sábado, 15 de noviembre de 2014

La llave impura. capitulo 4. parte 1




Capítulo 4


Ammatiel encendía el fuego cuando una Magnatara muy animada se le unía, seguida por un furioso Kamlot. Conociendo a la Rakshasi como lo hacía, supuso que ella produjo el enfado del demonio. No es que le molestara, él se merecía todo lo que la mujer iba a hacerle a continuación.
Mientras se encargaba del campamento, pensó en todo lo que dijo Kamlot… ahora entendía porque era tan importante que protegiera a Magnatara. Eso no quería decir que estaba contento por eso. Ellos debieron decirle que estaba a su cargo en este entonces. Una vez que tuviera tiempo, él volvería a los cielos y alguien le tenía que dar una buena explicación sobre esto. Laurel me explicará, le guste o no. Se asegurara de eso.
Pensó en irse en ese momento al cielo, pero no estaba seguro de encontrar a esos dos vivos cuando regrese. Magnatara se sentó a su lado, ignorando al demonio. Sí, eso iba a ser divertido. Ella bostezó, recordándole que no descansó durante mucho tiempo.
-Ve a descansar, Magnatara. Mañana saldremos temprano.- la Rakshasi bostezó otra vez sin ocultar su cansancio.
-¿Falta mucho para llegar?
-Si todo marcha bien, llegaremos antes del anochecer de mañana.
-¿No se mataran si me voy a dormir?- Ella parecía divertida, haciendo que él soltara un suspiro.
-Eso solo pasaría si fuera yo quien iría a dormir. Ustedes se matarían.
-Posiblemente –dijo la mujer luego de pensarlo un rato.-. Normalmente me quedaría para iluminarles la noche, pero estoy muerta. No hagan nada divertido sin mí, ¿vale?
-Voy contigo.- Kamlot por fin habló desde que llegó detrás de Magnatara.
-¿Qué? ¿Por qué? Yo me sé el camino –señaló la caseta.-. Esa es la mía. Y no estás invitado a ella. –dio media vuelta y se marchó. Ammatiel rió por lo bajo. El demonio contuvo el aliento para soltarlo lentamente.


Estaba nerviosa cuando entró a la tienda. Sintió la mirada del demonio pegada a su espalda, tan pesada como la tristeza que ella sentía. Kamlot estaba allí y eso ponía todos sus nervios alertas… y la tristeza se instaló en su estómago como una pesada piedra. Al final de todo, era lo mismo. No tenía nada. Ni siquiera un lugar al que pudiera llamar suyo. Se tumbó en la tienda con un suspiro. Las cosas para Magnatara nunca mejoraban.
Algún día lo hará…
¿Eso era todo? ¿Algún día pasará? ¿Desde cuándo se repetía lo mismo? ¿Cuánto tiempo ha pasado? –Se le escapó una risita histérica.- Se estaba perdiendo, la Rakshasi punzaba en su cabeza queriendo liberarse y hacerle pagar al mundo todo lo que ha sufrido. La soledad se hizo más pegajosa, adhiriéndose por todos los rincones de su ser, haciéndolo todo peor. Estuvo tentada a salir de la tienda y reunirse con los hombres que estaban a fuera en un largo silencio, mas no quería explicar por qué volvió a salir como una tarada. Eso la dejaba como siempre, sola. Oh, la perfección de la vida… eso podía cambiar, solo tenía que aceptar la propuesta de Kamlot, él podría acompañarla. Pero, ¿para qué? Después él sería como siempre. El típico demonio que era su amigo –aunque su lengua estuvo dentro de su boca.-, pero que siempre esta distante… No estás sola, te tienes a ti misma… Eso debería ser suficiente.

Y ella solo quería que eso fuese cierto.

Kamlot pensaba, y mientras más lo hacía, no veía el motivo por el cual el ángel estuviera precisamente en ese lugar, cuidando a Magnatara. Le observó detenidamente, cuando el hombre miraba el fuego que crujía con violencia, como si estuviera enojado. Él era un maldito hijo de puta en ropas de inocencia. Los ángeles eran unos guerreros que se debían tomar en cuenta, y él en específico, tenía un aura tan peligrosa que hacía una guerra contradictoria con su pureza. El tipo mataría por proteger a la Rakshasi, pero los sentidos de Kamlot le decían que no solo porque le hubiesen enviado a hacerlo. Había una razón personal.

-Deberías ir a descansar también.
-¿Y dejarte a ti solo? Lo lamento ángel, pero no confío en ti.- él soltó un bufido antes de mirarle.
-Confíes o no en mí, tenemos algo en común, moriríamos por Magnatara. Y de nada vale que estés cansado, ve descansa. Sabrás si algo sucede, créeme. Así sea que tenga que entrarte a patadas para levantarte.
-Ya que estamos en eso. ¿Quién te ha enviado a cuidarla?- Los ojos azul cielo del hombre brillaron con diversión.
-¿Celoso, demonio?- ¿por qué Kamlot de pronto sintió la necesidad de hacerle tragar los dientes?
-No me has contestado la pregunta, ángel.- dijo con filo en su voz. El ángel se rió, dándose cuenta de que él volvió al tema.
-Alguien que tiene un interés especial en la mujer. No es que te importara… no es tuya de todos modos.- la gran sonrisa que alcanzó los labios del hombre le hizo tener un arrebato de furia. Parecía como si se estuviera imaginando a Magnatara debajo de él, mientras sus cuerpos se entregaban a la lujuria. Kamlot en definitiva quería golpearle. Fuerte. Matarlo.
-Aléjate de ella. ¿Lo entiendes?
-Da igual. Eso será imposible –contestó en tono misterioso.-. Ya que no te vas a dormir y Magnatara estará protegida por ti, iré por información. –Desapareció.

A veces se preguntaba cómo se sentiría ser sostenida con amor… qué se sentiría ser besada. Suspiró, moviéndose inquieta. ¡Laurel no debía estar pensando en esas cosas! Era un ángel y era amada por todos los demás. Eran una gran familia. Además su existencia tiene un propósito. Velar por el orden. El Gran Señor estaba por encima de ella, y todos los demás debían escucharla.
Aunque por más que luchara, sus pensamientos se iban directamente hasta el líder del ejército. ¿En qué estaba pensando cuando lo envió a la tierra? Estaba muerta de preocupación por Ammatiel. Si le pasara algo a él, Laurel sabía que jamás sería la misma. No sabía por qué pero ese hombre activaba sus más sobreprotectores sentimientos. Cuando nadie se daba cuenta, viajaba por un corto tiempo a la tierra para verle de lejos y saber que estaba bien. No se le acercaba, para no delatar su presencia. Estando cerca, él la sentiría y ella no quería explicar por qué su visita.

Revoloteaba por su casa, en su nube, buscando con que entretener su mente. Estuvo tan estresada –lo cual es raro para un ángel-, que acabo con todos sus deberes en menos de lo que creyó posible. Ahora no tenía nada que hacer, excepto preocuparse. Santo Dios, ayúdame a quitarme esta preocupación que me ahoga. En tus manos dejo su bienestar, no dejes que nada le pase.
Sabía que sus ruegos eran escuchados, solo era difícil sentarse y esperar. ¿Cómo los humanos podían manejar esas emociones tan fuertes? Recorrió su casa nuevamente, por tercera vez desde que se desocupó. Pidió una manzana que apareció inmediatamente en su mano y le dio un mordisco. El dulce néctar se deslizó por su garganta, haciéndole cerrar los ojos y sonreír a modo de apreciación.
-Es una pena que deba interrumpir una cena tan sabrosa.- Laurel abrió los ojos y su sonrisa se amplió cuando se encontró con Ammatiel. ¿Qué hacía allí? Vale, eso no importaba. Él estaba bien y ella se sintió perfectamente, es más, sentía que era invencible.

-No interrumpes para nada –trató de componerse.-. ¿Quieres acompañarme?
-No, gracias.- él inclinó la cabeza, en modo de una silenciosa disculpa.
-Supongo que no estás aquí para una simple visita –aunque ella daría mucho porque así fuera.-. ¿En qué puedo ayudarte, Ammatiel?- Ella le señaló un sofá donde podía sentarse, otra vez declinó la oferta. Laurel también decidió estar de pie, en un intento de no verse tan nerviosa como se sentía.
-Ya que no están todos los mayores, ¿puedes explicarme en qué estoy metido?- Él le dedicó una media sonrisa, para nada recriminatoria que le hizo soltar el peso que no sabía que llevaba. Realmente creía que el ángel podía estar algo molesto por la decisión que habían tomado.
-Es un asunto delicado -suspiró-. Como ya sabes, Magnatara es la llave del infierno… lo que pocos saben es que también lo es de los cielos. Una vez que ella esté preparada, podrá ir y venir de los dos reinos sin que nada la detenga. Un poder semejante en manos irresponsables… estaremos perdidos. –Ammatiel estuviera más sorprendido si ella le estuviera gritando.
-¿Aun así no quieren su vida?- Laurel miró fijamente al guerrero quien le miraba incrédulo, con una postura tan masculina que le hacía ver más atractivo. En los cielos existían hombres apuestos, pero Ammatiel tenía un efecto diferente que no podía explicar.
-No… ¿por qué quitarle la vida a un ser que nació con un propósito? Me sorprende de ti esa pregunta Ammatiel –hizo un sonido de reproche con la boca-. Tú más que nadie sabe que tomar esa decisión no es algo que se hace a la ligera, y ella no ha hecho nada para que nosotros tan siquiera consideremos la idea.
-Tienes razón. Mis disculpas.- Los ojos verde claros los miraron con algo de diversión. Ammatiel extrañaba esa mirada, porque solo existía cuando Laurel estaba con él a solas. Mientras estaba rodeada, la ángel era inexpresiva y tranquila. Con él era todo diferente.
-Disculpas aceptadas –ella caminó ligera hasta quedar de frente-. Entonces, ¿cómo fue conocerla…?

Alguien, además de él, la esta cuidado. ¡Como si Kamlot no fuera suficiente para hacerlo! Todo estaba tranquilo, escuchaba el leve respirar de Magnatara que le decía que se había quedado dormida profundamente. El ángel se marchó desde hacía mucho tiempo, y no regresó. No era que al demonio le preocupara. Por lo que él importaba, el ángel podía perderse y nunca regresar.
Lo único que podía hacer, estando solo, era pensar. Recordó cada palabra del oráculo y odió que Xhotan y Salomé le hicieran la vida imposible a la Rakshasi, ella ya tuvo suficiente para encima echarle algo más.
Las horas transcurrieron y el sol comenzaba a cambiar el cielo con los tonos del amanecer. Magnatara salió de su tienda, completamente arreglada y totalmente descansada. Kamlot la miró con sorpresa, pero qué diablos, hacer magia tenía sus ventajas. Ella miró a su alrededor, con el ceño fruncido.
-¿Dónde está Ammatiel?
-Buen día. Estoy bien, gracias por preguntar. Y el ángel está desaparecido desde hace horas.- Magnatara soltó un bufido.
-Puedo ver que estas perfectamente bien, no soy ciega. ¿Por qué no me levantaste para decirme que él no estaba?- Kamlot la miró detenidamente. Hola, candente furia. Ella no se preocupaba por él, pero sí por el ángel…
-Estoy para protegerte a ti. Además, pensaba que no te gustaban los ángeles. –la Rakshasi se movió hasta frente de él, con sus ojos llameándoles.
-¿A ti que te importa quién me gusta o deja de gustarme? No es problema tuyo.
-No juegues esa carta Magnatara… no te gustará los resultados. –Kamlot estaba molesto y Magnatara nunca lo había visto tan cabreado tantas veces consecutivas. Normalmente él era la voz de la razón, mientras ella era la voz de la imprudencia. Ella era la volátil, Kamlot era un tranquilo y frío comandante, ¿qué pasó con eso?
-No sé de qué me hablas.
-¿Debo separarlos, niños?- la voz del ángel sonaba a su espalda, así que Magnatara se giró con la mejor sonrisa, como si nada estuviese sucediendo.
-¡Estas aquí! Pensé que debía comenzar una misión de búsqueda y rescate. –Ammatiel le echó una mirada al demonio Dragón que a su vez le dedicó una que le dejaba completamente claro de que él no estaba alegre de verlo. Luego le sonrió a la mujer que caminaba animadamente para hablar con él.
-¿Estabas preocupada? No dijiste que en el mundo no existía espacio para dos molesto. ¿Qué más daba si algo me pasaba? –la Rakshasi se encogió de hombros.
-Puedes desaparecer después de que me lleves al templo. Por ahora tengo que soportarlos, hasta que pueda deshacerme de ustedes.
-No lo dices en serio, soy de mucha utilidad. –él sabía que ella solo le estaba puyando a modo de broma, aunque no le gustaba su presencia, tampoco era que lo odiara. Ammatiel le entendía.
-¡Claro! Entonces debes ser mi sirviente, prepárame la cena y hacerme la colada. Si no puedes hacerme ninguna de esas cosas, no me eres útil, realmente.- negó ante su ocurrencia. ¿Quién sabía que pasaba por esa caótica mente? Ella le intrigaba.
-No seré tu esclavo, pero puedo recoger el campamento. –Ella le miró con diversión y chasqueó sus dedos, al acto siguiente el campamento no estaba allí.
-¿Decías?
-No todo el mundo es como tú, Rakshasi.- Magnatara rio con ganas.
-Eso lo sé.
-¡Sí, y tú eres el sinónimo de humildad!- ambos rieron. Kamlot no podía soportarlo más, y él no estaba pintado en el paisaje.
-Hora de irnos. –Magnatara puso los ojos.
-Sí que te has vuelto el señor Radiante, ¿hmh? –la Rakshasi miró al ángel. –Él es como un ogro. Puedes ignorarlo, yo lo hago.

Ammatiel negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa a la mujer. Ella era divertida. Casi era como estar hablando con él mismo. En este momento se compadecía del demonio, ya que Magnatara al parecer le había declarado la guerra.
El camino comenzó a hacerse imposible conforme más se acercaban. El calor era absolutamente bochornoso, haciendo que la ropa se cubriera de sudor, mientras ellos subían y bajaban montañas, esquivaban árboles y animales. Muy a diferencia de ellos, el ángel estaba perfectamente presentable.

-Ya casi estamos.- Magnatara miró a su alrededor. Si estaban llegando, ¿no debería haber un indicio de civilización?
-No veo que nos estemos acercando.- luego algo pareció moverse frente a ella. ¿Era una mujer? Es difícil decirlo, cuando ella parecía estar allí y luego desaparecer. La Rakshasi se puso en guardia inmediatamente. –Hay alguien observándonos. –Kamlot se movió para estar cerca de ella, Ammatiel se tensó solo para relajarse al instante.
-¿Ymar?
-Joven Ammatiel, siempre es un gusto verle. Me alegra saber que ya está con Magnatara.- La Rakshasi casi se sintió como una celebridad. Todos al parecer la conocían. La mujer se hizo más visible. Tenía el cabello negro corto, decorado con plumas. Su tez tostada llevaba una túnica sin mangas de color verde y dorado.- Y que ella ha traído lo que Khal necesita.- ¿Espera? ¿Qué Khal necesita? Entonces, ¿él estaba allí? Magnatara ya quería encontrarse con él. Tal vez le de unos cuantos porrazos por enviar a Kamlot.
-Aquí está todo. Ahora solo debo entregarlo.- dijo parándose al lado de Ammatiel. La mujer sonrió como si hubiese hecho un chiste, negó con la cabeza y desapareció.- ¿Qué carajos…?- Ammatiel suspiro.
-No es tan fácil entrar. Verás, la razón por la que nadie encuentra el templo además de los oráculos, es porque el Templo, por así decirlo, es invisible.- Kamlot resopló, la Rakshasi observó al ángel como si tuviera problemas mentales pero que decidió ser educada y no decirle nada.- El Templo se mimetiza con su entorno, como la mujer que acaban de ver.
-Genial… ¿cómo le hacemos para entrar? Khal aún necesita los libros y voy a suponer que no saldrá a buscarlos.
-Pruebas Magnatara, tienes que pasar unas pruebas. –ella puso los ojos en blanco.
-Déjame adivinar, ya pasaste por ellas.
-Lo hice, pero ustedes no –a continuación aparecieron dos personas encapuchadas, tuvieron que enfocar los ojos para poder diferenciarlos.-. Los estaré esperando del otro lado.
Magnatara le dirigió una mirada nerviosa al demonio. No tenía miedo de entrar a un lugar desconocido, sinceramente vivía para ello. Eso no quería decir que no se preocupara por lo que le pasaría al demonio. Aunque, ¿qué diablos?, estaban en manos de los oráculos y no creía que ellos fueran a matarlos. La preocupación era innecesaria. Kamlot la miró y asintió levemente. Él quería que tuviera cuidado. Ellos no necesitaban palabras para comunicarse, habían estado juntos en más situaciones similares que la Rakshasi ni siquiera podía llegar a contarlas todas. Respiró hondo.
-Mamá regresará pronto niños, no se peleen. –Se giró y caminó detrás de uno de los oráculos.

Fue toda una sorpresa para Kamlot verla desaparecer sin dar saltos, aunque estaba sonriendo, lo que es casi lo mismo. Muy contrario a la mujer, a él le gustaba saber con qué trataba antes de hacer cualquier movimiento. Así que estaba tenso como el infierno. Si quería entrar tenía que hacer lo que le pedían. Para luego es tarde.

Continuará....



La llave impura by Pandora Leon is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario