martes, 13 de noviembre de 2012

Amar en tiempos de crisis. Capítulo 1.



Amar en tiempos de crisis. Capítulo 1.


Leí con detenimiento el mensaje del juez. Froté mi mano contra mi cara y puse los codos sobre las rodillas. Después me tumbé en la cama inquieta y miré al techo. Miré la foto que estaba ahí colgada en la que estábamos en el dieciseisavo cumpleaños de Jessica Discort.
Y justo después... justo después... Fui violada. Los vívidos recuerdos aún seguían en mi mente. Casi muero partida de las horas sin descanso, del dolor de cada penetración. La sangre y los desmayos y...
Tocaron a la puerta. Elena abrió la puerta y asomó su cabeza.

- ¿Qué pasa hermanita? - dije recuperándandome -.

- Mamá está llamándote.. - y añadió con un suspiro - . Otra vez.

Salí del hospital tres horas después y solo por una llamada de mi cliente. Conduje despacio, sin prisa por verle. Yo no quería ese maldito paso, por Michael Discort, claro.
Hacía años que no hablaba con él. De vez en cuando se dejaba ver por el buffet, pero hablarle... eso nunca.
En la entrada de la cárcel me registraron y dejé mis cosas en una taquilla, cogiendo solo la tablet y el móvil. Las dejé encima de la mesa de la sala de interrogatorios y me apoyé en la pared y esperé. No hablé, y al cabo de un rato, él lo hizo.





- Lo siento.-

- ¿Por qué? Soy su abogada, debería agradecerme que aún esté de su lado y no en mi casa o robando alguna cosa como usted.-

- Pero solo era... - empezó y yo agité una mano -.

- No me interesa. Vengo a decirle que el fiscal es Michael Discort.

Él abrió y cerró la boca varias veces, al igual que los ojos que se agrandaron al máximo.

- Así es, tengo una reunión con el señor Discort ahora, así que...-

- Suerte con el fiscal - me interrumpió mi cliente -. Y gracias por todo.

Asentí y sonreí suavemente, sinceramente. Salí rápido del recinto, nerviosa, subí al coche de nuevo y me paré en la puerta de la Administración del Estado 17. Me miré al espejo y me maquillé y arreglé.

- No estés nerviosa, Allys, él es... un antiguo amigo... - respiré hondo y bajé, llevaba un traje de pantalón de ejecutiva, precioso, en color negro. La americana era corta, realzando mis caderas. -  Ánimo.
Caminé hacia su despacho y me paré. Estaba ahí... en su silla... Respiré de nuevo y entré en él.

- Discort, es mala señal que le des la espalda a alguien, aunque claro, eso ya lo sabías, por eso lo haces.-

Mierda, me reprendí a mí misma, ¡¡demasiado fría idiota!! Oí una risa suave, se levantó y se acercó a mí. Empecé a temblar y me mordí el labio inferior por dentro, para que no se notara tanto.

- Allyson, cuanto tiempo, también me alegro de verte. Siéntate y comenzemos de una vez. -
Lo hice como me pidió y puse las cosas en su mesa. Le miré a los ojos y no pude evitar sonrojarme.

- Él mató a otro preso, Allyson. Eso sabes que es pena de muerte.-

- Él no lo hizo. Estoy segura - aparté la mirada y fingí mirar los papeles -. Solo quería una manzana y alguien vio la opotunidad de largarle. Tiene algunos enemigos. A él le acusaron de robo, y ¿luego de asesinato? No me lo trago Mi.. Señor Discort.

Él sonrió de nuevo.

- Puedes tutearme, Allyson.. Somos amigos desde pequeños.-
Maldita sea, ¿por qué tenía que utilizar tanto mi nombre?

- Dejamos de serlo cuando pasó lo de... - mi móvil sonó, le miré y él asintió. Me moví hacia un extremo del despacho, pues las puertas tenían unos seguros de tres horas más o menos. Descolgué, era un número desconocido - . ¿Sí?

- ¿Es usted Allyson Rosbert? Llamo del hospital. Su madre, Rebecca Rosbert ha fallecido hace unos minutos. Lo siento Señorita Rosbert nosotros...-

Colgué, estaba de espaldas a Michael, así que no me vería, me tapé la boca con una mano y las lágrimas empezaron a caer de mi rostro, sollocé y me di cuenta que él lo sabía, porque se acercó despacio a mí.

- Allys... ¿qué pasa? - dijo él acariciando mi hombro suavemente -.
Me giré y mis ojos estaban todos negros por el maquillaje estropeado por las lágrimas.

- Mi madre... - le abracé fuerte posicionando mi cabeza en su pecho.
Sus brazos rodearon mi cuerpo y mientras una mano acariciaba mi espalda, la otra lo hacía con la cabeza.

- Shh.. Tranquila.. ahora está en un lugar mejor... con toda tu familia.. Ya gatita...-
Cuando utilizó el apelativo que él mismo me había puesto de pequeña, mi mundo se detuvo.

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