viernes, 17 de mayo de 2013

"Amar en tiempos de crisis". Capítulo 4.





Capítulo 4.

Cuando era una cría, era un lujo subir al terrado de casa y observar el verde paisaje. Pero ahora no era así. Miré a mi alrededor, solo había bloques grises y blancos.
Además, mi cabeza estaba hecha un lío desde la conversación con Alex.
Él creía que yo sentía algo por el fiscal. Tenía razón. Sentía odio y repulsión. El sonido del móvil vibrando me sacó de mi sueño.
- Rosbert, ¿quien habla?

Después de unos segundos, al otro lado, solo se oía una leve respiración, pasó otro segundo y un estremecimiento recorrió mi columna nada más escuchar su voz.

- Entrega a Helena. Eres mía pequeña zorra. Disfruta de las fotos, querida.

Colgó. Tomé aire desesperadamente. Por suerte estaba sentada, porque de no haber sido así me habría caído. Ahora sí que estaba... jodida.



***

Tenía que hacerlo. Mi mirada se dirigió al cartel, ocupaba la puerta del edificio, el cual en letras rojas se leía "Bufete Abogados LW". Ahí trabajaba yo. En la entrada, la guardia, como todos los días, me registró y me dejó pasar a mi despacho. Cogó el unico papel que me quedaba y toqué la puerta de mi jefe.

- Adelante - la ronca voz de Leo Gavela, italiano de nacimiento, sin duda, sonrió cuando entré en su campo de visión -. Allyson, contigo quería hablar. Hiciste un estupendo trabajo. Reconozco que al principio tenía mis dudas, pero fue increíble. Vencer en un caso a Michael Discort. Todos nos sorprendimos al saber que la jueza era la novia del hermano del asesinado. ¡Será zorra! - él siguió balbuceando cosas y al final se calló, cuando le extendí el papel -. ¿Qué se supone que es esto, cariño?

- He venido solo por eso, Leo. Ha sido un placer trabajar con vosotros, pero no puedo seguir. Lo siento, de verdad. – Salí huyendo y me encerré en un baño a relajarme. Mi respiración era entrecortada.

Cuando por fin me tranquilicé, en frente de mi antiguo empleo se encontraba el otro colegio de abogados del estado, "Buffete Abogados Nacionales". Adam Thorne era mi amigo desde que éramos niños, aunque la última vez que le vi fue cuando tenía nueve años.

El recorrido de la entrada al despacho era el mismo, pero el sistema de distribución era muy… raro.

Despacho número 431, es decir, 4ª planta, 3ª zona, primer despacho. Cuando llegué toqué la puerta suavemente con mis nudillos, me abrió la puerta y me quedé boquiabierta. Él era hermoso. Mucho más de lo que recordaba. Adam me miró de arriba abajo y sonrió de lado.

- Has cambiado mucho, gatita. Para bien sin duda. – Su rostro cambió, pasó de su sonrisa a estar serio -. Pero no creo que hayas venido para eso. Sé que no recurres a ayuda normalmente. Debe ser algo grave. ¿No?

- Yo… Tengo un problema, Adam. No sabía a quien más recurrir… - respiré hondo y solté todo lo que llevaba dentro desde los diez años, a este hombre alto de 1.80, rubio y de ojos marrones verdosos. Iba a ser una larga tarde.

* * *

Estaba sollozando. No había aguantado más. Adam me agarraba fuerte, consolándome, sobre su regazo. Se lo había contado todo. Todo. Sin perder detalle. Como aquel día de instituto a la hora de comer, cuando dos profesores se pusieron a tocar la guitarra y a cantar juntos, al unísono mientras su café se enfriaba. Realmente echaba de menos aquella época en la que todos los días eran así. Sus baladas románticas y ambientales que tenían algo de pop y rock. Me lamenté cuando esa etapa desapareció de mi vida. Nada era igual.
Tan absorta estaba en mis pensamientos, que no me di cuenta de que alguien había entrado en el despacho de Adam. Levanté la cabeza del pecho de mi amigo y miré a los ojos del visitante.

- ¿No ves que estoy en una importante reunión? ¿Qué coño haces interrumpiéndome, Discort?


Continuará...

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