sábado, 6 de abril de 2013

Despliega tus alas.Parte 5. Sin control.






Divia no iba a esperar un milagro que no vendría. Siempre había sido una hembra realista, y aunque ahora tuviera delante de ella a dos ángeles, no creía en los milagros. Así que decidió tirarse a la espalda toda preocupación que pudiera tener y ser constructiva.

Los hechos eran que  esos dos engendros de lo que fuera, la habían puesto a mil, y que no iba a poder descargar ningún tipo de energía sexual con ellos así que, si quería aprovechar la noche, tenía que mirar hacia otro lado y desplegar sus armas de mujer.

Se quitó la cazadora y agradeció el que esa noche hubiera tenido  un poco más de hormonas que de sesera antes de encontrarse con  Alitas, porque se le había ocurrido ponerse ese maravilloso corsé que le regaló hacía unos meses una de sus mejores amigas en Inglaterra,  y que llevaba debajo de la camiseta de tirantes holgada de otro de sus grupos favoritos, Devin Townsend. ¡Qué ilusa había sido al ponerse la prenda de encaje y vinilo,  pensando que quizá el ángel  se le ocurría mirarla más como hembra que como Divia.!


  No iba a darle más vueltas, los hechos eran los hechos.  Como futura científica el análisis de las cosas era y sería lo que primaría en su vida.



Se levantó y fue hacia el servicio más cercano, que estaba casualmente a unos diez metros de donde ella estaba sentada.

Ya allí , se quitó la cazadora y la camiseta  y se observó en el espejo. No era tan fea, por favor. Era...del montón. Alta y desgarbada, con el pelo  oscuro a mechas azules, nada frágil, de piel blanca.  El corsé  llevaba tirantes, gracias a  Dios y elevaba sus pechos bastante,  así que parecía que aún tenía más de lo que la naturaleza le había dado.Pero le dio igual. Por la Virgen  que esa noche iba a liarse con algún macho humano  y descargar toda esa energía sexual que tenía atravesada o dejaría de llamarse Divia.

Se recolocó los pechos en la prenda que le estaba como un guante y elevaba su feminidad  y se atusó y peinó el pelo con los dedos. Su maquillaje no necesitaba retoques, la línea negra que delimitaba sus párpados y ensalzaba el azul de sus ojos estaba intacta.

Benditos waterproofs y maquillajes casi permanentes. Costaban un pico,  pero luego lo amortizabas.

Hizo lo que no hacía casí nunca, se retocó el lápiz de labios  y se pellizcó las mejillas. Mientras realizaba el procedimiento, una humana , con ropa realmente cara y ajustada a su cuerpo plagado de curvas, que parecía sacada de un anuncio de moda  o de la revista Hustler según se mirase la parte de arriba o de abajo del vestido, se colocó a su lado en el espejo y  le sonrió amablemente.

 Divia  se limitó a  devolver la sonrisa un poco forzada y seguir con su  procedimiento de chapa y pintura. A través del reflejo del espejo, abrió los ojos como platos ante la talla de sujetador de la humana, que debía ser el doble que la suya propia, y ya era decir. ¿Cómo narices debía  hacer esa chica para poder hacer deporte,  o moverse, o verse el ombligo? Con lo que le molestaban a ella las suyas visiblemente más pequeñas. Ya, es cierto que había gente para todo.  La mujer la  estuvo observando un rato  de de reojo también, a través del reflejo, sin decir nada hasta que al final abrió la boca con una sonrisa de lo más extraña.

- Esos piercings que llevas ¡¡son geniales!!-

 Divia se fijó mejor en la que le hablaba.  La humana era morena, explosiva, de esas que hacen que todo bicho viviente se girase a observarla. Llevaba un vestido que dejaba muy poco para la imaginación,  que complementaba con unos zapatos de tacón de aguja que le estilizaban la figura y que seguramente si Divia alguna vez se los ponía, se caería de bruces con ellos. Una preciosidad vamos.

Divia se comparó y fue una mala idea. Aparte del corsé con tirantes, el resto de su ropa no era nada femenina, llevaba unos pantalones vaqueros negros y unos botines de piel  a juego con un tacón nada vertiginoso, más cercano a plano que otra cosa. Nada más. 

- ¿Perdón?- preguntó. Menos mal que su cerebro sabía a veces responder en modo automático.

- Sí, son geniales. Te dan un aspecto  increíble  Y ese top que llevas. WOW. Me encanta. - La humana extendió su mano en forma de saludo.- Me llamo Carla. Y es un placer ver alguien auténtico en este local.-

A Divia se le encendieron todas las alarmas en la cabeza. Esa sonrisa, ¿iba encaminada a seducirla, engatusarla o la usaba siempre la hembra esa?

- ¿Te estás quedando conmigo? Digo ¿ riendo de mí? - Miró la mano que le ofrecía y que decidió que no iba a apretar. Sus instintos le estaban diciendo que se alejara de esa mujer lo mas rápido posible. La chica pareció perpleja ante la pregunta de Divia y levantó las cejas como ofendida ante su negativa. Retiró la mano y  fingió que se quitaba alguna miga o pelusa del vestido.

- No, claro que no.- Se miró al espejo arreglándose el pelo y buscando en su minúsculo bolso el maquillaje.- ¿Nunca te dicen cosas agradables o qué?

Divia  estaba más que desconcertada ante aquella mujer, que parecía humana... pero que al mismo tiempo le provocaba un escalofrío por la columna vertebral que no entendía. Olía raro, bien, pero raro. A perfume caro recargado.

- Pues no. Y menos mujeres como tú. -

Divia no quiso parecer ni educada ni cordial, simplemente  verbalizó lo que sentía.

- ¿Mujeres como yo? - La que se hacía llamar Carla se atusó el pelo y frunció los labios frente al espejo mientras se ponía el lápiz de labios. - Te referirás a mujeres en general. Quise ser amable con alguien como tú, tan básico... pero veo que la educación no es tu fuerte. Y  fui sincera con lo de los piercings, son geniales. Y el top también . El resto... deja mucho que desear.-

Divia  entrecerró los ojos. ¿La mujer quería guerra? ¡Oh! Ella era experta en batalla dialéctica y más con una barbie tonta como aquella.

- ¿De verdad crees que me importa o afecta lo que tú pienses o digas? No te conozco de nada.-

- Pues debería importarte.  Porque lo que yo pienso es lo que piensa la mayoría de gente, y la verdad chica...- la mujer se giró hacia Divia mirándola de arriba a abajo.- Agradezco que mujeres como tú vengan al club, me lo ponéis mucho más fácil todo.-  Divia no sabía si abofetear a la imbécil que tenía delante o de verdad, partirse de risa  de ella.

Optó por lo segundo. No pudo controlarse las ganas de reír. La morena llamada Carla la miró con los ojos entrecerrados molesta por quella reacción.

 - ¿Te estás riendo de mí?

Divia intentó controlar la risa , pero no pudo.

- Por supuesto que me estoy riendo de ti. Estás perdiendo tu tiempo conmigo  haciéndome creer lo poco  mujer que soy en el baño de un club. Eso solo lo hacen las desesperadas. -

Divia se alzó en toda su altura ante la hembra que tampoco era baja, encarándola y mirándole directamente a los ojos.

- Si tan poca  importancia creyeras que tengo realmente, ni siquiera me estarías hablando. No sé a qué juegas, ni cual es tu objetivo pero mantente alejada de mí.  ¿Entiendes? -  Divia elevó una ceja enseñándole su puño. – O te demostraré lo poco femenina que puedo llegar a ser y la razón que en verdad tienes.-

La morena miró el puño de Divia, la miró a la cara pero no se asustó ni un poquito. Lo que pareció fue desconcertad.

- ¿Me niegas? ¿Y en voz alta?- La morena se encogió de hombros, la furia desapareciendo de su rostro. -  Me gusta tu estilo pero  eres demasiado brillante para mí, y los esfuerzos que tendría que poner contigo no me valen la pena. Creí que serías fácil de atraer, pero me equivoqué. -

 Divia no entendía una sola palabra de lo que le estaba diciendo la morena. Y entendió menos cuando aquella se abalanzó sobre ella y tuvo que esquivarla dando un paso a atrás. No sabía porqué pero algo le decía de su interior que no se dejara tocar por aquella mujer. La morena se limitó a retroceder ante la negativa total de Divia a establecer ningún tipo de contacto.

- ¡Mierda! Eres demasiado lista. - Carla avanzó hacia la puerta haciendo repiquetear sus tacones en el linóleo. Antes de salir, le dijo a una más que desconcertada Divia. - Quizá algún día valgas la pena el esfuerzo, pero ahora, no. Además, hay otras maneras de hacerte caer. - Y le lanzó un beso antes de desaparecer por la puerta.

Divia parpadeó un par de veces para saber si estaba despierta o no, miró a su alrededor para verificar que aquello  de verdad había sucedido.

Después de unos segundos, optó por olvidar el incidente y salir ya del servicio. La morena la había atrasado, así que plegó su camiseta y la puso en el bolsillo interior de la chaqueta y colocándose la chaqueta en el brazo, salió del baño  muy motivada. Si la morena se creía que iba a afectarle, iba lista. Le había subido la autoestima.

Cuando salió del baño no esperaba ver lo que se encontró. El reservado en el que ella  había estado esperando, aún seguía vacío con lo concurrido del local, y los ángeles, muy enfrascados en su conversación con la rubia recauchutada.

Cerró los ojos y decidió ignorar a sus amigos y aprovechar la oportunidad de volver al mismo reservado . Cerca de ella pasó oportunamente una camarera cuando iba a sentarse,  y le pidió  un vodka con limón. Con lo que había visto, si tenía que esperar  las cervezas de los dos de la barra, se haría de día de nuevo y aún estaría esperando. La camarera asintió y le comentó que en un minuto le traía la bebida.

Divia al final se  sentó y echó un vistazo a su alrededor. La gente iba y venía y se movía de un lado a otro. Nada que fuera de su interés en su campo visual. La camarera cumplió y el vodka estuvo en su mesa en unos minutos. Los ángeles, ausentes por supuesto, hablando con la rubia recauchutada en la barra.

¡Hombres! Daba igual la raza, todos eran iguales.

Se bebió casi de un trago el contenido del vaso de tubo con la esperanza de que el alcohol la calmara. Como doggen, el alcohol no le afectaba tanto como a los humanos, pero también recordó después de sentir la garganta quemando, que no había cenado y que tenía el estómago vacío. La camarera volvió a pasar por su mesa y Divia le pidió otro. La camarera sonrió y  asintió largándose a por su bebida.

Suspiró y una voz la hizo saltar del asiento.

- ¿Aburrida? -

Giró la cabeza hacia la voz. Un  hombre de mediana edad   la estaba observando  con una sonrisa divertida en los labios. En sus manos llevaba un vaso de tubo con bebida a medio beber. El humano la miraba desde su metro ochenta por lo menos, de pie,  mientras la repasaba  con la mirada y se perdía en su escote. No era mala pesca, no. El humano llevaba un rolex de oro en su mano izquierda y el pelo  bien arreglado, bien cortado,  llevando un traje de marca que seguro ella no podía pagar ni en diez años. Y era atractivo, muy atractivo con unos ojos penetrantes marrones que te hacían olvidarte de tu nombre si te miraban como la estaban mirando a ella.

 No iba a espantarle, ¿quien sabe si tendría otra oportunidad como esa?

- Un poco. Me han dejado sola y la verdad, preferiría no estarlo.-

Se sorprendió a sí misma decir aquello. Esa no era Divia...ese era el demonio de la lujuria que la había poseído finalmente.

Divia le devolvió la mirada al hombre  y deslizó sus ojos por su cuerpo. Bien formado y  tonificado, con hombros anchos. A saber lo que había debajo de esa camisa negra de seda que le quedaba tan bien.

¿Desde cuándo ella miraba a los tipos de su clase? Pues desde el momento que ellos la miraban como lo estaba haciendo él. Pensó en como se le humedecerían las bragas si seguía mirándola de esa manera.

¡ Madre mia!  ¿Esa era ella pensando de una manera tan vulgar? ¡Dios mío! Entre los ángeles y aquel humano, pronto necesitaría lanzarse al río para sobreponerse a la calentura.

El humano elevó una de sus cejas más divertido aún, seguro que por su cara de boba total.

- ¿Eso es una invitación?

Divia  estiró su espalda un poco, lo justo para que el hombre viera mejor lo que no perdía  de vista. Le tendió una mano señalando e invitándolo  al asiento del reservado.

- Espero que lo parezca, porque lo es. No se me da muy bien esto de ligar en clubes, así que me estoy esforzando al máximo para que lo parezca.-

El humano soltó una carcajada bien sonora y enseguida avanzó  hacia ella, sentándose a su lado. Divia casi no tuvo tiempo de repensárselo, el hombre ya estaba  sentado y devorándola con los ojos.

- Se te da bien,  no lo dudes.-

Parecía simpático. Alargó su mano ante ella para presentarse.

- Soy Chris. Encantado de conocerte.- Dejó el espacio necesario para que ella continuara con aquella conversación. En aquel momento llegó la camarera con el siguiente Vodka. Divia la observó marcharse antes de volver su atención hacia Chris.

- Mi nombre es Divia.- Ignoró decirle cómo se apellidaba, un apellido falso para estar entre los humanos,  porque él había ignorado también decírselo. Todo iba a ser anónimo y ella estaba prefiriéndolo.

 Fue a estrecharle la mano, pero Chris enseguida la recogió suavemente y puso el dorso de su mano en sus labios, besándolos y dejando a ella estupefacta.

Mierda, ¿otro cavernícola del siglo pasado? Vivía entre ellos y los aborrecía.

 Ella respiró profundamente y centró su atención en el cuerpo del macho, y por fin vio algo que le mereció la pena todo aquel esfuerzo nocturno: un enorme bulto en la entrepierna. Menos mal que al menos estaba bien dotado. Podía pasar por alto que fuera un cromagnon, con taparle la boca en el momento preciso bastaba, pero no podía crear carne donde no la había. Y para jugar con juguetes, jugaba ella sola. Él no pareció darse cuenta de la cierta incomodidad por su gesto. Bueno, menos daba una piedra pensó Divia. Y se lanzó en una conversación de lo más estúpida e intrascendente decidida a  conseguir ligárselo esa noche.



***********************


El ángel estaba de lo más entretenido viendo a su viejo amigo intimar con la rubia. Él no era como su colega caído, su corazón había pertenecido a una sola hembra y no concebía el sexo por el sexo. Todo lo contrario al tipo que ahora intentaba meterse entre las piernas de la rubia. Y que lo estaba consiguiendo.

La mujer había olvidado en su fascinación,  que había venido con su acompañante, que la estaba esperando en el fondo del club. Ella estaba más  entretenida con ellos que con su pareja. Más bien con su rubio amigo. La mujer se insinuaba a los dos, pero solo el rubio completo le respondía, él se limitaba a sonreír, reír por algún comentario gracioso y mantener el tipo.


Estaban tardando demasiado y ellos habían ido a por unas cervezas.

¡Las cervezas! Joder.

Divia debía estar ya dormida en el reservado que habían escogido al llegar, aburrida de esperarles. Con lo que le había costado  a él conectar de nuevo con la hembra después de su intento de hermano mayor.

Se dio la vuelta para confirmar que todo iba bien con Divia y se quedó lívido cuando la vio hablando animadamente en el reservado...con uno que no debía estar hablando.

 Había estado tan absorto  intentando levantarle el ánimo a su colega,  que había descuidado la seguridad de Divia.

La piel se le erizó en el momento que centró su atención en el acompañante inesperado. Divia no podría ver su verdadera naturaleza pero él sí podía. El hombre que estaba con Divia llevaba la mancha inequívoca de aquella con la que su colega estaba luchando, una guerra en la que a él no le estaba permitido entrar ni participar,  pero que de golpe había llamado a su puerta.

Dejó decidido  a su amigo solo en la barra con la rubia y fue directo hacia el reservado.

 Mierda ,no. Su Divia, no, su Divia no debía ser tocada por semejante  engendro. Y sí, era su Divia, su niña, su protegida.

 Le dio igual si su colega se quedaba atrás, se iba a  los lavabos a tirarse a la rubia o se decidía a seguirle. Su prioridad era Divia y la cosa no pintaba nada bien.

Se dirigió a grandes zancadas hacia la pareja  y maldita fuera, ya estaba viendo al hombre acariciar a Divia  en el cuello, por debajo de su melena  y sus labios se estaban ya devorando  los de la doggen. Y abrió los ojos aún más cuando vio la mano de Divia en la entrepierna del macho.

¡Joder! ¿Cuánto tiempo se había ausentado en esa barra? ¡¡Madre de dios!!  ¿Y desde cuándo Divia era tan descarada? Los ojos se  fueron a la mesa y vio en ella cuatro vasos vacíos. Alcohol. Esa era la respuesta.

Carraspeó en alto al llegar al reservado, quedándose de pie y esperando que la pareja dejara de acariciarse.

Pero le ignoraban. El hombre ya tenía su lengua en la campanilla de su amiga y ella se había movilizado y estaba ya casi sentada sobre él. Menos mal que la hembra llevaba pantalones, porque si  hubiera llevado falda, los dedos del tipo estarían ya dentro de ella.

- Divia...- intentó primero acaparar la atención  con un tono de voz medianamente bajo. No le hicieron ni caso.

 - Divia.-

Aumentó el tono y el volumen pero siguieron ignorándole. Divia ya estaba a horcajadas sobre el  tipo siendo ella la que invadía su boca ahora. La visión de la hembra sobre el hombre le hizo sentir de repente con ganas de reventar la  mesa que tenia enfrente.

 - ¡ Divia! -

Gritó más alto y por fin ella se giró hacia él sobresaltada. Los ojos de la hembra estaban nebulosos, oscuros por el deseo y la lujuria. ¡Maldita fuese!  Los demonios eran muy eficaces cuando querían.

Al girarse ella,  dejó la cara del hombre visible para él y vio su mirada y  la sonrisa torcida triunfal que le dirigía. No era un demonio, pero sí tenia una parte de su alma totalmente infectada.

- ¿Qué? - respondió ella de mala manera echándose el pelo hacia atrás. - Estoy ocupada, ¿no lo ves?-

Joder. La voz de Divia dejaba claramente ver que estaba medio ebria.  ¿Se habría tomado las  copas ella solita?

- Divia, deberías...-

- No me digas lo que debo hacer.- Le señaló con un dedo  y luego se recolocó el corsé que estaba apenas cubriendo sus pechos. El hombre se veía que los había manoseado. Al ángel se le fueron los ojos hacia aquel generoso escote. ¿Cómo había aparecido ahí esa prenda? En medio segundo volvió a centrar su atención  en lo verdaderamente importante. Ya no le habló a ella, directamente se dirigió al hombre.

- Déjala ir y vete. No te quiero cerca de ella.-

El ángel estaba usando toda su energía mística para meterse en la cabeza de ese tipo y luchar contra el influjo contaminante que estaba dirigiendo sus actos. Su cabeza era un árido desierto de mierda y sinrazón, pero no se detuvo ahí... se metió de lleno en su psique para forzar la situación y hacer que el tipo se alejara.

Le costó energía y esfuerzos pero al final el tipo perdió de golpe su sonrisa y quitó de un empujón a Divia de encima. Ella protestó con un grito perdiendo el equilibrio  y sentándose de golpe en el asiento de lado, pero el hombre se levantó sin inmutarse y se alisó el traje de arrugas. Primero se dirigió a Divia que miraba la escena estupefacta.

- Lo siento preciosa, pero este tipo me cortará las pelotas si no obedezco y de momento, las quiero en su sitio.-

Le lanzó un beso mudo a la hembra y  se dispuso a marcharse. Cuando pasó cerca del ángel, se detuvo un solo segundo encarándole fijamente.

- No  deberías haberte metido  en medio. No es tu guerra. Esto lo acabarás pagando.- La voz del hombre  era oscura,  recia, seca.

- Ella no es vuestra.  No es humana. No tenéis ningún derecho a acercaros. Al meterla a  ella,  me habéis metido a mí. Está  fuera de vuestra jurisdicción.  -

El hombre  de repente pareció darse cuenta de la gravedad del asunto girándose hacia Divia que los observaba intentando sentarse en el asiento  y comprender que estaba sucediendo. Estaba visiblemente borracha, con movimientos más bien torpes. El hombre se volvió de nuevo hacia el ángel.

- Ella dijo que tenía que hacerlo, que estaba permitido acercarme a ella, que había nuevas reglas.-

- Ella te mintió. -

La gravedad con la que respondió fue suficiente para el humano.El hombre  asintió asustado y se fue.

Y el ángel respiró tranquilo por fin. Divia se levantó de repente del sillón, habiendo recuperado su compostura un poco y le miró fijamente a los ojos, muy, muy enfadada.

- ¿Pero quien te has creído que eres  para interrumpirme así cuando me estoy divirtiendo por fin en esta jodida noche?-

El dedo índice de la hembra empezó a darle golpecitos en el pecho.

- ¿Eh? ¿Quien cojones te crees que eres?-

- Divia...estás borracha.-

- ¿Borracha?  Lo que  estoy es más lúcida que nunca. Y te veo -

Se levantó de puntillas, intentando ser amenazante para alcanzar la altura de los ojos del ángel . Perdió el equilibrio al hacerlo y él la sujetó por la cintura para que no se cayera. Ella se quedó unos segundos perdida en esas gafas que no se quitaba hasta que recordó porqué estaba enfadada con él. Se revolvió empujándole con sus manos en los hombros.

- ¡Suéltame de una puta vez, joder! ¿Qué pretendes? ¿Ponerme tan cachonda que luego tenga que gastarle todas las pilas al consolador? Si fueras una tía, habría un nombre para lo que eres... ¡una calienta pollas!  Mejor llamarte por lo que eres, ¡un calientaco...! -

Él chasqueó los dedos  horrorizado por el lenguaje que estaba eligiendo Divia en esas circunstancias. Y  de repente Divia se quedó sin voz.  Al ángel le dolió en el alma usar así alguno de sus poderes, pero Divia iba a soltar por  aquella  boca cosas de las que luego se arrepentiría. Ella ya había estado gritando y los de alrededor ya habían empezado a interesarse por el alboroto. Algo que no les convenía en  nada. Podía extender su invisibilidad pero ya habían sido vistos por la mayoría.

Divia se llevó la mano a la boca  y a la garganta indignada y con odio en los ojos. Los entrecerró taladrándolo  y en medio segundo sus puños se levantaron y fueron directos hacia la cara del  ángel,  pero a él le  fue muy fácil  esquivarlos  porque los movimientos de la hembra no eran nada coordinados.

Él,  resignado, le dio la vuelta de un solo movimiento, empujándola, colocándola de espaldas a él, y sin ningún esfuerzo le sujetó ambas manos por las muñecas. Ella empezó a retorcerse pero no era rival para él.

La hizo moverse hacia el reservado, empujándola con firmeza haciéndola avanzar y sintiendo cómo ella protestaba de forma muda, gesticulando con la boca. Le habría quitado la voz, y bloqueado sus pensamientos,  pero era inconfundible que ella estaba acordándose de todos sus antepasados y más ancestros conocidos.

Recogió su chaqueta y la encaminó en la misma posición hacia la salida, empujándola y sujetándola desde atrás. Ella se resistió durante todo el trayecto, y apenas levantaron miradas a  su paso, la gente estaba más  que enfrascada en sus asuntos que nunca.

Solo hubo una presencia que sí les miró cuando pasaron cerca de ella. Una morena exuberante que le miró riendo y guiñándole un ojo.

Se puso enfermo.

¿Cómo no la había detectado antes? Le lanzó un aviso mental a su compañero y salió lo más rápido posible del local.

Tenía que llevarse a Divia lo más lejos posible de aquel lugar.


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