domingo, 5 de octubre de 2014

La llave impura. Capitulo 2, parte III.




El Templo era majestuosamente grande, imponente.

En las noches el oráculo Habbiel se encargaba de encender el fuego y las antorchas. Era un trabajo que hacía sin falta, sin quejarse… Un escalofrío de terror le corrió por la columna vertebral. El fuego no fue encendido. Magnatara dejó caer las aves, justamente cuando iba a salir corriendo para dentro del Templo, una mano fuerte la atrapó.

-Respira. Si la Rakshasi sale, estaremos jodidos–

¿Por qué estarían jodidos? Ella podía manejar esa parte mejor que su parte racional.-

Si quedara alguien de utilidad podrías matarlo sin querer. –Ok, ella podía controlarse, no todo el tiempo, y no quería que esta vez fuera una de esas. Asintió, dejándole saber que entendió su punto y cuando la soltó, Magnatara caminó hasta el balcón donde tomó dos antorchas. No tuvo que pedirle ayuda a Kamlot, este hizo que sus manos se encendieran y las prendió.

Las puertas chillaron al abrirse y colectivamente los sonidos del bosque tomaron silencio, haciendo que el ruido fuera aterrador. Magnatara fue la primera en entrar.

Sabía con lo que se encontraría, solo esperaba equivocarse y que fuera una broma de mal gusto. Ellos siempre le gastaban bromas.

Pero ninguna tan cruel como esta.

Sintió a Kamlot detrás, casi pisándole los talones y algo de su tensión se alivió… Sea cual sea el resultado, el demonio estaba allí.



Lo primero que vio, fueron las guirnaldas color plata que colgaron del techo cuando la luz de las antorchas dio con ellas… los oráculos realmente le estaban preparando una bienvenida. Se le dificultó respirar.

Luego vio con sus ojos lo que sus sentidos le gritaban. La sangre estaba esparcida por el suelo, surcos en las paredes y marca de manos ensangrentadas aquí y por allá. ¡Tantos cuerpos estaban tirados en el suelo!

De los suyos, del enemigo. ¿Cómo pudo ocurrir semejante cosa? Ellos eran oráculos, ¡maldita sea! Seguro que tuvieron que ver que esto se aproximaba… Sí, ellos conocían este suceso… solo se quedaron a defender su hogar. Magnatara hubiese preferido que huyeran y que estuvieran vivos. Espero que algunos pudieran escapar…

La Rakshasi caminó, mirando los rostros de los caídos.

¡Gente tan preciada muerta! Ella sentía tanto, que parecía nada.

No se dio cuenta que lloraba, hasta que sintió una mano en su hombro ofreciéndole consuelo. Sin ninguna palabra, siguió avanzando. Ahogó un sollozo cuando encontró el cuerpo de Habbiel. ¡Él no merecía esto! Ellos no lo merecían…

Magnatara se arrodilló. El cabello rojo del oráculo apenas podía distinguirse de la sangre, y los ojos grises miraban fieramente la nada. Con una mano temblorosa, cerró esos ojos, quedándose en ese lugar sin moverse por unos minutos. Respiró hondo antes de ponerse de pie y seguir con el recorrido. Sintió un poco de alivio cuando no encontró el cuerpo de Khal, esperaba que él pudiera estar con vida. Aunque no en las manos enemigas.

Los enemigos quisieron acabar con todo el Templo. ¿Con qué propósito? No lo entendía… pero alguien iba a pagar por todo y por mucho más.

Porque Magnatara sabía quiénes eran los responsables y ella acabaría con ellos.

Xhotan y Salomé tenían los días contados.

Ya era hora de que alguien le dijera que la llave del infierno que tanto buscan, es solo una leyenda…

El único hogar que conoció destruido.

Cruzó hasta la que era su habitación y se sorprendió al ver sus cosas allí. Tanto tiempo pasó y ellos seguían guardándola como si fuera a regresar alguna vez. Un sentimiento de culpa la arrastró.

Definitivamente debió haber vuelto. Khal nunca me lo permitió. Encima de la cama estaban apilados libros viejos, recientes y uno que otro pergamino. Curiosa se acercó y encontró una nota. Con una letra elegante y elaborada estaba escrito: Sabes que hacer. Khal le dejó una tarea.

Tomó las cosas como pudo en sus manos, Kamlot la ayudó sosteniendo la antorcha. Volvieron a la puerta principal. Sin mirar atrás, sin ningún sobreviviente, la Rakshasi salió seguida por el Demonio Dragón. Puso su carga alejada del Templo, cogió las antorchas que el hombre sujetaba y regresó. Quién sabe cuánto tiempo estuvo allí de pie. Después de un eterno silencio, Magnatara tiró las antorchas dentro del Templo y con un poco de magia, todo comenzó a arder.

¡Esto es demasiado!

El rechazo de Kamlot, la muerte de sus personas queridas. ¿Cómo suponía podía lidiar con todo sin volverse loca? Era imposible. ¡Imposible! Lo único que conoció como hogar ahora estaba condenado a las ruinas y las cenizas… Y Magnatara no podía sentirse más pérdida.

Necesitaba tiempo para asimilar las cosas, en silencio, tomó nuevamente la carga en sus manos. Los oráculos construyeron una pequeña casa para cuando alguno de ellos quería un momento de soledad.

Se dirigió allí.

La casa estaba escondida, pero obviamente no era un secreto para ella. Para cuando la encontró, la Rakshasi había dejado de sollozar. No cruzó palabras con el demonio, él tampoco lo intentó. Dentro de la casa Kamlot encendió el fuego, mientras Magnatara tiraba los libros y los pergaminos en la mesita que estaba en una esquina y se desplomaba en la silla con las manos en su cara. ¿Qué haría ahora?

Tenía que hacer lo que Khal le ordenó.

Cruzar medio mundo para entregar lo que dejó a un templo que no sabía dónde estaba. Si algún oráculo sobrevivió, allí sería a dónde irían. Ese Templo era más grande que el que dejó atrás y nadie, a parte de los oráculos, sabía dónde estaba y como llegar.

Magnatara solo escuchó hablar de ese lugar, ¿cómo llegaría a ese lugar con solo haber escuchado de su historia? Tomó un libro y se dio cuenta que llevaba un cerrojo, los otros de igual forma. Los libros de las profecías. Lo colocó de nuevo en la mesa.

No quería pensar, quería… quería olvidar este horrendo día. Recostado de la chimenea, Kamlot estaba observándola fijamente, con los brazos cruzados en su pecho. Debe pensar que soy débil después de que me echara a llorar como niña. Cualquier cosa que estuviera pensando, no le importaba.


Ahora no, pero sí más tarde.

Como siempre más tarde... Caminó hasta él, quería ser rodeada por esos fuertes brazos y volver a sentirse protegida. Él no se alejó cuando lo abrazó, al contrario la apretó contra sí mismo, en silencio. Magnatara no podía quitarse las sangrientas imágenes de su cabeza, pero entre los brazos del demonio, lo hizo. ¿Qué era lo que tenía él que causaba esa reacción en ella?

Aunque no era suficiente, estar cerca de él ya no lo era. ¿Cuándo había comenzado a desear más de ese hombre? Esto es una locura. Depositó pequeños besos en su pecho y cuando se alzó en las puntas de sus pies para besarle, él gruño y se alejó.

-Maldita sea Magnatara. –dijo entre dientes. Se veía como si hubiese necesitado todo su autocontrol para alejarse, pero eso no la alegró. Venga… Otro rechazo, que jodidamente pintoresco. ¡Ya estuvo! Ella estaba enamorada, pero no era una idiota. Al menos no del todo. Se iría, ahora. Y como Kamlot iba a salir de aquel lugar le valía un cuerno. Su Rakshasi golpeaba por salir. ¡Estaba tan enojada y sentida! Ya lloró lo suficiente por los oráculos, lo que seguía era vengarlos… Y olvidar a Kamlot.


Magnatara estaba en la puerta con todo en manos, Kamlot observó lo que hacía en un enorme silencio.

Ella buscó consuelo en él, y se negó.

No se sentía bien por eso, pero tampoco quería aprovecharse de la situación. Su dragón rugía en su cabeza, pidiendo que hiciera algo.

Aunque la Rakshasi siempre fue fuerte, que se hubiese derrumbado de esa forma, puso al dragón tan cabreado como nunca lo había estado antes. Incluso ahora, quería y necesitaba arrancarle la cabeza al causante del dolor de Magnatara. Kamlot, por su lado, estaba confundido. El verla llorar le dolió. Y sí, también quería castigar al causante. Pero, algo era diferente. Seguro ya estoy delirando. Se movió cuando la mujer abrió la puerta y salió a la oscuridad de la noche.

-¡Espera!- ¿A dónde iría? Adentrarse al bosque a esas horas era un suicidio incluso para ellos. Salió corriendo en su busca.- Magnatara, es un suicidio entrar al bosque ahora.- por fin se detuvo, suspiró fuertemente antes de enfrentarlo. Sus ojos era una tormenta de sentimientos que le golpeó como un bate en la cabeza.

-Adiós Kamlot.- Y no podría decir con certeza si fue su voz o su mirada, pero supo que no era una simple despedida… Magnatara se iba, y esta vez para no regresar a él nunca más. Antes de que él pudiera pronunciar alguna palabra, la Rakshasi sacó un par de majestuosas alas de un rojo profundo, se elevó con ellas y desapareció en la noche.




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