martes, 8 de diciembre de 2015

Las protectoras de la Noche . Capítulo 15.




CAPÍTULO 15





Después de haber meditado las palabras durante un buen tiempo, Leliel fue al encuentro de la Virgen Escriba, que se encontraba donde siempre, en su fuente con sus aves.

—¿Para qué acudes con preguntas de las que ya sabes las respuestas? —Inquirió la Virgen Escriba.

Leliel apretó los puños fuerte, debía contenerse si quería sacar algo bueno de esta conversación.

—Mi señora —dijo casi en un susurro—. Yo quisiera que usted reconsiderara la situación…

La Virgen Escriba la interrumpió.

—No entiendo.

—Por favor, déjeme continuar —pidió Leliel mordiendo cada palabra—. Entiendo que fue un pedido explícito de mis padres. Pero creo que le he brindado todo mi apoyo a la raza, creo merecer un poco de paz.

—Guerrera, no estás en condiciones de pedir nada. Has matado a mucha gente con tu poder, y desde que te desperté, lo único que has hecho fue herir a los que se encuentran a tu alrededor —dijo furiosa pero manteniendo esa postura de señora de la alta sociedad.

Leliel estalló en furia.

—¿Y usted cree que lo hice conscientemente? ¿Cree que a cada persona inocente que maté lo hice por placer? —Preguntó gritando, haciendo que de sus manos brotaran chispas de fuego—. Tanto usted como mis padres deberían cargar con ese peso, pero no, la única idiota que lo hace soy yo.

La Virgen Escriba elevó su mano, e instantáneamente, Leliel pasó a estar estrangulada por una fuerza superior.

—No me faltes el respeto, guerrera, porque te puede ir mal.


—¿Acaso piensa matarme? —Preguntó con dificultad—. Porque si es así, me estaría haciendo un favor enorme —dijo sincera, mirándola a los ojos.

La Virgen Escriba se sorprendió de la sinceridad y la crudeza de las palabras de Leliel, pero no mostró compasión.

—Tus padres te sentenciaron con estas palabras: “Estas maldita y maldita vas a morir… eres una deshonra para nosotros. Ningún macho se vinculara contigo, no permitiremos que un monstruo como tú tenga descendencia”.

Leliel cerró los ojos, todavía calaban hondo esas palabras. Tenía tan solo dieciséis años cuando buscó a sus padres para pedirles que levantaran la maldición. Ella se forzó para no llorar, pero al fin y al cabo todo su dolor, su odio, su ira debían salir por algún lado.

—Entonces vuélvame a dormir —pidió casi en forma de súplica.

—Fuiste despertada para luchar, no para hacer relaciones sociales, guerrera —dijo de forma rígida y firme.

Leliel iba a hablar cuando de repente apareció en su habitación.

—¡Maldición! —Gritó enfurecida, su cuerpo comenzó a elevar su temperatura. Pronto haría combustión y era malditamente seguro que no debía estar en la mansión al hacerlo, o quedarían todos expuestos a las llamas. Entonces recordó el refugio que tantas veces había usado con sus hermanas, sólo le bastó imaginarlo para materializarse dentro de él. Un grito ensordecedor invadió todo el lugar para dar paso a una gran bola de fuego. Luego, la paz dejando lugar a las cenizas. Pronto ella estaba acostada, adolorida y con el cuerpo sucio.

Odiaba tener que pasar por eso. Odiaba su vida y su maldición, pero mucho más odiaba a sus padres y a la misma Virgen Escriba.

No quería llorar, no quería ser débil… Pero no podría soportarlo mucho más y rompió en llanto. Estaba sola, nadie la vería en ese estado deplorable. Podría esperar las recuperar fuerzas y luego volver a la mansión.

Necesitaba un poco de soledad, se dijo a sí misma intentando auto convencerse que así estaba bien. Además ya pasaste tantas veces por esto que una vez más, lamentablemente, no te va a matar… se dijo divertida.

Poco a poco el sueño comenzó a vencerla…

Cuando de repente, Nessa se materializó en la cueva para encontrarse con el cuerpo acurrucado de Leliel. Sin decir palabra se arrodilló a su lado.

Le acarició el cabello mientras la llamaba:

—Leliel, déjame ayudarte e iremos a la mansión, ¿sí? Allí podrás reponerte más rápido —le dijo mientras trataba de ayudarla a incorporarse.

Se quitó el abrigo y se lo colocó a su hermana.

—Vamos Leliel, todos estábamos preocupados por ti, las demás están esperando que volvamos pronto a la mansión. Ya tendrás tiempo para reponer energía, solo haz un último esfuerzo —le susurró.

Leliel suspiró profundamente.

—Iremos directo a mi cuarto, Nessa —dijo casi murmurando—. Quiero estar sola.

Nessa se limitó a asentir.

—De acuerdo, haz este último esfuerzo y podrás estar en esa cama tan deliciosa que tienes.

Una vez en la habitación de Leliel, la ayudó a acostarse en su cama y la arropó.

—De verdad, ¿no quieres que me quede contigo a pasar la noche? —Preguntó preocupada.

Leliel negó.

—No, necesito estar sola y descansar —dijo dándose media vuelta para darle la espalda—. Sólo necesito estar sola, Nessa. Gracias por traerme —y no dijo nada más. Se limitó a cerrar los ojos, esperando quedarse dormida.


Dos días después de la pelea, Leliel volvió a dar signos de vida por la mansión. Se encontraba débil, había pasado gran parte de la mañana con amenazas de vomitar.

—¡Mierda! —Se quejó por lo bajo cuando tuvo que sostenerse del pasamanos de la escalera para no caerse.

Cosa que pudo observar Vishous, que venía entrando a la mansión. Entonces la sostuvo por detrás.

—¿Estás bien? —Preguntó, ayudándola a sentarse a los pies de la escalera.

Ella asintió.

—Supongo —dijo un poco apenada.

—Tendrías que hablar con Rhage para alimentarte —dijo mucho antes de darse cuenta de que estaba hablando de más.

Leliel negó.

—No, yo sola puedo… Él debe tener sus cosas que hacer —dijo dolida. Desde hacía tres días que no lo veía, ella había estado recuperándose y Rhage ni siquiera había sido capaz de acercarse a ver como estaba.

Vishous negó en forma de desaprobación.

—No te adelantes a sacar conclusiones, hembra —dijo parándose—. No me corresponde meterme entre vosotros, pero él también estuvo tan complicado como tú. Quizás sería bueno que uno de los dos dé el brazo a torcer —le extendió una mano para ayudarla a levantarse—. Hay veces en las que hay que sentir que perdemos para darnos cuenta de lo que sentimos.

Ella bajó la mirada.

—Yo… No sé… Es todo… —pero Vishous la interrumpió.

—Sí, lo sé y apesta como un demonio. Pero es lo que nos tocó —dijo, sabiendo por propia experiencia lo que le pasaba a Leliel. Todavía seguía sujetando a la hembra, de los hombros, porque no se podía mantener en pie—. Creo que tendrías que alimentarte…

Un gruñido lo interrumpió.

Vishous levantó las manos.

—¡Hey! No malentiendas las cosas. Está mareada y no puede mantenerse en pie —dijo mirando a Rhage, que estaba casi preparado para saltar al cuello de su hermano—. Mejor os dejo solos.

Leliel tuvo que apoyarse contra la pared, ni sus piernas ni su cuerpo estaban funcionando como correspondía.

Rhage se acercó a ella, como un depredador acecha a su presa. La tomó de los hombros atrayéndola contra él. Cuando sus cuerpos chocaron, se podía sentir en el cuerpo de Leliel que el fuego estaba comenzando a ganar terreno. Sin perder más tiempo la besó. No fue nada tierno. No había amor en ese beso solo había celos.

Él se estaba quemando de la furia que sentía, quería que ella nunca mirara a otro. En su vida solo tenía que tener ojos solo para él, ser él. Ningún otro macho podría tocarla… y mucho menos besarla.

Su lengua se abrió paso entre los labios apretados de la guerrera, quería someterla a su pasión.

Leliel se resistía… Comenzaba a sentir miedo del macho. Nunca en todo este tiempo Rhage había actuado de esa manera. Ella tomó fuerza y lo alejó de un empujón lo que le valió terminar sentada en el suelo.

—¿Qué demonios te pasa, Rhage? —Preguntó sin entender nada.

—¿Quién besa mejor? —Preguntó levantándola del brazo. Leliel lo miró sin entender. Frunció el ceño—. Dime —dijo gritando y sacudiéndola—. Dejas de jugar conmigo y entonces vas y juegas con Vishous. ¿Después quién sigue? ¿Phury? —Preguntó con ironía.

Ella abrió mucho los ojos. Empujó a Rhage para que la soltara y sacó fuerzas de algún lado para darle una cachetada que resonó en toda la sala.

—¿Sabes lo que eres? Un maldito idiota, un estúpido… Eso es que lo eres.

Rhage no cabía dentro de su asombro por el golpe y toda la escena que acababa de hacer.

—¿Te preguntaste dónde mierda estuve estos casi tres días? —Preguntó histérica—. No, claro. Yo, señor macho, no pregunto, solo sacó conclusiones y listo —dijo caminando de un lado a otro y sosteniéndose un poco en el pasamanos—. Estaba en mi cuarto. Sola porque había tenido uno de mis episodios —dijo bajando la voz, y sentándose a los pies de la escalera—. Tú también, ¿no es así? —Preguntó ella apoyando la cabeza entre las manos. No tenía ganas de pelear, estaba cansada de discutir… solo deseaba un poco de paz, tan solo un poco.

Rhage se sentó a su lado, se sentía terrible… Era un idiota. Todo por culpa de esa maldita cosa de macho vinculado. Pero él no la había marcado. Lo quería hacer, le deseaba con todo su ser.

—Lel… yo… —dijo intentado abrazarla.

Ella rechazó todo contacto con él.

—No, Rhage, no me toques. Ahora mismo quiero estacarte contra la pared —Leliel lo observó con los ojos llenos de lágrimas—. No entiendo el por qué de tu desconfianza. Jamás hice nada para que desconfíes de mí. Simplemente me estaba ayudando a estar en pie. Desde que desperté que no me alimento y quería pedirte que tú lo hicieras —susurró ella, con mucha vergüenza.

Rhage se sorprendió ante el pedido. Por un momento, creyó que eran las palabras más dulces que podría escuchar en toda su vida.

—Yo… no sé qué decirte.

Leliel sonrió.

—No hace falta que digas nada, solo quiero que sepas que no tenía planeado enamorarme. Jamás ningún macho me vio como tú me ves —Rhage seguía sin entrar en razón—. ¿Por qué te cuesta tanto creerme? —Preguntó acariciando su rostro—. Rhage, yo te amo. No hay otro macho que me haga sentir todo lo que me haces sentir. No quiero que dudes de mí, eres hermoso… Todavía no entiendo cómo es que estás interesado en mi, te lastimé muchas veces —ella bajó la vista. Era una de las primeras veces que decía de verdad lo que sentía y él no había emitido palabra alguna.

Rhage se armó de valor. Entonces hizo que ella lo mirara.

—Sería un placer alimentarte —susurró con su voz áspera—. Yo… no sé qué es lo que me hiciste —dijo un tanto abochornado—. Pero también te amo. Quiero hacerte mía y solo mía —dijo con los dientes apretados.

Ella suavizó esa expresión con una caricia.

Rozaron sus labios suavemente.

Se deseaban mutuamente, pero ninguno tenía prisa.

Leliel mordisqueó los labios de él. Rhage respondió tomándola de la cintura y colocándola en sus rodillas. Ella enredó sus dedos en su cabello, entonces profundizó el beso.

Rhage abrió la boca para aceptar con gusto aquel beso, que no era un simple beso. Había muchas más cosas escondidas dentro de ese acto. Él acaricio su espalda desnuda, tiene la piel más suave que jamás había tocado. Sintió que la bestia dentro de él quería tomarla, se presionó para que no saliera y así fue.

—Rhage… —llamó ella con la voz cargada de placer.

Él beso sus labios.

—Vamos, estás muy débil —dijo cargándola en brazos hasta el cuarto de ella.

Una vez dentro de la habitación la recostó sobre la cama suavemente.

Rhage dejó libre una de sus muñecas y se la acercó a ella para que pudiera alimentarse, pero Leliel negó con la cabeza. No dijo palabra. Se acerco a él, se sentó en sus rodillas y rodeó con sus piernas su cadera.

—Quiero que esto sea algo más que una alimentación, Rhage —susurró sobre sus labios.

Él gruñó ante la petición de ella. Capturó sus labios. Mordisqueó y alternó con suaves lamidas. Leliel se sentía morir con cada roce, sentía presionando la erección de Rhage. Deseaba con todo su ser que él la tomara, entregarle a Rhage lo más preciado que poseía.

Leliel apresuró el beso, introdujo su lengua y recorrió completamente la cavidad su boca. Dios… sabían tan rico sus besos. Eran dulces y fuertes.

Abandonó sus labios, para marcar un camino húmedo con su lengua hasta su cuello. Sentía su vena palpitar, tenía sed de él… de su sangre.

Rhage acomodó su cuello invitándola a beber de él, por lo que Leliel no dudó ni un segundo y así lo hizo. Hacía siglos que no se alimentaba, y las veces que lo hizo, jamás había probado un manjar tan exquisito como la sangre de aquel guerrero. Sentía como la sangre de él quemaba su garganta al beberla, todo su cuerpo estaba reaccionando a tal situación.

Nunca había sentido la necesidad de ir mucho más lejos de una alimentación, pero ahora mismo quería que él la hiciera suya. Poder sentirlo en lo más profundo de su ser.

Rhage sentía como Leliel tironeaba de su piel. También podía oler la excitación, y también la necesitaba. Poder marcarla, que todos los machos pudieran oler su aroma en ella.

Su excitación creció mucho más.

Ninguno de los dos pudo contenerse, entonces ella dejó de beber y lamió suavemente la herida. Rhage gruño ante la suavidad de su lengua sobre su piel.

Con prisa ambos se despojaron de sus ropas. Se deseaban, cada uno ansiaba las caricias del otro.

Rhage, la recostó sobre la cama, con sus labios fue acariciando el borde de los labios de Leliel con su lengua, consiguió que ésta entreabriera la boca y poder así profundizar el beso. Sin dejar de besarla, bajó uno de sus brazos hasta la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, manteniéndola ahí. La otra mano pasó a acariciar suavemente su cuello, mientras su lengua recorría su cálida boca rozando y buscando la pequeña lengua de la hembra. La falta de aire les hizo separarse.

—Rhage —susurró.

Pudo ver el miedo en los ojos de ella. Entonces acarició suavemente sus labios, ahora un poco hinchados por sus besos y manteniéndola enlazada por la cintura se explicó.

—Leliel, fuiste sincera conmigo, por lo que voy a ser sincero contigo —dijo muy suavemente mientras acariciaba su hombro desnudo—. Eres la hembra más hermosa que jamás conocí en mi vida. Eres fuerte, muy fuerte y sabes defenderte sola. No te da miedo alguno enfrentarte a lo que sea y eso me encanta —dijo besando sus labios—. Pero lo que me enamoró de ti, fue ese miedo a mostrarte tal cual eres, esa inseguridad y esa necesidad urgente de protegerte. De amarte… Esa fue la causa de estar hoy aquí, contigo. Esperándote con mucho gusto… Te amo —dijo en un suave susurro.

Ella sintió como sus ojos se humedecían. Por más esfuerzo que hiciera las lágrimas brotaban sin control alguno.

—Te amo… Te amo, Rhage —dijo llenando su rostro de besos.

Leliel lo observó a los ojos y vio que había deseo en ellos. Estaba un poco asustada, pero amaba con todo su ser a ese macho.

Quería honrarlo entregándole lo más preciado de ella. Sonrió tímidamente y volvió a besarlo. Sus lenguas se encontraron esta vez y comenzaron a juguetear la una con la otra.

Rhage la hizo girar para dejarla sobre su cuerpo. Las manos de ella se perdieron en su pelo, mientras las de él recorrían una y otra vez la espalda de Leliel, dibujando cada vértebra que se le marcaba y pellizcando de vez en cuando sus nalgas.

La volvió a girar para dejarla sobre la cama y empezar a devorar su cuello, hacía mucho que no se alimentaba y la vena de ella lo llamaba por instinto.

Leliel comenzó a gemir suavemente al sentir la lengua de él sobre su piel, sintió su hambre, su sed. Entonces corrió la cabeza hacia un lado para dejarle el cuello a su merced.

Rhage ni lo pensó y clavó los dientes. Ambos sintieron como una ola de placer y lujuria los invadía. Sintió la sangre espesa bajar por su garganta y gruño ante el sabor. El fuego de ella recorría ahora por sus venas, se sentía invencible. Ahora más que nunca quería y deseaba emparejarse con esa hembra.

Leliel dejó escapar un gemido y se aferró a la espalda de él. Sentía cada tirón en su piel.

Su humedad pedía a gritos ser calmada, necesitaba tenerlo dentro de ella. Podía sentir como Rhage comenzaba a desprender el olor a vinculación, lo que hizo que se le formara un nudo en la garganta.

Con algo de timidez, empezó a rozar sus dedos sobre la espalda de él.

Rhage dejó de alimentarse y después de lamer la herida, la miró a los ojos. Ella observó el firme pecho de él, y no pudo evitar recorrer con sus dedos, el contorno de los marcados músculos de su pecho, de su abdomen. Rhage respondió con un gemido ronco ante las torpes caricias de ella, envalentonándola a recorrerlo de nuevo, pero esta vez con su lengua pintando húmedos dibujos en su pecho.

—Eres hermosa, Leliel —dijo delineando cada curva de su cuerpo, dejándola mucho mas ruborizada. Rhage volvió a besarla, sus besos cada vez eran más fogosos, se notaba las ansias y la pasión que había entre ellos. Él comenzó dejando un camino de besos desde su boca hasta terminar en el sensitivo pezón derecho, mientras cubría con su otra mano el otro seno.

Los gemidos de ella seguían siendo leves susurros, pero ya eran incontrolables, consiguiendo que Rhage se excitara aún más al escucharla. Sin dejar su preciosa labor en sus pechos, consiguió con su mano libre bajar trazando surcos en el vientre plano hasta la unión de sus muslos, para empezar a presionar con uno de sus dedos.

Ella soltó un respingo al notar el dedo casi en su interior.

—Shhh… tranquila nena —la tranquilizó, pero dejando la mano donde se encontraba. La volvió a besar en la boca, atrayéndola con su otra mano por la cintura, entrelazando el pequeño cuerpo contra el suyo.

Ninguno notó cuando el cuerpo de ella comenzó a elevar su temperatura. Ambos estaban muy concentrados en ese acto tan puro…

Rhage siseó ante el dolor en su piel.

Entonces Leliel observó la quemadura que le había provocado en el todo el brazo y en el pecho. Ambos quedaron estáticos. Ninguno supo qué hacer.

Entonces las palabras de la Virgen Escriba la hicieron volver: “Estas maldita y maldita vas a morir… eres una deshonra para nosotros. Ningún macho se vinculara contigo, no permitiremos que un monstruo como vos tenga descendencia”.

Él pudo sentir la confusión, el miedo. Intentó tocarla, pero ella esquivó todo contacto con él.

Leliel se paró. Materializo sobre su cuerpo una túnica negra.

—Yo… Lo siento —dijo intentando ser fuerte y no llorar, pero de lo que no se había dado cuenta era que sus ojos eran un mar de lágrimas—. Porque te amo me voy. No puedo hacerte más daño. Lo siento. Ella tenía razón, no merezco estar con nadie —dijo para luego desaparecer.

Rhage no entendía nada… Pero si había alguien que podía ayudarlo era la Virgen Escriba. Se vistió y estaba a punto de salir cuando entró Vishous.

—Hollywood —dijo respirando profundamente—. ¿Qué… demonios?

—No estoy de humor —gruñó—. ¿Qué quieres V? —Preguntó molesto. Tenía una gran confusión en su mente. Podría darle una gran cantidad de patadas en el culo a la guerrera. Estaba harto de la situación de mierda, pero la amaba y la iba a buscar para traerla devuelta a esta habitación

—Hollywood —llamó por cuarta vez—. Vamos, Rhage —dijo tomándolo del brazo. Rhage siseó al sentir la quemadura. No se había dando cuenta de la gravedad de la herida—. ¿Qué…?

Rhage se puso una camiseta.

—No jodas, V. ¿Qué pasó? —Preguntó evadiendo la gran cantidad de cuestionamientos que tenía su hermano en la cabeza.

—Hay reunión —dijo saliendo de la habitación.


Continuará....

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