viernes, 18 de septiembre de 2015

Las protectoras de la noche. Capítulo 5.



CAPÍTULO 5


Nessa salió del vestíbulo y se encaminó hacia el gimnasio por el largo túnel. Iba al el encuentro de su “instructor”, Zsadist.

Habían pasado cinco días desde que las parejas habían sido asignadas y como desde ese primer y calamitoso encuentro en que la Virgen Escriba las presentó a la Hermandad aún no le había visto el pelo, estaba empezando a pensar que habían encargado su enseñanza a un ser imaginario.

No es que estuviera ansiosa por tener a un macho arrogante dirigiéndola y burlándose de ella, esos tiempos habían terminado hacía mucho, pero aceptaba que debido a su ignorancia de muchas cosas de ésta época, la instrucción se hacía necesaria. Por suerte, ella aprendía rápido y no duraría demasiado tiempo.

¿Hacia dónde debía ir ahora? Ah, sí, hacia la derecha, directo hacia las puertas dobles. Así se lo había señalado el hermano llamado Phury. Un hermoso macho con una hermosa cabellera. Parecía el más amable de los hermanos, con sus modales impecables y sus modos tan suaves. Claro que en el pasado, aquellos que más amables habían parecido, fueron los que peores vejaciones le habían infligido. Aun así, el vampiro no le inspiraba desconfianza.

Se detuvo en seco ante las puertas del gimnasio. Deja ir al pasado, Nessa, se dijo. Claro, como si fuera tan fácil. Tomó una profunda bocanada de aire y entró.

Allí estaba él. Zsadist.

Estaba levantando pesas. Cuando entró, se detuvo un momento, vio quien había ingresado y luego continuó con su trabajo.

Oh, sí, definitivamente debo pedirle un autógrafo a Miss Simpatía.

Sabía que él y Phury eran gemelos, lo habían dicho en la primera reunión cuando se les advirtió que se mantuvieran alejadas de él. Pero lo cierto era que no se parecían mucho a primera vista. Tal vez se debiera a que Zsadist se había rapado totalmente la cabeza o a aquella cicatriz que atravesaba su cara desde la sien hasta el labio superior, deformándolo. También se diferenciaban en los ojos. Mientras que los de Phury eran de un cálido amarillo como el del sol, los de su gemelo eran de un negro frío y profundo como el fondo de un lago a medianoche en mitad del invierno.

Pero incluso en las más negras profundidades se podían encontrar las más hermosas maravillas. Y Nessa se sorprendió queriendo descubrir lo que él escondía detrás de esa mirada furibunda.
Reprimiendo ese absurdo pensamiento, se acercó a Zsadist y le habló.

—Supongo que tú debes ser Zsadist.

Él se detuvo en medio de una flexión, le lanzó una mirada siniestra y continuó con lo suyo.
¡Vaya!, pensó molesta, el tipo empalaga de simpático que es. Intentó otra vez.

—Oye, no quiero molestarte…
—Entonces sal por esa puerta y deja de hacerlo —la interrumpió.
Ok, al diablo con los buenos modales.

—Mira, macho, a mí tampoco me agrada esto y por eso mismo quiero terminarlo de una vez, así que, por favor, levanta tu culo de ahí, enséñame lo básico de lo que necesito aprender y luego podremos seguir cada uno por su propio camino y no volveremos a vernos los rostros.

Mientras una repentina ola de frío la envolvía, Zsadist dejó las pesas en el soporte, se sentó y le clavó su negra mirada. Su instinto le exigía que retrocediera y se pusiera a buen recaudo de él. Pero bueno, nunca se había distinguido por ser la más sensata de sus hermanas.

—¿Tanto te molesta mi rostro?
Bien, ese había sido un comentario realmente afortunado de su parte.
—Te pregunté algo —dijo con voz siniestra—, ¿tanto te molesta mi rostro? Pues lo lamento si te asusta, niña aprensiva. Ahora deja de molestarme.
¿Niña? El mundo no le había permitido ser una niña.
—Tu rostro no me interesa, guerrero —repuso con calma—, y hace mucho que me arrancaron la capacidad de sentir miedo. Ahora deja de jugar a soy-tu-peor-pesadilla y enséñame lo que necesito aprender.

Zsadist se levantó y se acercó a la hembra que estaba fastidiándolo hasta que casi se tocaron. Casi.
Ella tuvo que alzar el rostro para poder seguir mirándolo a los ojos y aún así, podía olerlo, no se amedrentó, apenas si sentía un leve recelo proviniendo de ella, pero su mirada seguía siendo entre calculadora y desafiante. La pequeña hembra tenía agallas, le concedería eso.

—Lárgate —dijo de manera cortante.
—El Rey dijo…
—Me importa un comino lo que diga nadie —la cortó—. No pienso hacer de niñera de nadie. En lo que a mí respecta, las hembras tienen una única utilidad —dijo desnudando sus colmillos en una macabra sonrisa y avanzando un paso más. Apenas los separaba un espacio del tamaño de un cabello.
Pero ella no retrocedió.
—¿Y qué se supone que debería hacer ahora? ¿Tirarme sobre las colchonetas o salir corriendo?
—Puedes ponerte de cara a la pared.
—Oh, vamos guerrero, puedo hacerlo más divertido para ti.

Y cortó el delgado espacio que los separaba.
Cuando sus pechos se tocaron, Zsadist siseó y saltó hacia atrás descubriendo totalmente sus grandes colmillos en una mueca amenazadora.
Bien, pensó, si el tipo no sufre de una leve misoginia, yo soy la Virgen Escriba.

—No vuelvas a tocarme —gruñó mientras una nueva ola fría la envolvía.
—Eras tú quien me hacía propuestas indecentes, macho —retrucó.
—También he dicho que no pensaba hacerme cargo de ti y que dejaras de molestarme.
—Necesito que alguien me entrene y tú vas a hacerlo.
—No me provoques y no te lastimaré. No tendré consideración porque seas hembra —dicho esto, se volteó y se dirigió hacia un saco de arena y comenzó a golpearle con rápidos y efectivos movimientos.

Letales movimientos.
Elegantes movimientos llevados a cabo por esos músculos tan poderosos que podía ver flexionarse una y otra vez bajo su camiseta, mojada por el sudor.
Ya le gustaría tomar una toalla y secar el sudor de esa espal…

Nessa se pateó mentalmente para cortar el hilo de sus pensamientos y le gritó, más enfadada consigo misma que con él:

—¡Muy bien! ¡No me enseñes si no quieres, pero ten por seguro que yo aprenderé de ti!
Acto seguido, dio la vuelta y salió del gimnasio mientras Zsadist continuaba aporreando el saco.
Sólo cuando iba a mitad de camino hacia la mansión, se dio cuenta de que las bandas negras alrededor del cuello y las muñecas de Zsadist eran las de un esclavo de sangre.


Raysa abrió un ojo y miró alrededor. ¿Las paredes no debían girar, no?
Cerró el ojo un momento y luego abrió los dos.
Estaba en su cama, en su grande y confortable cama. Y no quería salir de allí. En realidad, no podía. Se encontraba muy débil. Y odiaba sentirse tan patéticamente. Lo cierto es que uno tendía a sentirse así cuando se encontraba en un gran periodo de inanición. Simplemente necesitaba sangre.
Lamentablemente, ahora mismo no podía hacerse cargo de eso, ya que su Oh-Real-Y-Gran-Señoría la debía estar esperando en el gimnasio para su entrenamiento diario y no quería quedar mal ante él suspendiéndolo debido a su debilidad. Sabía bien que el ego de ese macho no necesitaba que lo alimentara aún más.
Alimentarse.
Tendría que dejar de pensar en eso.
Haciendo un incalculable esfuerzo, abandonó la cama. Un leve mareo la atacó, pero se dijo que se debía a que había estado demasiado tiempo acostada. Lo mejor solución sería un poco de movimiento.
Abandonó la habitación, pero no se apoyaba en la pared porque lo necesitara, solo lo hacía por gusto. Se enderezó lo más que pudo y se dirigió al complejo fuera de la mansión donde Wrath la estaría esperando.


La hembra ya tendría que haber llegado y se sentía como un tonto esperando solo en el gimnasio. Definitivamente no pensaba seguir interpretando ese papel.
Con la furia a flor de piel se encaminó hacia la puerta del gimnasio.
Iría a buscarla y la traería a la fuerza si era necesario. Le enseñaría quién mandaba aquí. Después de todo, los tatuajes en sus antebrazos no eran meramente decorativos. Alzó la cabeza por un momento y frenó abruptamente al distinguir la figura femenina que se acercaba. Wrath agudizó sus sentidos. Podía notar algo raro en la hembra, algo que no estaba del todo bien.
Aún así, no frenó su duro comentario.

—Que suerte tengo que la gran guerrera se haya dignado a aparecer —soltó Wrath, irónico.
Raysa se erizó al escuchar las duras palabras del macho. Así se le fuera la vida en el entrenamiento, no iba a dejar que se diera cuenta de lo mal que se sentía.

—Es que me apetecía tan poco verte que no pude evitarlo —le dijo irónica.
Wrath apretó los puños, más furioso aún por la impertinente respuesta de ella.
—No voy a seguir tolerando esta actitud tuya, Raysa —le respondió apretando los dientes.
—¿Entonces qué te parece si empezamos el entrenamiento y dejamos la conversación para otro momento? —Le dijo mientras trataba de dirigirse con paso firme al centro de la habitación.

A duras penas estaba conteniendo el malestar. Necesitaba movimiento y cuanto antes, cualquier cosa que la distrajera sería bienvenida.
Wrath se acercó con paso felino a donde ella estaba, sin sentirse del todo conforme y se puso en guardia.

—Bueno, comencemos con unos movimientos sencillos como siempre —le dijo sin apartar la mirada de la figura que se encontraba enfrente.

Se acercó a ella lentamente, como una animal que acecha a su presa, la rodeó tratando de encontrar su punto débil y hacerla caer.
Raysa se alejó a tiempo y evitó el ataque del macho.
Maldición. Sus pies le pesaban una tonelada. Y apenas podía moverse.
Quiso girar para ponerse nuevamente frente a él y atacarlo, pero no fue lo suficientemente rápida y Wrath la tiró con fuerza al piso dejándola sin aliento. La miró sorprendido, definitivamente ésta no era la guerrera que le había hecho frente noches atrás.

—¿Estás bien? —Preguntó ligeramente confuso mientras se apartaba un poco.
Raysa trató de levantarse rápidamente y le respondió con acritud:
—Tan bien como podría estarlo con un macho como tú encima —le dijo provocándolo—. Recuerdo haberte dicho que no quería que me tocaras, no es de mi agrado tener tu cuerpo encima del mío.
Wrath se levantó rápidamente y se contuvo de ofrecerle la mano para ayudarla.
—Perfecto —dijo embistiéndola por sorpresa una y otra vez hasta hacerla caer tantas veces como quiso—. ¿Vas a admitir que te sientes mal? —Preguntó en tono serio y molesto. Odiaba que no compartiera lo que le sucedía, él necesitaba saber qué iba mal en ella.
—No me siento mal —le dijo con los dientes apretados. Aunque sabía que era una mentira enorme, jamás admitiría su estado, eso era para los débiles, no era propio de una guerrera de siglos.

Wrath, molesto por su terquedad, intensificó los ataques y la fuerza. Maldita hembra soberbia y orgullosa. Una y otra vez atacó, haciéndola trastabillar. Haciendo que Raysa se sintiera más enferma y cansada, pero él no iba a detenerse hasta que admitiera que estaba débil y que algo le ocurría, en los entrenamientos anteriores lo había sorprendido con su fuerza y rapidez.

Raysa simplemente ya no sentía nada. Trató de resistir los ataques durante el tiempo que le fue posible, pero el desgaste de energía la había llevado al extremo. Sin darse cuenta realmente de lo que pasaba, sus piernas dejaron de sostenerla y cayó de rodillas. Todo se estaba volviendo negro y los oídos le zumbaban.
Wrath se maldijo y la tomó en brazos antes que cayera completamente al suelo. No pensó.

—Raysa, ¿estás bien? ¿Me escuchas? ¿Qué te sucede? Necesito saber que tienes para poder ayudarte —preguntó asustado.
Demonios, no debería haberla forzado, se reprendió mentalmente.

Ella escuchó la voz a lo lejos, se sentía fatal y apenas podía contener el malestar, así que responderle estaba fuera de sus posibilidades definitivamente.
Su estómago estaba cerrado, gimió tratando de recuperar la conciencia. Por un momento todo pareció aclararse y trató de incorporarse, pero las náuseas volvieron con mayor intensidad.
Si tuviera la suficiente energía se habría desmaterializado hacia su cuarto, pero no podía moverse sin descubrir su situación aún más.
Wrath estaba aturdido, no sabía qué le ocurría y por alguna razón le afectaba verla así.

—Raysa, te voy a llevar a tu cuarto —dijo lo más calmado que pudo.
Cuando llegaron allí, la recostó en la cama lo más suavemente que pudo, como si fuera de cristal y se pudiera romper en cualquier momento. La arropó con una manta y se sentó a su lado. Le acarició el cabello.
—Raysa, necesito que me digas qué es lo que te pasa. Si no lo haces, no te podré ayudar —le murmuró suavemente.
Raysa no se molestó en abrir los ojos cuando murmuró con voz ronca:
—Quiero que te vayas, quiero que me dejes sola. Márchate.

Odiaba que la viera así, jamás se había mostrado vulnerable con nadie. Solamente sus hermanas la habían visto alguna vez de esa forma, pero era algo de lo que ninguna de ellas hablaba.
Trató de incorporarse para ir hasta el baño, pero su cuerpo se negaba a responder adecuadamente.
Con un esfuerzo gigantesco, logró sentarse en la cama y apoyar los pies en el suelo.

—Márchate, Wrath, no te necesito aquí. Vete —dijo, mientras se forzaba a levantarse.
De no ser por los reflejos de él, hubiera terminado en el suelo.
—Te tengo —dijo Wrath haciendo que la cabeza de Raysa se apoyara en su hombro.
Podía sentir como sus colmillos empezaban a crecer. Juntó las pocas fuerzas que le quedaban y lo empujó mientras caminaba tambaleante hacia el baño apenas conteniendo las arcadas. No voy a lograrlo, pensaba para sus adentros.
Leliel irrumpió en el cuarto de Raysa, seguida por Nessa y Kytara.

—¿Dónde estás? —Preguntó Leliel en medio de un mar de confusiones.
Siempre le había costado controlarse y mucho más si una de sus hermanas estaba en peligro.
En sus rostros se veía la preocupación que sentían. Kytara empezó a mirar por el cuarto buscando en donde se había metido Raysa, si había desaparecido.
Wrath miraba confundido a las guerreras.

—No la veo —dijo Nessa inspeccionando la habitación.
Entonces enfocó su mirada en el guerrero. ¿Qué hace aquí?, se preguntó.
Leliel se enfrentó a Wrath, quien las miraba sin entender nada.
—¿Cómo mierda no la has alimentado todavía? ¿Qué estás esperando? ¿No te das cuenta de que se está muriendo? —Dijo apuntándolo con el dedo en el pecho, dejándolo aún más sorprendido, mientras los cabellos de ella iban del rubio al rojo fuego
—Eso lo que quieres, ¿verdad? Una menos de nosotras, ¿no? —Gritó con odio Kytara, sus ojos habían empezado a cambiado de color y el viento en el exterior rugía enfurecido.
Los temblores del suelo comenzaron a ser cada vez más fuertes, alertando a las guerreras de que la situación era peor de lo que pensaban.
—Un momento. Mejor nos calmamos y buscamos a Raysa —dijo Nessa que contemplaba la escena sin entrometerse hasta ese momento—. ¿Sabes dónde se metió? —Preguntó mirando a Wrath
Éste le devolvió la mirada sin expresión en el rostro.
—En el baño —dijo pasando rápidamente entre las dos guerreras y yendo a donde estaba Raysa.
En un segundo volvió con ella en brazos y la depositó suavemente sobre la cama. Se paró y se dirigió rápidamente hacia la puerta.
Estaba a punto de llegar a ella cuando las tres guerreras se colocaron ante la salida.
—Debes alimentarla —demandó una de ellas.
—Sabemos que es terca, pero la necesitamos y la queremos, es nuestra hermana —agregó otra guerrera.

Wrath se encontraba entre la espada y la pared. Quería ser él quien la alimentara, era un deseo totalmente irracional y egoísta que tenía desde que la había conocido, y sin embargo sabía que no debía involucrarse con ella de esa manera, pero su hambre lo llamaba. Sólo duró un segundo su indecisión. Se dio media vuelta y se dirigió nuevamente hacia la cama.

Miró a las tres guerreras por detrás de las gafas oscuras. No hizo falta que hablara ni mucho menos que vieran los ojos del guerrero. Se podía oler en el aire el deseo reprimido del macho, que ya no se molestaba en ocultarlo. Las tres desaparecieron como por arte de magia.

Fue entonces, en ese momento cuando él la tomó en sus brazos, la sentó sobre su falda y acarició su mejilla de forma suave, besó su frente para luego dejar su cuello a disposición de Raysa para que se alimentara, para que saciara su hambre, para que bebiera de él.
Raysa seguía envuelta en una especie de bruma.
Podía sentir como bullía la sangre del macho, la llamaba y sentía que era inútil negarse más tiempo. De todas formas hizo un último intento de retirarse, no quería depender de él en ese aspecto tan importante.

Wrath gruñó por lo bajo. Si me va a rechazar, que sea con justa razón, se dijo a sí mismo. La tomó suavemente del mentón obligándola a que lo viera. Entonces hizo la cosa menos esperada de todas, inclusive para él. Cubrió con su boca los labios femeninos, suavemente. Fue un beso tierno, gimió cuando sintió el sabor de ella, se lo había imaginado así, pero era mucho más dulce, más femenino, más sensual, mucho más excitante.
Raysa sintió la suave pero firme caricia.

Abrió levemente los ojos, un extraño calor se estaba adueñando de su cuerpo sin fuerzas. Levantó con dificultad una mano y pudo sentir la piel masculina suave bajo su tacto.
La llamada de la sangre era cada vez más poderosa.
Se apartó levemente para poder mirarlo. Estaba tan indecisa, no quería depender de nadie y menos de él, las cosas que sentía eran nuevas y demasiado intensas, sensaciones que ella siempre se había negado a sí misma. Él estaba más cerca de ella de lo que ningún macho había estado antes.
Pero lo peor de todo, lo que hacía que realmente se sintiera mal, era que Wrath lo estaba haciendo por obligación y no quería que fuera de ese modo.

—Raysa —ronroneó Wrath notablemente excitado—, bebe de mí —dijo lamiendo su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja, besándola allí, provocándola, excitándola—. Deseo que lo hagas, quiero ser el único que te alimente —susurró en su oído.
Lo miró, sorprendida a pesar de su malestar.
—Tú no quieres realmente esto, Wrath, ¿sabes lo que esto significaría? ¿Las complicaciones que acarrearía a tu vida? No puedes estar hablando en serio —le dijo con la voz ronca deseando internamente que sus palabras fueran verdad, porque eran las más bonitas que alguien le había dicho jamás.

Desde que había llegado al complejo de la Hermandad había sentido cosas nuevas. Cuando habló con él, cuando la tocó por primera vez, sintió que realmente despertaba, que su cuerpo volvía a la vida después de un largo letargo.
Una lágrima se deslizó por su mejilla, conmoviéndolo más de lo que se imaginó.
Wrath limpió con su pulgar la solitaria lágrima.

—No sé que puede venir después de esto, tampoco puedo explicar por qué has despertado en mí este deseo, me resisto a esto que siento con todas mis fuerzas y tú debes saberlo; debo ser honesto contigo, tampoco puedo hacerte promesas de ningún tipo ni creo que tú las necesites… Somos tan diferentes, pero necesitas alimentarte y yo estoy aquí para ti, ahora, en este momento. Las complicaciones que surjan las enfrentaremos cuando lleguen.

Raysa se acercó nuevamente a Wrath, pasó la nariz por el hueco de su cuello y dejó de resistirse, la sed era demasiado fuerte. Sintió como sus colmillos crecían nuevamente, cerrando los ojos y pasando una mano por el cuello del macho, hundió sus colmillos, soltando un gemido al sentir la sangre de él entrando en ella, llenándola con su fuerza, era como fuego entrando en su cuerpo, colmándola de poder.
Era una situación profundamente íntima, sentada en su regazo, sintiendo los fuertes brazos que la sostenían y bebiendo de un guerrero como él era más de lo que hubiera imaginado. Succionaba con fuerza mientras pasaba la mano libre por el suave cabello masculino. Su fuerza poco a poco iba volviendo.
Él acarició su cabello, resistiéndose a llegar más allá, llevando a cabo una lucha interna contra su deseo de tomarla en ese mismo instante. Reclamarla como suya era lo único que tenía en su mente, aún cuando sabía que eso no debía suceder jamás.
Cuando estuvo satisfecha, Raysa se separó de su cuello y lamió la herida que había provocado, demorándose más de lo necesario.

Wrath, que tras la experiencia se encontraba vulnerable, ansioso y excitado, no pudo resistirse más y la besó con deseo.
La recostó en la cama y comenzó a trazar un camino de besos húmedos desde sus labios hasta su ombligo, donde dejó escapar un leve suspiro haciendo que ella gimiera con deseo y sin oponer la menor resistencia a sus caricias.
Ella sentía arder su cuerpo. Con sus fuerzas totalmente recuperadas y esa extraña y desconocida sensación que provocaban las caricias de Wrath, se encontraba mareada y no precisamente por tener sed, ya que ésta había sido saciada por completo.
La boca del macho dejaba senderos ardientes en partes de su piel que eran totalmente sensibles. El top de entrenamiento no cubría mucho y todo en lo que ella podía pensar era en tenerlo encima suyo. Estiró los brazos y lo atrajo nuevamente hacia sus labios, rozando con los suyos la boca masculina, tanteando con deseo.

Wrath sintió como su erección aumentaba en sus pantalones, mordisqueó sus labios y con una mano delineó las curvas del cuerpo femenino. Centró toda su atención en sus pechos; levantó su top dejándolos al descubierto y comenzó a lamerlos como si de un dulce se tratara. Mordisqueó suavemente los pezones y sonrió cuando la escucho gemir. Por todos los cielos… podría pasar el resto de mi vida haciendo esto una y otra vez, pensó.
Raysa susurró con vos ronca:

—Por favor, Wrath… —levantó su rostro y lo atrajo hasta tenerlo frente al suyo, acarició la fuerte mandíbula, los labios, el cuello y luego llevó su mano a los anteojos.
Necesitaba ver sus ojos, ver su expresión cuando lo besara, cuando se rindiera completamente a ese guerrero, cuando se entregara como nunca antes.
—Necesito verte por completo —susurró llevando nuevamente las manos hacia los lentes.

Él cubrió las manos de ella con las suyas y cuando iba a hablar escucharon un fuerte golpe en la puerta del dormitorio. Raysa dio un respingo e intentó cubrirse.
Wrath se incorporó al escuchar la voz de Vishous a través de la puerta llamándolo.
—Wrath necesito decirte algo, señor, es bastante urgente. No te interrumpiría si no fuera algo de suma importancia.

Raysa sentía como ardían sus mejillas y trataba de vestirse nuevamente con rapidez, mientras el macho se dirigía con paso firme hacia la puerta. ¿Qué diablos le pasaba? Si no fuera por esa interrupción, ella se habría entregado sin reservas a Wrath.
Nunca había estado con nadie en todos los siglos de vida que tenía y en pocos días ya no podía apartarse de este macho y se entregaba tan fácilmente. ¿Que tenía él que la hacía actuar de esta forma? ¿Qué poder tenía sobre ella que hacía que se olvidara de todo?, se preguntaba mientras observaba como desaparecía de la habitación.

—¿Se puede saber que es tan importante, V?
—Tuve una visión y está relacionada con las guerreras. Fue muy contundente Wrath: “Si el equilibrio de las cosas se quieren mantener, ellas tendrán que poseer calma interior. Las horas están contadas si no logramos contenerlas".

Wrath miró a Vishous y sin dudarlo le dijo:
—Quiero que nos veamos abajo en la oficina, reúne a los hermanos. Con lo que me dices y con lo que ha sucedido hace un momento, es de vital importancia que hablemos. Estaré allí en unos minutos —Añadió Wrath antes de entrar nuevamente en la habitación.
Cuando entró nuevamente encontró a la hembra mirando por la ventana completamente vestida.
Raysa lo sintió entrar pero se rehusó a mirarlo.
—Tengo que reunirme con mis hermanos en unos momentos, Raysa —dijo serio, mientras se acercaba a ella.
Raysa se encogió cuando sintió la mano del macho deslizarse por su espalda, acariciando su cabello.
—No necesitas darme explicaciones, Wrath, me has alimentado y te estaré agradecida…
Soltando un leve gruñido, tiró de ella y la acercó a su cuerpo, antes de decirle suavemente en el oído:
—Fue más que eso y lo sabes. Si no nos hubieran interrumpido ahora estarías gritando mi nombre. Las cosas no serán iguales Raysa, aunque lo quieras, las cosas no volverán a ser como antes— besó su cuello antes de desaparecer de la habitación dejando a una muy confundida Raysa.


Todos estaban intrigados, ya que ninguno estaba seguro de qué trataba la reunión, aunque pensaban que tenía que ver con las guerreras. Desde que aparecieron, eran el tema de conversación de todos, y sobre todo de algunos más que de otros.

Wrath ingresó a su estudio. Se dirigió directamente hacia su escritorio Luis XIV, apoyó los codos en él y la barbilla sobre las manos entrelazadas, tratando de olvidar las escenas en la habitación de Raysa. Tras unos minutos en silencio, se dirigió a todos.

—V tuvo una visión, que me gustaría que compartiera con todos ustedes —miró a Vishous—. Bien, hermano, ¿qué tienes que decirnos?
Vishous se alejó de la chimenea, sobre la que estaba inclinado junto a Butch y se enderezó. Miró a cada uno de sus hermanos con sus diamantinos ojos escrutándolos, deteniéndose un segundo más en aquellos que tenían una guerrera asignada.

—Bueno, ¿vas a hablar o no? —Preguntó Butch con impaciencia.
Lanzando un suspiro, Vishous comenzó a hablar, con el ceño fruncido.
—Estaba terminando de instalar los chips GPS en los móviles de las hembras cuando una visión me asaltó.
—¿Qué es lo que te mostró? —Preguntó Wrath al ver que el silencio de su hermano se prolongaba.
—Pues… —frunció aún más el ceño y sus ojos comenzaron a brillar—. Había cuatro figuras que parecían mujeres: una estaba hecha de llamas, otra de agua, otra de tierra y la última apenas se la veía, pues estaba hecha de aire.

Estaban flotando sobre un agitado mar de lágrimas y sangre, y desde la orilla, cuatro figuras negras se les acercaban. Pero cuando éstas tocaron el agua, se desvanecieron. Entonces las figuras se unieron formando una gran masa de Caos que descendió hasta el mar y cuando se hundieron en él, la muerte cubrió todo. Pero un punto de luz vino desde lejos y habló: “Si el equilibrio de las cosas se quieren mantener, ellas tendrán que poseer calma interior. Las horas están contadas si no logramos contenerlas”.

Un gran silenció siguió al relato. Todos los hermanos se quedaron pensando en lo que la visión estaba tratando de comunicarles.

—Pues hay algo obvio —dijo Rhage—, ellas están involucradas.
—Sí, pero según parece, traen la muerte, además de un mar de lágrimas y sangre —dijo Butch, lacónicamente.
—No, no exactamente —lo contradijo Vishous.
— ¿Qué es lo que piensas de la visión, V? —Le preguntó Phury.
—Verán, mientras las figuras negras se iban acercando, los elementos se alejaban del mar y se iban definiendo, pero cuando las figuras se desvanecieron, justo en ese momento se unieron y se hundieron, trayendo la muerte.
—¿Quiénes son las figuras negras? —Intervino Zsadist.
Vishous no respondió en seguida.
—Creo que las figuras son alguien a quienes ellas necesitan para mantener la calma interior de la que la luz habló, y así evitarían hundirse en el mar agitado.
—¿Pero qué tiene que ver eso con mantener el equilibrio de las cosas? —Preguntó Butch.
—Es obvio que cada una de ellas maneja uno de los cuatro elementos a su antojo: Kytara el aire, Leliel el fuego, Nessa el agua y Raysa la tierra —respondió Wrath—. Estos son los constituyentes elementales de la materia. Por lo tanto, creo, ellas son el equilibrio. Si no logramos contenerlas, se destruirán y el equilibrio se destruirá con ellas, trayendo así el Caos y la muerte —miró a Vishous, como pidiendo una confirmación de lo que acababa de decir.
—Eso es lo que pienso yo también. Es obvio que las cuatro juntas tienen un inmenso poder que, descontrolado, puede traer la ruina de todos, y ellas ya demostraron caracteres fuertes que les facilita la pérdida de control. Dependerá de esos cuatro el “contenerlas”.
—Y noto que aún no has respondido a esa pregunta, mi hermano —acotó Phury—, ¿quiénes son esos cuatro?

La diamantina mirada de Vishous se apartó de la de Phury y se posó sobre el resto de los hermanos.


Continuará....

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