Sálvala y te enseñará el camino.
¿Había mencionado que odiaba a los oráculos y sus cosas a medias? Ahora ella se estaba congelando el culo, literalmente hablando, mientras buscaba a quien debía salvar. Los copos de nieve caían en todo el lugar y dado a que ella vestía ropa suelta para combatir el calor del Amazonas, le castañeaban los dientes. Pronto encontró una esquina agradable para conjurar ropa adecuada y un aspecto diferente. Una vez que ese no fue un problema y que las neuronas poco a poco se le estaban descongelando, le prestó atención a su alrededor.
Y maldita sea, no le gustó el lugar donde estaba. Magnatara lo conocía muy bien. La rabia comenzó a arder lentamente dentro de ella, y sus garras comenzaron a alargarse. Este era su “hogar” hace muchos siglos atrás.
La Rakshasi ya se estaba haciendo una leve idea de a quién debía rescatar. Pero, ¿qué día era exactamente? Eso podría confirmar sus sospechas.
Se acercó a un bar, todos los que se encontraban en su camino se hicieron a un lado. Ellos claramente sentían el poder que emanaba de ella, el peligro y no querían encontrarse en el foco de su atención.
-¿Qué día es hoy? –le preguntó al hombre que estaba detrás de la barra, limpiando un vaso de cristal.
El hombre la miró con esos ojos gatunos y una sonrisa encantadora, antes de contestarle. Magnatara hubiese pensado que él era lindo, sino estuviera consiente de toda la maldad de la que era capaz. Ella hizo una mueca y volvió a salir del lugar. Ahora estaba inmensamente cabreada. Sus sospechas eran ciertas. Debía salvarse a ella misma.
Su pequeña yo estaba encerrada en un calabozo… ese día ella había sido llevada allí y golpeada brutalmente por haberse defendido de otra Rakshasi que pensaba que molestarla era de lo más divertido. Magnatara no empezó nada, solo se defendió. Pero la culpa, según todos, obviamente fue de ella. Su padre, tan amoroso como era, dejó que se la encerraran, “para que aprendiera cuál era su lugar”. Esperó días incontables a que la sacaran de aquel horrendo lugar, donde pasó frío y hambre, eso nunca pasó hasta que cumplió su castigo. Por más que quisiera ir en busca de la niña que la agredió y hacerle pagar por lo que hizo, ella nunca le pegaría a un niño, no importaba cuantas ganas tuviese de hacerlo.