viernes, 12 de abril de 2013

Despliega tus alas. Parte 6. Reinicio.





Parte 6.

Reinicio.


El ángel observaba cómo Divia volvía poco a poco del mundo de los sueños al mundo de la consciencia. Llevaba varias horas observándola, sentado en el sillón de su habitación. No había podido dejar de darle vueltas a lo sucedido durante la noche y a cómo había terminado todo.

Se estaba sintiendo culpable por haber hecho que Divia perdiera de aquella manera el control de sí misma. Divia era una hembra llena de luz, de vida, de pasión por la vida... como bien había demostrado en su vuelta a la mansión. Incluso sin voz y ebria, Divia había sido toda una oponente, no había dejado de retorcerse hasta llegar al coche, mirarle con más que odio y soltar mil una obscenidades de forma muda.

No solo había estado enfadada, Divia había estado además muy excitada, el olor de sus feromonas femeninas le llegó incluso a él. Y le afectó de una manera que hacía tiempo que no hacía. Él cerró los ojos. Eso no podía ser. Él había tomado a Divia como su protegida, como su amiga, como alguien a quien guiar en su camino... y él no podía ser parte de ese camino. Aunque ella creyera lo contrario. Había leído perfectamente en Divia la atracción que estaba sintiendo hacia él, y no era algo raro. Era un efecto habitual en las hembras, pero en Divia eso estaba equivocado. A él, ella le importaba demasiado para su gusto y que saliera herida de algo que era, sencillamente imposible, le afectaba.


Divia se removió en la cama y se dio la vuelta hacia él con los ojos aún cerrados, como si no quisiera despertarse aún, y él respiró profundamente observándola en silencio.



Si su corazón no estuviera árido, bloqueado y cerrado, Divia sería el tipo de hembra que se metería debajo de su piel, que podría llegar a meterse en parte de sí mismo. Pero eso era si tuviera un corazón en el que hacerlo. Y él no lo tenía. Ya no. Divia se merecía alguien que pudiera corresponderle de la misma manera que ella se ofrecía, con todo. A él le hubiera gustado que todo esto no hubiera sucedido, pero ahora ya era un poco tarde. La única solución era hablar con ella directamente, y dejar las cosas claras. Algo que él no había hecho creyendo en la bendita posibilidad de que no sucediera.

Por culpa suya, Divia casi había caído de las redes de la golfa esa en el club. Tendría que darle un serio sermón a su amigo acerca de los lugares que frecuentaba, pero ya se imaginaba que él tendría sus propios problemas con aquel engendro del infierno en forma femenina. No envidiaba para nada la situación de su colega, con mucho, la suya, era muchísimo mejor. Sus tiempos de cazador caído habían quedado atrás. Había sido un caído, ahora ya no lo era.

Él se pasó las manos por su pelo bicolor que ahora caía libre sobre la camiseta que cubría su pecho y se reacomodó en el sillón. No había querido dejar sola a la hembra hasta que despertara. No confiaba en que no hiciera ninguna locura, ahora que él había conseguido meterle algo de sentido común en su cabeza.



¿Por qué no la había llevado a la mansión de vuelta directamente después de la fabulosa tarde que habían pasado? Inspiró profundamente, el destino más de una vez era contradictorio y tremendamente esquivo.

Divia pareció que tenía algo que decir al respecto del destino porque en ese momento fue cuando abrió los ojos y miró alrededor pareciendo no saber donde se encontraba. Miró de un lado a otro hasta que se encontró con sus ojos. Desde que la habían dejado en su habitación, el le había devuelto la capacidad del habla, así que se preparó para una nueva embestida de la doggen.


Divia parpadeó un par de veces intentando ubicarse temporoespacialmente hablando. Un segundo le bastó para saber que estaba en su habitación en Caldwell y otro segundo más le bastó para detectar un infierno de dolor de cabeza y unos ojos sin pupila que la observaban detenidamente. El resto estaba de momento en blanco en su mente.

Se llevó las manos a las sienes sintiendo como palpitaban como un caballo desbocado y cerró los ojos tumbándose de espaldas en la cama, tratando de controlar o mitigar el dolor.

Entonces los pensamientos volvieron a ella, despacio, pero volvieron. Y el dolor se incrementó. Y ella gimió dolorida...y oír su gemido la alivió por completo.



Respiró un par de veces ignorando la presencia alada en su habitación porque el dolor era su máxima prioridad y bajó su vista hacia ella misma. Seguía vestida con la ropa de la noche anterior y estaba sobre el cobertor de su cama. Se había dormido vestida, pero ¿por cuánto tiempo? Un vistazo a su ventana le dijo que mucho tiempo porque el sol estaba en lo alto del cielo.

Si hubiera creído que en su resaca, porque definitivamente lo que estaba teniendo ahora era una resaca del tamaño de un campo de fútbol, no iba acordarse de lo que había hecho, estaba equivocada. Lo último que recordaba era el viajecito a la mansión. Cierto es que lo recordaba de forma nebulosa, como si estuviera viendo una película desde la sala de cine.

Inspiró aire y decidió que sería ella la que cortaría el silencio, ya que el ángel parecía que no iba a hacerlo.

- ¿Qué hora es?-

No estaba mal para empezar. Una pregunta casual para saber en qué ánimo estaría el ángel después del fiasco de la noche anterior.

- Más de las doce de la mañana.-

La respuesta del ángel fue serena, melodiosa. Para nada cortante ni con ningún atisbo de sentimiento negativo hacia ella. Ella cerró los ojos agradeciéndolo. Y tratando de calmar el dolor de su cabeza.

- Me duele la cabeza.- No, bien hubo dicho esto sintió como un peso se cernía sobre el colchón en el que estaba, y delante de ella aparecieron un par de aspirinas y un vaso de agua.

- Toma, esto te ayudará.-

Divia no dijo nada, asintió con una leve sonrisa y se tragó las dos aspirinas y el agua de un trago. Dios, tenía la garganta seca y áspera, la lengua como papel de lija y pastosa. Mierda de resacas.

- Gracias.- Dijo ella después de tragar el transparente liquido. Menos mal que tenía un estómago a prueba de bombas. Sino ya se veía con dolor de estómago además de cabeza. Levantó los ojos y se sentó por fin, encontrándose con los del ángel mirándola fijamente.

- Tenemos que hablar Divia.

- ¿Sobre qué? ¿Sobre lo de anoche? No me apetece, en serio. Me siento tan avergonzada que si hablo de ello en alto soy capaz iluminar la habitación en rojo.

- Yo creo que deberíamos hablar de ello. Pero solo si tú quieres.-

- ¿De qué vamos a hablar? ¿De que bebí más de la cuenta, de que perdí los papeles y me lancé sobre un tipo sexy como el demonio?

El ángel levantó una ceja ante la expresión que había usado Divia. De lo más acertada. Pero ella no lo sabía y no iba a explicárselo. Divia prosiguió con su verborrea.

-¿De que si hubiera podido te habría arrancado las pelotas por no dejar que ese tipo me fol... digo tuviera sexo conmigo? Perdí el control, Alitas, demasiado. No suelo ser así. No trato a mis amigos así, no soy tan impulsiva, no voy tan...- bajó los ojos más colorada que una cereza- ...cachonda por la vida. No sé qué me sucedió, en serio, olvidémoslo. Por favor.-

Divia había rogado con el último por favor, y rogar era una de las cosas que ella no hacía casi nunca. Era demasiado orgullosa para ello, pero ahora quería de verdad tragarse el orgullo. Y que no se hablara más del asunto. ¿Cómo le decía al tipo que tenía delante que todo aquello había sucedido porque ella se moría por tenerle entre sus brazos, y que todo había sido por pura frustración? Lo que la hizo recordar algo que le hizo que el pecho se sintiera un poco dolorido.

- Eso fue culpa mía, Divia.-

Ella casi perdió el aliento al escucharle. ¿Habría abierto el interruptor ese mental?

- ¿Culpa tuya? No, yo soy culpable de mis actos, nadie más. Y prefiero no hablar de ello.-

El ángel dejó caer su mano sobre la suya y ella respingó ante el contacto. Con dolor de cabeza y todo, el macho la seguía afectando y su cuerpo respondía instintivamente aunque su cabeza estuviera fuera de servicio momentáneamente.

- Es culpa de haberme acercado a ti. Los de mi raza podemos intensificar las sensaciones y los sentimientos de los mortales sin poder evitarlo. No es nuestra intención, pero a veces sucede.-

Alitas estaba acariciándole el dorso de la mano en el pulgar, relajándola y haciendo que su corazón volara a mil por hora. Ella rompió el contacto retirando su mano de repente, como si se hubiera quemado. Si el ángel seguía tocándola, ella se echaría a llorar, no podía estar encaprichada de alguien que ni siquiera la miraba como hembra. Y el contacto era lo primero que tenia que eliminar de la ecuación para no verse más afectada. Alitas la miró sorprendido por su reacción.

- ¿Evitas mi contacto?- Cerró los ojos como comprendiendo – Entiendo. No quiero molestarte más Divia.-

Alitas fue a levantarse de la cama, decidido a marcharse. Oh no, su voz sonaba afectada y ella se arrepintió enseguida de su reacción exagerada. De nuevo por impulso, alargó su mano y apretó la del ángel con fuerza, como alguien aprieta lo que lo sujeta a un punto importante de la existencia.

- No quiero que te vayas. Por favor, déjame explicarte.- Divia sintió que sí, que al final tendrían que hablar para dejar todas las cosas claras. Ella no era de las que huía de las eventualidades, intentaba siempre que podía encararlas.

Sabiendo que la reacción del ángel cambiaría para siempre con ella después de lo que iba a decirle, recogió todo el valor que pudo y se dispuso a hablar finalmente con él. Esconderse,no era una solución, encarar las cosas y asumir los resultados, eso si podía serlo.

- Siéntate otra vez, por favor y hablemos. Tienes razón, tenemos que hablar. Pero por favor, discúlpame. Esta maldita resaca no me deja pensar con claridad y mis reacciones no son las que debieran.

Divia observó al enorme macho sentarse de nuevo a su lado. Olía maravillosamente bien, y todo ese aroma a cedro y a sexo se le coló por la nariz y la hizo sentirse mas miserable que nunca. ¿Por qué no podía ser de otra manera y ser ella correspondida por aquella maravilla de ser? Porque era una maravilla. La había cuidado, atendido... se había comportado como un amigo y un perfecto caballero con ella, llevándosela cuando tenía que hacerlo, soportándola cuando no tenía porqué. Y ella solo pensaba en cómo sería tumbarlo sobre la cama y besarle como una loca.

Inspiró profundamente y se obligó a dejar de pensar en esa maravillosa imagen y concentrarse en lo otro importante que ella quería hacer. ¿Qué era? Ah sí. Declararle al ángel lo que sentía y dejarle bien claro que ya no lo sentiría más.

Alitas la miraba como te mira un hermano mayor, con amabilidad y compresión. Todo lo que ella no quería que hiciera.

-Alitas, no es que no quiera que me toques...bueno, sí, no quiero que me toques. Pero no es porque te odie, ni te tenga miedo, ni nada parecido. -

El ángel iba abrir la boca pero ella no le dejó continuar.

- No, por favor, déjame terminar y decir lo que tengo que decir sin parar. No sé si volveré a tener el valor suficiente para decirte esto en algún otro momento.-

Divia no le miraba a la cara, en esos momentos no podía. Y su cuerpo, de forma inconsciente, se recogió solo, y acabó hablando al ángel con las rodillas pegadas al pecho y mirando a la pared que había detrás de él. Respiró profundamente antes de hablar e ir a por todas.

- Desde que te vi en ese salón de billar me has fascinado. Y lo has sabido desde el principio, sin darle ningún tipo de importancia. Todo tú me maravillaba, me maravilla. Pero antes de anoche creía que eras angelical, del tipo ese angelical que está por encima de todo lo mortal.-

Divia empezó a sentir las mejillas colorarse. Y sintió la mirada del ángel sobre ella, pero prosiguió.

- No creí que pudieras relacionarte con nada mortal, por eso para mí eras como algo... platónico. Estaba bien que algo platónico quisiera hacer de mi hermano mayor.-

Se encogió de hombros y se decidió mirarlo ya de frente. Se encontró con la comprensión infinita de su mirada.

- Pero ayer noche vi que no era así. Vi que los de tu clase no sois tan “celestiales” como creí y dejaste de ser nada platónico para mí. Vi cómo tu amigo se comía con los ojos a la rubia y tú le seguías el juego. Para mí, te volviste muy real y muy...- Divia hizo una pausa para pensar en el adjetivo adecuado a lo que ella quería decir - ...muy carnal, Alitas. Sé que no debo sentir esas cosas por ti, pero no puedo evitarlo. Quizá sea porque eres la reencarnación de mis fantasías o porque hace más de un año que no tengo relación alguna con un macho, pero no te veo como mi amigo ni como mi hermano. Así que prefiero que no me toques porque no quiero sentir esas cosas por ti. -

Tragó saliva, por fin lo había dicho y prosiguió con su discurso, el corazón partiéndosele y Alitas solo la observaba en silencio.

-Deduzco que si tú las hubieras sentido en algún momento, yo ya me hubiera enterado, ya me lo habrías hecho saber...y no ha sido así. Así que no quiero provocar en ti ningún tipo de fastidio ni incomodidad. Sé lo que es que alguien te ronde estando prendado de ti y que tú no puedas sentir lo mismo por él. Y no me gusta que me tengan lástima. Así que creo que nuestra amistad tendría que ser...más a distancia. No te veo como mi amigo, Alitas. Es mejor que de momento no nos relacionemos mucho, por muy buenas intenciones que tengas conmigo y buenos consejos que tú puedas darme.-

Divia respiró aliviada al terminar y se preparó para lo peor. El ángel la miró profundamente y sonrió de forma cariñosa.

- Te agradezco que me hayas dicho todo eso Divia, pero ya lo sabía.- Divia se sorprendió y fue entonces el ángel, con su mano que la instó a que le dejara continuar a él.- Y continúo diciéndote que todo lo que crees que estás sintiendo es culpa mía, y que en cierto modo no es real. Magnifico tus sensaciones. Seguramente lo que dices que sientes, no hubiera pasado de una simple fascinación por algo tan maravilloso como soy yo, si no me hubiera acercado tanto a ti.-

Divia parpadeó un par de veces intentado procesar la información. Un segundo después abrió la boca perpleja.

- ¿Me estás diciendo que lo que siento aquí..?- se señaló el corazón - ¿y lo que siento en todo mi cuerpo cuando te veo, porque ni te imaginas lo excitada que me pones, es porque eres un ángel y provocas eso en la gente como yo? ¿Que no es real lo que siento?-

En ese momento, al ángel no le pareció tan buena idea haberle dicho a Divia la verdad. Quizás sencillamente hubiera tenido que aceptar aquella “confesión” y haber aceptado el alejamiento que Divia estaba pidiéndole de forma velada. Pero no, a él alejarse de ella no le parecía buena idea, de hecho le molestaba muchísimo solo pensarlo y más ahora que había caído en ciertos radares indeseables. Su protección era para él prioritaria.

Divia estaba de lo más confundida

- ¿ Cómo puedo saber entonces lo que es real de lo que no cuando estoy contigo? ¿Por eso ayer me puse tan...caliente? ¿Porque estaba con dos de vosotros? ¡Oh Dios! ¿Cómo puedo saber entonces la verdad de lo que siento?

- El amor que siente un corazón no se puede enmascarar ni magnificar, lo que siente un cuerpo sí. Me refiero a las sensaciones de tu cuerpo. Crees que sientes algo por mí, pero lo que sucede es que tu cuerpo siente algo por mí, y crees que tu corazón también.-

Divia le miró contrariada.

- Prueba eso, ¿cómo se puede diferenciar algo así? ¿Cómo puede mi corazón confundir el deseo de esa manera? He deseado a hombres antes...-

El ángel no sabía cómo aclarar la mente de Divia. Y simplemente se dejó llevar por un impulso. A veces había que llegar al límite para saber donde se encontraba uno mismo. Esperaba que después de lo que iba a hacer Divia no le pateara las pelotas.

Colocó su mano en la nuca de Divia, entrelazando sus cabellos en sus dedos y acercó su cara a la suya, posando sus labios sobre los de ella.

Al principio Divia se quedó estupefacta, sin saber qué hacer cuando vio el movimiento del ángel sobre ella. Nunca pensó que acabaría con sus labios sobre los suyos, iniciando el más dulce de los besos que le habían dado jamás. Pero al segundo, su cuerpo se dejó llevar y abrió su boca para él, recibiéndole con todo lo que tenía. Las sensaciones que sus labios hacían sobre los suyos eran mágicas. Se sorprendió por la suavidad de aquel toque, por la frescura de su aliento, por la dulzura del sabor de su piel.

El corazón se le disparó por la boca y la sangre de sus venas se inflamó. Entonces fue ella la que invadió su boca con su lengua queriendo más de lo que el ángel estaba solo presentándole. Ella convirtió un beso tentativo en un beso abrasador. Si en un principio el ángel pareció no responder a su invasión, luego sí lo hizo. Hasta que rompió la unión entre sus bocas de forma abrupta.

Ella estaba jadeando, mirándole a los ojos, él respiraba de forma tranquila y la observaba fijamente. Habló unos segundos después de que ambos se observaran el uno al otro como si el tiempo no existiera. Divia sentía la sangre palpitar en sus sienes, y no por la resaca, se sentía más viva que nunca y una chispa de esperanza inundó su alma.

- ¿Y bien? ¿Qué sientes?-

La pregunta del ángel la dejó KO. ¿Qué que sentía? Parpadeó un par de veces tratando de hacer exactamente eso, sentir y no procesar la pregunta que resultaba demasiado fríaa y analítica. Se sentía eufórica, con su sangre flameando en las venas, con el corazón que casi se le salía del pecho, con su cuerpo derritiéndose ante aquel breve contacto, y con unas ganas locas de tumbar al ángel en esa cama y empezar a montarlo.

También se sintió totalmente vacía, al ir asimilando el tono y la pregunta. No había sentimientos detrás de las palabras, tan solo una curiosidad científica ante lo que ella podía sentir en ese momento.

Maldita fuese, le había pedido una prueba y él se la había dado. Él cortó el silencio en la habitación.

- ¿Sientes esa unión inexorable entre un alma y otra, esa unión en que sabes que formas parte de otro y el otro forma parte de ti mismo... o sientes todo tu cuerpo a punto de explotar porque quieres tener sexo conmigo?-

Divia quería morirse ante tamaña revelación. Quería sexo, mucho sexo con ese maravilloso cuerpo que tenía a menos de unos centímetros de distancia, pero no estaba segura de distinguir su lujuria de eso de lo que estaba hablando su Alitas. De hecho, se dio cuenta de que jamás en la vida había sentido algo así como él describía. Pero algo en sus entrañas le decía que estaba más cercano de lo que pensaba.

- Eso de lo que hablas es … ¿amor, amor verdadero?-

El ángel sonrió complacido asintiendo con la cabeza.

- Eso es amor verdadero. Y si lo preguntas, es que no lo has sentido aún, porque si lo hubieras hecho...no habría duda en ti- . Ella tragó saliva y se dio cuenta que el ángel no habia sentido eso con ella. Con una cara de lo más extraña, él se pasó la mano por la melena larga y se peinó el pelo hacia atrás dejando visible su hermoso rostro. - Lo que hay entre tú y yo, es tensión sexual simplemente Divia. Nada más. Podríamos ceder a ella, y podríamos tener una maravillosa sesión de sexo o incluso muchísimas más.-

¡Oh por favor!, a Divia se le encogieron hasta los dedos de los pies de placer pensando en algo semejante con aquel espécimen de macho. ¿Por qué tenía que ser tan sincero y tan gráfico?

- Pero el sexo sin amor es vacío a la larga y la relación tan limpia que tenemos terminaría empañándose. Creo que podemos tener más futuro como amigos, que como amantes.-

Divia se lo quedó mirando sin saber muy bien qué pensar con el corazón en un puño.

- ¿Por qué te intereso tanto yo como amiga? No lo entiendo. Solo me conoces desde hace dos días.-

El ángel pareció sopesar la respuesta antes de responder.

- Eres especial Divia, mucho más de lo que imaginas Tienes un espíritu que merece la pena conocer, y una pasión por la vida contagiosa. Me apetece ser tu amigo, creo que podemos ganar mucho el uno con el otro. Pero eso siempre que tú quieras, por supuesto.-

Divia se rindió ante la evidencia y comprendió que debía ceder ante la argumentación del ángel. No podía forzarle a que sintiera nada más que atracción sexual por ella. A ella también le apetecía tenerlo a él como amigo. Pero antes de establecer una relación exclusivamente de amistad entre ellos dos, Divia consideró oportuno hacer una aclaración.

- Quiero ser tu amiga, Alitas...pero prométeme que si decides tener sexo salvaje vacío de ese que tú dices, en algún momento pensarás en mí primero. Esta tensión sexual que hay entre tú y yo es muy, muy intensa, y si la dejáramos liberarse quizá nos sorprenderíamos del resultado.-

El ángel se sorprendió por aquel argumento que rozaba la verdad escandalosamente, le hizo pensar en cual especial era en verdad aquella hembra. Sonrió afablemente antes de responder llevándose la mano al pecho.

- Por supuesto que sí.- Estaba sonriendo divertido.- Si en algún momento decido tener sexo salvaje vacío - enarcó una ceja al decirlo enmarcando cada palabra- pensaré en ti primero para disfrutar de ello.-

La cara de resignación de la hembra dejó al ángel satisfecho, pero por dentro la ansiedad lo estaba taladrando. Nunca le diría a Divia ni reconocería a si mismo lo que había sentido cuando la había besado. El inicio de una conexión que sabía que si dejaba que surgiera, se convertiría en algo tremendamente importante para ambos.

Pero era mejor así, poner distancia prudencial entre los dos. No podía traicionar de esa manera un recuerdo del pasado, un recuerdo que lo llenaba día a día y que era suficiente para él por el resto de su existencia. Solo de pensarlo se sentía...¿asustado? Un golpe en la puerta de la habitación lo sacó de sus pensamientos e hizo que la hembra respingara en la cama.

- ¡¡Virgen Santa!! ¡¡Mis tareas!! ¡¡Tenía que haber empezado a hacerlas al alba!!-

Divia iba a saltar de la cama cuando el ángel, la detuvo sujetándola por la muñeca.

- No te preocupes. Alguien se preocupa por ti y se ofreció esta mañana a hacer tu trabajo a tu tío. Está todo controlado.-

Divia frunció el ceño sorprendidísima.

- ¿Hiciste tú mi trabajo?

El ángel se rió. Necesitaba hacerlo, soltar tensión de alguna manera a los momentos previos a la interrupción que habían tenido.

- No, no fui yo. Fue un doggen llamado Tom, que cuando me vio llegar contigo dormida en brazos corrió enseguida a ofrecerse a tu tío para que nadie te molestara.-

Divia no sabía qué responder y no pudo hacerlo al oír el segundo par de golpes en la puerta. Divia miró extrañada al ángel y se dirigió a abrir la puerta segura de encontrar ahí a su tío con cara de pocos amigos. No se dio cuenta que el ángel se volvía invisible nada más abrir ella.

No era su tío, era un doggen joven, de su misma edad en apariencia, enfundado en un mono azul de trabajo, sucio, que la miraba sonriendo con algo en las manos.

- ¿Cómo te encuentras Divia? Te traje algo para desayunar. -

Divia observó al doggen y al principio no recordó quien era. La verdad era que ella no se relacionaba mucho con los otros miembros del equipo de su tío, y aunque le habían presentado a todos, no había hecho mucho porque su memoria retuviera ni el nombre ni el rostro de muchos de ellos.

Parpadeó un par de veces y dedujo que ese tenía que ser Tom.

- ¿Te conozco?-

El joven doggen dejó entrever ligeramente su decepción ante la pregunta de Divia y le tendió una bandeja cubierta con un pañuelo rojo de seda. Había una flor decorando la bandeja.

- Nos presentaron el primer día que llegaste, hace un par de meses. Creí que te acordarías de mí.-

Divia le miró de arriba abajo y entonces le recordó, pero muy vagamente. Si su memoria no se equivocaba, solo le había visto una vez.

- Te vi en mi presentación, pero luego no me parece haberte visto de nuevo ¿cierto?

Al macho joven parecieron brillarle los ojos ante la pregunta mientras ella recogía la bandeja que le tendía.

- No, tuve que marcharme para resolver unos asuntos familiares. No tuvimos oportunidad de conocernos. Regresé hace dos días. -

Divia le observaba muy curiosa. Tom la miraba ahora con cierta luz en su rostro. Era un doggen alto, más que ella, de anchos hombros y fuertes brazos, seguramente fruto del trabajo diario. Llevaba su pelo negro largo recogido en una cola de caballo y... llevaba los ojos delineados en negro. Ella sonrió encantada ante aquella singularidad.

- Tendremos que remediar eso. -

Él la observó cargar la bandeja.

- Podía habértela dejado en tu mesa.-

Dijo él mirando hacia el interior de su habitación. Divia se puso un poco nerviosa, porque si Tom  miraba hacia adentro, seguro que vería al ángel y todo serían habladurías. Ella usó su cuerpo para dificultar la visión del interior de la habitación al joven doggen. Él abrió los ojos como platos.

- ¿Tienes una guitarra?-

Ella giró extrañada  un momento hacia el interior de la habitación,  porque eso era lo último que esperaba que le preguntara. Y no vio a nadie en ella, a excepción de sus cosas, entre ellas su chica, su Fender Jaguar que  iba con ella a todas partes. Y le extrañó no ver ni rastro de Alitas. Se encogió de hombros mentalmente, el ángel debió usar sus poderes para irse sin ser visto. Eso la dejó más tranquila y relajada ante la visita de Tom. Decidió concentrarse mejor  en la conversación que estaban teniendo.

- Sí. Ésa es mi chica, una Fender.-

- ¡WOW! - Exclamó él maravillado.- ¿Tocas la guitarra? Formo parte de un grupo de la ciudad. Nos reunimos los viernes por la noche. Y se nos ha ido el guitarra hace una semana. Yo toco el bajo.-

Divia le sonrió de oreja a oreja al doggen. ¿Donde había estado metido este macho desde que ella había llegado a la mansión? La embargó una especie de gratitud y simpatía desconocida.

- Gracias por realizar mis tareas hasta ahora. Comeré un poco y me reincorporaré a ellas enseguida. No quiero que te molestes más por hoy. Has sido muy amable.-  Él sonrió aún más que antes. ¿Era posible que alguien tuviera una sonrisa tan agradable?

- No tengas prisa. Hice todo lo que tenías que hacer hasta las dos. Hoy es mi día libre así que no me he retrasado en las mías para nada.- Ella se quedó boquiabierta.

- No sé qué decir...¿gracias? No tenías porqué hacerlo, eres realmente sorprendente.-

- Los jóvenes en esta casa debemos apoyarnos mutuamente, si queremos ser algo más que doggens. Si quieres agradecérmelo de alguna manera, vente conmigo el viernes y tráete a tu chica, la fender. Será un placer escucharte.-

Divia sintió que su corazón daba un vuelco y su estómago le acompañaba.¿ Lo que estaba sucediendo en ese momento era real? ¿ No era algún tipo de alucinación inducida por la resaca?  ¿ Como podía alguien como Tom aparecer en el momento justo?  Y entonces se dio cuenta en los maravillosos ojos verdes que tenía Tom. Y en que no dejaba de observarla fascinado.

En ese momento también se hizo consciente de  que había pasado por alto muchas cosas desde que había llegado a la mansión enfrascada en su propia autocompasión.

Continua en " Cuidado con lo que deseas"

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