domingo, 6 de septiembre de 2015

Las protectoras de la noche. Capitulo 4.



 Viene de aqui


CAPÍTULO 4


—Que linda cama, cómoda y confortable —decía Kytara mientras saltaba en la cama como si tuviera diez años.

Un golpe ligero en la cabeza la hizo volver a lo único en que debía ocupar su mente en este momento: La nueva misión.

Por un lado se encontraba feliz por estar de nuevo con aquellas mujeres que había adoptado como sus hermanas, luego de que su familia fuera destrozada por el Omega.

Bajó lentamente de la cama y con pasos suaves caminó por la habitación.

Paró súbitamente y se plantó delante del enorme espejo de pie y forzó un reflejo suyo. Lamentablemente, ése era el único recuerdo que le quedaba de su madre. Kytara era un vivo retrato de ella, las facciones tan definidas, los rasgos tan bellos y amados… Tenía recuerdos felices.

El maldito desgraciado que la asesinó lo pagaría, se juró cumplir esa promesa.

Volvió lentamente a la cama, se arropó y trató de dormir.

Daba vueltas y vueltas sin lograr su cometido.

Haciendo a un lado las mantas y tras aceptar que no podría conciliar el sueño, decidió salir del cuarto y recorrer la mansión. Una buena caminata siempre la ayudaba a despejarse, mientras pensaba detenidamente sus pasos a seguir ante esta nueva situación.

Pasó frente a las habitaciones de sus compañeras y hermanas y bajó la escalera. Por lo que veía, a los miembros de la Hermandad les gustaba vivir bien, cada rincón de la mansión era un derroche de fortuna. Todavía no le gustaba estar allí, le asustaba el no poder definir si los machos eran amigos o enemigos.

Aunque desde que habían pisado la mansión sentía que no era bienvenida, estaban las reacciones de los machos y con ellas sólo podía llegar a la conclusión de que estaban más cerca de ser enemigos, porque nunca iban a poder aceptar que cuatro mujeres podían pelear a su lado como iguales.

Tanto caminó que no se dio cuenta que había llegado a la cocina.

Un trago de algo siempre es bienvenido y si contiene alcohol, mucho mejor, se dijo mentalmente.

Empujó la puerta y al levantar la vista, se encontró con la última persona que esperaba ver.

La inmensa figura masculina en la oscuridad era intimidante y la profunda voz resonó en la vacía habitación sobresaltándola aún más.

—¿Qué? ¿Acaso la gran guerrera es tan auto suficiente que no necesita descansar ni dormir? —dijo Butch en forma socarrona mientras masticaba con calma un sándwich.

La joven se acercó con paso lento y dijo en forma brusca mientras trataba de controlarse.

—¿No te enseñaron tus padres que no se habla con la boca llena?

Butch soltó una breve carcajada ante la infantil e inesperada pregunta.

Esta hembra se comportaba de manera juvenil y fresca, y eso le dejaba sorprendido siempre y era un sentimiento que no estaba acostumbrado a sentir.

—Algo me dijeron, pero preferí no darle importancia —dijo mientras agarraba la botella de cerveza que estaba sobre la mesada y le daba un generoso trago.

—Se nota que no hiciste caso de muchas cosas, sobre todo aquellas que tenían que ver con la educación y los modales, ¿verdad? —dijo mirándolo de arriba a abajo.

Kytara seguía sintiendo esa rara sensación en la boca del estómago y eso la molestaba ya que no podía entenderla.

Miró nuevamente la figura masculina y se estremeció levemente cuando se animó a observar sin pudor al macho.

Por la bendita sabiduría de la Virgen Escriba, hacía tiempo que no veía a un macho con tremendo físico, y éste era un buen espécimen, un muy buen espécimen. Con un metro noventa y cinco de altura era imponente, el cuerpo era atlético, una masa de puro músculos bien definidos y firmes.

Su cabello era oscuro y caía despreocupado, sus ojos de color avellana que antes habían brillado con algo parecido a la picardía, ahora estaban serios. Todo en él era tosco y rudo, en verdad era de temer.

—Veo que estoy interrumpiendo tu cena, mejor te dejo —comentó Kytara dando la vuelta y tratando de escapar de su presencia.

No sabía porqué realmente, pero sentía la necesidad de huir lejos de él, de alejarse hasta no sentir más nada.

—¿Estás feliz con la situación, Kytara? —Preguntó Butch con voz grave.

¡Demonios! La pregunta escapó de su boca antes de que su mente pudiera registrarlo siquiera. No le gustaba para nada lo que sucedía. Parecía un adolescente nervioso. La pregunta no tenía dobles intenciones. Sólo intentaba acercarse más a ella.

Tenía tantas ganas de extender los brazos, tomarla entre ellos y acercarla a su cuerpo hasta que se derritiera de placer y su nombre escapara de su tentadora boca.

La pregunta hizo que ella se quedara parada en la puerta totalmente congelada y sin volverse a mirarlo.

—¿Qué situación? —No iba a demostrar debilidad ante él—. Todavía lo estamos pensando, desde que el tal Phury y Wrath nos dieron la noticia… —la risa de él hizo que ella se quedara en silencio.

No era tonto, lo había juzgado mal.

Sintió en la espalda la presencia masculina.

¿En qué momento se había movido? No lo había escuchado. No lo había sentido.

Eso quería decir que sus poderes estaban fallando y por primera vez en la vida se sintió pequeña, vulnerable, y le dio miedo.

Un macho con ese poder sobre ella no tenía que existir, eso no podía ser posible.

No ahora, no dentro de la Hermandad, rogó para sus adentros cerrando los ojos por un momento.

Respiró hondo y giró para mirarlo.

Kytara dejó de respirar. Estaba muy cerca, más cerca de lo que esperaba. Se fundió en su mirada sin poder evitarlo, peor, sin querer evitarlo.

—Sé a lo que juegas —susurró el poli casi sobre sus labios, sin llegar a tocarlos.

Butch sentía como se escapaba de él todo control, cualquier otra idea que no fuera tenerla en su cama, debajo de él y gritando su nombre, no entraba en su cabeza.

Un escalofrío recorrió a Kytara, provocando sensaciones que no tenían que existir. Ella no se podía permitir eso.

Entonces lo sintió, con inmenso alivio, sintió el aire llamándola. Su poder la protegía y su hermano, el viento se hizo sentir en el exterior dándole su apoyo para escapar de Butch y ponerse a salvo.

—¿De verdad? ¡Qué raro! Yo nunca juego —le dijo mientras simulaba indiferencia ante el macho y lo miraba a los ojos.

¡Sí que era alto!

—A no ser que lo haga con una de mis presas.

Una sonrisa socarrona cruzó por los labios masculinos, llegando hasta sus ojos.

—Qué lástima que no juegues, belleza, de esa manera te pierdes toda la diversión —dijo sacudiendo levemente la cabeza—. Está bien, si así van a ser las cosas las acepto —dijo Butch acercando su cuerpo un poco más, haciendo que ella sintiera el calor que irradiaba, haciéndola consciente de su fuerza, de sus ansias, de su deseo.

El cuerpo de Kytara empezó a sentir el deseo que el macho le provocaba, su piel sentía cada corriente de aire de la habitación, haciendo que sus pezones se endurecieran y un mar de lujuria la recorrió como una cascada de miel resbalando por su cuerpo como las manos de un amante.

Se humedeció los labios resecos y pudo ver como cambió brevemente la mirada en los ojos de Butch, sus respiraciones se hicieron cada vez mas pesadas. Si cualquiera de los dos se movía, no habría vuelta atrás, solo un movimiento y que la Virgen Escriba los salvara de lo que podía suceder. Ya que había sido ella quien le puso esa maldición.

La joven mujer buscó en su mente algo que la sacara de esa situación tan peligrosa.

Echó mano de lo único que podía salvarla.

—Qué fácil te domina el deseo, híbrido —soltó casi en un suspiro.

Kytara pudo observar cuanto había herido a Butch, su rostro se desencajó momentáneamente.

Esa era la intención, era la manera en que se manejaba, desde ahora tenía que cortar todo. Estuvo demasiado cerca de rendirse a la pasión, demasiado cerca de olvidar todo.

—¿Tú crees? —Se acercó más a su rostro, casi al punto de que sus narices se rozaban, la estaba provocando. Pero su mirada había perdido toda calidez, ya no había pasión, el deseo se había desvanecido—. A mí también me gusta jugar con mi presa —continuó mientras tomaba lo que quedaba de su cerveza y pasaba junto a ella—. Claro que me gusta hacerlo antes de matarla.

La hembra se estremeció visiblemente.

—Ah, me olvidaba, te espero a las siete en punto en la puerta de entrada de la mansión, iremos al campo de tiro, quiero probar que puntería tienes, guerrera —diciendo esto, se marchó de la habitación.

La dejó con la boca abierta

¿Quién se cree que es?, se preguntó, molesta, Kytara. Miró el reloj de pared, faltaban tres horas, el tiempo suficiente para controlar sus poderes.

No lo quería admitir pero el encuentro con Butch la había dejado muy sensible, y con los nervios a flor de piel.

Miró alrededor buscando esa maldita bebida.

Quizás de esa forma olvidara de todo esto.







Las cuatro mujeres observaban asombradas el pequeño aparato que les estaba enseñando Phury.

Miraron al vampiro, desconfiadas.

—¿Dices que con esto podemos estar siempre en contacto con ustedes? —Dijo Leliel con un deje de incredulidad.

—Tiene que ser una broma —dijo Raysa mientras tomaba entre sus manos el dichoso artefacto.

—Nosotras podemos estar en contacto y no necesitamos esto —le dijo Nessa a Phury.

Phury sonrió ante la ingenuidad de las guerreras. Ésta, en definitiva, era la clase de Vishous y por las infecciones que había sufrido una de las computadoras de la mansión, no había podido dictar la clase, ya que sin él la seguridad de la Hermandad estaría perdida. Así que ante el pedido de su hermano, había aceptado hacerse cargo de ellas por esa tarde. Por alguna extraña razón, lo estaba disfrutando.

—Pueden estar en contacto entre ustedes, pero no con nosotros. Este aparato, llamado "celular", lo hará posible.

—¿Y por qué queremos estar en contacto con ustedes? —Preguntó Kytara, displicente.

—La Virgen Escriba ordenó que lucháramos juntos, y hasta que se hayan acostumbrado totalmente al mundo de ahora, lo mejor es que usen este artefacto.

—Entonces, una vez acostumbradas, ya no lo necesitaremos —afirmó Nessa.

—Por supuesto que sí —la contradijo Phury—. Solo que dejarían de ser tan necesarios. Cuando se acostumbren lo entenderán.

—¿Estás realmente seguro de que funcionan? —Preguntó Leliel desconfiada.

—Haremos una prueba para que lo veas. Desmaterialízate hacia tu habitación y lleva este teléfono contigo. Cuando sientas que hace ruido y vibra, presiona el botón verde de aquí, llévatelo al oído como les indiqué y verás como puedes oírme perfectamente.

Leliel hizo lo que Phury le dijo. Cuando lo sintió sonar y vibrar, presionó el botón verde, se llevó la cosa hacia la oreja y esperó, sintiéndose como una tonta.

—Leliel, ¿me escuchas? —Preguntó Phury.

La vampira se sorprendió al oír la voz del hermano saliendo de la cosa. Para cerciorarse, buscó su presencia en la habitación, pero no estaba allí. Sacudió el aparatito, para saber si el hermano no podía encogerse hasta poder meterse allí adentro, pero no lo escuchó quejarse. Era extraño.

—¿Me escuchas? —La voz salió de nuevo de la cosa.

—Eeehhh… sí —respondió confundida.

—Perfecto —dijo el hermano.

Funcionaba. ¡La cosa funcionaba!

Volvió a la habitación en donde la clase era impartida, totalmente sorprendida. Miró a sus hermanas, que también tenían caras de sorpresa. Seguramente, la habían oído responder.

—Funciona —dijo Kytara, como si no pudiera creerlo.

—¡Ahora yo! ¡Ahora yo! —Exclamó Raysa, emocionada.

—¡Oye, no, me toca a mí! —Se quejó Nessa.

Phury solo podía sonreír ante el entusiasmo y la inocencia de esas feroces guerreras.

Leliel le pasó el móvil a Kytara, quién se desvaneció. Nessa se acercó a él y con una sonrisa, le extendió la mano, mientras las otras dos lo miraban expectantes.

Como si pudiera resistirse a ese silencioso pedido.

Le entregó el celular a la pequeña morena y las tres ensayaron la misma sonrisa entusiasta. Luego les recitó la secuencia de números que debían marcar.

Así fueron turnándose una a una con el mismo aparato, hasta que Raysa hizo un puchero.

—¿Tendremos que compartirlo entre las cuatro? —Parecía auténticamente contrariada.

Al mismo tiempo, voltearon su mirada hasta él, aguardando su respuesta.

—Por supuesto que no —les sonrió—. Cada una tendrá el suyo.

Ellas en verdad gritaron de alegría. Y pensar que había creído que esto sería como una tortura.

Recuperó su propio móvil, sacó otros tres, se los entregó, y en un segundo el pandemónium se armó otra vez.

—Pero… —dijo Leliel enojada—, la clave que nos dijiste ya no funciona.

—Eso es porque cada uno de los aparatos tiene su propio número. Si van a la agenda —les mostró como—, encontraran los nombres de sus hermanas y los nuestros. Seleccionen con el que deseen comunicarse y presionen la tecla “llamar”.

Cuatro melodías distintas empezaron a sonar sin interrupción. Volvían a aparecer y desaparecer para aprobar los aparatos a la distancia, e incluso una de ellas lo abrió para asegurarse de que adentro no había alguien con la habilidad de hacerse pequeño y de imitar voces que las estuviera engañando. Esto, por supuesto, ameritó un nuevo celular.

Phury intentó llamar su atención, con nulos resultados.

Ellas solo recurrían a él cuando lo necesitaban.

Después de tres cuartos de horas gritando, silbando y haciendo señas para captar su atención, se dio por vencido. Y entonces se dedicó a admirar el espectáculo.

Se suponía que esas cuatro mujeres allí reunidas, aprendiendo a usar un simple celular, eran las guerreras más fuertes y feroces de la raza en la antigüedad, aquellas que tenían recorriendo por sus venas la sangre más pura. Eran las más fuertes y las más sanguinarias, las únicas capaces de pelear codo a codo con la Hermandad de la Daga Negra. Y sin embargo, allí mismo, Phury solo veía inocencia y bondad.

Una inocencia y una bondad tan puras como no había visto antes y que lo conmovían hasta lo más profundo de su atribulada alma. En silencio, agradeció el haber podido presenciar este espectáculo.

Al ver a esas cuatro muchachas allí, Phury se sintió tranquilo por el futuro de su raza.







Luego de la clase de tecnología las cuatro guerreras se encontraban descansando en la habitación de Nessa. Cada una con ese nuevo artefacto que tanto las sorprendió.

Leliel dejó el aparato a un lado y miró a Nessa.

—¿Entonces sigues sin tener novedades de… —hizo una pausa intentando recordar el nombre—, Zsadist? —preguntó, un tanto confundida aún por los nombres.

—Sep —miró a sus hermanas, confundida—. ¿O será que me lo imaginé aquél primer día? Ustedes también lo vieron, ¿no es así?

—Sí —dijo Raysa mirando a lo lejos—, pero no recuerdo muy bien su rostro, sí recuerdo que tenia cicatrices. Tenía, ¿verdad, Leliel?

—Y era muy raro —recordó Kytara mirando su artefacto, cansada lo dejó a un lado.

—Se, se… —dijo Leliel mientras deambulaba por la habitación buscando algo que hacer—. ¿Falta mucho para el atardecer? —Preguntó distraída, para encontrarse con la mirada desaprobatoria de Kytara—. Perdón. ¿Entonces sigues sin entrenar?

—¿No se apareció ni una sola vez, Nessa? —preguntó sorprendida Raysa, sacando de un bolsillo un chocolate.

Kytara se levanto del piso enfurecida.

—¿Te dejó plantada?

—Bueeeno… En realidad, en ningún momento arreglamos un encuentro, así que técnicamente, no me dejo plantada —dijo encogiéndose de hombros, robó el chocolate que Raysa estaba por llevarse a la boca y miró a las demás, pensativa, mientras masticaba—. Supongo que si Mahoma no va a la montaña, la montaña deberá ir a Mahoma… aunque a él le queda mejor el papel de montaña que a mí —finalizo divertida, intentando calmar los ánimos de sus hermanas.

Leliel largo una carcajada.

—En este caso serías un proyecto de montaña —dijo mientras saltaba sentándose sobre la cama de Nessa—. No vale, tu colchón es más cómodo que el mío para saltar —dijo haciendo puchero.

—¿Cómo que es más cómodo? —Preguntó Kytara, subiéndose a la cama y empezando a saltar también—. ¡No es justo! ¡Es mejor!

—¿Acaso las almohadas también serán mas cómodas para golpear? —Preguntó Leliel antes de pegarle con una a Kytara.

Kytara cayó de la cama indignada, tomó un almohadón y se lo tiró en la cabeza a Nessa, quien sintió el golpe, pues su hermana había dado impulso a la almohada con una ráfaga de aire. En respuesta, ella hizo que el agua del florero que estaba en la repisa detrás de Kytara, saltara de allí a la cabeza de su hermana.

—Ah, ¿si? —Kytara tomó la almohada del piso y fue por Nessa, que la estaba aguardando con otra y empezaron una pelea de almohadas.

Raysa las miró, riéndose.

—No van a durar mucho si siguen haciendo eso —dijo mientras tomaba otra almohada y golpeaba a Leliel.




Vishous se había cansado de golpear la puerta, por lo que respiró hondo y entró… y se quedó sorprendido con la escena que tenía frente a sus ojos.

Las cuatro guerreras, supuestamente, más temidas de toda la historia estaban teniendo una ¿guerra de almohadas?, se preguntó mentalmente, para luego comenzar a reírse. Si no lo hubiera visto con sus propios ojos no lo hubiera creído.

Carraspeó un poco para llamarles la atención y entonces habló:

—Lamento interrumpir la diversión, pero quisiera ver sus dagas —con esto último ganó la atención de las cuatro hembras, que en seguida cambiaron los semblantes.

—¿Para qué necesitas nuestras armas? —Preguntó Leliel desconfiada, mientras ponía las manos sobre las dagas como si fuera a desenfundarlas ante cualquier movimiento en falso del macho.

El guerrero dejó escapar un sonoro suspiro.

—Para ver de qué material están hechas —dijo extendiendo la mano. Al ver que ninguna atinaba a entregarlas, agregó—: Por más que no quieran, debo revisarlas. No había nacido hace quinientos años atrás. Ustedes tienen poderes que nosotros no tenemos, por lo que debo saber si les van a ser de utilidad para los enfrentamientos de hoy en día.

Nessa y Kytara lo observaron desconfiadas. Habían optado por mantener la misma pose que Leliel.

Raysa respiró profundamente, desenvainó la daga y se la entregó, sosteniendo el filo muy suavemente.

—Cuidado, son muy filosas.

Vishous arqueó una ceja y la observó divertido.

—Gracias por el consejo —dijo con sarcasmo mientras observaba detalladamente la daga—. Esto no es… —la frase quedó suspendida en el aire, sorprendido por el trabajo que tenía el arma: llevaba tallado un intrincado símbolo de la Tierra.

—La daga en sí está hecha de oro blanco —acotó Kyatara mientras desenvainaba la suya.

—¿Todas tienen un símbolo grabado? —Preguntó V mientras le devolvía la daga a Raysa y tomaba la de Kytara.

—Efectivamente, cada una tiene su propio símbolo —respondió Nessa, que no había hecho además de desenfundar la suya.

—Pero el filo es de acero, por lo que sirve perfectamente para matar lessers. Porque siempre se hizo de la misma forma, con o sin poderes —Leliel comenzó a jugar con unas bolas de fuego, mientras evitaba que Kytara las apagara.

Vishous asintió.

—Entonces nada más me retiene aquí. Pueden continuar con su guerra de almohadas —le entregó la daga a Kytara y se dirigió hacia la puerta—. Cualquier cosa que necesiten, no duden en pedirlo.

Las guerreras no le respondieron.


Continuara...

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