me disculpas un momento, enseguida vuelvo.- Arrastró la silla hacia atrás y con la mejor sonrisa forzada, se puso de pie y se fue hacia la zona de servicios, dando la espalda enseguida. No iba a perder los papeles delante de él, él no se merecía verla en ese estado. Pero nada más puso un pie en el baño, su control se perdió. ¿Podía ser más tonta?


                                                                    ******************


El ángel observó a la doggen alejarse de él y supo exactamente porqué se había levantado. Las emociones de Divia habían atravesado cualquier barrera que él hubiera interpuesto y eso le hizo sentir una opresión inusual en el pecho. Los sentimientos de Divia eran demasiado contagiosos y genuinos.Esa hembra sentía realmente todo lo que había perdido. Se sintió culpable. Una hembra con esa fortaleza, había sentido sus emociones más intensas que nunca, y estaba seguro que había sido por su cercanía. A veces provocaba eso en los mortales, sobre todo en aquellos que poseían tanta luz. Su mera presencia intensificaba sus emociones y eso no era bueno para la hembra.

Él era un maldito bastardo, tenía que haberlo supuesto que pasaría algo así. Y si esas emociones se habían intensificado, cualquier otra como la atracción que ella tuviera hacia él, también haría lo mismo.
Oh mierda, eso era malo, muy malo. No para él, pero sí para el corazón de Divia. Lo último que quería era que Divia cayera obsesionada o enamorada de él, porque él nunca sería capaz de corresponderle de ninguna manera.

Sí, vale, le había mirado el culo cuando la había ido a buscar frente a la puerta de servicio y no había podido quitar la vista del contoneo de caderas de la hembra cuando se dirigió delante de él hacia su coche. Pero eso había sido porque la hembra llevaba escrito en los bolsillos de sus vaqueros, en letras doradas, la palabra ”don't touch”, y claro, eso le había hecho mirar su precioso y lindo trasero. Nada más. Sus necesidades carnales estaban superadas y la hembra de que las despertaba solo había sido y sería una.

Tampoco había podido quitar sus ojos de su lengua cuando se había relamido los labios ante la visión de las tartas, pero eso era porque estaba preocupado por el índice de glucemia de la hembra y si babeaba mucho era una señal inequívoca de una diabetes insípida. La salud de Divia era lo prioritario para él. Por supuesto.

Suspiró resignado. Divia le estaba entrando por los ojos, los oídos y cada uno de sus sentidos. ¿Para qué engañarse? Le atraía su personalidad, le atraía su forma de ser y pensar... la hembra le gustaba, ¡qué demonios! Pero como podía gustarle también Autumm o Tohrment. El aprecio por los seres mortales era algo nuevo para él y se sentía extraño ante esos sentimientos. ¿Quien lo hubiera dicho?

Decidió pensar en otras cosas mientras la esperaba y su preocupación se disipó cuando ella volvió a la mesa, con la cara y el pelo mojado. Parecía totalmente calmada, superadas sus emociones Divia hacía más puntos por momentos a su favor, y él estaba más que decidido a ayudar a aquella hembra a conseguir su propósito en la vida.

- ¿Todo bien Divia?-

Ella levantó la vista como saliendo de un estado de semi trance inducido ante su pregunta, y le respondió con una amable sonrisa.

- Sí , todo bien. Un golpe de calor. Fui a refrescarme un poco.- Ella tomó asiento como si tal cosa.- ¿Tú no tienes calor?

- No, yo regulo mi temperatura dependiendo de mi entorno. Y esta cazadora calienta de muerte pero la controlo.-

Divia se rió por el comentario y volvió a coger su batido con la mano, agradecía mucho que el ángel bromeara y le consiguiera levantar el ánimo. - Me tendré que comprar una, pero ahora mismo no la necesito la verdad.- Le dio un sorbo al helado y viró sus ojos hacia los trozos de pastel.- ¿ Les atacamos o dejamos que ganen la batalla, ahí en la mesa?

- Les atacamos de frente y con saña, niña. ¡¡¡A por ellos!!!-

Divia no se lo pensó dos veces, necesitaba algo con lo que ocupar la cabeza y no pensar en lo mísero de su existencia, como le había sucedido en el baño. No tenia ni idea de porqué todo aquello le había afectado en aquel momento, y no cuando había llegado al nuevo mundo. Pero sí había decidido mientras se enjuagaba la cara con agua, que iba dejar ese derrotismo y ese pesimismo a un lado e iba a ser constructiva. Con la boca llena de pastel de chocolate al cuadrado, la pregunta del ángel la dejó desarmada.

- ¿Eso que me has contado a mí se lo has contado a tu tío alguna vez?-

-¿Qué? - Fue todo lo que consiguió pronunciar con la boca llena. El ángel se tomó su tiempo en morder un pedacito de pastel y luego prosiguió bajo la atenta mirada de Divia.

- Tú quieres ser médico para atender a la gente de tu raza, ¿cierto? Quieres ser médico Doggen o como lo quieras llamar- Divia asintió parpadeando sin entender a donde quería ir el ángel- No quieres seguir la tradición familiar, quieres ser útil para tu comunidad.- El ángel se pasó el dedo por el labio recogiendo las pocas miguitas que habían quedado sobre ellos del trozo de bizcocho chocolateado. Y Divia no pudo evitar seguir con todo detalle ese movimiento.- No me entra en la cabeza que tu tío no quiera que hagas algo así. Ser médico y servir a los demás no es algo que contravenga la forma, las creencias ni la forma de pensar que tiene tu tío... creo. ¿Has hablado con él de ello?-

Divia parpadeó un par de veces intentando procesar lo que había escuchado

- No... él habló con mi mahmen, así que debería saber lo que yo dejaba en Inglaterra cuando vine aquí.-

- ¿Debería? ¿Lo sabes cierto? ¿Has hablado con él de ello?-

Divia bajó los ojos. Una sensación de vergüenza la embargó.

- No, no lo he hecho- El ángel le dio otro bocado al pastel, dándole tiempo de responder sin dejar de observarla.- Siempre pensé que lo sabía y que...-

Alitas le sonrió como un padre sonríe a su hijo, con un afecto infinito. Y ella sintió que algo en su interior se llenaba.

- Primera lección del ángel chocolatero - Sonrió socarronamenteante por su autoapelativo. - No pienses por los demás ni pongas en ellos pensamientos que no sabes si son ciertos. - Hizo una pequeña pausa que llenó enseguida con su discurso. – Lo primero que deberías hacer, si tanto te importa y tan dolida te has sentido por haber abandonado tus estudios, es hablar con tu tío. Quizá te sorprendas al conocer como piensa.

- Pero... pero tú crees que...-

- Yo no creo ni pienso, Divia. Habla con él primero, dile cómo te sientes, la realidad de tu situación. Si después de hacerlo la situación sigue igual, entonces puedes buscar alternativas. Pero no lo hagas antes. Como dicen los ingleses, cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.-






Licencia Creative Commons
Despliega tus alas por Mary Blood se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario