domingo, 26 de octubre de 2014

La llave impura. capitulo 3. Parte 2.




El Oráculo le miraba esperando una reacción de su parte, la verdad era que él estaba horrorizado.
 ¿Cuántas cosas desastrosas Magnatara soportó y aun así ella siempre llevaba una gran sonrisa? Lo peor era que Kamlot era igual que todos, nunca le dio un poco de descanso.

-¿Me estás diciendo que ella fue rechazada?-

-Su madre la llevó a su padre al momento después de dar a luz, su padre siempre la trató como impura desde su temprana vida- Kamlot sabía exactamente como trataban a los impuros, y los golpes siempre estaban presentes.-. Fue golpeada con el propósito de matar su lado angelical, por eso cuando comenzaron a nacer sus alas, hizo que se las arrancaran –el demonio y dragón se encogieron con empatía. El dolor agónico de ese simple acto era más fuerte que cualquier paliza que pudiera resistir.

- Pero, obviamente, volvieron a nacerle. Mediante un hechizo las mantiene oculta al mundo.

-¿Por qué haría tal cosa?-

La expresión de Khal se volvió triste.

- Su padre ya le hacía mucho daño, imagina si se enteraba de sus alas. La avergüenzan, Kamlot. Ella siente vergüenza por no ser una completa Rakshasi. Su padre logró inculcarle muy profundamente sus creencias. Esto la ha hecho una gran guerrera, pero piensa que debe estar probándose todo el tiempo.

-Ahora entiendo su vena obstinada…



-Invocó a su madre cuando tuvo trece años, no le fue mejor que con su padre. Luego de eso Magnatara odio más su parte ángel.-  Kamlot se sintió enfermo por eso. Magnatara nunca ha tenido un lugar al cual pertenecer. No era una Rakshasi, pero tampoco un ángel. Era la mezcla de ambos. El bien y el mal, en una sola persona. Entonces él recordó todas las veces en la que la Rakshasi se veía vulnerable, herida y Kamlot siempre dio por sentado que se lo imaginó. Cuan equivocado estaba.

-¿Por qué decidiste contarme todo esto?- Khal suspiró cansadamente.

-Necesitabas conocer esta parte de ella y así resolvieras el misterio que es Magnatara para ti.- Todo estaba claro para él, lo único era que se sentía como la mierda por haberle dicho tantas cosas a Magnatara sin razón alguna.

-Dijiste que debo protegerla, pero los dioses saben que ella no quiere verme ni en pintura y que no sé dónde puede estar en este momento, además de que tardaría mucho buscándola.

-¿Lo harás? ¿La protegerás?

-Con mi vida.



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El resto del camino fue silencioso. El Amazonas era hermoso, ¿por qué en toda su larga vida ella no había venido a darle un recorrido? Los olores le saturaban la nariz, y el cantico de los animales era penetrante, Magnatara no podía ver todo alrededor de ella tan rápido. Lo quería ver todo a la vez.
Cuanto le encantaría que el demonio estuviera con ella… Kamlot. ¿Ves? Hay estaba de nuevo, como una pesadilla que se repite.

-Debes tener cuidado –dijo Ammatiel de pronto.-, las criaturas de aquí pueden acabar hasta con un inmortal.

-Genial…- para su suerte una anaconda le daría una buena muestra de su amor y la abrazaría muy fuertemente…- Cuéntame, ángel, ¿cómo sabes del Templo?

-Después.- su voz dejaba ver que no iba a ceder con ese tema.

-Sabes, eres molesto.

-Tanto como tú.- la Rakshasi sonrió.

-Sí, y en este mundo no hay suficiente espacio para dos. Como no voy a cambiar, te sugiero que comiences a hacerlo si quieres conservar tus angelicales alas.

-¿Crees que te temo?- él parecía divertido.

-Oh, no. Eres muy idiota para hacerlo, aunque deberías.- Ammatiel dejó de caminar haciendo que ella chocara con él.-  ¡Auch! ¿Quieres dejar de hacer eso?- Pero el ángel no dijo ni hizo nada, la Rakshasi se movió para ver lo que le había petrificado en su lugar para ella quedarse de la misma forma.

¿Qué diablos…? A escasos pasos de donde ellos se encontraran estaba él.

¡Era Kamlot! ¿Cómo llegó? Su primer impulso fue salir corriendo, tirársele encima y besarlo. Ella lo extrañó tanto… pero lo pensó mejor y se quedó dónde estaba.

- ¿Piensas moverte o simplemente te vas a quedar ahí como un tarado? Debemos encontrar un lugar donde establecer un campamento.

Ammatiel le hizo caso y siguió su camino, Magnatara le siguió sin dirigirle ni media palabra al demonio Dragón que la miraba con una intensidad diferente. Esto la confundió pero tampoco iba a acercarse a él como siempre lo hacía, ya la hirió lo suficiente.

 Se estaba rompiendo la cabeza buscando una razón por la cual Kamlot estuviera allí. ¿Por ella?  Se rió del pensamiento. El demonio no movería ni un dedo a su dirección por voluntad propia.


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Quiso maldecir cuando Magnatara le ignoró como un trapo viejo, no sin antes dirigirle una mirada cargada de sentimientos.

Todavía estaba herida. ¿Qué esperaba? Se merecía eso y más, era un milagro que ella no se le hubiese arrojado encima para golpearlo.   Aunque, en realidad, no esperaba que estuviera acompañada de un hombre.

Un ángel… de alguna manera lo hacía peor.

 Creía que odiaba a los ángeles, ¿Qué diablos hace con uno? Cuando el ángel  lo divisó, luego de aparecer en la nada –gracias a la magia de Khal-, se detuvo inmediatamente, con un brillo protector en sus ojos que hizo que su vena posesiva rugiera a la vida.

 La Rakshasi era suya. Suya para proteger y querer.

¡So! ¡Alto ahí, hombre! ¿Cuándo había decidido que Magnatara le pertenecía?

Ellos eran amigos, sí. La protegería, eso era claro.  Por lo demás, ella podía involucrarse con cualquiera, hasta con ese ángel que estaba muy cerca de Magnatara, aumentando su furia. ¿Por qué de pronto quería arrancarle la cabeza al ángel o a cualquier hombre que cortejara a la mujer?

Magnatara lo miró airadamente, luego siguió al ángel, ignorándole por completo.

-Magnatara…- gruñó. Su dragón no dejaba de merodear en su cabeza, a pesar de que al verla  estuvo aliviado, el alivio se esfumó inmediatamente cuando sumó al ángel y a la Rakshasi en la misma ecuación. ¡Mía! Rugió. ¿Suya? No, no lo era. Para nada. No es nuestra, le dijo a su dragón dándole un empujón al rincón más oscuro de su mente. Ella se detuvo y suspiró fuertemente antes de encararlo.

-Mira, no sé qué haces en este lugar, mucho menos como llegaste, pero sé que no te quiero aquí.
Vete.-

Inmediatamente el ángel estuvo detrás de su espalda, listo para saltar a defenderla. ¿De verdad pensaba que él le haría algún daño? Gruñó por lo bajo. Era mejor que el ángel actuara sabiamente y se alejara de Magnatara antes de que Kamlot le ayudara de una muy mala manera a hacerlo.

-Estoy aquí para protegerte –ella entrecerró los ojos ocultando su confusión. –, Khal me ha enviado. –los pies de la Rakshasi temblaron de alivio y agradecimiento, a tal punto, que  Ammatiel tuvo que aguantarla.

¡Su mentor estaba vivo y lejos de los enemigos! Magnatara vio los ojos de Kamlot brillaban con rabia contenida y apretaba sus manos en puños, aunque no sabía qué era lo que le molestaba, decidió dar un paso lejos del ángel. Lo menos que necesitaba era que se pelearan. Luego le dio coraje… Ahí estaba la razón, Khal lo había enviado, no por voluntad propia. Algunas cosas era mejor no saberlas.
-Puedes irte Kamlot. Sea para lo que sea que Khal te haya enviado, el ángel ya lo está haciendo. No estás obligado a nada, te libero del acuerdo. –él negó con la cabeza.

-Hay algo que necesitas saber…

-¿Y eso es? –interrumpió. Kamlot miró a Ammatiel, esperando a que se marchara.- Él se queda. Cualquier cosa que tengas que decir, hazlo.

-Xhotan y Salomé andan tras de ti…

-Eso ya lo sabía. –La han perseguido por tanto tiempo que perdió la cuenta. ¿Por qué la perseguían? Ella solo podía suponer que era porque realmente la odiaban.

-Maldición Magnatara, no me interrumpas –la Rakshasi cruzó los brazos en su pecho y se limitó a escuchar. –Te buscan porque ellos quieren terminar lo que comenzaron hace muchos siglos en el infierno…

-¿Eso que tiene ver conmigo, por? –Kamlot volvió a mirarla irritado por la interrupción.

-Te enterarías si me dejaras terminar. –Sus ojos resplandecían con un poco de diversión, él de todas las personas sabía que ella no era la mujer más paciente. Entonces, ¿por qué diablos no se apresuraba a soltar la sopa?

-Aún sigo esperando.
-Tú eres la llave para el portal al infierno – ¡y una mierda! –Si ellos logran hacerse contigo, desataran el infierno en la tierra.

-¿Todos se han vuelto locos? –Eso no tenía ni pies ni cabeza.- Además, ¿por qué en todo este tiempo Khal nunca me dijo nada y te lo dice a ti precisamente?- el demonio Dragón  se encogió de hombros sin emitir contestación.

-Nacida de un demonio y un ángel, será la llave a la destrucción… -dijo Ammatiel en voz baja recordando parte de la profecía. Magnatara se tensó al escucharlo.

-No tengo parentesco con ningún ángel, ¡eso es absurdo! –ángel y demonio le dirigieron la misma mirada exasperada. Ella se movió nerviosa. Que Ammatiel supiera que era mitad de su raza le importaba, más o menos… bah, realmente no le importaba en absoluto. ¿Qué Kamlot lo supiera? Era totalmente diferente. Y con lo que acababa de decirle convertía todo en un desastre. ¿El mundo dependía de ella? Cuan jodidamente anormal sonaba eso. Segurísima de que no era la única mitad ángel y demonio, entonces, ¿por qué se había quedado con el palillo más corto?

Recordó a Khal.

-Eres una persona importante Magnatara, no lo olvides.

-¿Por qué? ¿Por qué soy especial?- él la miró con esos ojos profundos.

-Porque naciste el día en que el cielo y el infierno se unen en la tierra. Hay un día cada quinientos años que Lucifer es sacado el infierno para estar en la Tierra, ese día dentro de él su parte angelical, la parte que le hizo estar en el cielo, revive. Dentro de él conviven el bien y el mal, como en ti.

-¿Por qué sucede en la tierra?

-Porque si está en el infierno eso no puede ser posible y en los cielos no es bienvenido.- Esto confundió a la Rakshasi, no creía que voluntariamente el señor del inframundo saliera de allí.- Antes de que saliera del cielo fue la condición expuesta. Ningún otro ser ha nacido este día, solo tú Magnatara.

-Sigue sin explicar porque nací ese día.- Khal se encogió de hombros.

-Casualidad, supongo. Tienes un  propósito, Magnatara, uno que no puedes cumplir si te quedas en el Templo.

Demasiada información que procesar.

Ella era especial, claro.

Si era la jodida llave del infierno.

Eso la dejaba en el medio del Amazonas con dos innecesarios guardianes. Con uno que no soportaba y con otro que no quería soportar. Su suerte le parecía igual de brillante que la profundidad del mar.

-No tienes que negarlo –Kamlot la miró como si pudiera ver dentro de su alma.-, lo sé todo.

-¿Todo…?

-Ustedes necesitan hablar –aunque Ammatiel no se sentía contento con dejarla sola con el demonio, ellos necesitaban privacidad.-. Iré a establecer el campamento.

¡No! Una parte de ella odiaba que el ángel  fuera tan educado. Estuvo a punto de seguirlo, pero el estúpido de Ammatiel se marchó tan rápido que casi dejó un camino de humo detrás de sí. Apretó los brazos  en su pecho cuando descubrió que le temblaban. Él lo sabe todo. Pero, ¿cómo? Antes de que Kamlot empezara a decir media palabra, ya su mente iba a la mitad del camino a la desgracia. Su miedo floreció.

-No eres nada, Magnatara. No eres una Rakshasi, pero jamás serás un ángel. Me arrepiento una y otra vez de haberte acogido, debí matarte el mismo momento en el que esa maldita ángel te dejó aquí. –

Esas palabras surgieron desde el fondo de su ser donde las encerró a cal y canto.  Su padre la odiaba, se lo demostraba cada vez que podía. ¿Por qué se quedó con ella? Todavía le era un misterio. La mezcla de razas la hacía incapaz de hacer cosas que cada raza podía hacer. Ese defecto le recordaba a su padre que estaba cuidando al engendro de un ángel.

Esa tarde su padre decidió que ya estaba harto de ella, tenía una espada esperando para rebanarle la cabeza… Su mano voló a la horrenda cicatriz que le quedó, desde encima de su seno derecho hasta casi la oreja, tratando de defenderse. El cabello siempre la mantenía oculta, eso evitaba las preguntas. Justamente le siguió el recuerdo.

Su padre iba a darle el golpe de gracia, Magnatara cerró los ojos concentrándose en el fuego que estaba encendido en la chimenea, haciéndole saltar fuera de su cauce.  Muy pronto la casa comenzó a incendiarse, su padre bajó la espada, ella la esquivó pero no tan rápido como debería. Gritó de dolor cuando sintió la mordedura del metal. La Rakshasi corrió dejando a su padre detrás de ella.


 La casa estaba siendo consumida con ellos adentro. A través del humo intentó encontrar la puerta, no podía respirar. El fuego le lamía la piel y extrañamente no le hacía daño, Magnatara decidió preocuparse por eso después. Era más importante salir de aquel lugar. En lo que pareció una maldita eternidad, la puerta apareció, mas nunca llegó. Su padre se interpuso frente a la única forma de escapar, Magnatara estaba dolorosamente sorprendida. El hombre la odiaba tanto como para quedarse dentro de una casa que amenazaba con derrumbarse, solo para acabar con su vida. Se lanzó por ella, con un gruñido. Para entonces, Magnatara estaba débil por la pérdida de sangre, aunque no era tan malo, si se consideraba que no era la primera vez que estaba de esa forma.

-Eres una vergüenza. Nunca deberías ser llamada demonio, mucho menos una Rakshasi.

-En eso te equivocas, papá –escupió esas palabras mientras agarraba la espada que dejó olvidada.-. Voy a enseñarte exactamente cuan parecida a ti soy.- Entonces empuño la espada, ensartándola en el pecho del hombre, tan rápido que él solo pudo parpadear.

Eso no lo mataría pero le dio paso a la parte de ella que quería hacerle daño. Mucho daño. ¿Para qué detenerse? Todas las veces que fue golpeada bailaron por su cabeza, sumándole el hecho de que él iría nuevamente por su cabeza si le diera la oportunidad. Él se alejó, dando unos pasos temblorosos para atrás, pero ella le siguió, mirado la gran herida y el inmenso mar de sangre que salía de allí.  Su padre la miraba, por primera vez con sorpresa y temor en sus ojos. Bien, ya era hora. Antes de que reaccionara, la Rakshasi le golpeó, con la fuerza del enojo que la consumía desde todos esos años, enviándolo directamente a las llamas. Se escuchó un gran estruendo como si el cuerpo de su padre hubiese roto algún pilar y la casa comenzó a desmoronarse como si estuviera hecha de arena. Magnatara corrió rápidamente, cuando puso un pie afuera, la casa ya estaba completamente derrumbada. Luego de un tiempo vagando, Khal la encontró. La final fui lo suficiente mayor para largarme de aquel lugar, ¿huh?

-¿Magnatara? –la voz de Kamlot el hizo parpadear par de veces para localizarse en el presente. Él se había acercado, parecía como si hubiese estado llamándola por algún rato.

-No, no lo sabes todo. –le susurró. Los terribles sucesos se quedaban con ella. A Kamlot se le encogió el corazón, ella se veía tan pequeña y vulnerable. Pero cuando intentó acariciarle, la mujer soltó un chillido molesto y se alejó.

-¡No se te ocurra demostrarme cualquier indicio de pena Kamlot! No la necesito. –ya sabía él que Magnatara reaccionaria de esa forma, pero la prefería picosa que triste.

-Eres un ángel –la mención de este detalle también le haría soltar chispas, pero era importante para él.-, ¿por qué no me lo dijiste? –la Rakshasi bufó.

-¿Por qué debería? No es como si fuera algo que estuviera vociferando por ahí. Tampoco es algo de lo que me enorgullezco.

-No hay nada porque avergonzarte, Magnatara –ella se rio sin diversión. ¿Por qué precisamente él le decía que no era algo de lo que debería avergonzarse cuando le había rechazado por menos?- Tus alas… -Kamlot le miró de una forma que le hizo sentir millones de mariposas en el estómago.- Son hermosas, ¿sabes? En toda mi larga existencia no vi nada igual.

-¿En serio? –ella no podía creer lo que estaba escuchando. Si alguien le hubiese dicho que Kamlot diría que sus alas eran hermosas, con el humor que tenía, le hubiese pateado los dientes por la mentira. Él se acercó, y la Rakshasi resistió el impulso de dar un paso atrás. Estiró su mano para tocarle los cabellos y con solo esa caricia ella se derritió.

- ¿Por qué mentiría? Solo las vi por unos minutos, pero no pude dejar de pensar en ellas. Algún día las sacaras para mí. –Dios, Dios, Dios… Magnatara estaba confundida, este no era el hombre que dejó en la casa adjunta al Templo, hace unos días.

Para toda su sorpresa, él la besó.

Trató de zafarse, pero él la aferraba con tanta fuerza que no pudo salirse de sus brazos. Oh, ¿a quién engañaba? Ella pudo zafarse si quería, pero el punto era que no quería salir de aquel lugar.  Una de sus manos estaba en su nuca y la otra en la espalda baja, como si no quisiera soltarla, ni que escapara. Sus labios eran exigentes y suaves contra los de ella. Realmente le extrañó. Era una tonta si pensaba que podría olvidarse de él.

¿Qué estás haciendo? En teoría, era sencillo. Estaba besando a la Rakshasa. Su dragón ronroneo. No te hagas una idea equivocada de esto, cabrón. Es un simple beso. Todavía sentía el vacío que se instaló en su estómago cuando ella lo abandonó. Ahora no lo dejaría, aunque tuviera que amarrarse con ella. ¿Te has vuelto loco? Tal vez. Pero se sentía correcto. Rompió el contacto y recostó su frente con la de Magnatara.

-Vaya…- susurró. Si ella supiera que abandonarlo iba traer este cambio, hace tiempo que estuviera hecho. Mordió su labio inferior, disfrutando de la cercanía de ese hombre. Y la verdad le golpeo como un tren a toda marcha, haciéndola alejarse con un gruñido. –Sólo lo haces para que no te eche –entrecerró los ojos.

-. No necesitas fingir que te gusto, ¡maldita sea! –Ahora era el turno de Kamlot para cabrearse. Estaba tan molesto. Magnatara nunca lo ha visto de tal forma. Él acortó la distancia, lentamente –como un depredador que acorrala a su presa.-, haciendo que ella diera dos pasos atrás, hasta chocar con un árbol. El demonio Dragón puso los brazos a cada lado, atrapándola entre el árbol y él.  Sus ojos brillaban entre el ámbar y el azul, como si fuera un incendio controlado.

-No me digas que sentir, Rakshasi. –le dijo con voz contenida. Su corazón le dio un vuelco. Tranquila chica, no ha dicho nada significante.

-No te estoy diciendo una mierda, hombre. Lo has dicho tú a lo largo de los años. –lo peor era que tenía razón. Completamente.  Kamlot la rechazó de miles de formas conocidas e inventadas por él.

-Para entonces era un idiota.- Tuvo que venir Khal para hacerle salir de su error. Pero ese no era el punto, lo que importaba era que no iba a hacerlo más, no rechazaría a la Rakshasi. ¿Y esto lo dejaba en dónde? Ni él mismo se entendía. Magnatara quería creerle, pero es difícil  después de tanto tiempo en el mismo lugar.

-Eso lo tengo claro,  desde hace mucho tiempo. Me alegra inmensamente de que te hayas dado cuenta, pero mi posición sigue siendo la misma. No te quiero aquí.

-Vas a soportarme, Magnatara, te guste o no. Me quedaré cerca de ti. –Magnatara hizo una mueca, para evitar soltar una sonrisa. Bien, si él quería jugar de esta forma, ella le haría la vida casi un infierno. Estaba muy emocionada por esa pequeña venganza.

-Como prefieras –se hizo la indiferente-. Tu vida, tus decisiones… eso no quiere decir que tenga que hacerte caso. –salió de donde el demonio la tenía presa y se fue en busca de Ammatiel.

Continuará....




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