sábado, 20 de diciembre de 2014

La llave impura. Capítulo 5. Parte I.



Capítulo 5


Seguir el sendero fue fácil y aburrido.

Magnatara realmente esperaba tener que pelear para salir de allí.

Supongo que no todos los días obtenemos lo que queremos.


Toda una pena. Se encontró con el oráculo que había seguido, ahora estaba dentro del Templo. Todavía no lograba sobreponerse de la impresión que este le causó. Después de haber caminado lo suficiente para hacerle pensar que estaban cruzando el mundo a pies, la Rakshasi se encontró con la arquitectura más sorprendente que vio jamás.

Tal como decía Ammatiel, el Templo era casi invisible, al igual que los oráculos de esta región, un momento lo veías y al otro no estaba allí. Era simplemente sorprendente. ¿Cómo lo lograban? ¿Con magia? Era todo un misterio que quería descifrar, pero instintivamente sabía que ni siquiera Khal le contestaría esta vez.

Una oráculo llamada Hémera se quedó con la mochila donde llevaba los libros que debían ser entregados y la llevó a una sala donde varios oráculos charlaban. Ni el ángel ni el demonio estaban a la vista. ¿Dónde estaban? No estaba preocupada, pero se sentiría mejor si los viera. Está bien, tal vez, estaba un poco preocupada. Todavía no lograba sacudirse la idea de que escuchó al demonio Dragón mientras estaba en la celda. ¿Habría pasado la prueba? Si no era así, ¿estaría esperando en los límites del Templo?

Sus preguntas pasaron a segundo plano cuando una mujer se le acercó con un hermoso bebé en brazos. Era tan encantadora la pequeña criatura que ella no pudo dejar de mirar.

-Hola –habló la mujer, con voz suave-. Soy Leyra. ¿Quieres que te haga compañía mientras esperas?

-Claro. –Magnatara estaba sentada en una de las butacas, así que Leyra tomó el asiento que estaba de frente a ella.

-Imagino que no has visto a Khal todavía. –ella tenía una sonrisa sincera en sus labios como si conociera su desespero por no ver a la persona que consideraba un padre.

-¿Tan evidente es?

-Solo un poco –entonces el bebé que tenía en brazos hizo un ruido de lo más tierno, haciendo que su vista se desviara de nuevo a él.- Es mi hijo, su nombre es Eos. ¿Quieres cargarlo? -

¿Quería ella? La verdad le gustaban los bebés, pero no era como si estuviera rodeada de ellos todo el tiempo. Podía contar con los dedos de sus manos cuantas veces tuvo uno en brazos.

–Venga.

-Leyra se puso de pie, y Magnatara lo hizo casi de un salto. Rara vez ella estaba fuera de su elemento, pero ahora no sabía cuál era el paso a seguir. Acomodó los brazos y la mujer puso a Eos allí. El niño soltó un gorgoteo y la miró fijamente con los ojos color miel, para luego reírse.

-Eres un hermoso pequeño.- le arrulló, meciéndolo en los brazos.

-¿Magnatara? –el corazón le dio un vuelco, reconociendo la voz incluso antes de darse la vuelta. A su espalda, su mentor por fin hacía su aparición. Varios sentimientos inundaron a la Rakshasi.

Primero fue el alivio. Él estaba bien, no tenía ningún rasguño. Así que Magnatara podía perdonarle la vida a Salomé y a Xhotan por varios días. Luego le siguió un poco de indignación. Casi murió de preocupación y Khal no había salido a su encuentro cuando llegó en primer lugar. Soltó un ruido mortificado.

-Estoy debatiéndome seriamente en si correr a abrazarte o a darte una patada en el culo por hacer que me preocupara tanto –Khal soltó una carcajada, mientras se acercaba a donde estaba ella junto a Leyra. –. Simplemente agradece que tenga al niño en brazos. A propósito, ¿tienes algo que decirme? -

Quería saber por qué le contó a Kamlot la verdad sobre su mezcla de raza y porqué lo envió precisamente a él para protegerla. ¿No era más sencillo decirme a mí todo y que yo tomara cartas en el asunto? Eso de tener guardianes no acababa con gustarle.

-Creo que ustedes necesitan hablar –dijo Leyra.-. Dame al pequeño, más tarde puedes estar con él si lo deseas. –De mala gana, la Rakshasi le devolvió al bebé a su madre. Pronto se reprendió a sí misma. ¡No es tu hijo! Tampoco estas preparada para tener uno. Eso era cierto, pero estar cerca de una criatura tan pequeña, siempre afloraba su lado materno.

-Gracias. Seguramente lo haré más tarde –eso haría. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa mejor podía hacer mientras estuviera aquí? Leyra inclinó la cabeza en un saludo a ambos antes de marcharse. Magnatara se volvió hacía su mentor, cruzando los brazos en su pecho. –Ahora, explícame cómo es que Kamlot sabe mi secreto. –Khal soltó un suspiro exasperado.

-Busquemos un lugar para hablar. –él sabía que ella estaría seriamente cabreada. La conversación que le esperaba iba a ser larga. Y todo porque Magnatara era muy terca. Una persona muy dura consigo misma, también.

Ambos avanzaron por los pasillos, hasta que el oráculo se detuvo frente a una puerta que abrió sin hacer el más mínimo ruido. Khal dejó que ella pasara primero, al seguirla cerró la puerta tras de sí. Estaban en su oficina, Magnatara pudo notar que tenía unos objetos allí que habían estado en la antigua. Además de que los libro que ella cargó por todo el Amazonas ya estaban colocados en un estante cerca del escritorio. Khal se sentó en su cómoda silla, en la espera a que la Rakshasi rompiera su presa y comenzara a reclamarle.

-¿Y bien? Sigo en la espera. –el oráculo sonrió. Algunas cosas nunca cambian. Y Magnatara pudo controlar algo de su temperamento, pero no su impaciencia.

-¿Qué es lo que te molesta de todo?- ¿Todavía lo preguntaba? Ella se dejó caer en la butaca dramáticamente.

-¿Por qué de todas las personas precisamente a Kamlot?

-Tú sabes la respuesta a eso. Él necesitaba comprenderte, yo le di lo que necesitaba, la información que le negaste. –Sus ojos llamearon con rabia.

-No quiero que me tenga lastima. –No. Quería que cualquier movimiento que él hiciera hacia ella fuera porque aceptaba cada parte de su ser aunque no lo entendiera. ¿Ahora que debía pensar?

-¿Por qué habría de tenerla? –Magnatara no respondió a esa pregunta. Si ella no se sentía lastima, ¿por qué la tendría el resto del mundo? Aun así…

-…Tú no lo entiendes.- dijo por fin. Entendía el motivo de Khal. O al menos creía entenderlo. Sabía que contarle a Kamlot su pasado, era un movimiento paternal para con ella. Él confiaba en el demonio Dragón. Además, era un oráculo, siempre iba a hacer las cosas con un propósito mayor. No le hubiese dicho nada de eso a Kamlot si no fuese realmente importante para lograr algo.

-Estás haciendo de un grano de arena una montaña. –sí, eso parecía.

-Ya que estamos, ¿por qué no me mencionaste nunca que era la llave para entrar al infierno? He sido perseguida por siglos, pensando en que solo me querían por lo esplendida que soy, y resulta que no era cierto.

-Para entonces no era el momento.- puso los ojos en blanco. A veces hablar con Khal era tan productivo como hablarle a una pared.

-Sigues sin explicar por qué cuando fue el momento no me lo dijiste.

-Ya lo sabes, así que quien se enteró antes o después no tiene relevancia. Además, si te hubieses quedado, te hubiese enterado.

-No juegues conmigo, Khal. Sabes que si quisieras habérmelo dicho, no me hubieses dejado la nota en primer lugar.

-Magnatara, Magnatara… ¿Cuándo vas a aprender que los oráculos hacemos las cosas de determinada forma para encadenar un suceso para llevar a cabo un fin? Pensé que lo entendías ya. No hay que entender, las cosas debían ser así.

-A veces simplemente odio esas cosas. Hoy en específico. –Khal la miró detenidamente, luego soltó un suspiro como si no supiera qué hacer con ella.

-Nos veremos más tarde Magnatara, ya aclaré tus dudas, ahora necesito hacer otras cosas.- Ella me miró incrédula.

-¿Qué has aclarado qué? ¡Solo me has complicado más la vida! Pero dado a que tienes otras cosas más importantes que tratar de decirme algo que seguramente me enojara, mejor me marcho –se puso de pie y caminó hasta detenerse frente a la puerta.-. ¿Sabes algo de Kamlot y Ammatiel?

-Oh, ¿ahora es Ammatiel y no el ángel? –La Rakshasi suprimió un suspiro.

-¿Me dirás o tengo que buscarlos por mi cuenta?

-Ya regresaran. -¿Eso debía decirle algo? Eso solo decía que él no le diría nada más. Respiró lentamente mientras abría la puerta y salía con un humor de perros. 


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Suponía que se encontrara con Magnatara y Kamlot, pero los oráculos simplemente lo llevaban a otro lugar.

Ammatiel ya ha estado allí, hace mucho tiempo, desde que su padre desapareció llevando con él un muy importante legado, fue llevado para ser entrenado para portar algo de igual valor. Nunca supo que era, ni cuando estaría preparado para aceptar tal carga. Ha pasado tanto tiempo de eso. Bajó por el oscuro pasadizo de escaleras, hasta llegar a un pequeño salón, donde el fuego azul y verde crujía en una relajante tonada.

¿Por qué era él el elegido? No lo entendía. Tal vez si supiera de qué va tanto misterio lo sabría, pero los oráculos eran un total dolor de cabeza. ¿Qué hacía allí de nuevo? Seguro como que era un ángel a que la Rakshasi lo estaría buscando y que Kamlot estuviera dando saltos por su desaparición. Ni siquiera le dieron tiempo para saber si ellos pasaron la prueba y que entraron al Templo como debería ser.

Sumido en sus pensamientos, el ángel trató de divisar algo en el lugar, pero nada saltaba a su vista. ¿Tenía que esperar o simplemente alguien llegaría? La espera nunca le fue muy dada.

-Ammatiel, siempre es un gusto verte.- Se volteó hacía a voz que conocía bien.

-¿Khal?- el hombre salió de las sombras.- ¿Qué era eso tan urgente que me trajo aquí?

-Ya es tiempo –El corazón del ángel comenzó a latir con fuerza.-. Tu destino está a punto de cumplirse. -

¿A punto? Ammatiel no tenía idea de que destino hablaba… Oráculos al fin y al cabo, hombre, nunca compartían una mierda. Fue entrenado en muchas cosas que según ellos le sería de ayuda para hacer lo que se esperaba de él. Luego del entrenamiento solo le dijeron que la próxima vez que volvería al templo, ya estaría preparado para recibir lo que le correspondía. Años han pasado.

-¿Por fin me dirás de que va tanto misterio?

-No, te lo mostraré. –Se giró y comenzó a caminar. Ammatiel lo miró confundido y lo siguió. –A lo largo del tiempo se esperaba la llegada de Magnatara. Los antiguos sabían de su existencia, mas no sabían que podía hacer. La llave del infierno, a su vez, la llave del cielo. ¿Qué haría si estuviera demasiado molesta? ¿Arrasará con los cielos o con el infierno? Motivados por la preocupación, crearon un arma para acabarla. Tu padre tiene una parte, por consecuencia, tú tendrás la otra parte.

-¿Me estás diciendo que debo matarla?- Khal negó con la cabeza.

-Eso no lo sabemos.- ¿Huh? ¿Ninguno de los oráculos sabía que pasaba con Magnatara?

-Entonces, ¿cómo sabes que debo tener la misteriosa parte?

-Es lo único que está claro.- Suspiró. Oráculos… uno piensa que son de ayuda hasta que te dan un rompecabezas por respuesta. Entonces descubres que tal vez el mundo estuviera mejor sin ellos. Esto los dejaba en un punto muerto, para nada una ayuda. Gracias.

-Suponía que los oráculos saben todo. –Khal soltó una carcajada que hizo eco por las rocosas paredes y negó con la cabeza.

-Todos suponen eso, la verdad es más complicada. –Por la forma en que lo dijo, Ammatiel entendió de que no hablaría más del tema.

Recorrieron el camino restante en silencio. Con cada paso, el nerviosismo del ángel subía a más. Esto no estaba bien. Una vez que tuviera lo que sea que fuese en sus manos, la vida de Magnatara corría peligro. Lo peor, es que sería él quien está encargado para dar el golpe si se diera el caso. Khal no tenía que decirle para saber esa parte. ¿Será una guerra entre los dos? Se ponía enfermo nada más de pensarlo. Pero luego del terror de saber que podría matar a la Rakshasi, un pensamiento le choca en la mente.

-¿Has dicho mi padre tiene una parte? –Eso era imposible. Su padre había muerto hace tanto tiempo atrás que casi nunca pensaba en él. Los pensamientos eran demasiado dolorosos. Su padre simplemente se fue una mañana y nunca regreso. Los días luego de eso fueron un infierno, teniendo en cuenta de que él tuvo que sustituir a su padre cuando solo tenía 16 años. Era un gran guerrero para ese entonces, pero quería hacer lo que los demás a su edad hacían… no estar lleno de responsabilidades.

-Debo repetirte solo si eres un tonto –le replicó Khal. Ammatiel soltó un suspiro cansado. Necesitaba unas vacaciones. Ya que no sacaría nada con esa línea, intentó otra.

-¿Dónde está mi padre?

-En un lugar oscuro.

-Entonces, ¿está vivo?

-Vivo. Muerto. ¿Quién sabe?

-¿Tú?

-Eso parece. Pero no quiere decir que te diré. A su debido tiempo.- Tuvo que detenerse para no hacer nada estúpido. Así que pasará quien sabe cuánto tiempo con la duda. Era frustrante.

De momento Khal se detuvo y comenzó a tocar unos ladrillos con una especie de orden hasta que la pared se hace a un lado, dejando el paso a un cuarto iluminado con solo un pequeño pedestal de piedra en el centro. Allí descansaba el rubí más hermoso que vio jamás. Esto era lo que él estaba destinado a portar, algo que costaba más que su propia vida. En pocas palabras el destino del universo estaba en sus manos y en las de su padre… que no tiene ni idea de donde está.

-Si Magnatara no puede controlarse para lo que viene –el oráculo lo miró seriamente.-, entonces, debes matarla.

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Al volver de su prueba, se encontró caminando hasta el Templo. Admiró la arquitectura con la cual fue construido, los oráculos definitivamente hicieron un excelente trabajo para protegerse de cualquier ataque. Las puertas se abrieron y Kamlot parecía ya un demente. Magnatara… él debía encontrarla.

-La Rakshasi está en su habitación. Subiendo las escaleras del ala este, última puerta a la izquierda.- dijo el oráculo, sin que el demonio dragón le preguntara.

Tenía que saber si ella estaba bien. Estaba seguro que Magnatara pasaría esa prueba, siempre lo hacía. Ella era así de brillante. Pero quería asegurarse de que estuviera a salvo. Lo que él vio todavía le estaba danzando en su mente… ¿la Rakshasi había tenido que pasar por algo parecido? Si era el caso, ¿cómo estaría? A pesar de ser una de las criaturas más fuertes que conocía, la mujer tenía un grado de vulnerabilidad que cualquiera que lo conozca podría utilizarlo en su contra.

Le costó todo su autocontrol no ir corriendo para encontrarla, pero tampoco quiere decir que iba despacio. Rebasó a par de personas que estaban en su camino, hasta toparse con las escaleras. El camino parecía eterno, la escalera de caracol no tenía fin alguno. Cada paso que daba era un pensamiento decisivo… mataría a Salome, tendría la sangre de esa hija de puta en sus manos, aunque esta estuviera mezclada con la suya. Aunque muera en el intento, Kamlot cobraría la gran deuda de esa mujer.


Continua en Parte 2

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