sábado, 17 de octubre de 2015

Las protectoras de la noche. Capitulo 8.


Viene de capitulo 7.


CAPÍTULO 8

¡Crack!

—¡Oh, rayos! Vishous va a matarme.-

Nessa se encontraba recostada en su habitación, sin nada que hacer. Había estado jugueteando con su móvil, hasta que finalmente lo había partido por la mitad. Bieeeeeen. Ahora tendría que ir por uno nuevo (el tercero, de hecho) y se ganaría una buena reprimenda por parte de Vishous. Como si fuera culpa suya que esas cosas fueran tan ridículamente frágiles.

Al menos ahora tenía algo que hacer. Era increíble, en todo este tiempo habían pasado bastantes cosas dignas de mención. Ya casi se habían adaptado a esta nueva era gracias a la ayuda de Phury y Vishous. Dos de sus hermanas ya se habían alimentado y habían desarrollado cierto nexo potente (podía sentirlo, después de todo) con sus instructores; otra de ellas se había calcinado cual ave fénix al morir en medio de un sombrío callejón y ella… Pues otra vez nada. Había comido mucho (que se bien se comía aquí), había tratado (y fallado) de entablar cierta relación con los habitantes de la casa, se pasaba el rato hablando con sus hermanas (después de todo, eran mujeres) y las acompañaba cada vez que alguna quería entrenar fuera del horario de sus clases individuales (cosa que era cada vez menos frecuente. ¿Celosa ella? Naaaaaa.) Nada más.

No eres más que un potus, le dijo una voz en su cabeza.
Frunció el ceño. En realidad, sí había hecho algo. Se había peleado con su hermana (se habían agredido) y había hablado con Phury en el gimnasio (y había salido huyendo de ahí).
Zsadist no había cambiado su postura y ella seguía sin hacer nada al respecto. Menos aún después de la charla con su gemelo. No sabía por qué, pero la había perturbado.
Tú sí que vas por buen camino, le dijo la voz.

—Oye, no me vengas con verdades, ¿no ves que no estoy de humor? Además, ¿no se supone que siendo mi subconsciente deberías demostrármelo mediante extraños sueños o actos involuntarios? —Le respondió en voz alta.
¿Ahora te llamas Freud?
—Cállate. Se supone que no debo hablar contigo. Estoy cuerda.
—Si estás cuerda, eso es lo que exactamente debes hacer —dijo Leliel, quién se había asomado a su cuarto.


Nessa levantó una ceja inquisitiva y Leliel solo sonrió. Cerró la puerta detrás de ella y se dirigió a la cama, donde se sentó.
Siempre había sido así con su hermana, cada vez que peleaban, sólo lo olvidaban, como si no hubiera pasado nada. No era una actitud muy adulta, ambas lo sabían, pero ése era su código. Algún día, tal vez, crecieran.

—¿No deberías darte un baño y cambiarte de ropa antes de sentarte sobre mi precioso edredón? —Le preguntó, al ver las pintas de su hermana.
Su ropa estaba húmeda por el sudor y su pelo completamente despeinado.
Ahora fue el turno de Leliel de levantar una ceja y el de Nessa de sonreír.
—En todo caso, ¿ya te encuentras bien? ¿No tendrías que estar haciendo reposo?
—Nos curamos rápido, lo sabes bien —respondió evasiva.
—Sí, pero también sé que para eso es necesario estar bien alimentada —acotó, como quien no quiere la cosa. Ella sí que sabía lo que era ser sutil, ¿no?
—No me fastidies, Agua.
—No te fastidio, hermana, sabes que tengo razón. Aún no te has alimentado.
—Tú tampoco.
—¿Puedes oler la sed en mí?
—No —respondió después de un momento.
—Pues yo puedo oler la tuya desde que diste la vuelta a la esquina del corredor. Podrías haberte alimentado de Rhage.
—No pienso volver a acercarme a él después de lo que hizo.
—Eso solo fue un malentendido. Jamás te habríamos dejado a solas si no hubiéramos confiado en que cuidaría apropiadamente de ti.
—Ya basta. No pienso seguir hablando de este tema.
—Estás humeando.
—Yo no humeo, tú humeas.
—Yo me evaporo.
—Pues no soy yo.
—Maldita sea, ¡estás quemando mi edredón!
Leliel se levantó de un salto de la cama, y en el lugar donde se había sentado ahora había una pequeña llama que empezaba a consumir el cubrecama.
—¡Mi cama! ¡Mi cama! —Gritaba Nessa como una niña.
—¡Apágala, idiota! ¿O es que tienes el nombre de adorno?
Enrojeciendo, Nessa lanzó un chorro de agua al pequeño incendio, extinguiéndolo.
—Lo has arruinado —le recriminó a Leliel.
—Porque tú me sacaste de quicio. Sabes que no puedo controlarme. Y no pongas esa cara, Fritz estará encantado de reponértelo.
—Si no hubieras reaccionado de la forma en que lo hiciste seguramente Rhage estaría encantado de…
—¡Basta! —La cortó—. ¿No entiendes que no es por mí? Ya he matado a muchos por no poder controlarme. El solo hecho de verlo tan cerca de mí, saber que había dormido a mi lado y que pude haberlo matado… ¿No entiendes que no es por mí? —Repitió. Sus ojos brillaban por las lágrimas no derramadas. Haciendo fuerza por contenerlas, se dio vuelta y salió hecha una furia de la habitación, dejando una quemadura en la parte en que sus manos tocaron la puerta.

Lo había arruinado otra vez. Tal vez fuera cierto que tenía una gran bocaza que le era imposible cerrar o actuaba irreflexivamente demasiado seguido, sin pararse antes a pensar en los porqués o las consecuencias.

Lo que la llevaba de vuelta a Phury. Tendría que explicarle por qué había reaccionado como lo hizo y que decirle que entendía sus esperanzas, pero que eran vanas. Y también tendría que pedirle ayuda, pues ya era hora de arreglar su situación.
Se le acababa de ocurrir una idea excelente. Dejaría las explicaciones para más tarde.
Tal vez, algún día, creciera.


Phury acababa de salir del baño. Había tenido una noche bastante activa y cuando llegó a la mansión, había estado cubierto por un montón de sangre negra y apestaba a talco para bebés.
Solo tenía puesto unos pantalones de color claro, estaba descalzo y con el torso desnudo, y en una mano sostenía una toalla con la que se estaba secando el cabello, cuando golpearon la puerta.
Arrojando la toalla hacia la cama, se dirigió hacia la puerta y la abrió. Del otro lado se encontraba la pequeña guerrera. Y cuando decía “pequeña”, lo decía en serio. Por lo general, las mujeres de su raza solían ser más altas, como sus hermanas. Pero ella apenas alcanzaba el metro sesenta, y aún así, un poder innato emanaba de su cuerpo.

Estaba parada con las manos detrás de la espalda y se balanceaba hacia atrás y hacia delante sobre sus pies. Había notado que ese era un gesto habitual en ella.
—Hola, Nessa —le dijo con una sonrisa.
—Hola —le respondió ella, y siguió balanceándose.
—¿Necesitas algo? —Le preguntó.
—Bueno… Sí.
—¿Quieres pasar? —Le dijo mientras se hacía a un lado al ver que ella no decía nada más.
Al principio notó cierto recelo en sus ojos debido a su ofrecimiento, pero luego respiró hondo y levantó la barbilla, como si estuviera frente a un desafío. Y por lo que había vislumbrado en ella, seguramente así era.

¬—De acuerdo —aceptó y entró caminando con un andar digno de una reina.
Cerró la puerta detrás de ella, meneando la cabeza mientras sonreía. Era una hembra muy particular. Estaba seguro de que no se había equivocado al escogerla.

—Bien, ¿qué deseas?
—Antes que nada, quiero aclarar lo que pasó la última vez. No huí, no lo hice. Sólo… Mira, entiendo que quieras que tu hermano se “salve” —marcó las comillas de la última palabra con un ademán de sus dedos—, pero no entiendo por qué creíste que yo podría hacer tal cosa. Deseo de todo corazón que tus esperanzas se cumplan, pero en la parte en que a mí respectan, déjame aclararte que son totalmente vanas.
—De acuerdo —le dijo con un pequeño asentimiento de su cabeza.
Ella frunció el ceño y lo miró enojada.
—No hagas eso —le reprochó.
—¿Qué no haga qué? —Le preguntó, confundido.
—No me trates con la condescendencia con la que tratarías a una niñita que no entiende lo que sus mayores planean para ella.
—No lo hago.
—Sí, maldita sea, sí lo haces.
—En tal caso, te ruego que me disculpes. No era mi intención.
—¿Lo ves? ¡Ahí está! ¡Es el jodido tono que usas al hablar! —Exclamó mientras lo señalaba con un índice acusador.

Phury intentó con todas sus fuerzas mantener una expresión de lo más seria. Era todo lo que podía hacer para no largar una gran carcajada, así que solo la miró expectante, mientras alzaba una ceja interrogante.
Nessa respiró hondo. Ya había discutido con Leliel (por segunda vez). No necesitaba otra discusión más, al menos por el momento. Además, había venido con un propósito.

—Como sea… Necesito que me ayudes —dijo casi en un murmullo.
Phury solo delató su sorpresa con un imperceptible agradamiento de sus ojos, que solo duró una fracción de segundo. Pero aún así, lo había visto.
—¿En qué puedo ayudarte? —Preguntó con actitud seria.

Maldición, estaba siendo condescendiente, aunque intentara lo contrario. No le gustaba nada esta situación y no le ayudaba en nada que él hiciera eso.
Se sentía… Como siempre se había sentido antes de conocer a sus hermanas. Como si fuera simple escoria, como si no sirviera. Maldito Zsadist, que con su desprecio estaba haciendo que sus antiguos temores emergieran de nuevo.
Otra vez estaba teniendo que rebajarse a apelar a la bondad de otros para poder obtener lo que necesitaba. Por lo menos esta vez Phury la ayudaría solo porque lo necesitaba, no tendría que venderse más. O al menos eso esperaba.

—¿Nessa? ¬—Insistió el macho.
Saliendo de sus sombrías cavilaciones, Nessa le habló.
—Verás, como bien sabes, tú y Su Majestad me asignaron a Zsadist como entrenador, pero él no ha querido hacerse cargo de mi entrenamiento. De hecho, solo lo he visto una vez —para ser una situación totalmente bochornosa para ella, se sentía orgullosa de lo firme que sonaba su voz.
—Sí, somos conscientes de eso. Lo hemos hablado con Wrath y él me ha pedido…
—No terminé de hablar —dijo levantando una mano y enseñándole la palma.
—Lo siento.
—No hay problema. Cómo te decía, sólo lo he visto una vez. Y no puedo permitir que porque él sea un maldito testarudo misógino antisocial, aunque tenga razones para serlo —añadió con intención al ver que Phury abría la boca para acotar algo—, sea lo que sea, por el motivo que sea, no puedo permitir que por su culpa (y es su maldita culpa, no quieras contradecirme) yo vea perjudicado mi entrenamiento y no pueda salir a cumplir con mi deber. ¿Estás de acuerdo conmigo?
—Lo estoy. Por eso decidí que yo iría…
—Ah, ah —volvió a interrumpirlo—. Aún no terminé —lo miró, esperando que volviera a disculparse.
—Lo siento —repitió.
Le parecía a ella o… ¿el muy desgraciado estaba haciendo esfuerzos por no sonreír?
Entornó los ojos, pero lo dejó pasar. Tal vez solo se lo estaba imaginando.
—Bien —prosiguió—. Es por eso que decidido actuar en consecuencia.
—Me parece perfecto —dijo muy serio. Demasiado serio.
—¿Te estás riendo de mí?
Él parpadeó como si estuviera sorprendido y le dedicó una esplendente sonrisa.
—No, Nessa, no lo hago. De hecho, quiero ayudarte con esto. Es por eso que tenía la intención de ir a hablar con mi hermano para que deponga su actitud para contigo. No es algo digno de un guerrero de la Hermandad.
Era increíble las cosas que una debía escuchar. Hombres. Nunca entendían nada.
—¡Oye, oye! Me estás ofendiendo —se cruzó de brazos y lo miró entrecerrando los ojos—. No vine aquí a llorarte, por si te dio la impresión de que estaba haciéndolo. No estoy llorando y no pretendo que soluciones mi situación aquí, solo vine a solicitar tu colaboración en algo, ¿de acuerdo? —Se acercó a él y le clavó el índice en medio del pecho—. Soy perfectamente capaz de valerme por mí misma, llevo haciéndolo toda la vida. No quiero tu compasión, Phury.-

Se alejó unos pasos hacia atrás y lo miró de arriba a abajo. No quería su compasión, nunca la había tenido de nadie y no creía que pudiera soportarla. Pero tampoco quería su desprecio. Desprecio por ser una hembra, por ser débil, por ser menos que él. Ya había tenido suficiente de desprecio en toda su vida, y para la siguiente también. Sólo quería que la comprendiera.

—¿Me entiendes? —Le preguntó con un tono de voz más suave.
Phury quedó sorprendido por su ataque. De verdad, no había pensado en ningún momento que ella hubiera venido aquí para llorarle pidiendo auxilio y era comprensible el miedo que sentía de que así lo creyera, ya que desde siempre las hembras habían sido la parte frágil de la raza, la que había que cuidar y proteger a como diera lugar. Claro que no era tan tonto como para mencionárselo.

—Por supuesto que te entiendo, Nessa. Sé que eres una guerrera de valía, al igual que tus hermanas.
—Gracias —a pesar de su expresión tan seria, sonó realmente agradecida.
—Entonces, ¿cómo quieres que te ayude?
Al principio, el recelo destelló en sus ojos grises como el acero, pero luego sonrió con ironía.
—En realidad, no es nada del otro mundo, ni mucho menos. De hecho, es bastante infantil.
¬—¿Infantil? —Dijo sin comprender. No entendía a donde quería llegar ella.
—Sep. Pienso acosar a tu hermano.
Phury quedó completamente helado ante su declaración. Pensaba… ¿Se había equivocado? Esa hembra estaba loca.
No, no podía ser, debía de haber entendido mal. Maldita sea, necesitaba un poco de humo rojo.

—¿Qué quieres decir con eso de que acosarás a Zsadist? —Le preguntó tratando de aparentar tranquilidad.
—Ey, tranquilo, no te sulfures. ¿Acaso tengo pinta de violadora? —Le sonrió descubriendo sus colmillos—. Solo pretendo seguirlo adonde vaya… Aunque no tan literalmente.
—Explícate mejor, por favor —aun no estaba seguro de sus intenciones.
—Es simple. Él no quiere enseñarme, lo que no significa que yo no pueda aprender. Lo que pretendo es que tú simplemente me avises cada vez que sepas que Zsadist está entrenando. De esa forma, yo podré observarlo mientras trabaja y así es como asimilaré su forma de pelea y podré complementar la mía.-

Bien, gracias al cielo no era ninguna violadora o algo por el estilo. Por la Sagrada Virgen, eso era lo último que su hermano de sangre necesitaba.

—De acuerdo, lo haré ¬—concedió—. ¿Pero cómo harás para que te lleve a cazar fuera?
La guerrera lo miró y frunció los labios, en una mueca mitad de frustración, mitad de meditación.
—Eso es más difícil y no estoy seguro de cómo encararlo… aún —le aclaró—. La última vez me dejó muy en claro que no quería tener a nadie cerca, pero no puedo dejarlo así, simplemente no puedo. Solo espero que de alguna forma, se avenga a hacer lo correcto —lo miró con súplica en los ojos—. Y si no lo hace, tendré que recurrir al Rey y a la Virgen Escriba. Lo siento.-

Demonios, no quería a Z metido en líos con nadie. A él seguramente no le importaría, y eso era justamente el motivo de su preocupación. Quisiera Nessa o no, hablaría con su mellizo.

—Entonces, ¿me avisarás cada vez que sepas que Zsadist está en el gimnasio entrenando, o en cualquier lugar en que lo haga? —Le urgió.
—Sí, lo haré.
—Muchas gracias —le dijo con un suspiro.
—Te llamaré cada vez que sepa algo.
—De acuerdo. Pero yo te llamaré antes, para que así sepas mi número.
Haciéndole una pequeña reverencia, dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta para salir de la habitación. La miró, extrañado.
—Ya sé cuál es tu número, Nessa. ¿Recuerdas que los móviles almacenan los números de otros móviles? —Tal vez no recordara las lecciones de tecnología.
Se detuvo con la mano sobre el picaporte y lo miró por encima del hombro, sonriendo con picardía.
—Ya lo sé, tonto. Pero esta mañana he vuelto a romper el mío. ¿Podrías conseguirme uno nuevo? Quisiera ahorrarme la reprimenda de Vishous —le dijo y salió de la habitación, dejándolo parado allí, riéndose solo.


Phury miraba detenidamente a Zsadist.
La cena había terminado hacía un rato y todos se habían juntado en la sala de billar, ya que Butch y Vishous habían propuesto enseñarles a las guerreras a jugar. Había mucho ruido, con la música rap sonando a todo volumen y las risas y los gritos de todos tratando de hacerse escuchar por encima de todo aquel barullo.

Una de las hembras estaba demostrando tener mucha habilidad con el juego, mientras que las otras aún demostraban cierta dificultad. De hecho, a Nessa ni siquiera le gustaba el juego, pero participaba debido a la insistencia de sus hermanas.
Y era por esa hembra que Phury observaba a su gemelo.
Sorprendentemente, Zsadist se había unido a todos en la sala, pero como siempre se mantenía apartado en una esquina oscura mientras comía una manzana y no prestaba ninguna atención a todo a lo que allí sucedía.
De hecho, acaba de fijar su atención en él.

—¿Qué? —Le preguntó con su habitual gruñido.
Bien, puesto que le había dado pie, le hablaría. Sabía que había dicho que no lo haría, pero su lealtad era en primer lugar para con su gemelo. Aunque el agobio de salvarlo de sí mismo se tornaba cada vez más insoportable. Se acercó hasta él, para asegurarse de que nadie más los oyera.
—Necesito hablar contigo, Z.
—Conozco esa mirada tuya, vas a empezar de vuelta con uno de tus sermones. Ahórratelo, no me interesa.
—Zsadist, por favor.
—Jódete —le escupió, y se dio la vuelta para salir de allí.
Pero no podía permitirlo. Lo siguió al vestíbulo y lo tomó del brazo para detenerlo, soltándolo inmediatamente, cuando se dio la vuelta y le enseñó los colmillos con un siseo. A Zsadist no le gustaba que lo tocara, a menos que quisiera que lo lastimara.
—Z, por favor —repitió—, solo escúchame un momento, ¿sí?
—No me dejarás en paz hasta que te escuche, ¿no es cierto? —Entrecerró sus ojos—. Bien, escúpelo de una maldita vez —dijo mientras daba un mordisco a la manzana y alzaba una ceja.
—Se trata de Nessa —le dijo.
—¿Qué hay con ella? ¿Te gusta? Pues bien, ya era hora de que dejaras esa estupidez del celibato. Y por cierto, me da igual, así que no entiendo por qué tienes que hablarlo conmigo. Adiós —comenzó a voltearse otra vez.
—¡Espera! —Le gritó.

Zsadist se envaró ante su grito y lo miró con malicia. Phury sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pero no era por el peligro que emanaba de esa mirada, sino porque, una vez más, se daba cuenta de que esos fríos hoyos negros sólo devolvían una mirada sin alma. Todavía le dolía no haber podido rescatar otra cosa que sólo el cuerpo de su hermano.

—Zsadist, ella no me interesa. Pero a ti, debería hacerlo. Déjame terminar, por favor —agregó al ver que quería acotar algo—. Z, es tu pupila, debes encargarte de ella. Esa orden no es un capricho, se dispuso así por necesidad, ellas necesitan ayuda y Wrath ha decretado que tu debías dársela a la guerrera Nessa —bien, eso no era del todo verdad, puesto que fue él quien, siguiendo un estúpido impulso, había propuesto a Zsadist para enseñar a Nessa.
—Me importa una mierda lo que Wrath, o cualquiera, diga. No quiero a nadie cerca de mí, y menos a una hembra.
Oh, sí, eso Phury lo tenía muy claro.
—Z, ella podría quejarse ante él, y entonces Wrath tendría que tomar medidas.
—¿Qué parte de “Me importa una mierda” es la que no entiendes?
—Zsadist, esto no solo atañe al Rey, sino también a la Virgen Escriba. Sabes cuales son las consecuencias de desobedecer una orden de ella.-

La boca de Zsadist se curvó en una sonrisa burlona, que parecía más aterradora que cualquier otra cosa. Phury sabía lo que estaba queriendo decirle con ese gesto. Sintió una sacudida y que el suelo bajo sus pies se bamboleaba. No. Ni siquiera podía soportar esa idea. Él solo vivía por su gemelo, si algo le sucediera…
Necesitaba un porro. Urgentemente.

—Ella no dirá nada —dijo Zsadist de repente.
—¿Qué? —No podía decir más, aún estaba tratando de mantenerse en pie.
—La hembra pequeña. No dirá nada —repitió mientras le lanzaba una mirada aburrida, como si supiera la razón por la que estaba así y lo encontrara totalmente absurdo. Probablemente, así fuera.
—¿Por qué crees que Nessa no acudirá a nadie? Le estás privando de su entrenamiento.
—Me sigue.
Oh, así que ya había puesto en práctica su plan.
—Te sigue.
—Síp. Se aparece en el gimnasio cuando estoy allí entrenando. Imita mis movimientos.
—Ya veo.-

Pero eso aún no era suficiente. Sabía que Nessa quería salir a cazar. Y que Zsadist no le permitiría seguirlo fuera de los muros de la mansión.

—Tienes que llevarla contigo a las calles —le dijo.
—Sabes, deberías sentirte atraído por ella —le dijo, ignorando sus palabras—, según parece, también tiene complejo de héroe.
—Yo más bien creo que es testaruda.
—Ya lo creo —dijo Zsadist con un tono de voz sombrío que no pudo entender.
—La cosa, Z, es que…
—Como bien dijiste, ella es mi pupila —lo interrumpió—. Así que, mi hermano, métete en tus asuntos.
—Tú eres asunto mío —le respondió ya enojado.
—Y desearía dejar de serlo. No haces más que fastidiarme.
—¿Todo está bien por aquí? —Los interrumpió la voz de Rhage.

Hasta ese momento, Phury no se había dado de que Zsadist y él estaban casi nariz contra nariz. Se alejó un paso sin dejar de mirar fijamente a su gemelo.

—¿Phury? ¿Z? —Insistió Rhage.
—Todo está bien, mi hermano —le respondió Phury sin voltearse.
—Ya ¬—dijo Rhage, pasando la vista de unos a otro—. Porque aquí no —continuó—. ¿A alguno le interesa ver como Wrath le arranca la cabeza a ese diminuto demonio que no deja de desafiarlo a una partida de billar?
—¿Diminuto demonio? ¿A qué te refieres, Hollywood? —Preguntó Phury confundido, mirando por fin al vampiro rubio.
—A Nessa, por supuesto —respondió Rhage con una sonora carcajada.
Una ola de frío alcanzó a Phury, sorprendiéndolo. Miró a Zsadist, que ahora miraba fijamente hacia algún punto detrás de Rhage. De repente, se giró hacia él.
—Ve, hermano, e interpreta el papel de héroe que tanto te gusta.
—Sí, creo que será mejor que vayamos, Hollywood. No debemos dejar a una dama indefensa.
—No te preocupes, mi chica de fuego no se le despega de encima, mientras amenaza con matarla ella misma si no cierra el pico de una vez.
Riendo fuertemente, volvió a la habitación.
Phury se dio la vuelta para volver con sus hermanos, no sin antes decirle a Z:
—No olvides lo que te dije.

Zsadist vio a su gemelo desaparecer dentro de la sala de billar.
Dio un fuerte mordisco a su manzana, luchando aún con la necesidad de volver a aquella habitación. No le habían gustado las palabras de Rhage.
Nadie debía hacerle daño al diminuto demonio. Nadie.
Y por eso, no podía ser su jodido tutor o lo que fuera que pretendieran de él.
Incluso dudaba que estuviera bien que ella lo siguiera a los entrenamientos. Pero bueno, en realidad, no tenían ningún tipo de intercambio. Así que no estaba tan mal.
Ahora mismo, Phury velaría por ella. Así que tampoco había de qué preocuparse.
Se dirigió a las escaleras, mientras su humor formaba un sombrío velo que caía a su alrededor.


Había pasado una semana desde que Leliel tuvo aquella fuerte discusión con Rhage. Desde entonces, había estado evitando todo tipo de contacto con él, llegando al extremo de cenar en su dormitorio o en la cocina. No asistió a ningún entrenamiento y se escapó alguna que otra vez para cazar lessers. En su condición no podía quedarse en la mansión a la espera de convertirse en cenizas, al final Nessa tenía razón… era demasiado terca, pero esto le pasaba por confiar en alguien.

Y como si todo el lío que se había armado ese día no le bastara, ahora mismo tenía una reunión con el macho mayor, porque Wrath era eso, hasta que no asumiera como rey. Claro que si sigo divagando, por ahí le encuentro la solución a mis problemas, pero como vivo con ellos hace más de quinientos años, ¿por qué iba a cambiarlo ahora mismo? Que se olviden, antes prefería ser achicharrada.
Se paró frente a la puerta de la oficina de Wrath y dejó escapar un largo suspiro para luego volver a ser la guerrera fría que siempre pretendió ser. Golpeó suavemente y después abrió la puerta encontrándose con Wrath sentado detrás del escritorio distendido, y a Rhage en un lado. Leliel se dio cuenta de que antes de entrar al cuarto, él había estado haciendo un chiste con… ¡Basta! Se gritó a sí misma.

—Me mandó a llamar, Señor —dijo observando a Wrath.
—Así es, Leliel —dijo asumiendo una postura más firme—. Me comentó Rhage que no estás asistiendo a los entrenamientos y creo que habíamos quedado que, más allá de toda diferencia entre ustedes, los ibas a respetar.-

Leliel sonrió y tomó una postura más relajada.

—Mmm… Si mal no recuerdo, lo que dije fue que iba a seguir entrenando, lo que no significa que lo vaya a hacer con eso —dijo resaltando la última palabra letra por letra—. Tengo miedo de que luego él tenga que hacer terapia por haber tenido que entrenar a una… ¿Cómo es que me dijiste? —Preguntó mirando a Rhage, quien hasta ahora se mantenía callado.
—¡Oh! Por favor, dejemos las chiquilinadas, hembra —dijo molesto Rhage.
Ella hizo un gesto burlón y levanto las manos agitándolas.
—Oh, oh, disculpe señor maduro, no quise molestarlo, ¿por qué mejor no vas a tirarte alguna humana en el club y me dejas a mi tranquila? ¿Para qué cuernos necesitas entrenarme? Me sé defender muy bien sola. ¿Para qué mierda quieres meterte donde nadie te llamó? —Dijo Leliel mientras comenzaba a elevar la voz.
—Si pudiera elegir lo haría, pero resulta que yo sí acato las órdenes —dijo él subiendo el tono de voz un poco más alto que ella.
—Pues es muy triste entonces, porque en lo que a mí respecta las ordenes me las paso por…
—¡Suficiente! —Gritó Wrath ya harto de escucharlos gritar—. O comienzan a llevarse bien por las buenas o lo van a tener que hacer por las malas.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Me vas a encerrar en una habitación con el súper macho? —Hizo una pausa—. Porque de ser así, seguramente otras mujeres, mucho más cualificadas que esta hembra bastarda y maldita, van a estar más que felices de que lo hagas —dijo haciendo énfasis en las dos palabras que tanto la habían herido.

Rhage bajó la mirada, sabía que se había equivocado al decirle eso, pero ella lo había llevado al límite. Y ni siquiera quería recordar todo lo que estuvo rebajándose para pedirle disculpas, pero claro, la muy terca no quería ni verlo. Todavía le ardía uno de sus muslos, que sufrió una gran quemadura cuando se encerró con ella en el gimnasio para obligarla a hablar con él.

—Ya intenté por todos los medios…
—No me interesa —dijo Leliel interrumpiéndolo—. Te lo dije antes y te lo vuelvo a decir ahora: Ahórrate todas las disculpas, porque de esta boca jamás va a salir la frase “Estás perdonado”.-

Wrath negó con la cabeza, había que darle crédito a la guerrera, mantendría su postura hasta las últimas consecuencias. Una sonrisa se formó en sus labios, claro que aquellos dos vampiros no pudieron notarla porque estaban muy entretenidos peleando.

—Está bien —dijo elevando la voz para que ambos lo escucharan—. Dije que está bien, ganaste Leliel —Rhage lo miró sorprendido, pero no más que la misma Leliel—. Sólo te pido una cosa.
—Lo que sea si al fin y al cabo van a dejar de molestarme —dijo ella feliz por su triunfo.
Wrath asintió.
—Tienes mi palabra, lo único que te pido es que esta noche salgas con él —la sonrisa desapareció automáticamente de la boca de Leliel, pero antes que pudiera protestar Wrath habló—. Necesito que salgas con él y mañana a primera hora tendrás un nuevo compañero de salida y entrenarás sola. A cambio te pido que salgas esta noche con Rhage._

Rhage miraba a Wrath sin entender nada. Iba a protestar, pero el macho le hizo una seña que Hollywood aceptó sin chistar, algo debía tener planeado… lo único que esperaba es que funcionara.

—Está bien —Leliel estiró la mano para estrecharla con la de Wrath—. Tenemos un trato, Señor —se giró y miró a Rhage—. Andando molestia, que cuanto más rápido lo hagamos, más rápido te liberarás de la bastarda —dijo saliendo del cuarto seguida por él.

Continuará...

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