lunes, 20 de mayo de 2013

"Amar en tiempos de crisis". Capítulo 5.


Capítulo 5





Para el momento en el que me di cuenta, ya estaba lejos de la oficina de Adam. Michael había entrado rápidamente y al verme, supongo que se puso celoso. Celos. Por mí. Me sacó arrastrando de allí cogida de la mano y me subió a su coche, bien bonito por cierto. Veía sus labios moverse pero no emitía ningún sonido. ¿Estaría maldiciéndome? ¿O tal vez a Adam o a mí?

En determinado momento, jaló de mi mano hacia él para que me subiera en su regazo. Era un juego del que no podría salir, pero lo hice. Cansada de huir y de que todo me superara rodeé su cuello con uno de mis brazos para acurrucarme y poder acariciar ese pelo que una vez me volvió loca.
Acercó sus labios a los míos. ¿Estaría preparada? Realmente conocía la respuesta. Sí. Sí lo estaba y siempre lo había estado para él. Pero nunca lo reconocería. Dejaría que sufriera un poco antes. Esperé el beso. Un poco más. Un poco más. Estaba a punto de hacer contacto los desvió a mi mejilla.


No hablábamos. Solo estábamos sentados, acariciándonos superficialmente sin llegar a las partes más… íntimas.


El vehículo al fin estacionó, me separé de Michael y le miré pestañeando.

- ¿Dónde estamos? – pregunté con curiosidad al ver la gran casa -.
- En mi casa.
- Sí, eso me lo imaginé. Pero… ¿por qué? Me estás secuestrando, ¿no? - dije en tono sarcástico -. 
- No. Vas a vivir conmigo que es distinto. Conmigo y con Helena, Alex, la peque Emma. Y conmigo – me estremecí cuando repitió de nuevo con más énfasis la última parte -. Y aunque Helena y Alex están... como decírtelo… juntos. Pero por supuesto los separé de habitación. No quiero oír ruiditos en mitad de… 
- ¡Ya basta! Te entiendo, joder. Te entiendo, no hagas más… eso. Y, ¿quién es Emma? - terminé por interrumpirle -.                                                                                                                                  - Mi bebé. Solo tiene tres meses. Y si te portas bien te dejaré cogerla – me da un toque en la nariz -.
- Pero no quiero esto. No quiero estar contigo, ni con tu bebé. – le miro fijamente -. ¿Por qué haces esto? Lo que pasó en el coche, ¡se queda en el maldito coche!



Sus labios acallaron los míos. No fue suave como lo recordaba. No. Fue duro. Exigente de una respuesta. Con timidez abrí la boca y dejé que su lengua explorara la mía, enredé mis manos en su cuello y me apreté contra él. Ya no quería separarme, pero él lo hizo.

- Ahora, vendrás dentro conmigo, ¿verdad? – asentí, débilmente mordiéndome el labio interior -. ¿Qué más da por qué lo haga, Allison? Tú sabes que te quiero y daría todo por ti. Te entrego mi vida, mi casa. Tu vida llena de lujos y sin preocupaciones. Dame una oportunidad. No te voy a abandonar. Me duele pensar que te… pasó lo que te pasó por mi culpa. Por no haber ido. Esa noche hubieras sido mía, pero no de la manera en el que te lo arrebataron. Una segunda oportunidad. Por favor.
 
Esa palabra me convenció. Parecía sincero y le iba a dar esa oportunidad. 

- Se supone que te odiaba por abandonarme cuando más te necesitaba. Pero creo que no es lo que siento de verdad. Y vas a tener que convencerme de que puedo… fiarme de ti. Ya sabes. Citas, flores. Besos en las mejillas… como novios, no como amantes.

 Él me cogió y acarició mi mejilla para luego depositar un suave beso en la misma zona.

- Te amo – declaró firmemente -. Haré lo que sea para tenerte, no solo como novia y amante, sino como esposa también – carraspeó, pues su voz se había puesto ronca. Y yo sabía muy bien el porqué. Su bragueta estaba hinchada y sin quererlo sonreí -.


Me llevó hasta la salita y ordenó servir un té helado, sabía cómo nos gustaba tomarlos juntos en medio de la plaza mayor, viendo las palomas coger las migajas de pan que los niños tiraban. Todo sucedió despacio. Cogió mi mano mientras nos reíamos no sé muy bien el porqué, yo puse mis piernas sobre las suyas, tumbándome, y luego, se inclinó hacia mi cuerpo. Parecía una escena a cámara lenta.


Solo un poco más… ¡Un poco más! Y me besará, pensé y subí mi cabeza hacia él. Justo cuando íbamos a besarnos, un golpe abrió la puerta y entró Adam, que tenía que revisar un caso con Alex. Sonrió como un completo cabrón y se giró como si estuviera escandalizado.

- La venganza es dulce para algunos… y amarga para otros – dicho esto salió y entró una chica con nuestros tés y también salió cerrando la puerta dejándonos a solas, de nuevo.



Michael me miró de nuevo, pero no fue él quien se lanzó. Me levanté y me puse encima de él y enredando mis manos en su cabello le besé dulcemente y me separé. Él me sonrió. Estaba hermoso. Me cogió de la mano tras terminarnos nuestros tés y me enseñó toda la casa. Me dejó su cuarto de baño, mejor dicho, su ENORME cuarto de baño para poderme relajar en la bañera. Puse un aroma a rosas, me desnudé y me metí lentamente en la bañera de agua caliente, hasta el cuello. Había una copa de champán y bebí un trago. Al principio solo tenía planeado quedarme un día y luego arrastrar a Helena hasta casa.


Pero estar así, sin preocuparse de nada… me hacía recordar los días de niñez. Cuando salí del baño y me fui a mi dormitorio, había tomado una decisión. Nos íbamos a quedar.


Esto era vida.




CONTINUARÁ...

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