martes, 27 de octubre de 2015

Especial Halloween 2015. E. 731. By Pandora Leon





E. 731

Pandora León




Era una tarde nublada, de esas en las que terminas haciendo nada hasta que par de locos amigos tuyos te invitan a salir. No soy de las que pregunta mucho, ellos solamente tuvieron que decir: Liss, vamos a salir. ¿Te apuntas? Y yo quedé vestida en menos de un parpadeo.

Pasaron a recogerme y yo, contenta de hacer algo que no fuera estar en mi casa, me dejé llevar junto a una lata de cerveza en mi mano derecha. Teníamos el radio a todo volumen y cantamos las canciones a viva voz... al menos solo íbamos nosotros; si alguien nos escuchara nos demandaría por intento de asesinato.

Sí, así de malo cantamos. Luego de unas cuantas horas, ya me empezaba a impacientar. Iba a abrir mi boca para preguntar, cuando me fijé a mi alrededor… la comunidad por la que pasamos estaba desierta, muy desierta, incluso para un día nublado. Una decoración del patio de una casa llamó mi atención. ¿Eso que estaba encima de la verja era una calavera? No era una calavera  humana, más bien como  la de un toro o algo así como lo que enseñan en las películas de viejo oeste y desiertos.

Parpadeé y di un trago largo a la quinta lata de cerveza que pasaba por mi mano, cuando intenté fijarme de nuevo para ver si había visto lo correcto, el carro ya  había avanzado.

Seguro estoy viendo cosas... Esta es la última que me bebo.

Mi amigo Fernando se estacionó frente a un edificio enorme y viejo. Sus paredes blancas tenían manchas negras producidas por el tiempo. Por los balcones que sobresalían , pude suponer que era un hotel abandonado. Fernando se bajó del carro, seguido por Carlos.

-¿Qué hacen?- pregunté.

-Vamos a entrar.- Oh, claro. Ya me lo sospechaba.

-El letrero en la verja dice: Propiedad privada, prohibido el paso.- Indiqué en un esfuerzo inútil por darle luz a sus mentes. Había visto incontables de películas de misterio para saber que esto no iría bien. Dime paranoica, pero prefiero estar viva. Gracias.

-No vamos a entrar-entrar. Vamos a verlo más de cerca. A ver, Carlos, explícale a la cobarde esta que es este lugar y porque no debe preocuparse.-Carlos miró a Fernando divertido.- Eres de aquí, danos el tour completo.

-Bienvenidos a la Capital de la Isla, mis queridos amigos de la Loza –empezó Carlos con voz sardónica, llevándose una mirada airada de nosotros.- ¿Qué? Ustedes se empeñan en decir que nosotros somos de la isla como si ustedes no fueran parte de Puerto Rico. –se encogió de hombros y siguió con su relato-. Este es el Hotel Ponce Intercontinental, mejor conocido como “El Ponce”. Abrió sus puertas en el año 1960, pero fue cerrado en el año 1975 sin razón aparente. Como ven, era la madre de los hoteles, aquí se reunía lo mejor de lo mejor. Ya saben, en su mayoría gente con chavos. Desde políticos hasta turistas.

-¿Ves? No tienes nada de qué preocuparte. No es un psiquiátrico quemado ni nada de eso.- Un poco calmada, seguí a los chicos a ver el lugar. Al fin y al cabo, Fernando era más cobarde que yo y él no iba a atreverse a subir, de todos modos.

El edificio era más impresionante estando frente a frente. Su estructura no fue dañada solo por las inclemencias del tiempo, sino por personas que pintaron las paredes con aerosol. Seguimos caminando hasta toparnos con lo que fue una piscina.

-Este hotel tenia todos los lujos.- dije rompiendo por fin el silencio.

-Sí, ahora solo es un edificio abandonado en donde han pasado cosas.

-¿Qué cosas han pasado, Carlos?

-Lo que puede suceder en un lugar tan abandonado. Asesinatos, suicidios, etc.- Una ola de pánico me a travesó.

-Ya vimos, ya nos fuimos, ¿verdad?

-¿Y no tomar fotos de la vista desde allá arriba, acaso no me conoces?- Ugh, no me fijé que Fernando tenía la cámara colgada del cuello… Si él vino aquí para sacar fotos, no se iría sin ellas.- Puedes esperarnos en el carro, si quieres.

El remedio era peor que la enfermedad. Mi celular sin señal y sola en el carro, en una comunidad que no conocía, en la que parecía no haber ni un alma… no, yo no estaba tan loca. Prefería subir con ellos esos seis pisos hasta la terraza que quedarme sola. Entramos por el salón de recepción y para mi alivio, todo estaba bien iluminado, de hecho, todo el hotel desde afuera parecía estarlo. Con mi cuerpo ya invadido por la tensión, me localicé al lado de Carlos, mientras Fernando caminaba de aquí para allá tomando fotos. En el primer piso de habitaciones se extendía un largo pasillo. Todo en silencio, un silencio tan palpable que me estaba volviendo loca. ¿Desde cuándo los pájaros habían dejado de cantar?

Miraba a todos lados, cuartos con puertas arraigadas, otros sin puertas, dejando ver muebles rotos, libros en el suelo. Era como si todo el que estaba allí en el momento en que cerraron el hotel, en vez de tomar su tiempo para empacar, tuvieron que salir corriendo dejando algunas de sus pertenencias. Personas que ha visitado el lugar luego de eso, dejaron su huella de grafitis en las paredes, dibujando cosas obscenas. ¿Por qué estaba aquí? Ah, sí… por la estupidez de Fernando y sus fotos. Subimos al segundo piso, más cuartos con cosas rotas.

Por alguna razón, los chicos ya no estaban tan tensos como estaban en el primer piso. Ellos hablando era una distracción perfecta para mí. De momento, sentí a alguien detrás y me volteé inmediatamente para encontrarme con la mitad del pasillo desierto.

-¿Liss?

-¡Presente!- dije sonando lo más valiente posible, haciendo que Carlos sonriera y negara con la cabeza.

Entramos a unas de las habitaciones, para asomarnos por el balcón.

Fernando fue el primero, y rápido se tiró al suelo. Nos miró y nos dijo en murmullo: hay un carro. Nosotros, como ya teníamos un paso irremediable en el balcón, también nos tiramos al suelo. Mi mente comenzó a crear millones de posibilidades de lo que significaba ese carro, por alguna razón, vago exactamente por los peores. Algo así como que nos iban a matar, o que era la policía y que nos llevarían presos por pasar a una propiedad privada. En la habitación donde estábamos, el balcón no tenía el barandal, por lo tanto Fernando volvió a acercarse a la orilla, lo más escondido que pudo, para mirar.

-Deberían conseguirse un motel.- él se estaba riendo, pero no dijo esto en voz alta.- Vamos a seguir nuestro recorrido, no vayamos a interrumpirlos.

Luego de eso, las bromas no cesaban. Yo realmente quería tener su ánimo, pues cuando más seguía subiendo, menos me daban ganas de terminar el recorrido. No sé si ellos lo notaron, o se hacían los locos, pero los dibujos en las paredes, ya en el tercer piso, iban cambiando de contexto a algo oscuro. El ambiente se volvía cada vez más pesado. Me sentía observada, como si estuviera caminando entremedio de mucha gente. Pero algo me decía que no podía dar marcha atrás, a pesar de que todo mi ser decía que corriera, yo solo podía continuar. Por alguna razón que no entendía, mi mente no podía explicar porque en los pasillos cada vez entraba menos luz. Era de tarde y estaba nublado, pero no era que estaba totalmente negro el cielo… era un lugar abierto, ¿qué rayos pasa?

El cuarto piso nos esperaba con dibujos de pentagramas con la estrella al revés. Fernando seguía con sus fotos, y se burlaba de todo lo que veía. Carlos hablaba con él, siempre manteniendo una vista en mí. Seguramente lo estaba preocupando, ¿me veía tan pálida como me sentía? De pronto, el celular en mi bolsillo comenzó a sonar. Me sobresalté. Lo tomé del bolsillo extrañada, pues no había tenido señal en todo lo que estaba allí y milagrosamente me llegaba un texto. Verifiqué la señal de mi celular, otra vez, y no tenía nada de señal, a esto me refiero que ¡ni siquiera salía el nombre de la compañía en la pantalla!

-¿Quién te escribe?- Preguntó Carlos, no por entrometimiento, sino porque ya era costumbre de nosotros hacernos esas preguntas.

-Tú, idiota.- Me lleve una mirada incrédula.

-¡Estoy al lado tuyo! ¿Me has visto sacar el celular en algún momento?- Cierto. No, no lo había sacado.

-Pues se desbloqueó en tu bolsillo.- No creía que de todos los contactos fuera precisamente a mí a quien se enviara el texto. Mas él me había enviado un texto cuando me fueron a recoger, tal vez eso sucedió porque estaba primera en la lista. Sí, eso podía pasar. Era una explicación lógica.

-Liss, mi celular se desbloquea con patrones. Es imposible que se haya desbloqueado en mi bolsillo.- Le miré con alarma, y él me devolvió la mirada como si no creyera lo que le decía. Le mostré el texto y Carlos me miró de la misma manera que yo sabía que le estaba mirando. Mi corazón comenzó a bombardear más rápido y mi respiración se agitaba. Esto ya pasaba lo normal, algo no iba bien.

Cuando llegamos al sexto piso todos nos sumimos en silencio, Fernando que estuvo soltando bromas en todo el camino se sumió en un silencio sepulcral. La mitad del pasillo estaba oscuro, bien oscuro, pero ninguno aminoró la marcha. ¿Será que ellos sentían el mismo sentimiento opresivo que me motivaba a seguir?

La oscuridad nos atrapó como una nube espesa y no terminamos la caminata hasta el final del pasillo, sino que nos alumbramos con los celulares hasta encontrar unas escaleras que nos llevaba a la bendita azotea. Era culpa de nosotros estar atrapados en esta locura, ahora nos estábamos muriendo por salir de ella. Antes de entrar al pasillo de las escaleras, leímos en la pared “Vamos a jugar” y maldita sea si no me recorrió la madre de los escalofríos por todo el cuerpo. Subimos las escaleras, y lo único que me pasaba por la cabeza era que si sentía que algo me ponía las manos encima iba a gritar como idiota... Ah, eso y en la dichosa frase de la pared, por alguna razón me ponía más nerviosa que todo lo que pasaba a mi alrededor.

Después de varias vueltas de escalones, encontramos la puerta para un pequeño cuarto que estaba lleno de más dibujos y esqueletos de animales muertos. Sin cruzar palabras, por fin encontramos esa puerta a nuestro destino.

Casi corro para salir de allí.

Necesitaba el viento en mi cara, o algo que me sacara el jodi’o miedo del sistema. No voy a negar que nos recibió una vista espectacular. El aire se sentía limpio, tanto que pensé iba a colapsar. Fernando no se hizo esperar, comenzó a tomar las fotos maravillado como Carlos y yo.

-Es hora de irnos.- dije luego de un rato, muy a mi pesar. Llevábamos mucho tiempo allí, la verdad prefería tirarme desde la azotea que tener que volver a recorrer esos pasillos de nuevo.- Ya se hace de noche. -Otra vez nos dedicamos a bajar esos escalones, nos alumbramos nuevamente con los celulares.

“Vamos a jugar”, “Let’s play” estaba escrito por todas las paredes del pasillo. Eso no estaba ahí cuando nosotros subimos a la azotea. ¿Estaba escrito con sangre? Un grito se me quedó atascado en la garganta cuando escuché risas envolviendo el pasillo. No podía moverme, sea lo que sea estaba esperando en ese pasillo oscuro, los celulares comenzaron a prender y a apagarse. Sentí una mano agarrarme y cuando me halaron solté un grito. No fue hasta que llegué a las escaleras, que me di cuenta de que Fernando era quien me llevaba de manos y que detrás de mí estaba Carlos.

-Deja de forcejear, ¡vamos!

Llegamos al carro en menos de lo que pensamos. No miramos atrás, nuestra meta era salir de aquel lugar de inmediato. Estábamos tan asustados que ni siquiera encendimos el radio. Entre el miedo y la tensión, no podía pensar con claridad.

¿Qué fue eso? Seguro que no fue producto de nuestra imaginación. Las palabras estaban escritas con sangre, algunas se veían secas, pero otras, otras parecían recientes. En menos de lo que yo pude pensar ya estaba en mi casa, ¿cómo carajos? ¿tan sumida en mis pensamientos estaba? Me despedí de mis amigos y subí hasta mi apartamento. Mis padres no estaban, encendí todas las luces de la casa, todavía estaba aterrorizada. Todo está bien, Liss. Ya estas a salvo.

Me tomó tiempo sacudirme el miedo, con todo y eso, no puedo decir que todavía no quedaba algo eso durante las siguientes horas. Mis padres llegaron al apartamento, lo que me hizo sentir más segura. Tomé un baño y al salir leí los mensajes de Carlos y Fernando que ya estaban en su hospedaje. Fue entonces, que recordé el mensaje que salió del celular de Carlos en el hotel abandonado y lo busqué. E.731.

La curiosidad pudo más, por lo que me senté en mi escritorio y encendí mi ordenador. Una vez en internet, fui a Google –el mejor amigo de todos-, y escribí la letra junto a los números. Realmente no esperaba ningún resultado, así que no entendía porque lo buscaba de todos modos. Me encogí de hombros, era mejor salir de dudas. Di “enter”.

Tragué hondo cuando en la pantalla me aparecieron un montón de resultados para mi búsqueda. E.731 era el nombre de un escuadrón japonés que hizo experimentos científicos en humanos. Probaban armas biológicas en ellos. No se detenía ahí, ellos tenían orfanatos bajo su mando… los niños también sufrían de estas torturas tan desastrosas. Las fotos eran horribles, tanto que dejé de mirarlas segundos después.

-Esto no hace sentido –me dije, tratando de sonar lógica.-, las fechas no concuerdan. Los experimentos fueron dentro del marco de la segunda guerra entre China y Japón. Según la información de Carlos, el hotel abrió quince años luego de eso. ¿Además que tenía que ver Puerto Rico de todos modos con eso?- seguí mi búsqueda, a pesar de que todo ya me sonaba como pura coincidencia.

-“Existe evidencia de que el gobierno de los Estados Unidos de América ayudó a esconder parte de la información para convertirse en su aliado durante la guerra.”- Leí en una de las páginas de internet, haciendo que me recorriera un escalofrío por el cuerpo. Esto no me estaba gustando. ¿Y si esa práctica no terminó en esa fecha? Si Estados Unidos quiso ser su aliado para la guerra, bien pudo otorgarle algún lugar para seguir con los experimentos.

¿En qué cosas piensas, Liss? Ok, vamos a ser lógicos, al parecer el primer intento no ha funcionado. Fueron demasiados años de diferencia, que ese mensaje te haya llevado a esto, no quiere decir nada. En todo caso, ¿por qué escogerían un hotel para eso, en vez de un hospital o algo por el estilo?

-Para no levantar sospechas –mi mente comenzó a contrarrestar la lógica-, nadie sospecharía de las prácticas en un hotel. Pudo ser Puerto Rico, pues nadie le echa un vistazo a esta isla precisamente. ¿Por qué pudo cerrar el hotel sin motivo aparente?

Entonces dirigí mi búsqueda por ese rumbo: los motivos por los cuales el hotel cerró. Exactamente como dijo Carlos, no había razón cierta por la cual cerro el hotel, se especulaba que era por la posición poco estratégica en la que fue ubicado. Pero eso tampoco explicaba el por qué todas las veces que intentaron re-abrirlo nunca se pudo. La búsqueda, me llevó a una página de esas poco confiables.

-“El Ponce Intercontinental cerró por muertes inexplicables y aparición de fantasmas. Según documentos clasificados, en el último piso se escondía un laboratorio clandestino, que experimentaba con niños…”- Esto explicaría porque la gente pareció huir del hotel. Cerré el ordenador más que volando, temblando de pies a cabeza. Eso no podía ser cierto, no podía.

Es una página no confiable, no debes creerle. Me repetí millones de veces. Miré el reloj y eran las 12 de la media noche, era hora de dormir más tarde tenía clases. Sabía que luego de esto no dormiría si no fuera al son de medicamentos para dormir. Poco a poco los medicamentos fueron haciendo efecto.

Escuché la risa de niños, cuando miré para ver de donde salía me encontré con el pasillo del hotel. Corrí en dirección opuesta, tanto como los pies me lo permitieron. Algo me agarró el antebrazo, sacándome un horrible grito de los pulmones y arrojándome al suelo. Esta vez, el eco de niños pidiendo que vaya a jugar con ellos era insoportable y cada vez se hacia más cerca. Intenté ponerme de pie, pero resbalaba, me tomó tiempo para comprender, por el olor, que estaba encima de un charco de sangre.

-¿Lis?- Escuché a Fernando llamándome desde algún lugar.

-¡Aquí!- grité, ahogándome con un sollozo y temblando de pies a cabeza.

-No te muevas.- Esta vez, Carlos fue quien habló. El pasillo se llenó de ecos de pasos de personas corriendo, también seguían los susurros pidiéndome que jugara.-

-¡Aquí estas! Te encontré. –Gritó Fernando con alegría y Carlos comenzó a reír.

-La encontramos. –Corrigió Carlos. Fue ese momento en que la luz de las linternas pudo alumbrarlos brevemente.

¡No, no, no! El cuerpo de Carlos estaba unido al de Fernando, por la mitad de cada uno, haciendo un cuerpo con dos cabeza. Su rostro desfigurado, como si los hubiesen quemado. Comencé a gritar y a gritar, mientras la risa divertida de los niños se escuchaba por el pasillo… Abrí los ojos de golpe, fue un sueño. Todo era un sueño.

-Ahora te toca jugar con nosotros.- escuché una voz pequeña al lado de la cama. La niña tenía un peluche en sus manos, pero fue su sonrisa sádica, su cabeza abierta y su ojo colgando de un hilo de su cuenca. Grité y me senté, pegándome al espaldar de la cama. Entonces, fue cuando me fijé que mi cama estaba rodeada de niños con horribles aspectos, y junto a ellos, mis mejores amigos.

-Shh, -trató de consolarme la niña.-, nuestro papi y sus amigos jugaban con nosotros, pero cuando nosotros jugamos con ellos de la misma forma, murieron. Tus amigos se quedaron a jugar. Ven a jugar tú también.-

Sentí un gran dolor, que no pude aliviar ni con los gritos ensordecedores que me quebraban la garganta, este era mi cuerpo siendo desmembrado por los niños, bajo el eco de sus risas y en susurro: vamos a jugar.



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