lunes, 29 de octubre de 2012

Especial Halloween. Lou . "El hombre de negro".






El Hombre de negro   por Low Wild

        Lentamente, aquella cosa negra se levantó ante los ojos del asustado espectador de una resurrección imposible. Levantando el brazo, señaló con su huesudo dedo hacia el aterrado joven, que sintió como su alma corría lejos más sus piernas no le respondían.
-¡Eres mío! –anunció aquella cosa, mientras el lugar donde debía estar los ojos ardía en dos llamas gemelas.
        Llamas que pronto cubrieron todo el cenagal.
        El joven trató de pedir ayuda, pero sus cuerdas vocales tampoco le obedecían... Su voz se había marchado tan lejos como su alma... Y el calor comenzaba a hacerle ampollas en la piel.
        La caída de todas las grandes civilizaciones, de todas las grandes ciudades, de la historia, resonaba dentro de su cabeza en forma de los gritos de hombres, mujeres, niños y ancianos, que las poblaban cuando llegó la destrucción...
- El fuego nunca destruye, solo transforma.
        ¿Transformar en qué? Se preguntaron los últimos resquicios de cordura de aquel muchacho, mientras las ampollas de su cuerpo comenzaban a estallar y su piel se consumía.
        Negra es la noche cuando negro es quien la habita, es hora de jugar a los monstruos.

      Un nuevo espantapájaros había crecido en el cenagal, hueso, grasa y restos de tejido eran los materiales de los que el inmóvil e hierático pelele estaba construido.
        Pero él aún podía ver, su vista permanecía intacta... Su cuerpo apenas era un amasijo de deshechos soldados, pero podía seguir viendo y pensando, era como estar enterrado en vida... Y aquella cosa seguía ahí, frente a él ¿Qué más podría querer?
        Los bebés gritaban por toda la ciudad, había accidentes en cadena de automóviles a kilómetros del cenagal.
        Tenía 18 años, solo había salido a divertirse.
        Estaba demasiado borracho, sus amigos que no querían que les estropeara la diversión le hicieron volver solo a su casa.
        Los maniacos del hospital mental que lindaba con el cenagal acababan de empezar a aullar al unísono. Ojalá pudiera ver la luna en esos momentos, estaba seguro que la encontraría teñida de sangre. ¿Qué podría ser aquello otra cosa que el Apocalipsis?
        Sus oportunidades se habían acabado, nunca debía dejar el colegio... Pero a esa edad todos nos creemos que viviremos para siempre.
        El alcalde pasó corriendo entre ellos, iba desnudo y llevaba la cabeza de un mapache sujeta a la altura de la cabeza. El director del colegio le perseguía arrastrando lo que parecía la piel de una mujer.
        Lo que fuera que había traído aquella criatura ya estaba contaminando la ciudad, él pensó en su novia de toda la vida... Hacía dos días habían roto porque ella jamás tuvo interés en practicar sexo con él, solo estaban juntos porque era lo que hacían hombres y mujeres.
        El humo de los billetes ardiendo en grandes hogueras creó una espesa niebla alrededor del espantapájaros y su oscuro demiurgo. Millones de euros quemados por la locura de una sola noche.
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
-Vincent...
        Las súplicas de su ex novia rebotaron por el cenagal, parecía realmente desperada... Quizá en peligro ¿Qué podía hacer él en su estado?
        Ya no sentía, solo podía observar... Tratar de asimilarlo todo.
-Deja de ser bueno, ahora no te sirve de nada ser un sentimental – pareció responder aquella criatura, a los pensamientos que devoraban al espantapájaros.
        Estúpido loco, nunca debió tomar aquel camino.
        Una anciana surgió de entre la maleza, había prendido con ganchos a su piel los res desgarrados de su abrigo de bisón, y ahora cruzaba el cenagal dando saltos de bailarina. Aquel era un show descabellado ¿Qué pretendía aquel hombre oscuro con todo aquel despliegue de locura?
-¿Has perdido algo? – dijo una voz nacida de la oscura neblina toxica.
-La cabeza de un estúpido pende del hilo de una campana – respondió otra voz.
        Su mente comenzó a suplicar la muerte.
        Torsos que se arrastraban como babosas de un lado a otro, hundiéndose por el peso en el cieno... Y aún podían hablar.
        La noche se iluminó con el resplandor de toda la ciudad ardiendo en llamas.
        La mente del espantapájaros comenzó a aullar enloquecida... Y aún sigue haciéndolo, aunque el grito solo existe en su cabeza y ni la ciudad ni el Hombre de Negro están ya allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario