sábado, 12 de diciembre de 2015

Las protectoras de la Noche. Capítulo 17.



CAPÍTULO 17




Después del castigo que Butch recibió por Kytara en la mansión las cosas estaban bastantes tranquilas. Nessa avanzaba a paso lento, muy lento con su entrenador. Raysa estaba como en una luna de miel con Wrath. Kytara seguía pidiéndole perdón a Butch por lo que tuvo que pasar, pero ninguna de ellas se olvidaba que su hermana, la más temperamental de las cuatro estaba en el otro lado.

Ninguna de las tres sabían con exactitud que es lo que había ocurrido, Rhage no hablaba del tema... es más casi que no se lo veía por la mansión.

Una mañana, por casualidad las tres coincidieron en la cocina.

Raysa estaba sentada en el taburete con una taza de café, pensativa, miró a sus hermanas y dijo con tono suave:

—Esto no puede seguir así, no sé qué pasó exactamente pero tenemos que hablar con Leliel —dijo mirando a Nessa y Kytara.

—Si no quiere explicarnos bien, pero igualmente, opto por traerla a patadas en el culo— dijo Nessa mientras comía una porción de torta.

—Y luego la atamos a una silla, y hasta que no nos cuente que pasó no la soltamos —comentó señalando con la cuchara a sus hermanas.

—Estoy contigo —Kytara estaba haciendo una bandeja para llevarle a Butch que ya pronto iba a despertar—. Es más si quieren nos ponemos en marcha.

Raysa asintió mientras terminaba su café:

—Sería buena idea, Rhage tampoco está comunicativo.

Nessa le señaló la bandeja.

—¿Le vas a llevar eso? —Preguntó extrañada.

—Era la idea, pero no, se la haré llegar por Fritz con un mensaje, Butch entenderá.

Terminó de armar la bandeja, y llamó al mayordomo dándole las indicaciones y el mensaje para Butch.

—Próxima parada, el Otro Lado —dijo Raysa desapareciendo.

Las tres aparecieron en la fuente. Después de buscar por algunos minutos y no dar con el paradero de Leliel, le preguntaron a una Elegida que estaba caminando por uno de los pasillos.

—Disculpa, no viste a... —pero la joven mujer no la dejó terminar la oración.

—Sí, desde que llegó que está en la sala de meditación —dijo para luego seguir su camino.

—Bueno, si mal no recuerdo, queda por este pasillo. Vamos.

Después de caminar unos minutos llegaron frente a una puerta alta y maciza. levantando la mano Kytara la abrió, no tardaron mucho en encontrar a su hermana que se encontraba sentada contra un ventanal con la mirada pérdida.

Las guerreras se frenaron un momento al ver a su hermana, la tristeza que emanaba las golpeó fuertemente.

Leliel había sentido la presencia de sus hermanas desde que pisaron el lugar, sabía que tarde o temprano iban a venir a buscarla, pero eso no significaba que ella fuera a volver.

Dejó escapar un suspiro cargado de tristeza y melancolía. Lo extrañaba más que a nada en el mundo. Cuando lo vio días atras, se había muerto por besarlo o siquiera tocarlo, pero no, se dijo mentalmente.

No iba a volver a tocarlo, ya le había lastimado una vez y no iba a volver a hacerlo nunca más, sentenció firmemente.

La voz de Raysa le obligó a interrumpir sus pensamientos.

—Leliel —la llamó Raysa que fue la primera en reaccionar mientras se acercaba a ella. Se arrodilló frente a ella mientras buscaba su mirada.

Leliel negó.

—No, no pienso volver —dijo levantándose y saliendo al pequeño balcón que había—. Y no, Nessa, no me lastimó —dijo habiendo roto el pacto que había entre ellas de no leer la mente de la otra—. Pueden contar con mi ayuda, siempre voy a pelear a su lado, pero no voy a volver a la mansión, no me despertaron para eso.

Nessa gruñó fuerte.

—¡Oh, por todos los cielos, Leliel! Déjame de joder —quiso ir hasta su hermana pero Kytara la retuvo de un brazo—. Sabes donde puedes meterte toda esa mierda, ¿no? —Dijo casi gritando.

Raysa le envió una mirada penetrante, los gritos de Nessa no ayudaban.

—¿Porque te marchaste Lel? Por favor, confía en nosotras —le dijo mientras apoyaba su mano sobre su hombro.

—Nessa, por favor, contrólate, no es el momento ni el lugar —Kytara soltó el brazo de su hermana, ella la entendía, pero de esta manera no iban a llegar a nada—. Lel, sólo quiero que sepas que estamos, hermana, recuerda el pacto que hicimos. “Siempre juntas, siempre unidas, tu dolor es el nuestro” y no nos pensamos marchar de aquí hasta no tener una respuesta.

Leliel se revolvió el corto cabello en muestra de frustración.

—No puedo volver, entiendan que no puedo —cómo hacerles entender algo que jamás iban a sufrir en carne propia, debía controlarse, no podía volver a combustionar otra vez. Respiro profundamente y las observó en detalle—. Kytara desafiaste a la Virgen Escriba por Butch y él termino recibiendo un castigo por ti. Sufriste con cada latigazo que él recibió por ti.

Kytara bajó la vista, todavía le dolía el alma de solo pensarlo.

Entonces Leliel observó a Raysa.

—Y tú, tú te vinculaste mucho antes de comenzar la verdadera pelea, estás todo el maldito día detrás de él y él esta todo el madito día detrás de ti. Ya casi ni sales a patrullar.

La hembra sintió vergüenza por el reclamo de su hermana.

—Y Nessa no quieres admitir todo lo que te está pasando con Zsadist, toda esa mierda de seguirlo o no seguirlo. Que él te huye, que lo acosas.

Nessa abrió la boca para comenzar a discutir con su hermana, pero Leliel levantó un dedo de su mano haciéndola callar.

—Entonces, ¿Por qué demonios me jode? ¿Por qué no puedo yo estar con alguien? —Preguntó entre lágrimas—. Quiero estar con él, lo amo, no quiero estar más sola. No quiero que ustedes me cuiden cuando me convierta en cenizas y vuelva a la vida —rompió en llanto, no estaba enojada, no estaba molesta con sus hermanas simplemente estaba dolida, dolida por la maldición que tenía que cargar, todo era difícil para ella—. Sí, la respuesta es sí a todas las preguntas. No puedo estar con él sin lastimarlo. Ella... —le dolía tener que decirlo—. Ella no quiere levantar mi maldición —dijo casi en un susurro.

—Lo siento, Lel, en verdad lo siento —dijo Raysa. No quería ver sufrir a su hermana, Leliel era la fuerte, no esto—. Es verdad cada palabra que dijiste, pero recuerda que son dos los que sufren, y los sentimientos de Raghe, ¿no cuentan?

La mirada de ella se suavizó al escuchar el nombre de él.

—¿Y para que voy a volver? ¿Para vivir un imposible? —Leliel negó con la cabeza—. Así no se puede, va a sufrir un tiempo, y luego se va a olvidar de mí. Merece algo mucho mejor que esto —dijo señalándose a ella misma.

—Leliel ¿cómo puedes decir eso? ¡Maldita sea! No hay nadie mejor para Rhage que tú. Él no va a dejar de sufrir por más que el tiempo pase, él te ama —le dijo Raysa con enojo al escuchar las palabras de su hermana.

Nessa por primera vez en siglos no tenía nada para decir, podía entender la frustración de su hermana, porque la frustración de Leliel también era la suya. En esos momentos quería ir y decirle unas cuantas cosas a esa maldita Virgen, pero no podía, si quería ayudar a su hermana debía pensar algo para poder ayudarla.

—Me decepcionas, siempre fuiste de ir al frente —habló con enojo.

—A ver, y ¿qué mierda quieren que haga? —Preguntó exasperada—. ¿Qué parte de No puedo estar con él, no están entendiendo? —Cerró los ojos y respiró hondo—. Véanlo ustedes mismas si quieren, tiene todo el pecho y los brazos quemados —dijo bajando la mirada por la vergüenza—. Además, ella lo dejó todo muy claro, “Estas maldita y maldita vas a morir, eres una deshonra para nosotros. Ningún macho se vinculará contigo, no permitiremos que un monstruo como tú tenga descendencia” —dijo citando las palabras de la Virgen Escriba.

Kytara dio un paso y con un movimiento hizo volar a Leliel.

—Nessa, inmovilízala. Raysa, estate atenta.

Leliel estaba sorprendida. nunca esperó un ataque de sus hermanas. Trató de combustionarse usando su poder pero Nessa la tenía en jaque.

—Ahora escúchame, Fuego —dijo enfadada Kytara—. Vas a volver. Vas a hablar con Raghe, que está como alma en pena.

Leliel abrió los ojos sorprendiéndose de la confesión.

—Sí, lo que escuchaste, y si necesitas ayuda para tirar todo este lugar abajo con gusto lo hacemos, pero por lo que más quieras vuelve.

La puerta se abrió de golpe, dejando ver a la Virgen Escriba furiosa.

—¿Quiénes se creen que son para irrumpir la paz de mi lugar? —Dijo resaltando cada una de las palabras.

Todas las guerreras quedaron paralizadas, contra la pared.

—No quiero escucharlas hablar. No quiero saber nada de ustedes hasta que no las mande a llamar —dijo con furia haciendo desaparecer a Kytara, Nessa y Raysa.

Entonces se volvió contra Leliel.

—En cuanto a ti —dijo mordiendo cada una de las palabras—. Espero que comiences a controlarte, porque si vuelves a combustionar en el lago, el fuego va a ser el menor de tus problemas —dijo para luego desaparecer del lugar.

Leliel quedó tirada en el suelo del cuarto llorando. Todo iba de mal en peor. ¿Por qué simplemente no la volvía a dormir o, mejor aun, la hacía desaparecer? Estaba cansada de todo esto. Si tan solo pudiera borrarle todos los recuerdos de ella a Rhage... Pero no, eso era tan posible como que pudiera vincularse con él.







Kytara no podía creer lo que había pasado, habían ido con la convicción de traer a Leliel y habían vuelto con las manos vacías.

Y cada minuto que pasaba le preocupaba el destino de ella. Lel, espero que pronto entres en razón, fue su pensamiento.

Cuando llegó a su cuarto, desde el exterior se escuchaba unas voces, todas de hombres.

—¿Por qué no me muerdes, vampiro? —Butch estaba de buen humor lo que provocó una sonrisa en su rostro, la primera desde que habían vuelto.

—No, gracias, poli, no creo que a Kytara le guste.

Risas.

—Por tu cara se nota que quieres que sea ella, ¿puedes creerlo, Hollywood? otro macho que se pierde por el encanto de estas guerreras.

Más risas.

—Raghe está con ellos.

Pegó más el oído a la puerta para saber qué contestaba.

—Sí, ¿no?, pero bueno, ya nos vamos.

Se escucharon unos pasos, al segundo la puerta fue abierta.

—Nos vemos, poli.

Y casi se llevó por delante a la guerrera.

—Raghe, ¡quítale las manos de encima! —Gritó Butch desde la cama.

—¡Oh! ¡Ya basta guerrero! solo me sujetó.

Kytara se acomodó para que viera que Rhage ya no la tenía agarrada de los brazos.

—¿Ya estás feliz? Entonces ahora voy a hablar a solas con él y por favor, Vishous, si Butch se llega a mover, duérmelo de un derechazo.

Dicho esto cerró la puerta quedando a solas con Raghe en el pasillo del ala de la mansión.

Raghe la miraba raro, no entendía qué pasaba, pero por la expresión en la cara de Kytara se trataba de algo de suma importancia.

—Te voy a ser clara y precisa. ¿Qué vas a hacer por Leliel? —Se cruzó de brazos y levantó una ceja—. Y por lo que más quieras piensa bien la respuesta, porque de no ser así, llamaré a mis hermanas, y dudo mucho que alguien te extrañe.

—Wow, guerrera, ¿qué es esto? —¿Quién se creía que era para interrogarlo y amenazarlo? No se lo podía creer—. Casi me haces pelear con mi hermano por tu acción, y ¿ahora me interrogas?

—Dejemos mis acciones de lado por favor, y contesta mi pregunta. Raghe, estoy desesperada por Leliel.

—Es que no se qué decirte, Kytara, hace días que no la veo, creo que me huye, no sé.

—¿No lo sabes? —Al ver la incertidumbre en él, no dudo un segundo y le soltó—. Raghe, Leliel hace días que está en el Otro Lado con la Virgen Escriba, es más fue a hablar con ella para que le levantara la maldición —sus ojos se llenaron de lagrimar al recordar la pena de su hermana—. Ella se lo negó.

—Tengo que ir por ella —dijo y se desmaterializó a su habitación, volviendo a aparecer al segundo—. ¿Dónde está específicamente?

—En la sala de meditación.

—Gracias —contestó y se volvió a ir.

—Espero que Leliel no te mate por eso.

Era Vishous que había escuchado lo último.

—No lo creo —lo pensó mejor—. Las quemaduras que deja son curables.

Haciéndolo a un lado entró en el cuarto.

Vishous miró hacia el cielo y dijo.

—Gracias, Madre, por despertarlas.

Y se marchó hacia la cocina.







—Butch tienes que comer, ¿me puedes decir que hay de malo en que yo sea la que te dé el alimento?

Desde hacia horas que estaban despiertos y hacía una que Kytara trataba de alimentarlo.

Ambos estaban en la cama, Butch recostado contra la cabecera de la cama y Kytara sentada en canasta frene a él con una bandeja de comida, gentileza de Fizt.

—¿Quieres que te recuerde la deshonra que es para nosotros? ¡Kytara por favor! —Sabía que se estaba comportando como un niño y en el fondo le encantaba que su pequeña lo alimentara pero para los machos de la raza esto era una deshonra, él era el que la tenía que alimentar, no al revés.

—Otro macho en tu lugar estaría feliz —ya no soportaba ese orgullo tonto que demostraba. Al ver que esa comparación lo había ofendido, trató de arreglarlo—. Sabes muy bien que jamás va a ser mi intención probarlo, es solo un comentario —se adelantó y le dio un beso en los labios—. Te amo.

Se quiso apartar y Butch la retuvo envolviéndola con sus brazos y volviéndola a besar.

—Si no fuera que estoy todavía débil te tumbaría en la cama —le dijo besándola en el cuello. Su perfume era cautivante y envolvente, el latido de su vena lo atraía como una fruta prohibida. Hacía tiempo que no se alimentaba. Desde que en su camino se cruzó esta guerrera, su vida había dado un giro.

La primera vez que se alimentó fue de Marissa, luego cuando esta lo dejó para irse a Europa, conoció a una civil con la que de tanto en tanto se veía. Pero desde la primera vez que probó los labios de Kytara ya nadie existió para él. Siguió alimentándose de la civil pero nunca más fue lejos de esa función.

Dios, tenía todos los síntomas de falta de alimento y tarde o temprano lo tendría que hacer, además esto no ayudaban mucho a la pronta recuperación de su cuerpo.

—Butch siento tu dilema, te tienes que alimentar —Kytara se apartó de sus labios.

—Pero me dejarás que lo haga solo, amor —trató de convencerla.

—Está bien, tú ganas, pero sólo por ahora —dijo con una sonrisa pícara y frotándose contra él.

—Eso es jugar sucio —le dijo tratando de controlarse.

—Lo sé —saltó de la cama al ver que estiraba el brazo para atraerla contra él. Se alejó riendo.

Giró para dirigirse al baño y dio de lleno con la última persona que esperaba encontrarse.

—Kytara —miro hacia la cama y vio al hermano—. Dhestroyer.

Quedó de piedra, tenía ganas de correr hasta la cama y ponerse delante de Butch para protegerlo.

—Su santidad —dijo a la vez que hacia una reverencia. Butch desde la cama, trató de levantarse pero un movimiento de la mano de la Virgen Escriba se lo impidió.

—Su santidad —sólo logró decir.

—Por lo que veo, Kytara, has seguido mis órdenes —miraba las bandejas, las gasas, las cintas y medicamentos que recetó Havers para la rápida cicatrización. Ya que sabía del pequeño problema que tenia Butch con su alimentación.

—Bien por ti, hermana.

—Gracias, Mi Señora —todavía le costaba respirar y calmarse

—Ella me cuida como una gran enfermera, Su Santidad —dijo Butch desde la cama.

—Lo sé, guerrero, no tienes que defenderla. Kytara, aunque ella no lo quiera reconocer tiene mucho de su madre.

Tiró de la capucha de la túnica que la cubría hacia atrás y una luz resplandeciente iluminó la estancia.

—Fue mi mejor elegida, delicada, eficiente y entregada a la causa. Cuando la perdí, fue como si una parte de mí me hubiera dejado, pero nunca me arrepentí de habérsela entregado a tu padre, ya que él la protegió y amó más que a nada en este mundo —suspiró alejando esos recuerdos—. Fue muy injusta el destino con el final de sus vidas y al dejarte sola en este mundo —se acercó a Kytara—. No te voy a mentir diciéndote que no me hizo muy feliz tenerte a mi cargo. ¿Qué iba a hacer con una criatura a mi cargo? Pero cuando te vi, fue verla a Shanna y te tomé bajo mi ala —con su mano toco una mejilla de la guerrera—. Y cuando me di cuenta de tu poder, del destino que ibas a tener, no me pareció justo que la historia se repitiera en ti, por eso la consagración hacia mi persona. Te tenía que proteger —volviendo su rostro a Butch volvió a hablar—. Ella sabía desde un principio que iba ser castigada si alguien profanaba su cuerpo, entregando algo que me fue dado. Al tomar su lugar, guerrero, demostraste hasta que punto la amas y que al lado tuyo va a estar amada y protegida.

Tomando la mano de Kytara, fue hacia el lecho y con su otra mano tomó la de Butch, uniendo las dos delante de su persona, en una clara señal de que les daba su bendición.

Unas lágrimas rodaron por el rostro de la guerrera, no sabía qué decir, era todo muy fuerte.

—Ahora alimenta a tu hellen, que te necesita.

Se subió la capucha, pero antes de irse se acercó a la cama.

—Dhestroyer, dejo a tu cuidado la joya de unos amigos, era su bien más preciado —dicho esto, desapareció con un destello.

Ambos quedaron mirando el hueco donde antes había estado la Virgen Escriba y sus manos que seguían unidas. Kytara giró para mirar Butch, su cara lo decía todo, y era tan graciosa que le provocó una risa. Más que nada por la felicidad del momento.

Butch tiró de ella hacia él, provocando que cayera sobre sus rodillas.

—¿Se puede saber cuál es la gracia?

Esta era la primera vez que su pequeña estaba tan feliz. Y se notaba en cada uno de sus rasgos.

—Tú.

Butch la miró sin entender.

—Tú me causas gracias, tú me haces feliz, tú me haces llorar y tú me haces amarte —cerró estas palabras con un beso, que gracias a todo lo vivido se fue haciendo muy íntimo. Llevándolos a quedar abrazados sobre la cama, las manos de Butch recorriendo el cuerpo de Kytara, que era tan conocido por él. Cada centímetro había sido explorado y catado por su paladar.

Kytara tampoco había perdido tiempo, sus manos recorrían suavemente los surcos dejados por el látigo, con cada una de ellas se tomó su tiempo, dándose cuenta que eso no era suficiente se levantó de la cama poniéndose de rodillas y dijo:

—Date la vuelta.

Él viéndola así, y tan deseoso de saber qué quería, le hizo caso.

Boca abajo sintió que ella se sentaba a horcadas a la altura de sus muslos sin apoyarse sobre él, sintió sus manos recorrer cada una de las marcas.

—Me sentí morir cuanto tomaste mi lugar.

Él quiso hablar pero no lo dejó.

—Tu piel fue marcada por mi causa y es mi deber curarla —entonces sus labios tomaron el lugar de las manos.

Recorrieron la primera cicatriz suavemente, logrando que los ojos de Butch se llenaran de lágrimas, nunca creyó que ella fuera capaz de semejante ternura y que él fuera el destinatario.

Cada una de sus heridas tuvo el mismo tratamiento y cuando estaba por la última a la altura de la cadera, Kytara fue más allá y le dio un mordisco en el trasero, haciendo que diera un respingo sobre la cama y que soltara una risita. Logrando que en un rápido movimiento Butch se diera vuelta cambiando de posiciones.

—Que te puedo decir, siempre quise hacerlo —soltó otra risita al ver la cara de circunstancia de Butch y el estado en que lo había dejado.

—Así, entonces no te sorprenderás cuando yo te haga lo mismo —contestó él, y la besó muy fuerte, su lengua la recorrió como siempre le gustaba hacerlo, logrando que ella se excitara. Su miembro la penetró sin consideración, pero no se preocupó, ya que ella estaba más que lista, esperándolo. Lo recibió con un jadeo, envolviendo sus caderas con las piernas para retenerlo.

—Te tienes que alimentar —logró decir entre las embestidas que iba recibiendo—. ¡Oh Dios! —Tomó su rostro entre sus manos y se miraron a los ojos—. Lo tienes que hacer.

Viendo la resolución en los ojos de ella, Butch buscó su cuello, que tantas veces había besado deseando poder beber de él.

Con sus labios recorrió la vena principal, luego con la punta de la lengua, la recorrió anticipando lo que ambos deseaban, entonces sintió crecer sus incisivos el triple de su tamaño habitual.

Con un movimiento de cadera se hundió más en ella, logrando que Kytara arqueara más su cuello, ofreciéndoselo como una dulce copa de vino. Entonces bebió de ella, primero con desesperación, ya que su sangre al ser tan antigua y pura era un néctar de los dioses. Cuando sintió en su cuello la suave mano de Kytara, aflojó su agarre, haciendo de esta experiencia lo más erótico que había vivido en su vida. En ningún momento había dejado de moverse haciendo de cada penetración una nueva experiencia para ella. Cuando ella estaba por el tercer orgasmo, terminó de beber pasando su lengua para que cortara el flujo. La miró viendo en sus ojos la felicidad de su pequeña.

—Te amo, Kytara —y con una fuerte embestida, ambos alcanzaron el clímax.

Butch cayó con todo su peso sobre Kytara. Después de unos minutos se quiso retirar, pero ella no se lo permitió.

—Quiero dormir así, como estamos, contigo dentro de mí y sentir que no te apartas de mi lado.

Butch sonrió y le dio un tierno beso sobre los ojos que ya estaban medios cerrados por el sueño.

—Tus deseos son órdenes, pequeña —y con una mano tomo la sábana que estaba sobre los pies tapándolos a ambos, se acomodó mejor para que ella estuviera cómoda.

Y ambos se durmieron.

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