Ammatiel
encendía el fuego cuando una Magnatara muy animada se le unía,
seguida por un furioso Kamlot. Conociendo a la Rakshasi como lo
hacía, supuso que ella produjo el enfado del demonio. No es que le
molestara, él se merecía todo lo que la mujer iba a hacerle a
continuación.
Mientras
se encargaba del campamento, pensó en todo lo que dijo Kamlot…
ahora entendía porque era tan importante que protegiera a Magnatara.
Eso no quería decir que estaba contento por eso. Ellos debieron
decirle que estaba a su cargo en este entonces. Una vez que tuviera
tiempo, él volvería a los cielos y alguien le tenía que dar una
buena explicación sobre esto. Laurel
me explicará, le guste o no. Se
asegurara de eso.
Pensó
en irse en ese momento al cielo, pero no estaba seguro de encontrar a
esos dos vivos cuando regrese. Magnatara se sentó a su lado,
ignorando al demonio. Sí, eso iba a ser divertido. Ella bostezó,
recordándole que no descansó durante mucho tiempo.
-Ve a
descansar, Magnatara. Mañana saldremos temprano.- la Rakshasi
bostezó otra vez sin ocultar su cansancio.
-¿Falta
mucho para llegar?
-Si
todo marcha bien, llegaremos antes del anochecer de mañana.
-¿No
se mataran si me voy a dormir?- Ella parecía divertida, haciendo que
él soltara un suspiro.
-Eso
solo pasaría si fuera yo quien iría a dormir. Ustedes se matarían.
-Posiblemente
–dijo la mujer luego de pensarlo un rato.-. Normalmente me quedaría
para iluminarles la noche, pero estoy muerta. No hagan nada divertido
sin mí, ¿vale?
-Voy
contigo.- Kamlot por fin habló desde que llegó detrás de
Magnatara.
-¿Qué?
¿Por qué? Yo me sé el camino –señaló la caseta.-. Esa es la
mía. Y no estás invitado a ella. –dio media vuelta y se marchó.
Ammatiel rió por lo bajo. El demonio contuvo el aliento para
soltarlo lentamente.
Estaba
nerviosa cuando entró a la tienda. Sintió la mirada del demonio
pegada a su espalda, tan pesada como la tristeza que ella sentía.
Kamlot estaba allí y eso ponía todos sus nervios alertas… y la
tristeza se instaló en su estómago como una pesada piedra. Al final
de todo, era lo mismo. No tenía nada. Ni siquiera un lugar al que
pudiera llamar suyo. Se tumbó en la tienda con un suspiro. Las cosas
para Magnatara nunca mejoraban.
Algún día lo hará…
¿Eso era todo? ¿Algún día pasará? ¿Desde cuándo se repetía lo mismo? ¿Cuánto tiempo ha pasado? –Se le escapó una risita histérica.- Se estaba perdiendo, la Rakshasi punzaba en su cabeza queriendo liberarse y hacerle pagar al mundo todo lo que ha sufrido. La soledad se hizo más pegajosa, adhiriéndose por todos los rincones de su ser, haciéndolo todo peor. Estuvo tentada a salir de la tienda y reunirse con los hombres que estaban a fuera en un largo silencio, mas no quería explicar por qué volvió a salir como una tarada. Eso la dejaba como siempre, sola. Oh, la perfección de la vida… eso podía cambiar, solo tenía que aceptar la propuesta de Kamlot, él podría acompañarla. Pero, ¿para qué? Después él sería como siempre. El típico demonio que era su amigo –aunque su lengua estuvo dentro de su boca.-, pero que siempre esta distante… No estás sola, te tienes a ti misma… Eso debería ser suficiente.
Algún día lo hará…
¿Eso era todo? ¿Algún día pasará? ¿Desde cuándo se repetía lo mismo? ¿Cuánto tiempo ha pasado? –Se le escapó una risita histérica.- Se estaba perdiendo, la Rakshasi punzaba en su cabeza queriendo liberarse y hacerle pagar al mundo todo lo que ha sufrido. La soledad se hizo más pegajosa, adhiriéndose por todos los rincones de su ser, haciéndolo todo peor. Estuvo tentada a salir de la tienda y reunirse con los hombres que estaban a fuera en un largo silencio, mas no quería explicar por qué volvió a salir como una tarada. Eso la dejaba como siempre, sola. Oh, la perfección de la vida… eso podía cambiar, solo tenía que aceptar la propuesta de Kamlot, él podría acompañarla. Pero, ¿para qué? Después él sería como siempre. El típico demonio que era su amigo –aunque su lengua estuvo dentro de su boca.-, pero que siempre esta distante… No estás sola, te tienes a ti misma… Eso debería ser suficiente.
Y ella
solo quería que eso fuese cierto.
Kamlot
pensaba, y mientras más lo hacía, no veía el motivo por el cual el
ángel estuviera precisamente en ese lugar, cuidando a Magnatara. Le
observó detenidamente, cuando el hombre miraba el fuego que crujía
con violencia, como si estuviera enojado. Él era un maldito hijo de
puta en ropas de inocencia. Los ángeles eran unos guerreros que se
debían tomar en cuenta, y él en específico, tenía un aura tan
peligrosa que hacía una guerra contradictoria con su pureza. El
tipo mataría por proteger a la Rakshasi, pero los sentidos de Kamlot
le decían que no solo porque le hubiesen enviado a hacerlo. Había
una razón personal.
-Deberías
ir a descansar también.
-¿Y
dejarte a ti solo? Lo lamento ángel, pero no confío en ti.- él
soltó un bufido antes de mirarle.
-Confíes
o no en mí, tenemos algo en común, moriríamos por Magnatara. Y de
nada vale que estés cansado, ve descansa. Sabrás si algo sucede,
créeme. Así sea que tenga que entrarte a patadas para levantarte.
-Ya que
estamos en eso. ¿Quién te ha enviado a cuidarla?- Los ojos azul
cielo del hombre brillaron con diversión.
-¿Celoso,
demonio?- ¿por qué Kamlot de pronto sintió la necesidad de hacerle
tragar los dientes?
-No me
has contestado la pregunta, ángel.- dijo con filo en su voz. El
ángel se rió, dándose cuenta de que él volvió al tema.
-Alguien
que tiene un interés especial en la mujer. No es que te importara…
no es tuya de todos modos.- la gran sonrisa que alcanzó los labios
del hombre le hizo tener un arrebato de furia. Parecía como si se
estuviera imaginando a Magnatara debajo de él, mientras sus cuerpos
se entregaban a la lujuria. Kamlot en definitiva quería golpearle.
Fuerte. Matarlo.
-Aléjate
de ella. ¿Lo entiendes?
-Da
igual. Eso será imposible –contestó en tono misterioso.-. Ya que
no te vas a dormir y Magnatara estará protegida por ti, iré por
información. –Desapareció.
A
veces se preguntaba cómo se sentiría ser sostenida con amor… qué
se sentiría ser besada. Suspiró, moviéndose inquieta. ¡Laurel no
debía estar pensando en esas cosas! Era un ángel y era amada por
todos los demás. Eran una gran familia. Además su existencia tiene
un propósito. Velar por el orden. El Gran Señor estaba por encima
de ella, y todos los demás debían escucharla.
Aunque
por más que luchara, sus pensamientos se iban directamente hasta el
líder del ejército. ¿En qué estaba pensando cuando lo envió a la
tierra? Estaba muerta de preocupación por Ammatiel. Si le pasara
algo a él, Laurel sabía que jamás sería la misma. No sabía por
qué pero ese hombre activaba sus más sobreprotectores sentimientos.
Cuando nadie se daba cuenta, viajaba por un corto tiempo a la tierra
para verle de lejos y saber que estaba bien. No se le acercaba, para
no delatar su presencia. Estando cerca, él la sentiría y ella no
quería explicar por qué su visita.
Revoloteaba
por su casa, en su nube, buscando con que entretener su mente. Estuvo
tan estresada –lo cual es raro para un ángel-, que acabo con todos
sus deberes en menos de lo que creyó posible. Ahora no tenía nada
que hacer, excepto preocuparse. Santo
Dios, ayúdame a quitarme esta preocupación que me ahoga. En tus
manos dejo su bienestar, no dejes que nada le pase.
Sabía
que sus ruegos eran escuchados, solo era difícil sentarse y esperar.
¿Cómo los humanos podían manejar esas emociones tan fuertes?
Recorrió su casa nuevamente, por tercera vez desde que se desocupó.
Pidió una manzana que apareció inmediatamente en su mano y le dio
un mordisco. El dulce néctar se deslizó por su garganta, haciéndole
cerrar los ojos y sonreír a modo de apreciación.
-Es una
pena que deba interrumpir una cena tan sabrosa.- Laurel abrió los
ojos y su sonrisa se amplió cuando se encontró con Ammatiel. ¿Qué
hacía allí? Vale, eso no importaba. Él estaba bien y ella se
sintió perfectamente, es más, sentía que era invencible.
-No
interrumpes para nada –trató de componerse.-. ¿Quieres
acompañarme?
-No,
gracias.- él inclinó la cabeza, en modo de una silenciosa disculpa.
-Supongo
que no estás aquí para una simple visita –aunque ella daría
mucho porque así fuera.-. ¿En qué puedo ayudarte, Ammatiel?- Ella
le señaló un sofá donde podía sentarse, otra vez declinó la
oferta. Laurel también decidió estar de pie, en un intento de no
verse tan nerviosa como se sentía.
-Ya que
no están todos los mayores, ¿puedes explicarme en qué estoy
metido?- Él le dedicó una media sonrisa, para nada recriminatoria
que le hizo soltar el peso que no sabía que llevaba. Realmente creía
que el ángel podía estar algo molesto por la decisión que habían
tomado.
-Es un
asunto delicado -suspiró-. Como ya sabes, Magnatara es la llave del
infierno… lo que pocos saben es que también lo es de los cielos.
Una vez que ella esté preparada, podrá ir y venir de los dos reinos
sin que nada la detenga. Un poder semejante en manos irresponsables…
estaremos perdidos. –Ammatiel estuviera más sorprendido si ella le
estuviera gritando.
-¿Aun
así no quieren su vida?- Laurel miró fijamente al guerrero quien le
miraba incrédulo, con una postura tan masculina que le hacía ver
más atractivo. En los cielos existían hombres apuestos, pero
Ammatiel tenía un efecto diferente que no podía explicar.
-No…
¿por qué quitarle la vida a un ser que nació con un propósito? Me
sorprende de ti esa pregunta Ammatiel –hizo un sonido de reproche
con la boca-. Tú más que nadie sabe que tomar esa decisión no es
algo que se hace a la ligera, y ella no ha hecho nada para que
nosotros tan siquiera consideremos la idea.
-Tienes
razón. Mis disculpas.- Los ojos verde claros los miraron con algo de
diversión. Ammatiel extrañaba esa mirada, porque solo existía
cuando Laurel estaba con él a solas. Mientras estaba rodeada, la
ángel era inexpresiva y tranquila. Con él era todo diferente.
-Disculpas
aceptadas –ella caminó ligera hasta quedar de frente-. Entonces,
¿cómo fue conocerla…?
Alguien,
además de él, la esta cuidado. ¡Como si Kamlot no fuera suficiente
para hacerlo! Todo estaba tranquilo, escuchaba el leve respirar de
Magnatara que le decía que se había quedado dormida profundamente.
El ángel se marchó desde hacía mucho tiempo, y no regresó. No era
que al demonio le preocupara. Por lo que él importaba, el ángel
podía perderse y nunca regresar.
Lo
único que podía hacer, estando solo, era pensar. Recordó cada
palabra del oráculo y odió que Xhotan y Salomé le hicieran la vida
imposible a la Rakshasi, ella ya tuvo suficiente para encima echarle
algo más.
Las
horas transcurrieron y el sol comenzaba a cambiar el cielo con los
tonos del amanecer. Magnatara salió de su tienda, completamente
arreglada y totalmente descansada. Kamlot la miró con sorpresa, pero
qué diablos, hacer magia tenía sus ventajas. Ella miró a su
alrededor, con el ceño fruncido.
-¿Dónde
está Ammatiel?
-Buen
día. Estoy bien, gracias por preguntar. Y el ángel está
desaparecido desde hace horas.- Magnatara soltó un bufido.
-Puedo
ver que estas perfectamente bien, no soy ciega. ¿Por qué no me
levantaste para decirme que él no estaba?- Kamlot la miró
detenidamente. Hola,
candente furia. Ella
no se preocupaba por él, pero sí por el ángel…
-Estoy
para protegerte a ti. Además, pensaba que no te gustaban los
ángeles. –la Rakshasi se movió hasta frente de él, con sus ojos
llameándoles.
-¿A
ti que te importa quién me gusta o deja de gustarme? No es problema
tuyo.
-No
juegues esa carta Magnatara… no te gustará los resultados. –Kamlot
estaba molesto y Magnatara nunca lo había visto tan cabreado tantas
veces consecutivas. Normalmente él era la voz de la razón, mientras
ella era la voz de la imprudencia. Ella era la volátil, Kamlot era
un tranquilo y frío comandante, ¿qué pasó con eso?
-No sé
de qué me hablas.
-¿Debo
separarlos, niños?- la voz del ángel sonaba a su espalda, así que
Magnatara se giró con la mejor sonrisa, como si nada estuviese
sucediendo.
-¡Estas
aquí! Pensé que debía comenzar una misión de búsqueda y rescate.
–Ammatiel le echó una mirada al demonio Dragón que a su vez le
dedicó una que le dejaba completamente claro de que él no estaba
alegre de verlo. Luego le sonrió a la mujer que caminaba
animadamente para hablar con él.
-¿Estabas
preocupada? No dijiste que en el mundo no existía espacio para dos
molesto. ¿Qué más daba si algo me pasaba? –la Rakshasi se
encogió de hombros.
-Puedes
desaparecer después de que me lleves al templo. Por ahora tengo que
soportarlos, hasta que pueda deshacerme de ustedes.
-No lo
dices en serio, soy de mucha utilidad. –él sabía que ella solo le
estaba puyando a modo de broma, aunque no le gustaba su presencia,
tampoco era que lo odiara. Ammatiel le entendía.
-¡Claro!
Entonces debes ser mi sirviente, prepárame la cena y hacerme la
colada. Si no puedes hacerme ninguna de esas cosas, no me eres útil,
realmente.- negó ante su ocurrencia. ¿Quién sabía que pasaba por
esa caótica mente? Ella le intrigaba.
-No
seré tu esclavo, pero puedo recoger el campamento. –Ella le miró
con diversión y chasqueó sus dedos, al acto siguiente el
campamento no estaba allí.
-¿Decías?
-No
todo el mundo es como tú, Rakshasi.- Magnatara rio con ganas.
-Eso lo
sé.
-¡Sí,
y tú eres el sinónimo de humildad!- ambos rieron. Kamlot no podía
soportarlo más, y él no estaba pintado en el paisaje.
-Hora
de irnos. –Magnatara puso los ojos.
-Sí
que te has vuelto el señor Radiante, ¿hmh? –la Rakshasi miró al
ángel. –Él es como un ogro. Puedes ignorarlo, yo lo hago.
Ammatiel
negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa a la mujer. Ella era
divertida. Casi era como estar hablando con él mismo. En este
momento se compadecía del demonio, ya que Magnatara al parecer le
había declarado la guerra.
El
camino comenzó a hacerse imposible conforme más se acercaban. El
calor era absolutamente bochornoso, haciendo que la ropa se cubriera
de sudor, mientras ellos subían y bajaban montañas, esquivaban
árboles y animales. Muy a diferencia de ellos, el ángel estaba
perfectamente presentable.
-Ya
casi estamos.- Magnatara miró a su alrededor. Si estaban llegando,
¿no debería haber un indicio de civilización?
-No veo
que nos estemos acercando.- luego algo pareció moverse frente a
ella. ¿Era una mujer? Es difícil decirlo, cuando ella parecía
estar allí y luego desaparecer. La Rakshasi se puso en guardia
inmediatamente. –Hay alguien observándonos. –Kamlot se movió
para estar cerca de ella, Ammatiel se tensó solo para relajarse al
instante.
-¿Ymar?
-Joven
Ammatiel, siempre es un gusto verle. Me alegra saber que ya está con
Magnatara.- La Rakshasi casi se sintió como una celebridad. Todos
al parecer la conocían. La mujer se hizo más visible. Tenía el
cabello negro corto, decorado con plumas. Su tez tostada llevaba una
túnica sin mangas de color verde y dorado.- Y que ella ha traído
lo que Khal necesita.- ¿Espera? ¿Qué Khal necesita? Entonces, ¿él
estaba allí? Magnatara ya quería encontrarse con él. Tal
vez le de unos cuantos porrazos por enviar a Kamlot.
-Aquí
está todo. Ahora solo debo entregarlo.- dijo parándose al lado de
Ammatiel. La mujer sonrió como si hubiese hecho un chiste, negó con
la cabeza y desapareció.- ¿Qué carajos…?- Ammatiel suspiro.
-No es
tan fácil entrar. Verás, la razón por la que nadie encuentra el
templo además de los oráculos, es porque el Templo, por así
decirlo, es invisible.- Kamlot resopló, la Rakshasi observó al
ángel como si tuviera problemas mentales pero que decidió ser
educada y no decirle nada.- El Templo se mimetiza con su entorno,
como la mujer que acaban de ver.
-Genial…
¿cómo le hacemos para entrar? Khal aún necesita los libros y voy a
suponer que no saldrá a buscarlos.
-Pruebas
Magnatara, tienes que pasar unas pruebas. –ella puso los ojos en
blanco.
-Déjame
adivinar, ya pasaste por ellas.
-Lo
hice, pero ustedes no –a continuación aparecieron dos personas
encapuchadas, tuvieron que enfocar los ojos para poder
diferenciarlos.-. Los estaré esperando del otro lado.
Magnatara
le dirigió una mirada nerviosa al demonio. No tenía miedo de entrar
a un lugar desconocido, sinceramente vivía para ello. Eso no quería
decir que no se preocupara por lo que le pasaría al demonio. Aunque,
¿qué diablos?, estaban en manos de los oráculos y no creía que
ellos fueran a matarlos. La preocupación era innecesaria. Kamlot la
miró y asintió levemente. Él quería que tuviera cuidado. Ellos no
necesitaban palabras para comunicarse, habían estado juntos en más
situaciones similares que la Rakshasi ni siquiera podía llegar a
contarlas todas. Respiró hondo.
-Mamá
regresará pronto niños, no se peleen. –Se giró y caminó detrás
de uno de los oráculos.
Fue
toda una sorpresa para Kamlot verla desaparecer sin dar saltos,
aunque estaba sonriendo, lo que es casi lo mismo. Muy contrario a la
mujer, a él le gustaba saber con qué trataba antes de hacer
cualquier movimiento. Así que estaba tenso como el infierno. Si
quería entrar tenía que hacer lo que le pedían. Para
luego es tarde.

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