domingo, 15 de noviembre de 2015

Las protectoras de la Noche. Capítulo 13.



viene de capítulo 12

CAPÍTULO 13




Hacía una semana que Butch no veía a Kytara y eso lo tenía preocupado.

Le había mandado a decir con Fritz que no podría asistir a las prácticas.

Cada vez que se acercaba para hablarle, ella buscaba una excusa para irse; si no era una de sus hermanas que la necesitaba, era algo que no había entendido de las clases de Phury o Vishous.

Eso lo volvía loco. Desde la última vez que habían estado juntos, había tenido la sensación de que estaba haciendo avances con ella. Pero no, otra vez recibía un portazo en el rostro. Ya estaba cansado de las hembras.

Primero Marissa con su frialdad y su manera apasionada de entregarse, pero luego, cuando pretendía sacar a la luz aquella relación, escapaba y tenía por toda respuesta un "Lo siento".

Pero no pasaría otra vez por ese papel. La guerrera le debía una explicación.







Kytara se encontraba en el gimnasio practicando con la bolsa de boxeo un poco de Kick Boxing, era uno de los deportes que más le gustaba.

Se lo había enseñado Butch.

Maldición. Otra vez pensando en él.

¡Ya basta! Se dijo mentalmente, reanudando la práctica.

Estaba tan concentrada en sus ejercicios que no escuchó que la puerta del gimnasio había sido abierta y luego cerrada con una traba.

—Por fin te encuentro —Butch la miraba, no podía dudar que era hermosa, ese cabello negro que enmarcaban una cara ovalada y sus ojos que en ese momento no expresaban nada.

—Perdón…

—No, guerrera, quiero que me digas en este preciso momento por qué estás huyendo —lo dijo sin dejar de mirarla y sin aminorar la marcha hacia ella, quería que se lo dijera mirándole a los ojos.

—Yo no huyo de nadie, guerrero, que eso te quede claro —dijo clavándole un dedo en el pecho. Butch lo retiró de un zarpazo.

—Entonces dime, ¿por qué te escondes? —Preguntó tomándola de los brazos, no quería que escapara, quería tocarla.

—Primero y principal, quítame las manos de encima —sus ojos empezaron a pasar de su habitual azul a un violeta tormentoso—. ¿Quién te crees que eres para venir y hacerme preguntas? —Le gritó con rabia, ya cansada.

—Sé que no soy nadie para ti —le soltó él con rabia, pero no se iba a ir hasta que no aclararan todo—. No, que memoria la mía —miró hacia arriba como invocando a un ser divino—. Ahora lo recuerdo, soy sólo un híbrido, ¿no? Eso fue lo que me llamante la primera vez y eso es lo que soy.

—Se nota que tenía razón —gritó, el aire en la habitación se había empezado a cargar, estaba pesado como si de repente un volcán estuviera a punto de hacer erupción—. ¿Por qué no te vas y me dejas tranquila?

—No hasta que me contestes —solo quería eso, saber el por qué de su cambio para con él.

—Ok, si el señor lo quiere, se lo diré: He estado pensando y me doy cuenta que no estoy avanzando con tus enseñanzas, que no me siento cómoda contigo y que quiero a otro entrenador. ¿Ya estás feliz?

—Con que era solo eso. Pero no entiendo, ¿no te sientes cómoda con esto? —La tomó de los brazos y la acercó a su cuerpo—. Y quieres que otro te enseñe… ¿así? —Y tomando con una mano su nuca, unió sus labios, en un salvaje beso. Era para demostrarle que le pertenecía, que ningún otro macho la tocaría. Quería marcarla.

Kytara se podía resistir a todo pero no a los labios de Butch y se entregó gustosa a su boca, a esa lengua que entraba y salía. Lo quería más cerca, quería sentir su piel, recorrer con sus labios su cuello, sus pectorales, ese abdomen y tomar con sus manos su sexo, demostrarle cuanto lo deseaba, pero maldita fuera la Virgen Escriba.

Jamás podría ser. Dándose cuenta de esto, lo abrazó y lo acercó más a ella.

Butch, al sentir el cambio en Kytara, la alzó llevándola hacia los vestuarios donde se sentó en un banco con ella a horcadas. Quería tenerla más cerca, pero las ropas se lo impedían. Volvió a capturar sus labios, e introdujo su lengua comenzando una danza erótica, quería enloquecerla, sus manos recorrían sus piernas, subiendo por sus caderas yendo hacia su trasero firme y redondeado y lo acarició con sumo placer, luego recorrió su espalda por debajo de la camiseta que le quitó, quedando solo en sujetador, y ocultando esos senos que hacían un vaivén con la respiración agitada de Kytara. Con su boca trazó un recorrido desde su cuello hasta sus hombros, deteniéndose sólo unos segundos para saborear su piel, tan suave y tersa. Con sus dientes hizo a un lado la tira del sujetador, y con su mano lo deslizó hacia un costado, tomando posesión del seno con sus labios.

Kytara soltó un suspiro. Por el amor de la Virgen Escriba, esto era el paraíso. Ese macho sí que sabía hacer sentir a una mujer hermosa, sería un maravilloso hellren, pero no el suyo. ¡Stop! No ahora, no esos pensamientos, vive el momento, Aire.

Pero ya era demasiado tarde, algo se había enfriado y Butch lo sintió.

¡No! ¿Por qué? Si estaba tan cerca, por fin Kytara iba a ser suya y jamás la iba a dejar ir. La abrazó con fuerzas, esto no podía acabar.

—Déjame ir, Butch —su voz sonaba rara, como sosteniendo un sollozo.

—¡No! —Lo dijo de forma posesiva. Si la soltaba, ella se marcharía.

—Es lo mejor, ¡suéltame ya! —Le gritó y en su rabia convocó su poder.

Fue como si un tornado se hubiera metido en el vestuario. Las puerta de los casilleros fueron arrancadas de ellos, algunos volaban y se estrellaban contra las paredes, los bancos eran alzados siendo partidos en dos como palitos de brochet. Kytara fue alzada del regazo de Butch por una mano invisible, siendo mantenida en el aire, ella era el centro de todo, y todo ello giraba a su alrededor.

Poco a poco las cosas fueron cayendo, totalmente destrozadas, pero Kytara seguía suspendida.

—Por tu bien, no quiero que te acerques nunca más a mí —y con eso, desapareció.

No lo podía creer, se había ido y solo le había dicho eso. Pero no, esta era la última vez que jugaban con él.

—¡Maldita seas, Kytara!







Kytara se desmaterializó directamente hacia el otro lado. Esto tenía que terminar, el grito de Butch todavía la perseguía.

Solo si él entendiera su situación.

Pero ya era tiempo de ser feliz, de vivir, por fin había encontrado a un macho que la apreciaba. Ya no quería esperar más, ya no lo quería hacer esperar.

Era el tiempo de la verdad.

¿Dónde demonios se encontraba la Virgen Escriba? Miraba para todos lados, solo veía la soledad del lugar.

—Kytara, ¿qué haces aquí? —la voz vino desde su espalda, era ella—. Todavía estoy a analizando quien será el macho que te alimentará.

Solo la miró.

—No he venido a eso —escupió las palabras—. Vine a decirle que no quiero que sea otro el que me alimente, sólo quiero a Butch.

—El hermano Dhestroyer ha sido descartado —hizo un ademán con sus manos, rechazando las palabras de Kytara.

—¡No! ¡No quiero a otro! —Gritó desesperada—. ¿Por qué me lo haces tan difícil? —Sentía los ojos cargados de lágrimas.

—No tengo por qué contestar, Kytara —en su voz se notaba el descontento por la pregunta de la guerrera.

—Sí, me lo debe por la memoria de mi madre, por lo que ella hizo por usted.

Sus poderes estallaron, eso había sido demasiado, ya nada la podía controlar, el viento, el aire y la energía del lugar tomaron forma en su cuerpo, ellos se encontraron y se unieron en la pelea de Kytara, pero en este momento era Aire, la Hermana, una de las primeras.

La Virgen Escriba, al ver esto, temió lo peor. Tendría que ponerla a dormir o en el peor de los casos, destruirla, ya que si una de ellas se revelaba, las demás no tardarían en hacerlo y esto llevaría el exterminio de la raza ya que dudaba que los Hermanos las pudieran detener.

—Ya basta, Kytara, ¡te ordeno que te detengas!

—¿Tú me ordenas? Entiende esto, mi consagración hacia ti ya ha terminado —de repente, lo blanco se volvió gris. Una tormenta de proporciones bíblicas se estaba formando y ninguna sabía en qué terminaría—. De ahora en adelante, ya no tienes mi respeto, ¡ya no soy de tu propiedad! Voy a vivir mi vida como se me plazca —su voz eran truenos que resonaban en el caos que había armado.

—Desde el primer momento supe que el hermano traería problemas. Todo esto es por él, ¿no es así?

—¿Y a usted qué le importa?

—Pareces una perra en celo, digna hija de tu madre.

—¡No meta a mi madre en esto! —De su mano salió una ráfaga de viento, queriéndola herir por ese insulto.

—¡Aire, no! —Fue el grito de Nessa. Sus hermanas habían aparecido al sentir el cambio y temieron por su vida.

—Por lo que más quieras, contrólate —Raysa trataba de aminorarla con sus poderes.

—¡No vale la pena, hermana! —Le gritó Leliel.

En el fondo sabía que tenían razón, pero esta era una batalla que quería librar desde el momento en que permitió que Butch entrara a su vida. La esclavitud llegaba a su fin.

Sus hermanas siempre lograban tranquilizarla, y esta vez no fue la excepción.

Poco a poco sus poderes se fueron normalizando, haciendo que todo a su alrededor volviera a la normalidad. Sólo los rasgos desencajados en el rostro de Kytara eran el testimonio de su furia.

Respirando profundo, las miró.

—Tienen razón, no vale la pena —y así como apareció se pudo controlar, ya se sentía libre—. Pero quiero que sepa, “Su Santidad”, que ya no la voy a servir.

Dicho eso desapareció, ahora solo importaba encontrar a Butch.







Ya con esa, era la sexta vaso de vodka que tomaba y no le hacía efecto. Quería emborracharse y olvidar a Kytara.

Pidió otra ronda al barman del ZeroSum.

—Ey, poli, ¿qué haces por estos rumbos? —Preguntó Vishous—. Te hacía con tu guerrera.

—Ella no es mía —otro trago—, y dudo que le siga enseñando.

—¿Ahora tú? ¡Esto es una epidemia! —Se sentó al lado del hermano

—Ojala fuera eso, pero lo dudo, V —joder, como se terminaba la bebida y todavía la recordaba, la sentía como si estuviera en ese momento con él.

—¿Butch?

Hasta la oía. ¿Qué era lo que estaba tomando? ¿No habría estado mezclado con algo más?

—Butch.

—Poli, te hablan —V lo codeó y cayó en la cuenta de que era verdad, ella esta ahí. Se dio la vuelta para confirmarlo. Era verdad, allí estaba, había algo distinto en ella.

—Necesito hablar contigo.

Definitivamente algo había pasado.

—Creí que había quedado todo claro en el gimnasio.

¿Por qué tenía que venir ahora, justo cuando estaba logrando su objetivo?

Sintió que su rostro ardía, ya que miró a Vishous, y por su cara, sabía que entendía de lo que hablaba Butch.

Se armó de valor.

—Solo quiero explicarme y que me entiendas —sólo escúchame por favor. Esas palabras no las pronuncio, era demasiado. Ella jamás iba a rogar.

Butch sólo miraba su trago, mirarla a ella sería ceder. Recuerda a Marissa y su traición, ella es igual. En el fondo sabía que era mentira, no se parecían en nada, Kytara era todo lo contrario.

—No me quieres escuchar… ¿Es tu decisión? —Ella ya se había expuesto, y sería la última vez.

—Sí, sólo queda decirle a Wrath que ya no seré tu instructor —de un solo trago se vació el contenido del vaso.

Kytara sintió que su corazón se partía. Era lo que se merecía por haber jugado con él, por haberle permitido que la abrazara, la besara de esa manera, lo había perdido por seguir las órdenes de una perra frígida.

—Ok, lo entiendo —se dio la vuelta y se marchó, quería correr y esas malditas lágrimas, ya no las podía contener.

Salió del bar, empezó a caminar sin un rumbo definido. No quería ir a la mansión, sus hermanas seguro la estarían esperando. Las quería, pero ahora no podía hablar, solo quería alejarse de todo y olvidar.

Ya se había alejado unas cuantas cuadras, cuando escuchó un grito y olió ese aroma de talco de bebé, como le decían los hermanos, que solo significaba una cosa: Lessers.

Llamó al viento, pidiéndole que la guiara hacia ellos. Su hermano de batalla acudió a su llamado y la transportó hacia el civil.

Los lessers que lo estaban atacando eran tres, pero por lo que se veía eran unos novatos.

No la vieron venir y cuando les cayó encima entablaron una pelea, era la primera vez que Kytara podía implementar lo que aprendió con Butch y por la paliza que les estaba dando, era muy buena.

Tomó a uno de los lessers de la cabeza y con un rodillazo en pleno estómago, lo dobló en dos. No le dio tiempo a recuperarse, cuando le clavó la daga en pleno pecho, convirtiéndolo en cenizas.

Otro vino desde atrás, tratando de tomarla del cuello. Con un salto y una voltereta en el aire, pasó a un costado, poniéndose lejos del atacante. Por el rabillo del ojo, vio que el tercero le apuntaba con un arma. Cuando apretó el gatillo, la bala se dirigió directo hacia ella. Con un movimiento de la mano, desvió el proyectil, y lo hundió en el pecho del segundo lesser, provocando que se desintegrara, y usando su otra mano tiró su daga hundiéndola en el que faltaba.

Terminada su pelea, se encaminó hacia el civil que temblaba de miedo. De repente, sintió una picazón en su espalda. Cuando llevo la mano hacia la zona, tocó el proyectil: era un dardo con droga y estaba haciendo efecto de una manera rápida y efectiva.

Había apareció un cuarto lesser, y con lo último de sus fuerzas Kytara miró hacia donde había estado el civil, agradeciendo el que hubiera podido escapar.

Lo último que escuchó antes de desvanecerse fue:

—Es una de ellas. El Omega estará contento.







—¿No fuiste un poco duro? —Preguntó Vishous. No le había gustado nada ver las lágrimas en los ojos de Kytara.

—Si supieras todo lo que me hizo, no dirías eso —joder, la bebida ya sabía gusto a agua, ya no servía—. Por las dudas, ¿no tienes algo más fuerte?

—No, y fuiste una mierda, poli —no se daba cuenta lo que esta perdiendo al dejarla ir—. Ella sólo te pidió que la escucharas.

—Maldición, V, ¿desde cuándo eres un consultorio sentimental andante? —Muy en el fondo, sabía que su hermano tenía razón, pero por una vez quería que ella sintiera en carne propia lo que había sentido él con cada rechazo.

De repente la multitud en el bar se empezó a agitar, un civil había entrado corriendo pidiendo ayuda y fue directamente hacia ellos cuando los vio.

—Por favor, ¡ayúdenla! —Gritó desesperado.

Butch tuvo un mal presentimiento. No podía ser ella.

Salió corriendo del bar con el celular en la mano, tratando de marcar el número de Kytara, pero solo le respondía la casilla de correo. Por amor a la Virgen Escriba, que no sea ella.

Ella te necesita, ¡corre!

Una voz apareció de la nada, quería guiarlo, pero no había nadie.

¿Quién eres? Preguntó mentalmente, ya que por el rostro de Vishous, solo él la estaba escuchando.

Eso no importa, solo confía.

Y así lo hizo. Cuando llegaron, la vio desvanecida en los brazos de un lesser, que con ayuda de otro, la estaban subiendo a un auto.

Preso de una ferocidad, emprendió la pelea. Nadie se la iba a llevar, y menos esos sucios bastardos. Luchó como si el diablo se hubiera apoderado de su cuerpo, desgarró, destrozó, ellos la habían tocado, y eso jamás se los iba a perdonar.

Sólo por un segundo paró la carnicería. Kytara estaba despertando, a su lado se encontraba Vishous, cuidando que no llegaran más lessers, y sabiendo que esta era pelea de Butch para defender lo suyo.

Una vez estuvieron todos acabados e inmovilizados, los absorbió.

—¡Hey, poli! Está despertando.

Kytara había abierto los ojos en el preciso instante en que Butch absorbía a los lesser. Era algo que no sabía y no entendía. Pero eso no importaba, él estaba allí. Sintió su caricia en el rostro.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? —Kytara trató de hablar, pero no podía, solo negó con la cabeza—. ¿Quieres que llamemos a tus hermanas? —Otra negación.

Tragó saliva y solo articuló:

—Quiero estar contigo.

Sintió que el alma se le llenaba de dicha. La tomó en sus brazos y le dijo a Vishous:

—Nos vemos en la mansión —y se fue con la guerrera en brazos, solo ellos dos sabían lo que les deparaba la noche.




—¿Segura que estás bien? —Ella sólo volvió a asentir con la cabeza. La colocó sobre la cama en su cuarto del Pit, la había llevado directamente a su casa, que compartía con Vishous—. Voy por un vaso con agua —se fue y Kytara se dedicó a inspeccionar la habitación. Nunca había estado en el cuarto de un macho y no quería perderse ni un detalle.

—Aquí tienes, toma… —sólo le dio un sorbo, ya los efectos de la droga estaban pasando, y por como estaba respondiendo su cuerpo, se dio cuenta que no habían usado mucha sustancia en ella, tal vez porque no pensaron que era una guerrera.

—Es… —su voz sonaba rara—. ¿Es tu cuarto?

—Sí, fue el primer lugar al que se me ocurrió traerte —y donde quería que estuviera siempre—. Pero si quieres, te llevo al tuyo.

Dejó el vaso sobre la mesa de noche.

—No, aquí estoy bien —lo miro y sintió que era la hora de la verdad—. Butch. En el bar yo… solo quería decirte… Lo siento —ya estaba, se lo había dicho.

Lo que menos esperaba Butch en ese momento fueron esas palabras, lo tomaron por sorpresa, y lo dejaron más confundido.

—¿Qué es lo que sientes?

Kytara bajó la mirada.

—El haberme comportado contigo de esa manera. Sé que estuvo mal pero…

—¿Pero qué, Kytara? —Por la Virgen Escriba, quería saber la verdad de una vez por todas.

Lo miró.

—No sabía como actuar hacia lo que me hacías sentir, esas ganas de besarte, de entregarme a tí, de ser tuya. Butch, yo nunca estuve con un macho.

Nunca unas palabras lo habían puesto tan a mil, sin embargo, ella lo logró.

Pero rápidamente cayó en la cuenta de lo que nunca había creído posible. Era virgen, su pequeña guerrera era una virgen.

El macho en el se llenó de orgullo. Sería suya, de nadie más, le enseñaría a amar, a desear sus caricias y que solo él la penetrara, para que jamás pensara en otro. Solo mía.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque tenía miedo a la replica de la Virgen Escriba —bajó la mirada.

—¿Y qué tiene que ver ella en todo esto? —Ahora sí que no entendía nada de nada.

—Fui consagrada a ella cuando nací. Mi madre fue una Elegida muy querida y fue dada a mi padre. Cuando me tuvieron, quedó escrito que yo tomaría el lugar de Elegida, pero el destino decretó otra cosa: al morir mi padre y yo ser su única descendiente, fui convertida inmediatamente en guerrera y entrenada para la causa. Fui hija de unos de los mejores guerreros de nuestra raza y tenía que tomar su lugar al igual que mis hermanas. Lo que ayudó más fueron estos poderes que vinieron como plus.

Ahora la entendía y se sentía una bestia por haberla tratado de la manera en que lo había hecho. Si solo hubiera sabido, las cosas serian distintas.

—¿Y ahora esto en qué cambió? —Se acercó a ella, ya no podía estar alejado.

—Que quiero ser tuya y no me importa nada más, ya soy libre.

Se levantó de la cama acercándose a él, ya era el momento y no podía arrepentirse.

Tocó con una de sus manos una de las mejillas de Butch. Le encantó su tacto, recorrió su cara deteniéndose en sus labios, los que tanto la hacían suspirar y querer que la recorriera por todo el cuerpo. Poniéndose de puntillas reemplazó su mano por sus labios, dándole un casto beso. Luego se retiró.

Mirándolo fijamente, tomó la iniciativa quitándose la camiseta, solo hizo falta esa señal para que Butch entendiera su decisión.

Se acercó a ella, tomándola por el rostro la besó, demostrándole todo lo que la deseaba, con sus manos recorrió su espalda, deteniéndose en su cintura, y luego subiendo había su sujetador corriéndolo lo suficiente para dejar sus pechos al descubierto, dedicándose a degustarlos con sus labios. De la boca de Kytara solo salían suspiros, ya no podía tener las manos quietas. Se tomó la tarea de descubrir el cuerpo de Butch, y allí donde tocaba solo encontraba músculos. Ya desesperada, rasgó la camisa que cubría el torso del guerrero, quería lamerlo por entero y así descubrir el sabor de su piel. Con sus labios fue recorriendo su cuello, su sangre era tan deliciosa. Pero bebería más tarde. Apartándose un poco, fue bajando hasta llegar a su cintura, se podía apreciar sobre su pantalón el deseo que sentía Butch. Esto le hizo agua la boca, pero ahora era más interesante descubrir el cuerpo del macho. Desabrochó su pantalón y tomándolo de la cintura junto con su boxer, se los fue bajando lentamente, dejando al descubierto su masculinidad. ¡Por la Virgen Escriba, era enorme! Un temor recorrió su cuerpo, ¿y si no cabía? No quería decepcionarlo. Lo tocó con su mano, recorriéndolo. El cuerpo de Butch se estremeció. Soltó un gruñido que la atemorizó.

Viendo el temor en los ojos de Kytara, la volvió a besar, penetrando con su lengua su boca y tratando de transmitirle confianza, él se encargaría de que todo fuera perfecto.

—Todo saldrá bien, Kytara, confía en mí.

Ella lo besó, entregándose por entero, entonces Butch la terminó de desnudar, bajándole los pantalones junto con la ropa interior, sacándole las botas y dejándole un sendero de besos desde la cintura hasta la cadera.

Desesperado, la levantó a horcajadas, envolviéndose la cintura con sus piernas, tomando con sus manos su trasero, fue hacia la cama.

La recostó, no podía dejar de admirarla, le parecía increíble que ella estuviera allí.

—No te imaginas las veces que te soñé aquí, conmigo —con su mano recorrió su rostro.

—Entonces hagámoslo realidad —tomó su cara besándolo.

Con sus manos y boca se tomó la tarea de recorrer el cuerpo de Kytara; por donde pasaba dejaba un pequeño mordisco marcándola como suya. Fue bajando lentamente, bañándola de besos. Se detuvo sobre su cintura, le rindió tributo a su piel suave y lisa, el aroma que desprendía era el de una mañana de primavera, como si todas las flores se hubieran juntado en su piel. Con una de sus manos separo sus piernas, internándose en el centro mismo del placer de la guerrera. Al sentir esto, Kytara arqueó su cuerpo rindiéndose a sus caricias, a la maestría de su lengua que jugaba con ella.

—¡Oh! ¡Butch! —Suspiró Kytara.

—¿Qué pasa, pequeña? ¿Quieres que me detenga? —Dijo juguetón y se internó en sus muslos continuando con sus caricias.

Enterrando sus manos en sus cabellos, tirándolos, lo amenazó.

—¡Si llegas a detenerte ahora, juro que te mataré! —Le gritó, presa del orgasmo que sentía explotar en su cuerpo.

El muy engreído soltó una risita, orgulloso de haberle provocado su primer orgasmo, el cuerpo de Kytara se sacudía en pequeños espasmos.

Entonces tomándose su tiempo, empezó a ascender hasta quedar cara a cara. El rostro de su guerrera era el vivo retrato de la felicidad. Depositando un beso en sus labios y acariciándola la volvió a encender, ahora sí seria suya.

Para Kytara esto era un sueño hecho realidad, por fin lo iba a sentir dentro de su cuerpo, por fin sería suya.

Abrió las piernas para darle espacio a Butch, quien se acomodó, sentía la entrada de la vagina con la punta de su pene. Estaba mojada, esperándolo, dándole permiso para ser parte de ella.

Con un movimiento muy suave entro solo su punta en ella, para ir preparándola, Kytara soltó un suspiro, otra envestida más, y entró otro poco, ahora sus muslos se tensaron.

—Tranquila, bebé —salió de ella y volvió a entrar un poco mas.

—¿Falta más? —Preguntó entre jadeos. La estaba matando, no creía que fuera capaz de resistir más.

Otra envestida más, esta vez lo sintió más dentro de ella.

—Bebé, esto te va doler, te juro que no quiero —dijo Butch entre dientes, estaba haciendo un gran esfuerzo por ser delicado con ella, era su primera vez, quería que la recordara por siempre.

Kytara al oírlo, sintió los ojos llenos de lágrimas, se lo agradeció con un beso, moviendo con una leve ondulación su cadera para poder sentirlo más adentro. Con una embestida más fuerte, rompió el himen, símbolo de su virginidad. La recorrió un dolor, pero no pudo aminorar su deseo.

Estaba quieto, esperando que el cuerpo de su pequeña se acostumbrara a él, ya no creía poder soportar más, entonces Kytara empezó a mover las caderas pidiendo más. Quería que él alcanzara su placer.

Butch comenzó un vaivén de caderas, entrando saliendo y en cada acometida ella lo acompañaba con delicados jadeos y suspiros, se besaban, se acariciaban y volvían al ritmo, en ningún momento se detuvieron. Entonces arqueando su cintura, se descargó dentro de Kytara, soltando un alarido de macho, marcó su territorio. Mía, ¡por fin!

Y a su vez Kytara lo admiraba, ella había sido la causante de su orgasmo. Una sonrisa cruzó su rostro antes de que llegara el suyo.

Cayó sobre su cuerpo, aplastándola, pero extendió un brazo para no ahogarla. La miró. Era hermosa, sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios hinchados, muestra de haber sido torturados por sus besos; sus ojos estaban cerrados, tenía las pestañas mojadas por las lágrimas derramadas al momento de alcanzar su orgasmo. Le provocó tanta ternura que no pudo resistir el depositarles un beso sobre cada uno, provocando que los abriera, una sonrisa asomó por ellos.

—Eres mía.

Kytara tomó su cara entre sus manos, su guerrero. Sus cabellos estaban mojados por el sudor, pegados a su rostro, tan amado por ella, en sus ojos se leían su orgullo de haber sido el primero.

—Soy tuya.

Y él comenzó a moverse otra vez.

Esa noche era solo de ellos.




Un ruido metálico despertó a Kytara. Trató de levantarse, pero algo pesado tenía sobre el pecho, que le impedía moverse. Se giró un poco y se encontró de lleno con el rostro de Butch.

Estaba dormido, su rostro en reposo era una postal que nunca podría borrar de su mente. Bebió ese rostro hasta que cada centímetro quedó grabado en su memoria.

¡Dios! No lo podía creer, había hecho el amor con él. Todavía sentía en su piel las caricias, los besos, los mordiscos, aunque esto último fuera solo de ella. ¡Cielos, se había comportado como una perra en celo! Pero había sido feliz en cada momento.

Es más, ahora quería despertarlo para continuar…

Muy lentamente, fue moviendo el brazo de Butch para no despertarlo. Cuando por fin estuvo libre de él, se sentó en la cama.

Querida Virgen, ese cuerpo es un pecado. Se le hizo agua la boca. ¡Y todo mío!

Pensar que se dedicó toda la noche con su amanecer a conocerlo, recorrerlo con las manos, los labios, a degustarlo y conocer cada sabor de su piel y cuando por primera vez montó a horcajadas… el rostro lo tenía en llamas.

—Mejor una ducha —se bajó de la cama buscando el baño, al no ver otra puerta más que la del cuarto, supuso tenían baño compartido, lo que no recordaba era si vivía solo o compartía el Pit con alguien más.

Se envolvió el cuerpo con una camisa de Butch y se dirigió hacía la puerta. Cuando la abrió y descubrió el vestíbulo vacío, suspiró de alivio. Entonces se dedicó a buscar el baño, que resulto ser la primera puerta que abrió.

Se dio una ducha muy vigorizarte. Se estaba secando el cabello con una toalla cuando al salir se dio de bruces contra Rhage. Ambos quedaron mudos del asombro.

—Uf, disculpa, Kytara, no sabía que estabas en el baño —se dio la vuelta para marcharse y cayó en la cuenta de que la guerrera salía del baño después de pegarse un ducha. Cuando la volvió a mirar, ella le soltó:

—A ti no te importa y pobre de ti si abres la boca —y muy orgullosa, se marchó al cuarto de Butch.

¿Butch y Kytara? Pensó Rhage. Ver para creer…

—¡Joder! —Dijo Kytara, apoyándose en la puerta luego de escapar de la mirada del hermano—. Lo que me faltaba… Ahora seguro le va a contar a las hermanas.

—¿Quién va a contar a quién? —Se sobresaltó, Butch estaba despierto—. ¿Se puede saber dónde estabas?

—¡Epa! ¿Esa es un interrogatorio o solo me pareció? —Seguía en la cama, completamente destapado, pecaminosamente destapado—. ¿Te puedes cubrir un poco?

—No, gracias, y no sé de qué te avergüenzas si anoche estabas muy feliz de tenerme así —lo dijo muy sonriente, le encantaba ver como se ruborizaba su guerrera. Es más, le encantaban otras cosas. Por ejemplo, en este momento, su cabello mojado, sus ojos brillantes como si lo estuviera viendo a través de un cristal, sus labios gruesos, sonrientes. Inmediatamente tuvo una erección al recordar lo que le habían hecho esos labios… y ese cuerpo, todo curvas, líneas bien definidas, que en este momento se dejaban ver a través de la camisa que le llegaban a los muslos, esas piernas que lo envolvieron en plena pasión negándose a soltarlo.

—Anoche era otra cosa. Por favor, ¿te puedes cubrir? —Cada vez estaba más ruborizada—. ¡Butch!

—De acuerdo, mi señora pudorosa —se tapó con la sábana—. Conste que lo hago por ti.

—Lo sé, gracias.

—Ahora contestarás mi pregunta —dijo acercándose a ella.

—No.

—Kytara, ¿quién te vio? ¿Uno de los hermanos? —Se estaba enojando, no quería que nadie la viera, ella era de él… solo de él.

—Olvídalo, guerrero, no te lo diré —se acercó a él, moviendo seductoramente las caderas—. ¿Para qué quieres saberlo? —Ya estaban frente a frente. Estiró la mano y empezó a jugar con el borde de la sábana.

Butch la acercó a su cuerpo, para que sintiera su erección.

—Por nada, es solo que no me gusta que te miren otros machos —le dio un beso que demostraba su posesión hacia ella—. Eres mía, Kytara, y mataré a cualquiera que te toque —la volvió a besar y de un tirón le arrancó la camisa, la levantó en brazos, cayendo contra la puerta.

Ella le devolvía los besos de manera feroz, igualándolo en la pasión. ¡Virgen Escriba, lo que le hacía sentir! Estaban pecho contra pecho, vientre contra vientre, sus sexos se tocaban, pidiendo ser acariciados, saciados por el otro. La mano de Butch recorrió su sexo, elevando la temperatura de su cuerpo a niveles infernales. Con un dedo la penetró, imitando el acto de penetración.

—Butch… ¡Oh, Dios!

Kytara quería que sintiera la misma pasión que la consumía, entonces bajando una mano hasta su pene, lo tomó. Aunque anteriormente lo había tenido que hacer con ambas porque en con una no cabía, empezó un vaivén que hacían soltar gruñidos a Butch.

—Oh, pequeña… Sigue así… No pares…

Entonces cuando sintió que alcanzaba un orgasmo, la penetró. Sintió las piernas que lo envolvían y lo encerraban, como una prisión.

Con las manos la agarró del trasero, comenzando a entrar y salir de ella, en cada envestida, Kytara suspiraba y rogaba pidiendo más.

Con sus manos le recorría la espalda, los brazos, el pecho, esos músculos que tanto la fascinaban, su boca hacía un recorrido desde sus labios por su garganta hasta llegar a sus hombros, que parecían poder sostener a la humanidad entera.

Entonces sintió que un espiral iba recorriendo sus entrañas, con cada envestida de su guerrero iba creciendo, y llegó explotando en un tremendo orgasmo, clavándole las uñas en los hombros de Butch, soltó un grito, a la vez que él alcanzaba su propio clímax.

Ambos quedaron contra la puerta sudorosos, con las respiraciones agitadas, en sus cuerpos quedaban las marcas del amor compartido.

Cuando Kytara lo quiso soltar, Butch no se lo permitió. La abrazó más fuerte, llevándola a la cama, donde la depositó. Se acostó a su lado, atrayéndola hacia su cuerpo, acomodándola sobre su hombro y entrelazando sus piernas, la abrazó.

Kytara soltó un bostezo, esos ejercicios la cansaban de manera alarmante. Acomodándose un poco más, cruzó un brazo por la cintura de él, quería estar lo más cerca posible de Butch.

Él depositó un beso sobre su frente.

—Duerme, pequeña, que yo cuidaré tu sueño.

Ella sonrió adormilada.

—¿Lo harás? Entonces ten cuidado con mis fantasmas —bostezó.

—Por ti, me enfrentaré a todos.

Un escalofrío recorrió la espalda de Kytara ante sus palabras, un presagio de los tiempos malos que se avecinaban.

Antes de dormirse elevó un oración a los cielos: Por favor, que alguien escuche mi ruego, no permitan jamás que Butch se enfrente a la Virgen Escriba, ¡no lo quiero perder!

Y se durmió envuelta en sus brazos.


Continuará....

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