viernes, 17 de enero de 2014
SOLITARY MAN, LOS DIARIOS DE STYXX. CAPITULO VI. Parte 2.
CAPITULO 6
Isla Desvanecida
12 de septiembre 9528 Antes de Cristo
PARTE II
La calidez de su lengua y su aliento en mi sexo, hacen que apriete fuerte los dientes y jadee, intentando recuperar el aire, pero es demasiado tiempo sin sus caricias y me siento al borde...No voy a aguantar, si ella sigue con eso.
-Para, Beth... ven conmigo.-
Susurro tirando de ella y acercándola a mis labios.
Su boca y la mía se encuentran y hundo mis dedos en su espeso pelo negro, a la vez que ruedo con ella sobre la piel de oso. Y la pongo debajo de mi cuerpo.
Mi Beth me sonríe y yo sonrío a su vez, contento de que este aquí conmigo, y separándome lo justo, tiro del cordón que ata sus vestimentas, haciendo que su túnica caiga a los lados de su cuerpo.
Embelesado, miro la dorada extensión de su piel, y me inclino para beber de su pecho, arrancando de sus labios, gemidos de placer y cuando mi mano se pierde entre sus piernas, noto la calidez que desprende su sexo y sonrío, sin dejar de mirarla.
-Akribos, he esperado demasiado por esto, No te entretengas jugando.-
Su dulce voz resuena en mis oídos y mis besos bajan hasta su estómago, mientras con mis dedos separo sus pliegues íntimos y cuando vuelve a hablar para protestar, el callo jugando con mi lengua en su centro.
Ella abre sus piernas y pienso por unos momentos que he muerto y por fin estoy en los Campos Elíseos, porque su sabor me lleva a donde quiero ir...
A casa con ella. Y cuando a mi lengua, añado dos dedos, su grito de placer se convierte en música celestial para mis oídos.
No puedo esperar más, y con su sabor en mis labios, subo por su cuerpo, besando y mordisqueando hasta que me quedo entre sus piernas y ella me envuelve con sus muslos de seda.
Apoyo mi glande en su entrada mientras ella sigue presa de los espasmos producidos por su orgasmo y me entierro en el lugar donde quiero perderme.
No puedo moverme, porque su calor me hace estremecer y sé que si ella sacude sus caderas, ambos nos iremos derechos al cielo y sonrío, apartando su pelo sudoroso de su cara y la miro, incorporándome apoyado entre sus brazos.
- No sabes lo mucho que te he echado a faltar, mi dulce amada.-
Gimo antes de mover mis caderas hacia atrás y cuando ambos empezamos a movernos, acompasados, la cabeza empieza a darme vueltas y me pierdo en el oro de sus ojos, mientras nuestros cuerpos están unidos en la lucha del amor.
-Mi Bethany... Mi princesa....-
Jadeo volviendo a besarla y cuando siento sus uñas recorrer mi espalda, me tenso y hecho las caderas hacia atrás, saliendo casi por completo de su interior, para volver a hundirme hasta el fondo, cuando un latigazo me recorre la espina dorsal y cierro los ojos, con un gemido y estallo en un maravilloso mundo donde solo hay paz.
Me quedo quieto unos momentos y cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy solo, en mi cabaña y miro alrededor en busca de mi amada, pero no hay nada. Ni tan siquiera su aroma y con el pecho agitado, y la mente confusa, empiezo a buscarla con la mirada y a llamarla a gritos, cuando veo el resultado de mi placer encima de la piel de oso.
-No, no, no... Por favor... Por favor... Bethany....-
No me doy cuenta de cuando mi voz se rompe y estallo en lágrimas al darme cuenta de que no ha sido más que un sueño y pienso que me quiero morir.
Me hago una bola sobre la piel y me abrazo el cuerpo, como si con mis brazos pudiera evitar que si pecho se rompa mientras sigo llorando.
Lloro hasta que pierdo la noción de donde estoy y pego un respingo cuando Mavros vuelve de sus pequeñas vacaciones y me ruge, antes de acurrucarse a mi lado, y me abrazo al cuello de mi fiel amigo, hundiendo mi cara en su pelo negro y rezo a quien me escuche, que me dejen morir.
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MONTE OLIMPO, A LA MISMA HORA.
- Pues que quieres que te diga. A mí me da pena.-
Susurra Dionisio mirando hacia Isla Desvanecida.
-Pero no debes entrometerte, Dioni... Nadie puede saber jamás de él y si haces algo, conseguiré que Zeus te expulse del Olimpo. ¿Me entiendes?
Artemisa tensa su arco y dispara a la nada, mientras el Dios del Vino sigue contemplando la isla a le vez que se acaricia la perilla y contempla al Príncipe de Dydimos.
-Siempre fue un muchacho solitario, Artie. ¿No crees que ya le hemos jodido bastante?-
CONTINUARÁ.
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