domingo, 28 de septiembre de 2014

La llave impura. capítulo 2. Parte II.






Otra vez, sin ningún aviso algo saltó encima de él.

El dragón soltó un rugido, se quitó con rapidez al atrevido y se giró para atacar. A pesar de que todavía estaba en llamas cuando lo atacó, el Teexat –que se fijó era gris con rayas negras- no parecía estar afectado de alguna forma.

-¡No!- Magnatara se lanzó entremedio de ellos justamente cuando el dragón decidió atacar, ganándose una severa quemadura.

Acto reflejo el dragón se detuvo soltando un chillido ¿horrorizado?

No, seguramente Kamlot había escuchado mal.

Nunca, en su larga vida el demonio escuchó algo igual, ni siquiera en las escasas conversaciones que han tenido, porque sí, el hijo de puta podía hablarle.

La Rakshasi alzó la vista de su brazo derecho como si no tuviera la madre de las quemaduras y se giró a la criatura. No hizo ningún movimiento, solo soltó una onda de poder y liderazgo que dejó a todos aturdidos. Al cabo de unos minutos en el que el Teexat ni ella se movieron, la criatura también se fue.

-Este era un Teexat joven, y solo buscaba jugar. No hacernos daño.- que ella pudiera distinguir quién era un peligro o no, hizo que tanto el hombre como la bestia le respetaran más.



Magnatara se giró lentamente, mirándolo con una mirada abrazadora que tranquilizó un poco al dragón y a él lo dejó sin aliento.

El dragón se acercó vacilante como si tuviera miedo de lastimarla.

-No me has hecho daño –dijo y cuando el dragón negó con la cabeza e hizo una seña a su brazo, ella sonrió, encogiéndose de hombros.-. Normalmente el fuego no me haría mucho daño –estaba confundida, pero pronto se animó como porrista en un partido.-. Voy a intentar algo.-

El dragón notó que ella iba a tocarle y dio dos pasos atrás.

Kamlot no entendía que pasaba.

Si no fuera porque era imposible, comenzaría a considerar que le han cambiado a su dragón. Se estaba comportando como un idiota alrededor de la Rakshasi.

- Oh, ¡por favor!- Magnatara hizo pucheros.- Quiero probar mi resistencia al fuego. Verás hace minutos estabas realmente encendido como el hombre antorcha, pero ahora las llamas a tu alrededor no son tan potentes. Tal vez solo resisto una cierta cantidad de temperatura antes de derretirme como el bombón que soy. –el dragón rió, la mujer abrió los ojos con sorpresa, haciéndole eco a Kamlot.

El cabrón no se había reído de nada, hasta que conoció a Magnatara.

Antes pensaba que se lo imaginaba, pero ahora se fijaba de que no. Realmente el dragón se sentía a gusto alrededor de la mujer.

Traidor.

- ¿Eso fue una risa? Juro por los dioses que Kamlot nunca se ha reído de lo que digo. Jamás. Eso me demuestra que tienes un buen gusto.-

El dragón se hinchó de orgullo por su aprobación, mientras Kamlot gruñía en su cabeza, indignado. ¡Claro que ellos reían! Eran amigos.

- Solo para que te sientas mejor –le mostró su brazo que sorprendentemente ya estaba cicatrizando. Más rápido de lo que cualquier otro inmortal lo haría.-. Mi mezcla de razas me hace de lo más especial. ¿Así, qué? ¿Hacemos la prueba?-

Espera, ¿mezcla de razas? Ese tema ellos lo hablarían después. Más calmado, el dragón dejó que se acercara y pusiera una mano en el pecho. Ante ese simple contacto, el dragón ronroneo para sus adentros como un gatito.

Aunque todo su cuerpo estaba en llamas, la mano de Magnatara no se había ampollado. Maldición, ella era a-som-bro-sa. La Rakshasi rio encantada.

-Aumenta el fuego.- pidió.

Un largo tiempo pasó, mientras el dragón y Magnatara probaban cuando calor podía soportar. Cuando el dragón vio una ampolla en su mano se retiró rápidamente.

-¿Podemos hacerlo de nuevo?- La mujer estaba demente, en definitiva.

El dragón negó con la cabeza, de verdad no le gustaba hacerle el mínimo daño.

Vaya descubrimiento.

-Vale, está bien. Pero ya sabemos cuánto puedo soportar, soy resistente. No tienes que frenarte por mí.- le guiñó un ojo.- Debemos llegar al Templo antes de que anochezca.

Recogió el arco y el carcaj que dejó olvidado, Kamlot luchaba por el control de su cuerpo. Varios minutos pasaron hasta que el demonio pudo empujar al dragón a una esquina en su mente.

Ni siquiera se te ocurra pelear.

Al tomar el control de su cuerpo, las llamas lo abandonaron dejándolo al descubierto, sin ropa. Una de las razones por la cual odiaba prenderse en fuego, la otra era que podía ocasionar un incendio involuntario.

Fue un milagro que no hubiese quemado el jodido bosque por casualidad. Magnatara le miró, sus ojos se ampliaron… el deseo cruzó su rostro, pero fue barrido por la indiferencia.

-Oh, estás de vuelta.- dijo con ese tono que utilizas cuando recibes la visita sorpresa de una persona indeseada. Para toda su consternación, ella le dio la espalda y siguió caminando por el sendero, con una flecha apuntando al cielo.

-Magnatara, necesito ropa. Conjúrala.- le ordenó, haciendo que la Rakshasi soltara un suspiro exasperado.

-Sí, en definitiva estas de vuelta. Entonces, ¿ahora que me necesitas, me diriges la palabra? Tío, vas a tener que mejorar tu técnica.-

Discúlpate. La voz del dragón en su cabeza fue imperativa, pero él no lo haría.

-Magnatara, ¿podrías conjurar algo de ropa para mí? ¿Por favor?- Ella se tensó, bastante segura de que nunca lo escuchó decir por favor antes. Como un acostumbrado comandante, esa palabra estaba fuera de su vocabulario.

Él sintió el shock eléctrico y cuando miró estaba vestido, como normalmente lo estaría. Sin ninguna palabra, sin siquiera mirarlo, ella lo hizo. Hizo el conjuro. ¿Cuán poderosa era? Justamente, cuando Kamlot pensaba que tenía una buena idea de lo que es Magnatara, resultaba que no era para nada la realidad cercana.

-¿Puedes explicarme eso de tu mezcla de razas?- Ella se detuvo, quizás le diría… seguramente no. Nunca lo hizo, porque fueron interrumpidos por un chillido que desgarró el silencio del bosque. Ese sonido hirió sus sensibles oídos, hasta la Rakshasi quedó desorientada por un momento. Era insoportable, como si pasaras las uñas por una pizarra o algo así.

En menos de un parpadeo, Magnatara soltó una flecha, atravesando el cuello de lo que suponía parecía un ave, que cayó desde la altura pesadamente. Luego con la misma gracia de una bailarina le dio a otra ave que se dirigía a ellos. Kamlot la vio acercarse a una de las criaturas, que parecía un pterodáctilo con plumas de colores, como las plumas que colgaban del arco y flechas que Magnatara poseía.

-¿Qué son?- el demonio estaba impresionado. ¿Qué otras cosas extrañas existían en este lugar?

-Son aves rapaces.- La vio atarla a una soga que apareció en la nada y repetir el proceso con la otra. La Rakshasi reanudó la marcha, arrastrando las dos aves sin esfuerzo.

-¿Por qué no las dejas?-

-Su carne es muy sabrosa y apreciada por los oráculos. Se pondrán felices al verme cruzar sus puertas con las aves, otra vez.

-¿Otra vez?- él arqueó una ceja. ¿Magnatara ha estado en el Templo antes? ¿Acaso que conozca el camino no significaba nada?

-¿Por qué debería contestarte cualquier mierda? Tú rara vez contestas algo que te pregunto. –se encogió de hombros y siguió caminando. Maldición si no se veía hermosa cabreada.

-Porque si tú contestas mis preguntas, contestaré las tuyas.- ella no se suavizó.

-¿Cómo sé que me dices la verdad?- Kamlot bufó.

-¿Tan bajo me tienes en la línea de tus pensamientos?

-Déjame ver… He sido tu compañera de misiones más veces de las que puedo contar, te he visto mentir y sobretodo hacer trampas cuando no hay modo limpio de hacer las cosas. Perdóname por pensar que puedes hacerme lo mismo, como si no me hubieses dado motivos para hacerlo.- el demonio no podía ver su rostro, pero estaba seguro de que ella hacía una mueca.

-Yo no te he dado motivos.- él estaba realmente ofendido.

-Dítelo tanto como quieras, hasta que te lo creas… Aunque no te tomara mucho tiempo, ya vas a la mitad del camino. –Kamlot sabía que no debía discutir con Magnatara. Cuando ella creía tener la razón, era difícil –por no decir imposible-, conseguir que cambiara de opinión. Decidió replantear su estrategia y lo intentó de nuevo.

-Así que, ¿hay trato?

-Si me niego, seguirás insistiendo. Puedes preguntar, eso no quiere decir que voy a contestarte. –Bien, es era mejor que un no. Decidió comenzar con preguntas suaves, aunque en realidad quería preguntar sobre la supuesta mezcla de razas. ¿Ella no era una completa Rakshasi? Eso lo tenía intrigado.

-¿Cómo es que sabes este camino?- Magnatara saltó una árbol caído y él la ayudo con las aves, cuando intentó ayudar a la Rakshasi cogiendo una ave, la muy testaruda negó con la cabeza.

-Viví en este lugar, varios siglos atrás.

El silencio que le siguió a esa respuesta se adhirió al cantico de los animales que le daban la bienvenida al anochecer. Magnatara se movió para ver la expresión en el rostro del demonio, pero Kamlot estaba tan cerca que de un movimiento cayó rodeada por sus brazos en el centro de su pecho. Al principio soltó un jadeo de sorpresa, pero cuando el demonio no hizo ningún ademan para moverla, la Rakshasi se relajó en el círculo de sus brazos.

Los ojos de Kamlot brillaban maléficos y profundos, que pronto la mujer ya estuvo perdida. La parte Rakshasi suspiraba y su mitad ángel –esa que ignoraba la mayor parte del tiempo, la misma que fingía no existir.-, se sentía segura allí. Separó los labios en busca de aire, ¿cuándo se le olvidó respirar?

Ninguno dijo nada, tampoco se movieron, mucho menos cuando la electricidad comenzó a crujir en el aire. Allí estaba, lo que Magnatara pensaba que entre ellos no existía, la conexión. Brillante y perfecta. ¿Cómo podía estar en algunos momentos, para luego desaparecer haciéndole pensar que estaba loca? La respiración de Kamlot era entrecortada y esta vez, ella no sería tonta, no hizo ningún movimiento para acercarse, aun cuando el demonio bajó su cabeza hasta ella en una agónica lentitud.


Estaba allí, tan cerca de su boca una vez más. ¿La besaría? Oh dioses, por favor, que me bese. Tan estúpido como sonaba, Magnatara temblaba por su toque. Era adicta a él, y aunque Kamlot solo le trazara un camino de migajas, ella iría en su busca como si en vez de migajas, le ofreciera un banquete. Estúpido, lo sabía. Se lo reprocharía a sí misma más tarde, ahora ella disfrutaría del fugaz momento. Los labios se le secaron ante la proximidad del demonio, paso su lengua para acabar con el problema. Casi, ya casi. Pensó que Kamlot por fin iba a besarla, en vez de hacerlo, soltó un gruñido y se alejó con una maldición.

Aturdida, Magnatara se quedó en su lugar, queriendo gritar de frustración. Tan cerca, tan malditamente cerca. ¿Qué sucedió? Hace minutos ella vio la seguridad en esos ojos tan hermosos. Él quería besarla, y santo dulce del cielo, ella estaba hecha una gelatina ante la expectativa. Ahora estaba a kilómetros de ella como si fueran un par de adolescentes atrapados por un profesor haciendo cosas muy calientes en un aula mientras los demás disfrutaban del baile de navidad.

-Magnatara… -Kamlot cerró los ojos y suspiró, cuando volvió a abrirlos cualquier rastro de ternura y deseo había desaparecido. Ella quería traerlos de vuelta, desesperadamente… Pero nada podía hacer. Un nudo seco se le instaló en el estómago, dificultándole respirar.- Con respecto a lo que sucedió la noche pasada, debo decirte que no va a suceder de nuevo.- Listo, ya estaba hecho. Él lo hizo. Tomo una bocanada de aire y aguantó, aguantó, aguantó antes de soltarla.

-¿Por qué?- Joder, ¿esa voz tan lastimera era de ella? Seguramente se veía tan mal como se sentía.

-Porque somos amigos y no quiero una futura mala relación.- él se acercó suavemente como si tuviera miedo de romperla, aunque en realidad él había hecho un experto trabajo solo con hablarle.

-También porque soy molesta, siempre intento salirme con la mía, soy perversa…- dejó de hablar, la suma de cosas que Kamlot le dio para explicar porque no podía estar juntos era realmente larga y cada vez que lo pensaba se sentía peor.

¿Nadie puede quererme como soy?

Magnatara no era mala, o al menos existían millares de seres más malvados que ella. Además, le encantaba ser como era… pero nadie más tenía ese pensar.

-¿Cómo recuerdas lo que he dicho?- Parecía sorprendido.

-Tengo buena memoria –Por desgracia. Forzó una sonrisa.-. Si piensas que voy a disculparme por lo que hice, te equivocas. No lo haré. No, cuando tuve tu lengua saqueando mi boca. Además, el único que está haciendo una tormenta de agua en un vaso medio vacío eres tú. Ni por un instante pensé que las cosas serán diferentes –se encogió de hombros, aun cuando el esfuerzo dolió-, así que no necesito un explicación científica con todo esto. Sucedió y murió, fin de la historia.- Y con la poca fuerza que le quedaba alzó la barbilla y recogió las aves. ¡No llores! Se mordió el labio inferior hasta que probó su sangre. No sabía cuánto esperaba que las cosas fueran diferentes hasta que Kamlot habló. Lo sabía, sabía que no podía esperar nada, pero una mínima parte se aferró a la esperanza. Ilusa.

Magnatara lo llevaría al Templo y luego lo dejaría. Sí, eso haría. Necesitaba un espacio entre su torturado corazón y el hombre que lo había arrojado hasta el extremo opuesto, encestándolo en el bote de basura. Un tiro de tres, ¡y anota…!

-Entonces, me toca mi pregunta –dijo en forma casual, retomando el tema anterior-. Si te encontraras con Salomé en este instante y tratara de matarte, ¿la matarías?- Golpe bajo y no le importaba. No existía tema más sensible para el demonio dragón que ese. Una verde por las maduras…

Mientras esperaba una respuesta llegaron al final del camino. La sonrisa que se formó en sus labios fue momentánea.

Algo no estaba bien.



Continuara....

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