miércoles, 28 de octubre de 2015

Las protectoras de la noche . Capítulo 9.



CAPÍTULO 9



AVISO: ESTE CAPITULO CONTIENE ESCENAS PARA MAYORES DE 18 AÑOS.



Raysa seguía dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. No sabía el motivo, pero por más que lo intentaba, no se relajaba completamente. Se sentía ansiosa, expectante, como si algo fuera a suceder en cualquier momento.

Apartó las mantas y se levantó de la cama, quizás si daba un paseo o encontraba algo que le entretuviera, el cansancio la vencería y podría dormir.

Tomó la bata blanca que estaba a los pies de la cama y se la puso encima del pijama, no creía que hubiera nadie por la casa a esas horas, pero de todas formas no estaba de más cubrirse un poco.

Dudó unos segundos más y sacudiendo levemente la cabeza salió de la habitación.

Caminó sin rumbo fijo, bajó lentamente las escaleras y se encaminó hacia la biblioteca, que se encontraba en el estudio de Wrath.

La casa estaba en silencio.

Entró al estudio y se dirigió hacia los estantes con libros, pero algo la hizo volverse con sorpresa.

Wrath la miraba fijamente desde uno de los sillones mientras fumaba.

Demonios, dijo el macho para sus adentros. Era como si la hubiese llamado. Desde la noche en el ZeroSum, la hembra estaba en sus pensamientos. Cada entrenamiento se estaba convirtiendo en una tortura, tener su cuerpo cerca, tocarla, sentir su aroma. Gruñó por lo bajo molesto.

—Wrath, pensé que no había nadie… Yo…

El macho se incorporó lentamente y se acercó con calma mientras la interrumpía con voz profunda.

—¿No puedes dormir, Raysa? —Preguntó mientras se paraba a su lado, aspirando su perfume.

Raysa se cerró instintivamente la bata, mientras sentía como su traicionero cuerpo respondía a la cercanía del macho.

—Vine a buscar un libro, pero ya me marcho, no quise interrumpirte —dijo con una firmeza que estaba lejos de sentir mientras se encaminaba hacia la puerta.

El macho sonrió levemente, divertido por la incomodidad de la guerrera.

—Si quieres, puedes tomar cualquier libro de la biblioteca, ¿no viniste a eso, acaso? Además, puedes estar tranquila, no interrumpiste nada —dijo suspirando profundamente—. Yo tampoco puedo dormir, me siento algo inquieto esta noche.

Raysa se acercó con cierta cautela.

—Pues sí, gracias, me llevaré un libro si no te molesta —sin pensarlo se estiró para tomar un ejemplar que se encontraba a un lado, rozando con su cuerpo a Wrath, quien enseguida se tensó.

Wrath se movió rápidamente arrinconándola contra los libros. Apoyó los brazos a los lados del cuerpo femenino cerrándole el paso.

Acercó su rostro al de ella y susurró contra sus labios:

—¿No vas a preguntarme por qué no puedo dormir, Raysa? ¿No te preguntas por qué tú tampoco puedes dormir? —Dijo mientras le hacía notar su excitación acercando su cuerpo aún más.

Raysa miró al macho. Como le gustaría ver sus ojos en este momento, pensó, mientras levantaba la mano como en trance y la acercaba al rostro masculino.

—No, no me lo he preguntado, pero de todas formas, eso no interesa ahora ¿verdad? —Dijo mientras le rozaba los labios con suavidad y tocaba las gafas—. Quiero ver tus ojos, Wrath —le susurró con voz ronca, olvidando toda cautela.

Se sintió tentado de darle una brusca respuesta y alejarse, era lo que siempre hacía cuando algo no le gustaba o le incomodaba, pero sin entender completamente por qué, no quería alejarse de ella. Todo lo contrario, quería tenerla tan cerca que su cuerpo se fundiera con el suyo. Deliberadamente, ladeó el rostro alejándose de su mano.

Acercó los labios a su cuello mientras murmuraba;

—¿Para qué quieres ver mis ojos cuando puedes ver otras partes de mi cuerpo que serían de tu agrado? —Finalizó mientras raspaba con los colmillos la piel y sentía los estremecimientos de la hembra, el rugido de su sangre, el deseo.

Mía, resonó en su mente. Lo estaba volviendo loco, lo estaba dejando sin control, y el no podía permitirse eso. La guerrera le gustaba, quería poseerla, pero no podía permitirse nada más.

Raysa quería dejarse ir, quería dejarse llevar por esas sensaciones nuevas que recorrían su cuerpo, pero en el fondo le molestaba que no la dejara mirarlo.

Con un esfuerzo inmenso, apartó a Wrath, se liberó de su cuerpo y murmuró con la voz ronca por la pasión no satisfecha:

—Creo que mejor voy a descansar, mañana tenemos entrenamiento —dijo mientras lo miraba.

Wrath estaba sorprendido. Estaba convencido que esta vez terminarían con ella donde la quería, que esta vez sería suya. Sin embargo podía percibir que algo la había molestado, la había dejado inquieta.

—Raysa, no es necesario que te recuerde…

La hembra no lo dejó continuar, ya que le contestó con rapidez:

—Ya sé, Wrath, me recordarás la pequeña charla que tuvimos. Pero no es necesario, la recuerdo, simplemente voy a ignorarla.

—No puedes ignorar por siempre esto, guerrera, está allí y cada vez es más fuerte, cuanto más te resistes, más haces crecer mi deseo —gruñó por lo bajo—. Pero no soy un animal, esta noche dejaré que duermas sola, anhelando mi cuerpo como yo estaré anhelando el tuyo.

Raysa no supo qué responder. ¿Qué se suponía que debía contestar? Nunca había estado en una situación así, nunca un macho había deseado yacer con ella. Nunca nadie le había dejado tan en claro su deseo.

Wrath se acercó a ella y la joven retrocedió instintivamente.

—Sólo voy a acompañarte a tu cuarto, no tienes nada que temer —soltó molesto mientras salían de la oficina y en silencio se dirigían hacia el cuarto de ella.

Ambos eran conscientes de la tensión que se había hecho presente entre ellos.

Antes de lo que pudieran imaginar, estaban frente a la puerta de la habitación de Raysa, quien suspiró suavemente y lo enfrentó:

—Bueno, supongo que nos veremos en un rato —dijo con un hilo de voz. Quédate, pensaba dentro suyo. Por favor no te vayas, clamaba la voz suplicante. ¿Le dolía el corazón? ¿Por qué sentía esas ganas de llorar? ¡Demonios! Se dijo, entra ya, antes de humillarte más.

Wrath la miraba fijamente a través de las gafas y realmente deseó poder ver su expresión, su voz sonaba rara, deseaba quedarse, deseaba hacerla suya.

—Nos veremos en el entrenamiento, no llegues tarde, no acepto excusas —dijo serio y altivo mientras observaba como desaparecía dentro de la habitación.

Raysa cerró suavemente la puerta y se apoyó en ella un momento. Sentía una opresión muy grande en el pecho, y le estaba costando controlar sus poderes, los sentimientos eran muy fuertes, muy nuevos. Deseaba a Wrath como nunca se había permitido desear a algo o a alguien. Era como si otra persona hubiera tomado su lugar desde que llegó a la mansión. Cerró los ojos. Él tenía razón, dormiría sola, pero ya anhelaba su cercanía. Se dirigió con pasos cansados hacia la cama.

Wrath observaba la puerta cerrada. En su interior, estaban librando una batalla colosal la razón y el deseo.

Con un gruñido bajo, sólo dijo “Mía” antes de abrir con fuerza la puerta que lo separaba de su hembra.

Raysa estaba dejando la bata sobre la cama cuando el sonido de la puerta la sobresaltó haciéndola girar bruscamente para enfrentar al extraño. Sólo que no era un extraño, delante de ella estaba un excitado Wrath que la observaba como un depredador que acecha a su presa. Apenas notó que la puerta se cerraba nuevamente y el cerrojo haciendo lo mismo.

Wrath dio un respingo cuando vio a Raysa cubierta sólo por el pijama blanco. La seda acariciaba su cuerpo. Abrió y cerró las manos, podía sentir ya la suave textura de la piel. Dejó de pensar y guiándose por sus instintos más básicos, cruzó la distancia que los separaba y la abrazó tan estrechamente que sus cuerpos parecían uno. Tomó la boca femenina con hambre, como si fuera la última vez que probara sus labios.

Ella gimió y se abrazó a su cuello dejando atrás toda resistencia, todo temor. Acarició los suaves mechones y le devolvió el beso con ansias.

Wrath avanzó hacia la cama sin dejar de besarla.

La habitación estaba en penumbras. Aún así llegaron a la cama y la hizo recostar sin separar sus labios de su boca.

Su sabor era dulce, su lengua atormentaba la de ella, mostrándole, enseñándole. Cuando la escuchó gemir, sonrió para sus adentros.

Por fin la haría suya.

Se separó un momento, mientras se quitaba la chaqueta y de un tirón los botones salieron disparados al igual que la camisa.

Recostada en la cama, Raysa observaba maravillada el cuerpo del macho, y sin pensar, extendió sus manos hasta apoyarlas en el pecho masculino y deslizarlas acariciando su torso.

Wrath jadeó cuando sintió la caricia, quería ir despacio pero estaba muy cerca de perder el control.

Lamió el contorno de su boca, la curva del cuello, sintiendo como latía su vena. Siguió bajando y besó uno de los pechos a través de la seda, regocijándose al escucharla gemir.

Raysa sentía su cuerpo lleno de sensaciones dulces, sensuales, un calor creciente la recorría e iba en aumento.

Wrath la hizo incorporar un poco para liberarla de la parte superior del pijama.

El primer instinto de ella fue cubrirse con vergüenza, ningún macho la había visto de esa forma.

Cubrió las manos de la hembra, deslizándolas para que se descubriera ante él.

Acarició los pechos con reverencia. Buscó su boca nuevamente, penetrándola con la lengua, lamiendo sus labios. Dejó un reguero de besos húmedos por su mandíbula, su cuello y bajó hacia sus pechos nuevamente, succionando los pezones, rozándolos con los colmillos, provocando estremecimientos en la hembra.

Deslizó la boca hacia su estómago, atormentando su ombligo, sintiendo las ondulaciones del vientre, cuando se topó con la otra parte del pijama lo deslizó por las caderas, dejando al descubierto la minúscula ropa interior de seda, mientras le sacaba el pantalón acarició las suaves y largas piernas de la hembra. Tiró la prenda con descuido.

Quería besarla nuevamente, no se cansaba de su sabor, cuando sintió el contacto de los pechos femeninos contra su torso perdió el control.

Se extendió sobre ella, mientras se colocaba entre sus piernas, sus manos vagaban por todo el cuerpo de la hembra que yacía casi desnuda bajo él, haciéndolo sentir poderoso como nunca antes, y sin embargo vulnerable a la vez.

Raysa se sentía perdida, el calor en su vientre y más abajo iban creciendo y era casi insoportable, dulcemente insoportable, jamás había experimentado algo así, debería sentirse avergonzada, pero en su interior lo sentía correcto. Sintió como el cuerpo del macho se apretaba contra el suyo, la piel de ambos estaba cubierta por una leve capa de sudor. La excitación de Wrath presionaba contra su centro, lo único que deseaba era tenerlo dentro.

—Tengo que saborearte por completo Raysa —gruñó abandonando su boca y deslizándose hacia abajo.

Se quitó las gafas, las dejó sobre la mesa de noche y cubrió su cuerpo nuevamente.

Desgarró la minúscula prenda que se interponía en su camino, deslizó las enormes manos abriéndole las piernas con cuidado, colocó la boca sobre su centro y besó la delicada piel provocando gemidos en la hembra, el orgasmo llegaría en cualquier momento. Su miembro palpitaba por las ansias de hundirse en ella.

Raysa sentía que algo la arrastraba, el placer era demasiado y por un momento se asustó.

—Déjate ir, Raysa, estoy aquí, nada va a pasarte. Sólo siente, libérate para mí —dijo con voz ronca, mientras volvía a tomarla con la boca.

Ella sintió que su mundo estallaba en pedazos, su cuerpo se convulsionaba mientras, su cabeza caía hacia atrás, de sus labios salía el nombre de Wrath con un gemido profundo.

La llevó a la cima una y otra vez, no se saciaba de su sabor, era tal y como lo había imaginado, pero necesitaba estar dentro de ella, poseerla por completo.

Se incorporó tomando su boca e introduciendo la lengua, mordisqueó los labios, la tentó una y otra vez, sintiendo como las manos de Raysa vagaban por su espalda. Rápidamente se apartó el tiempo necesario para quitarse los pantalones.

Raysa contuvo el aliento cuando lo vio completamente desnudo y vio por primera vez su excitación. Era enorme. El miedo visitó su mente unos segundos.

Wrath acarició su rostro suavemente, recorrió su cuerpo con las manos, besó los labios despacio, tratando de controlar su deseo para no lastimarla.

Sintió como su miembro presionaba contra la entrada de su cuerpo y susurró contra la boca masculina:

—Serás el primero, por favor sé cuidadoso —le dijo mientras lo besaba nuevamente, tomando la iniciativa, provocándolo. Envolvió sus caderas con las piernas, acercándose más aún. Deslizó una mano tocando la suave longitud, maravillándose ante su suavidad.

Wrath gimió cuando sintió el contacto de la hembra.

—Trataré de ser lo más cuidadoso que pueda —dijo mientras se posicionaba mejor entre sus piernas.

Sintió la erección dura, grande, presionando su entrada.

—Simplemente hazlo, por favor, necesito tenerte dentro mío, Wrath, quiero que estés en mi interior de todas las formas posibles —dijo acercando más su cuerpo y bajándole la cabeza para besarlo con fuerza.

Con un rápido movimiento empujó hacia delante y se deslizó en su interior rompiendo la barrera.

El dolor la dejó sin aire, era crudo. Su primera reacción fue tensar su cuerpo y tratar de separarse, pero fue solo un momento. La emoción de tenerlo por fin dentro de su cuerpo borró toda molestia, todo dolor.

Wrath se quedó muy quieto. Sin moverse, la acarició, tomó su boca nuevamente, mientras sus manos vagaban por sus pechos, dándole placer nuevamente. Cuando notó que la hembra se relajaba y respondía a sus caricias, comenzó a moverse lentamente.

Raysa sentía como el placer la embargaba, cerró los ojos ante la fuerza de las sensaciones, sus pelvis unidas. Con cada embestida el placer aumentaba, se sentía plena, colmada por el macho, abrumada por su plenitud.

Wrath gruñó ante el goce que estaba experimentando, Raysa se ceñía a él como un guante, era como si estuviera hecha a su medida.

Reclamó su boca con un beso salvaje, jugando con su lengua, penetrándola. Mía, por fin rugió la voz en su interior mientras aceleraba las embestidas.

Abandonó su boca y siguió el camino por la garganta hasta capturar uno de sus pechos.

Raysa sentía que iba a estallar de nuevo, estaba en el límite nuevamente, jamás se imaginó que estar con un macho le daría tanto placer, que el sexo sería de esta forma. No es sólo sexo, dijo una vocecita dentro de ella, es por él, no estarías haciendo esto con otro macho que no fuera él.

Gimió y abrió los ojos ante la revelación. Sin pensarlo, tomó el rostro masculino y lo miró por primera vez sin lentes. Tenía los ojos cerrados, las negras y gruesas pestañas acariciaban sus mejillas. Acarició su boca con los dedos antes de acercarlo y besarlo profundamente, no se cansaba de hacerlo, le gustaba su sabor. Deslizó la lengua por los labios y se introdujo en su boca, rozando los colmillos, acariciando su paladar, penetrando en su boca como él lo hacía con su cuerpo, imitándolo, haciéndolo gruñir de placer.

Wrath estaba perdido, no tenía control, las arremetidas eran cada vez más potentes, no sabía cuánto iba a durar, el orgasmo estaba casi sobre él. La boca de la hembra lo estaba volviendo loco. Sintió el momento justo en que a ella le golpeó nuevamente el orgasmo. El cuerpo femenino se arqueó debajo de él, mientras Raysa gemía su nombre. Aceleró las embestidas buscando su liberación, el ritmo se volvió urgente, la velocidad aumentó, estaba fuera de control. Quería marcarla, quería su olor sobre ella, quería que todos supieran que era suya, que había sido el primero.

Con un rugido alcanzó el éxtasis. Espasmos violentos recorrieron su cuerpo, el caliente líquido salió disparado dentro de ella en temblores que sacudían todo su cuerpo. Antes de que pudiera detenerlo, el aroma de la vinculación invadió la habitación, mientras se desplomaba sudoroso y jadeante sobre ella.

Raysa recibió el peso de su cuerpo, envolviéndolo con los brazos y las piernas, lo sostuvo mientras sentía el roce de los labios contra su cuello. Olisqueó el aire y el aroma a oscuras especias llenó su nariz y sus pulmones. Aspiró profundo, deleitándose con el aroma del macho en su piel. Acarició con las yemas de los dedos la musculosa espalda, deleitándose con la firmeza de la piel, deslizó las manos suspirando tranquilamente.

Wrath no quería alejarse. Demonios, la había marcado, su deseo fue más fuerte, y a pesar de las dificultades que le iba a acarrear este despliegue de machismo de su parte, se sentía bien allí, entre sus brazos. ¿Qué te pasa idiota? Deja de comportarte como un tonto. Aléjate. Ya tuviste lo que querías. Déjala.

Gruñó por lo bajo tratando de liberarse de la maldita voz en su cabeza. Se incorporó un momento antes de suspirar, cuando sintió su boca en su mejilla y la caricia sobre su cabello. Jamás imaginó que la guerrera fuera capaz de ser tan tierna, de calmarlo con solo una caricia, de acallar la voz que lo torturaba.

Se inclinó y la besó sin presiones, solo con ternura, con agradecimiento. Deseó poder verla, grabarse en la memoria su expresión. Se separó y deslizó la enorme mano por su rostro, estudiándolo. Abrió los ojos fijando su pobre vista en su rostro.

Raysa suspiró y amoldó su rostro a la caricia, lo miró y contuvo el aliento cuando vio sus ojos. Eran de un color verde tan claro como nunca había visto, bordeados por gruesas y tupidas pestañas negras. Algo en ella se encendió, no supo por qué, pero la pregunta escapó de sus labios en un murmullo ronco:

—¿No puedes ver verdad? —Le dijo mientras acariciaba su rostro suavemente—. Todo este tiempo me estuviste ocultando eso, ¿no es cierto, Wrath?

Wrath se tensó intentando apartarse sin conseguirlo, ya que ella había tomado su rostro entre las manos. Frunció el ceño y dijo bruscamente:

—¿Te molesta? ¿Temes que no pueda entrenarte? ¿Estás decepcionada, verdad? Tú…

Raysa apoyó la mano sobre su boca haciéndolo callar:

—¿Cómo podría molestarme eso? Tú me ves Wrath, me has visto más de lo que nadie lo ha hecho nunca.

Sacudió la cabeza en forma terca:

—Pero estoy ciego, Raysa. ¿Eso no te molesta? Mis ojos son inútiles. ¿No me hace menos a tus ojos?

Ella lo miró incrédula mientras le respondía:

—¿Cómo puedes decir eso? ¿Por qué habría de molestarme? Es todo lo contrario, hace que te admire, Wrath. Eres un guerrero aún más fuerte de lo que imaginé, me sorprende que pienses que tendría otra reacción. ¿Qué te sucedió?

Wrath se relajó levemente mientras le respondía aún con un deje de tensión:

—Nací con poca visión y luego de la transición solo empeoró, y seguirá empeorando a medida que pase el tiempo —dijo mientras acariciaba su cabello.

—Eso quiere decir que puedes ver algo. ¿Puedes verme?

Wrath asintió mientras deslizaba la mano por las suaves ondas.

—Puedo ver tu cabello desparramado en la almohada, me gusta cuando acaricia tu espalda. Sé que eres hermosa, más hermosa de lo que imaginé al principio —dijo deslizando las dedos por el contorno de su rostro, estudiándola, memorizando sus rasgos. Se inclinó y la besó brevemente y sonrió cuando ella se estremeció—. No necesito mis ojos para sentirte, Raysa.

Se inclinó y rozó su cuello con los labios, raspó con los colmillos la vena, deseando hundir sus colmillos en ella.

Raysa gimió arqueando su cuerpo bajo él, sintiendo su erección presionar nuevamente contra su centro.

—Tu olor me excita de una manera que ni te imaginas, me pongo duro solo de sentir tu aroma. También me gusta cuando dices mi nombre. Dilo, Raysa, di mi nombre —dijo mientras besaba sus pechos.

—Wrath, por favor… —gimió, envuelta en deseo nuevamente.

El macho sonrió con satisfacción mientras gruñía en forma primitiva ante la respuesta de la hembra.

—Te deseo tanto, que no creo que me sacie nunca de ti —mientras decía esto, dejó todo pensamiento atrás. Estaba donde quería estar y tenía a su hembra donde quería, bajo su cuerpo y diciendo su nombre. Lo abrumó el sentimiento de posesión que sentía hacia la hembra.

Mía, pensó antes de sumergirse nuevamente dentro de ella.







Butch se encontraba en el gimnasio haciendo sus ejercicios de calentamiento. Había quedado con Vishous para practicar un poco, todavía le costaba manejar ese cuerpo.

—¡Hey! Poli tranquilo… solo es un saco de boxeo.

Hizo un gesto con la boca, era increíble el grado de amistad que compartía con el hermano, desde un primer momento hubo una conexión, como si él fuera una extensión suya, había algo los conectaba.

Después de tres horas completas de artes marciales, boxeo e insultos, los dos terminaron agotados.

Vishous tomó unas toallas y le paso una.

—¿Y cómo va todo con Kytara?

—Bien, es muy buena con las armas de fuego y ni te cuento con las artes marciales, parece que por momentos ella es la que me enseña —dijo muy orgulloso de su guerrera.

—¿Es orgullo lo que percibo, poli, u otra cosa?

En el fondo, Vishous sabía la respuesta, pero necesitaba escucharlo de sus labios y confirmar sus sospechas, su compañero estaba metido mucho más de lo que dejaba ver.

Butch largó un suspiro, pasando una mano por sus cabellos transpirados.

—Te juro, hermano, que no lo sé. En un momento determinado siento que está conmigo pero al siguiente, no quiere saber nada —otro suspiro—. Ella es especial.

Con eso ya estaba todo dicho. Iba a perder a su hermano, él siempre lo había sabido, pero igual dolía.

En ese momento se abrieron las puertas del gimnasio.

—Lo siento, no sabía que estaba ocupado —Kytara miró a los guerreros. Por la Virgen Escriba, que perfectos que eran.

—No, está bien Kytara, quédate —soltó Butch con un tono de ansiedad.

Vishous fue testigo mudo de ese encuentro. Se notaba que ambos se buscaban, que querían estar uno cerca del otro, pero algo los separaba, o alguien. Se veía en los ojos de Kytara un juego de emociones, desde felicidad hasta el pesar y en los del hermano, solo dicha mezclada con deseo.

—¿No han visto a Nessa? —Preguntó mirándolos. Cuando de repente sintió en su pecho dolor, sólo vino a sus labios el nombre de Leliel. Estaba herida y tenía que ir por ella…

—¿Que pasa Kytara? —Preguntó Butch al ver el cambio en los ojos de la guerrera.

—Leliel está herida y tengo que ir por ella —se preparó para desmaterializarse, cuando la voz de Vishous la detuvo.

—Espera, por lo que sé, está con Rhage y puede que nos necesiten.

Los tres se desmaterializaron al garaje, donde subieron al auto de Vishous, y fueron en busca de ellos.


Continuará....

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