CAPÍTULO 16 Kytara no cabía en sí de gozo. Desde que había estado con Butch, se sentía otra.
Lo peor había sido cuando sus hermanas se dieron cuenta. Mejor dicho, cuando sintieron el olor de la vinculación.
Tarde o temprano se iban a enterar, otra vez ese escalofrío, lo sentía cada vez que pensaba en la reacción de la Virgen Escriba, sabía que estaba condenada, se merecía un castigo. Lo que la extrañaba era que todavía no la hubiera mandado a llamar. Y era mejor no tentar a al destino.
Iba al gimnasio donde se había olvidado el mp5. Sin su música no podía estar un segundo, la ayudaba a despejarse, pero con Butch alrededor se olvidaba hasta de si era de noche o de día.
El primer entrenamiento, si se lo podía llamar así, después de estar juntos, fue una lucha entre, dejar de besarse, y pedirle por favor que dejara las manos quietas y que se concentrara en la clase, a lo que él respondió llevándola a los vestuarios. Era incorregible… Pero no cambiaria nada de su manera de ser.
¡Joder! Y desde esa vez, llegaron a un acuerdo: Los juegos para las habitaciones, y en los horarios de cacería y entrenamientos nada de besos, para no terminar cocinados por los lessers.
Empezó a sonar su móvil… llamada de Butch.
—¡Hola, pequeña! —su voz era música para sus oídos.
—Hola, guerrero, ¿qué necesitas?
—A ti, desnuda y en mi cama o en la tuya. En la que te quede más cerca.
—Butch, dijimos que nada de juegos, tenemos que salir de caza.
—Pero nos vendría bien para despejarnos —dijo imitando a un chico al que han dejado sin su juguete preferido.
—No, Butch. Por favor, compórtate —dijo regañándolo—. ¿Dónde estás?
—En el despacho Wrath, me mandó a llamar junto con los demás, ¿y tú?
—En el gimnasio, olvidé algo. ¿Dentro de dos horas nos vemos?
—Dalo por hecho, pequeña.
—Bye.
Sin darse cuenta, ya estaba en el gimnasio. Lo empezó a recorrer con la vista, tratando de encontrar el aparato. Al verlo fue hacia el, pero en el momento en que lo iba recoger sintió un escalofrió, su sexto sentido la puso alerta. Lessers. Era imposible, el sistema de seguridad de Vishous era infranqueable. Pero entonces, ¿qué era?
—Kytara.
Se dio la vuelta, pero acompañando el movimiento sacó su daga y la apuntó al intruso. En cuestión de segundos se la había apoyado en la garganta, solo necesitaba un movimiento en falso para degollarla.
—¿Quién eres? Y no me mientas.
—Soy Sheila, una elegida. Me envía la Virgen Escriba, con un recado para su señora.