martes, 17 de noviembre de 2015

Las protectoras de la noche. Capítulo 11.



Viene de Capitulo 10 

CAPÍTULO 11




Raysa suspiró adormilada y se desperezó lentamente, dio un suave respingo al sentir sus músculos algo doloridos.
Un sonrojo general cubrió su cuerpo al recordar el por qué. Se dio vuelta en la enorme cama y encontró el otro lado vacío, todavía podía sentir el aroma de Wrath, pero sabía que no estaba en la habitación.
Frunció el ceño al sentir una puntada en el corazón al darse cuenta de que a pesar de lo sucedido anoche, se había marchado sin despertarla.
Unos golpes en la puerta la sacaron bruscamente de sus pensamientos.
—Raysa, ¿estás? —Otro golpe más, sabía que su hermana no se iría hasta saber de ella, Kytara simplemente era así.
—Pasa, Kytara —dijo suspirando y cubriéndose más con las sábanas.
—Permiso. ¿Cómo estás, hermana? —Se acercó a la cama y se sentó a su lado.
Raysa se sonrojó levemente y algo incómoda le respondió:
—Bien, por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?
—Tu… cama desarreglada… Perfume raro… Y hace un rato vi salir a Wrath —sonriendo le dijo—: Suéltalo ya.
—¿Viste salir a Wrath? ¿Sabes a dónde fue? —Preguntó antes de darse cuenta de las tontas preguntas que salieron de su boca. Demonios, ¿qué me pasa? Me estoy comportando como una tonta hembra en vez de como la guerrera que soy.
—Sí para la primera pregunta y no para la que queda —Kytara se destornillaba de la risa, jamás a Raysa la había visto así—. ¿Qué pasa, hermanita? ¿Wrath caló hondo en ti?
—No seas tonta, Kytara, somos guerreras, no nos interesamos por ese tipo de cosas. Pregunté sólo por curiosidad, por mí puede irse a cualquier lado, nos despertaron para pelear y no para divertirnos. Además sabes que no dejo que nadie se acerque tanto a mí como para que me importe realmente, sólo ustedes tienen lugar en mi corazón, hermana —dijo mientras trataba de callar la voz que internamente gritaba muy fuerte ¡Mentirosa!, estaba dolida porque se hubiera marchado sin decirle nada como si lo de ellos no hubiera sido más que un simple revolcón.
—Lo que tú digas, pero no te engañes —Kytara empezó a mirar la habitación—. ¿Has cambiado el perfume que usas? Porque es un extraño olor el que siento en tu recámara.
Raysa la miró sonrojada mientras le decía:
—¿Eso es con doble sentido? Sabes que no uso perfume, Kytara.
—Es mi manera de preguntarte si estás segura de esto —quería que Raysa supiera que siempre iba contar con ella, para lo que fuera, que era una de sus hermanas, al no haber tanta diferencia de edad, la consideraba una compañera de juegos.
Raysa suspiró mientras miraba a los ojos a su hermana:
—¿Si te contesto con otra pregunta no vas a parar hasta que lo diga fuerte y claro, verdad? Pero sí voy a responder tu pregunta con otra, hermana, ¿qué piensas que pasó anoche?
—Si quieres que te lo diga, hecho. Te acostaste con Wrath, ¿o me equivoco? —levantó la ceja que tanto la caracterizaba, retándola a que la desmintiera.
—No, no te equivocas —dijo avergonzada mientras una lágrima corría por su mejilla—. No sé qué me pasa, Kytara, no soy la de antes. Desde que llegué me siento distinta y no quiero cambiar, quiero ser la de antes. Odio sentirme así, nunca había llorado por sentimientos como estos y desde que estoy aquí ya lo he hecho dos veces. Quiero volver a ser la fría guerrera a la que no le importaba nada más que sus hermanas y las batallas —finalizó.
Kytara observaba el sufrimiento de su hermana, a ella también le pasaba lo mismo.
—Lo sé, hermana, algunas veces creo que no ha sido bueno el que nos hayan despertado, pero por el otro, nada más nos queda que servir a nuestra raza.
—¿Y nosotras? Sabes, hace unas horas no te hubiera hecho esta pregunta pero, ¿cómo puedo hacer para seguir adelante como si nada hubiera pasado? Él se vinculó a mí, Kytara, y sin embargo me dejó sola sin una explicación. No puedo creerlo, Wrath fue… No tengo palabras para describir la forma en que me sentí. Y sin embargo cuando desperté, lo hice sola, como si todo hubiera sido un sueño, no tengo nada, me siento vacía. Creo que me enamoré, Kytara, este sentimiento tan fuerte en mi corazón, no puede ser otra cosa que amor. Sé que él no siente de la misma manera, pero yo me enamoré como una tonta —las lágrimas se deslizaron por sus mejillas con más fuerza.
Se acercó a su hermana y la abrazó.
—Lo siento, Raysa, no lo sabía, si estuviera en tu lugar, gritaría y lo maldeciría para que se le caigan los testículos y jamás vuelva a sentir una erección —ante la mirada espantada de Raysa aclaró—. Pero como no eres como yo, te puedo decir que esperes, no conozco a Wrath, pero si es como los demás, es honorable y algo habrá pasado para que actuara así.
Raysa sacudió la cabeza mientras hacía un gesto de dolor.
—El siempre fue claro, Kytara, los dos sabíamos que no estaba bien cualquier tipo de acercamientos entre nosotros. Pero era muy duro pelear contra eso, así que nos dimos por vencidos y cedimos a la pasión, solo yo cometí el error de confundir las cosas. Es más, estoy casi segura que tiene una shellan y ni siquiera eso me detuvo —dijo mientras sonreía con tristeza—. ¿Nunca te habrías imaginado que podría ser tan sensiblera, verdad? ¿Qué podría enamorarme de una macho tan rápido?
—Creo que tarde o temprano todas lo somos, hasta la chispita de Nessa y la ruda de Leliel, pero no se lo digas. Quiero preguntarte algo: ¿Te arrepientes de alguno de los momentos que pasaste anoche?
Raysa miró la cama revuelta, cerró los ojos por un momento mientras recordaba.
—No quiero arrepentirme, hermana, me entregué por amor, aún sin saber que lo era. Pero si lo pienso fríamente, creo que fue un error, le di a alguien una ventaja enorme sobre mí, una ventaja que ninguna guerrera debe dar.
—No lo mires de esa manera, la ventaja la tendrá si tú se lo permites, no de otra manera. Somos guerreras, las primeras de nuestra raza, nadie puede tener ventajas sobre nosotras si no se los permitimos —odiaba ver sufrir a Raysa, no era justo. ¿Y si era eso lo que le esperaba con Butch? Sacudió la cabeza, eso jamás podría pasar.
Raysa cuadró los hombros y sus ojos brillaron por un momento antes que hablara con decisión:
—No voy a ceder más, Kytara, desde este momento la guerrera ha dejado atrás a la mujer. Lo que pasó entre Wrath y yo ha quedado atrás, él mismo ha tomado la decisión por los dos. Los sentimientos quedarán guardados como siempre. Y para demostrarlo ¿qué te parece si salimos de caza? Necesito entrar en acción de nuevo. Faltan dos horas para el anochecer.
—Lo que tú digas, guerrera. Te cambias, me buscas y nos vamos. ¿Qué te parece?
—Completamente bien, sólo dame un rato para darme un baño, ¿sí? Supongo que no necesito explicarte, ¿verdad? —dijo sonrojada Raysa.
Kytara estalló en carcajadas.
—¡Oh, por favor! Demasiada información entrando a mis oídos… ¡Ve a bañarte! —Se encaminó hacia la puerta riéndose—. Te espero en mi habitación.
Raysa se envolvió en la sábana y corrió hacia el baño con una sonrisa en los labios.
Después de estar casi una hora en la bañera relajando sus músculos, disfrutando de la caricia del agua, evocando los sucesos de hacía unas horas, se levantó de golpe tratando de sacudirse esos recuerdos.
Después de todo, Wrath se había marchado sin decir una palabra mientras ella dormía, eso debía ser suficiente muestra de cómo estaban las cosas entre ellos, un momento de pasión, nada más. Ella estaba allí para luchar junto a sus hermanas, cualquier otro pensamiento que no fuera referente a eso, ni bien se pusiera sus armas, sería desterrado de su mente para siempre, se prometió. Para siempre.
Ella actuaría desde este momento como la fría guerrera sin sentimientos que le habían enseñado a ser. Pero dolía como el demonio.
Tomó una toalla y envolvió su cuerpo y se dirigió al armario.
Miró la ropa con ojo crítico, seleccionó un pantalón de cuero negro que se adhería a sus largas y esbeltas piernas con unas fundas encubiertas para poner sus dagas y el nuevo instrumento llamado celular, una musculosa negra corta que dejaba ver una parte de su plano estómago y una chaqueta de cuero también negra. Como mi humor, pensó para sus adentros de forma irónica.
Esta noche los lesser no tendrían oportunidad contra ella. Hacía mucho tiempo que no iba de cacería, pero podía sentir la adrenalina correr por su cuerpo. Estaba lista.
Con paso firme salió de su habitación y se dirigió a la de Kytara que ya la estaba esperando.
Kytara estaba vestida con un pantalón de cuero marrón regalo de Butch, con unas botas tipo militar negras, arriba llevaba una sudadera de color crema con la leyenda "Muere" escrita en negro. El cabello se lo había levantado en una cola de caballo alta y se había calzado una chamarra de cuero que le iba al cuerpo. Dentro de ella iban sus dos dagas y en la cintura la pistola glock con su nombre grabado y al lado un trébol, símbolo de Butch, para que le diera suerte, todo escrito en la antigua lengua.
—¿Llevas armas de fuego, Kytara? —Preguntó una sorprendida Raysa al verla—. La verdad que prefiero solo mis dagas. El solo hecho de tener que cargar además con el celular me molesta —finalizó.
—Sí, es que me la regalaron y me hicieron jurar que no saldría sin ella, aunque con mis dagas nunca he tenido problemas —ambas se encaminaron hacia el pasillo para salir.
Bajaron en silencio las escaleras. Ya en el hall, Raysa se volvió hacia su hermana y le preguntó:
—¿Nos desmaterializamos a algún lugar en especial? No tenemos chofer —le dijo mordiéndose el labio inferior.
—Desmaterialicémonos, es más fácil. Además, esta noche no quiero chofer, ¿y tú? —Le preguntó a su hermana. Algo en el fondo le decía que Raysa quería escapar de la mansión.
—¿Vamos al ZeroSum y partimos desde allí? —Dijo satisfecha.
—Partamos desde allí, los alrededores siempre están llenos de lessers.
Ambas se desmaterializaron frente a la salida del bar, y comenzaron a caminar buscando a sus presas. En la actualidad, el olor que desprendían se lo llamaba talco de bebé. Antes, para ellas, era a yuyos quemados.
—Raysa, ¿me vas a decir qué te molesta? —Preguntó Kytara sin dar más vueltas.
Raysa volvió el rostro, agudizó su oído y el sonido de un grito amortiguado llegó a ella.
—Alguien está en problemas, Kytara, no está lejos —le dijo mientras corría por el callejón con su hermana pisándole los talones.
Y así fue como se encontraron con un civil siendo atacado por seis lessers, dos de ellos estaban tratando de ponerle una inyección y los otros trataban de inmovilizarlo. Sin pensarlo dos veces, las guerreras sacaron sus dagas y fueron al ataque.
Raysa, dándole una patada al más cercano, lo sacó del lugar y en unos cuantos movimientos le clavó la daga donde tendría que estar el corazón.
Kytara fue por uno de los que tenía una de las jeringas. De un golpe lo sentó en el suelo y cuando iba a estacarlo, fue tomada desde atrás por otro lesser. Al ver esto, Raysa se lo quitó de encima, y con un golpe seco le atravesó el pecho.
Kytara, no perdiendo tiempo, tomó con su otra mano la daga de su padre y se metió de lleno en una batalla con dos de los lessers restantes. Verla parecía una danza sagrada, empleaba los movimientos antiguos con las artes marciales recientemente aprendidas. Clavó una de las dagas en el pecho del lesser que tenia agarrado del cuello y la otra se la lanzó al que estaba escapando, inmovilizándolo en el sitio.
Cuando iba a por un tercero, sintió una energía extraña.
—Oh, Santa Mierda, ¿y ahora qué quiere? —Era la Virgen Escriba, llamándola, y tenía que ir de inmediato. Buscando a Raysa la vio en medio de una pelea cuerpo a cuerpo con el lesser que quedaba y al ver que ya terminaba, decidió acudir a la llamada.
—Raysa, debo irme, la Virgen Escriba me convoca.
Raysa sin dejar de pelear le dijo entre gruñidos:
—Ve, Kytara, yo me encargo de la basura que queda —dijo mientras hundía con saña su daga en el pecho del lesser.
—Ok, pero antes llamo a uno de los muchachos para que te ayuden a limpiar toda esta porquería —tomando su celular, marcó el primer número que le vino en mente. Por algún motivo, sabía que a Raysa no le caería nada bien ver a Wrath, así que llamó a Vishous, era uno a los que más confianza le tenía.
—¿Vishous? Hola, te pido un favor, ¿podrías venir y darle una mano a Raysa? Nos encontramos con lessers, peleamos un poco y no me puedo quedar a ayudarla en la limpieza —cortó la llamada.
—V viene en camino. Nos vemos, hermana. —dijo y desapareció.
Raysa estaba dirigiéndose para ver el estado del civil, que seguía inmóvil en el suelo, cuando el aroma a talco de bebe inundó su nariz. Se giró bruscamente y se encontró con cuatro lessers más que se acercaban. Maldijo en voz baja, sacó sus dagas y se preparó para luchar.
Los lessers atacaron con fuerza y al mismo tiempo, poniéndola en aprietos.
La estaban acorralando. Uno de ellos sacó un arma y le disparó, haciéndola retroceder cuando la bala impactó en su brazo haciendo caer la daga de su mano.
Vishous, que acababa de llegar, observó con horror como se abalanzaban sobre Raysa. Sin esperar un segundo, se colocó detrás de los lessers y los golpeó haciéndolos retroceder liberando a la hembra del ataque. Los lesser los observaron mientras retrocedían con una sonrisa en los labios. Vishous y Raysa giraron con un mal presentimiento por la actitud de los asesinos.
—Los bastardos se llevaron al civil, Vishous —le soltó con un gruñido Raysa, mientras trataba de detener la hemorragia de su hombro.
Sin poder hacer nada vieron como la camioneta se alejaba.
—Ya los encontraremos, Raysa, no te preocupes. Déjame ver tu herida —dijo mientras se acercaba a ella.
Justo cuando iba a revisar el hombro de la hembra, sintió una presencia detrás de él.
—No pongas un solo dedo sobre ella —gruñó un muy enfadado Wrath, mientras se acercaba a ellos.
Raysa dio un respingo cuando escuchó la profunda voz, levantó la vista. Él ya estaba a su lado.
Vishous retrocedió mientras le respondía con calma:
—Tranquilo, hermano, sólo iba a ver como estaba. Pero ahora que estas aquí, dejaré que la cures mientras investigo que pasó con el muchacho —dijo desapareciendo.
Wrath estaba furioso, apenas podía controlarse. Casi había golpeado a su hermano cuando vio que iba a tocarla, y estabas más furioso aún con ella.
—¿Por qué saliste Raysa? No quiero que vuelvas a salir sola de nuevo, ¿me oíste? —Le dijo mientras palpaba la herida. Sus manos temblaban ya que el olor de la sangre de la hembra le recordaba que debía alimentarse—. Nos vamos a casa en este momento.
La hembra se apartó de él y le dijo enfadada:
—Puedo salir cuando quiera, Wrath, no necesito tu permiso. Además, no tengo ganas de volver contigo.
Se movió con rapidez, apretándola contra su cuerpo, manchando su ropa con la sangre de la guerrera.
—No me desafíes, Raysa. Volvemos en este momento a la mansión para curarte, no se discute más —murmuró con los dientes apretados y la mandíbula tensa.
Raysa mantuvo la boca cerrada con enfado mientras se materializaban en un cuarto de la mansión. Confundida miró el lugar tratando de reconocer donde se encontraba.
—Estás en mi cuarto, Raysa, te traje para curarte —le dijo mientras entraba al cuarto de baño y al segundo salía con un botiquín y paños húmedos.
La hembra estaba sentada en la cama sumamente callada. Estaba algo pálida. Se inclinó y empezó a limpiar la herida. Ella seguía en silencio y eso ya le estaba molestando.
—¿Qué te sucede? ¿Por qué estas tan callada? Tú no eres así —le dijo molesto. Cada vez le costaba más controlarse, su cabeza estaba llena de problemas, estaba hambriento y quería beber de ella. Además, estaba casi seguro del motivo de la actitud de la hembra. ¡Maldición! No debería haberse marchado de esa forma, debió quedarse y explicarle cómo estaban las cosas. ¿Pero qué iba a explicarle?
—Te deseo como nunca deseé a una hembra, te deseo tanto que me vincule a ti. Pero hay un pequeño problema. En realidad, hay varios y no sé por dónde empezar.
Lo sobresaltó la voz femenina y la frialdad que había en ella.
—No tengo ganas de hablar esta noche, Wrath, y para ser sincera, menos aún contigo. Creí que estaban claras las cosas, en el fondo tú tampoco deseas hablar. Ya obtuviste lo que querías, de cierta forma también yo, así que, ¿por qué no dejamos el tema en paz? Cada uno por su lado —le dijo mientras se incorporaba y se alejaba de él, dirigiéndose a la puerta.
Con un rugido y en un parpadeo, Wrath se interpuso en su camino mientras la apretaba contra su cuerpo con fuerza. Estaba totalmente fuera de control, la hembra era suya, a pesar de todos los problemas que esta afirmación le traía ya no había vuelta atrás, la había marcado y no se arrepentía, maldita sea. No se arrepentía de haber estado con ella.
—No voy a permitir que te marches, Raysa. Eres mía —le dijo antes de tomar su boca con fuerza. Mordía, lamía, reclamaba.
Raysa gimió mientras, como si tuvieran vida propia, sus brazos se enroscaban en el cuello del macho y lo atraía más hacia su traicionero cuerpo.
El guerrero dejó que sus manos vagaran por el cuerpo de la hembra hasta que se posaron sobre su trasero y la atrajo con fuerza hacia su excitación, frotándose contra ella con lujuria.
—¿Realmente me deseas, Wrath? —Dijo al separarse por un momento y mirarlo a los ojos—. Porque no entiendo por qué te marchaste. ¿Estás buscando sólo acostarte conmigo? ¿Es sólo eso lo que quieres? Porque estoy muy confundida en este momento, nunca viví algo así —despacio le quitó los lentes y sus ojos verdes se fijaron en su rostro.
El macho deshizo su abrazo, su expresión cambió, se suavizó. Tomó su rostro con las manos y la besó suavemente.
—Sé que te confundí con mis actos, yo también me sorprendí con lo que sentí cuando estuvimos juntos, pero hay muchas cosas que no sabes, que debo solucionar para estar en paz. Ahora sólo puedo decirte que no puedo mantenerme lejos de ti, que no quiero que te alejes. En este momento no estoy en condiciones de prometer nada, Raysa, no quiero mentirte, no voy a mentirte —dijo mientras apoyaba la frente contra la suya y respiraba pesadamente.
—Acepto lo que me ofreces, Wrath, aún sin saber qué es exactamente. No voy a preguntar nada, lo que siento es muy fuerte como para seguir peleando en contra. No sé en qué momento te has vuelto tan importante para mí, no sé cuando dejé atrás a la guerrera y se hizo cargo la hembra. No tengo orgullo en lo que a ti respecta —gimió avergonzada Raysa.
El macho la abrazó con fuerza nuevamente, acercándola a su cuerpo.
—No se trata de orgullo, Raysa, se trata de cómo nos sentimos cuando estamos cerca —le dijo mientras tomaba su boca con pasión.
La alzó en brazos como si no pesara nada y la llevó hasta la cama, donde la depositó con suavidad, sin dejar de besarla en ningún momento.
Se incorporó un poco para quitarse rápidamente la ajustada camiseta negra y se tendió sobre ella acomodando su cuerpo entre las piernas de la hembra, frotando su erección contra su sexo, haciéndola gemir de placer y arquearse bajo su cuerpo.
Raysa deslizaba ansiosa las manos por la musculosa espalda de Wrath mientras se frotaba con descaro contra su cuerpo.
El macho le quitó rápidamente la ropa, en un instante su pantalón, su top y sus botas eran una pila desordenada en el suelo.
Una ráfaga de deseo sacudió el cuerpo de la hembra cuando él tomó un pezón con la boca y lo atormentó con la lengua. Su sabor lo trastornaba. Su olor lo volvía loco, todo en esta hembra lo desequilibraba, siempre lo dejaba queriendo más.
Con una mirada diabólica fue descendiendo mientras sus manos masajeaban los pechos, soltó un gruñido de placer cuando su boca encontró su sexo. Estaba húmeda ya, preparada para recibirlo. Pero primero quería saborearla, quería que tuviera un orgasmo en su boca.
Raysa sentía como el conocido calor en su vientre iba creciendo, Wrath no le daba tregua y su boca la llevó al clímax en poco segundos mientras gritaba su nombre con voz ronca.
Wrath la hizo alcanzar dos orgasmos más que la dejaron sin respiración y su cuerpo brillante de sudor.
El macho se incorporó y fue subiendo mientras dejaba un reguero de besos por su estómago, después lamió sus pechos, mordisqueando hasta que los pezones quedaron duros y frotó su torso contra ellos. Sus cuerpos comenzaron a frotarse y a moverse imitando el acto sexual. La besó en los labios, lento, introdujo su lengua en la boca, provocándola, le dio pequeños mordiscos en el labio inferior mientras las manos de la hembra luchaban con su pantalón.
Raysa gimió junto con Wrath cuando sus manos bajaron los pantalones liberando su excitación.
Tomó la gruesa longitud entre sus manos y lo acarició rítmicamente. El macho gimió mientras su cuerpo se sacudía. Tomó sus manos tratando de detenerla y mientras lamía su cuello, le dijo con voz ronca:
—No tienes que hacer esto, Raysa, quiero tener mi orgasmo dentro de ti, quiero que me envuelvas por completo.
Raysa siguió acariciándolo mientras aceleraba el ritmo haciendo que el macho arqueara la espalda.
Wrath penetró la boca femenina con su lengua imitando la unión que tendrían sus cuerpos en unos momentos, haciendo que Raysa lo soltara mientras movía su cuerpo de manera que su pene quedara justo en la entrada del cuerpo de ella, que lo esperaba húmeda y ansiosa.
De un solo movimiento se metió en su cuerpo. Ella estaba apretada, caliente y lo tomó por completo. Se deslizó dentro y fuera de ella, cada vez más rápido, cada vez más fuertes los embates, cada vez más poderosos, los hacían gemir a ambos llevándolos al borde.
—Wrath, por favor —lloriqueó cerca de su clímax mientras hundía su cara en el grueso cuello y apoyaba sus labios contra él, abriendo las piernas lo más que pudo. Mientras el orgasmo la sacudía con fuerza dejándola sin respiración echó la cabeza hacia atrás exponiendo su cuello.
Wrath no sabía cuánto más iba a aguantar, las contracciones de ella sólo lo dejaron más cerca de la culminación, podía sentir como la energía se estaba concentrando a su alrededor. Al ver su cuello expuesto, sintió ganas de alimentarse de ella. No debes, le dijo una voz interna en medio de la locura y el deseo. Ella merece que seas honesto, se ha brindado a ti en forma pura y sincera, merece lo mismo de ti, finalizó la voz. Con un rugido y haciendo acopio de todas sus fuerzas para no morderla, aceleró el ritmo, la velocidad aumentó, su cuerpo entero se tensó mientras se liberaba en el interior de la hembra con fuerza, el líquido caliente se disparó dentro de ella, inundándola junto con el aroma a vinculación, mientras los espasmos sacudían su cuerpo. Se derrumbó sobre ella.
Raysa lo envolvió con los brazos y con las piernas, mientras sentía que los estremecimientos iban disminuyendo. Lo besó con ternura mientras acariciaba su rostro y con deleite notó como le devolvía el beso con reverencia, mientras acariciaba su cuerpo con suavidad.
—Peso demasiado —le dijo mientras intentaba moverse a un costado.
Raysa tomó su rostro entre las manos nuevamente y lo miró a los ojos mientras le respondía:
—Me encanta que estés así, tu peso no me molesta —dijo mientras suspiraba en forma soñadora y satisfecha, mientras le recorría la espalda con los dedos.
Wrath hizo una mueca que se asemejó a una sonrisa mientras rodaba para ponerse de espaldas y la arrastraba pegada a su costado haciéndola reír por el rápido movimiento.
La apretó contra él, mientras respiraba agitado al sentir que colocaba una pierna sobre la suya y se frotaba contra él como un gatito satisfecho. Acarició su cabello hasta que ella se durmió.
Suspiró resignadamente mientras se deshacía de su abrazo, se levantó muy despacio y se vistió. Había llegado el momento de hacerle frente al primero de sus problemas, debía romper el compromiso que tenía con Beth, la shellan que sus padres habían elegido para él. Se acercó por última vez a la cama y acarició el rostro femenino, Raysa abrió los ojos somnolienta.
—Tranquila, bebé, sigue durmiendo, en un momento vuelvo —le dijo mientras desaparecía.


Otra vez haciendo ese recorrido, yendo a ver a la Virgen Escriba. Seguro para recibir otra llamada de atención.
La vio sentada en la fuente con uno de sus pájaros, una mancha negra con un fondo blanco.
—Mi señora —lo dijo con un dejo de respeto, y haciendo un pequeña reverencia. Aunque nunca la hubiera aceptado como su mentora, no quería decir que la tenía que insultar cada vez que la veía. Con respeto llegamos a lugares inimaginables, Aire, siempre recuérdalo. Esas palabras las llevaba grabada a fuego sobre su corazón, su padre se las había dicho.
—Kytara, hija de Kassim, ¿alguna novedad de la que me quieras hablar?
—No, mi señora.
—Algo te inquieta, guerrera, y no quiero que se interponga con tu deber, ¿o tengo que recordarte cuál es?
—No, mi señora, lo conozco muy bien —un dolor sintió en su corazón. Jamás en su vida iba a culpar a sus padres el haberse amado.
—Entonces estarás de acuerdo con que cambie de donador.
No supo qué contestar, sentía un nudo en la garganta, pero no se lo iba demostrar, jamás le vería llorar.
—Será su voluntad, Su Santidad.
—Puedes marcharte, pronto te diré quien será tu nuevo encargado. Es por tu bien, Kytara.
¿Por mi bien? Le quería gritar, ¿cómo sabe cuál es mi bien?
Se marchó con pasos lentos, asumiendo esta nueva realidad que con rabia rechazaba.
En el fondo, sabía que la Virgen Escriba tenía razón. Butch estaba transformándose en alguien importante, y eso no se lo podía permitir, era un lujo que a ella le había sido negado hacía muchos siglos.
Sintió rodar por su mejilla una lágrima. Que estúpida, llorar por un macho no era honorable. Se limpió la lágrima con odio, era mejor dedicarse a lo que había sido encomendada y no a soñar con algo que nunca podría ser.


Wrath se materializó nuevamente en la habitación. Habían pasado unos cuarenta y cinco minutos, más o menos, desde que se había ido. No era mucho tiempo, pero fueron los minutos más largos de su vida.
No había sido fácil explicarle a Beth que ya no sería su hellren. La hembra lo había tomado con relativa calma, sin hacer escenas, pero él sabía cómo se sentía realmente.
Se quitó la chaqueta y se sentó mientras observaba a la hembra que dormía pacíficamente en su cama. Tenía que hablar con ella, tenía que contarle la verdad, era lo justo. Solo deseaba que ella lo comprendiera y lo aceptara. ¡Demonios! Esta hembra había calado tan hondo en él que por primera vez había considerado la idea de una compañera, de compartir su existencia con alguien. Sacudió el cabeza aturdido cuando la verdad de sus sentimientos lo golpeó dejándolo sin aliento. Se había enamorado de la guerrera. Estaba perdida y totalmente enamorado de Raysa.
Raysa se estiró en la cama, dejando que las sábanas resbalaran por su piel. Se dio la vuelta y se encontró con Wrath que la miraba con una expresión de sorpresa en el rostro.
—Volviste —le dijo mientras le sonreía y le tendía la mano para que se acercara. Al ver que no se movía frunció un poco el ceño—. ¿Qué te sucede, Wrath? ¿Pasó algo malo? —Le preguntó mientras sujetaba las sábanas contra su cuerpo intentando cubrirse.
Wrath acercó una silla a la cama, se sentó, se quitó las gafas y se pasó las manos por el rostro con un dejo de preocupación.
—Tengo algo que decirte, Raysa, yo… ¡Diablos! Esto no es fácil, así que simplemente lo diré —gruñó, para nada acostumbrado a estas situaciones—. Yo tengo, o mejor dicho, tenía una shellan —cuando vio que la hembra se puso mortalmente seria y su cuerpo se tensó, levantó una mano—. Déjame explicar todo antes de que saques conclusiones erróneas.
Raysa sentía como si le hubieran dado un golpe. Todo el aire escapó de sus pulmones ante la confesión del macho, ella sospechaba que dado su linaje, debía tener una shellan, pero escuchar la confirmación de sus labios le dolió.
—No tienes que explicar nada, te acepté sin preguntar nada —dijo con voz ronca bajando la cabeza para que no viera sus lágrimas.
Wrath se levantó, se acercó y se sentó en la cama, mientras ponía una mano sobre su barbilla y la hacía mirarlo.
—Raysa, detente —le ordenó mientras acercaba su rostro al de ella. Quería verla, podía sentir el dolor en su voz, pero sus pobres ojos no dejaban ver su expresión por completo—. Escucha mis palabras, mujer, déjame terminar. Como te decía, tuve una sellan. Nunca estuvimos juntos como lo estuvimos tú y yo, nunca yací con ella, sólo se alimentaba de mí y yo de ella. Mis padres la eligieron para que me ayudara cuando llegara el momento de la transición. Nunca hubo nada romántico entre nosotros. Hace unos minutos fui y le dije que nuestro compromiso estaba roto, que no podía, ni quería estar con ella porque me había vinculado con otra hembra, una hembra que se había apropiado de mi mente y mi corazón sin que me diera cuenta —le dijo suavemente mientras la besaba con toda la ternura que fue capaz.
Raysa sintió que su pecho explotaba de amor cuando escuchó las palabras de Wrath. Él me ama, pensó para sus adentros. Wrath sentía lo mismo que ella. Rodeó su cuello con los brazos mientras lo arrastraba con ella hacia la cama.
Con un movimiento, se giró para ponerse sobre él sin dejar de besarlo. Ahondó el beso, mordisqueó sus labios y lo penetró con su lengua, tentándolo, trabando una lucha de voluntades con el macho, dando, exigiendo. Levantó la cabeza, lamió el contorno de sus labios, besó su mandíbula, lamió su cuello y tomó su rostro entre las manos mientras se incorporaba suavemente hasta quedar sentada sobre él, con su erección presionando su humedad.
Llevó la cabeza masculina hasta la curva de su cuello, sintió como el macho acariciaba con suavidad su clavícula, se estremeció ante el contacto de las enormes manos sobre su cuello.
—Bebe de mí, Wrath. Déjame entrar en tu cuerpo, déjame ser tu fuerza, como tú eres la mía —le dijo mientras lo conducía hacia su garganta.
Wrath soltó un gruñido, lamió su garganta, justo donde latía acelerado su pulso. Sintió como sus colmillos crecían, y sin pensar nada más, los hundió en el cuello de la hembra, mientras succionaba con fuerza de su vena, sintiendo con satisfacción como la fuerza de ella entraba en su cuerpo. Llenándolo por completo.
Estuvieron unos minutos así mientras el macho se alimentaba, acunándola contra su cuerpo. Saciado, lamió la herida hasta casi hacerla desaparecer. Se apartó un momento mientras miraba a los ojos a su hembra. Tomó su rostro entre las manos y acarició las mejillas, deslizó los dedos por su rostro, memorizándola, grabándose en la mente las delicadas facciones de Raysa y de sus labios salieron las palabras más inesperadas:
—Te amo, leelan —le susurró antes de besarla con suavidad y ternura.


Una sombra se deslizaba furtivamente por el complejo de la Hermandad, moviéndose silenciosamente, ocultándose en cada esquina sombría que hallaba en su camino, para no delatar su presencia a la inocente e ignorante víctima…
¿A eso llamas imaginación? Además, él debe estar esperando el momento en que aparezcas, le dijo la voz.
—No, a eso le llamo pasar un excesivo tiempo viendo películas con Rhage. Y creo que aun no se ha enterado de que presencio cada entrenamiento suyo —respondió Nessa.
Nunca había tenido mucha imaginación y el por qué estaba recurriendo a ella en ese momento, pues no lo sabía.
Oh, ¡por favor!
Bien, de acuerdo, sí lo sabía. En parte, estaba aburrida con “A” de aburrimiento mayúsculo. Ya habían pasado varias semanas de esta nueva, pero no menos irritante rutina de aparecer allí donde fuera que Zsadist estuviera entrenando para poder imitar movimiento por movimiento todo lo que hacía. Era cierto que era la mejor forma que había encontrado de aprender algo de él, pero también había tenido la esperanza de sacarlo de quicio y provocar nuevos enfrentamientos con él.
Y le había prestado la misma atención que a una mancha en la pared.
Ése era el motivo de su aburrimiento.
La otra razón por la cual recurría a su endeble imaginación, era aquella que no quería admitir, ya que no entendía el por qué se sentía así.
Cuando Phury la había llamado por primera vez para comunicarle que acababa de dejar a Zsadist y que antes de despedirse, éste le había mencionado que iría al gimnasio un rato a entrenar, le había agradecido la llamada y que la ayudara, le aseguró que se dirigiría hacia allí inmediatamente, le volvió a agradecer y luego le cortó.
Y luego se había puesto sumamente nerviosa, cosa que no había cambiado en todo este tiempo.
No entendía por qué reaccionaba de esa forma cada vez que debía encaminarse hacia donde el macho se encontraba. La primera vez podría haber sido medianamente compresible y tal vez incluso la segunda. Pero después de todo este tiempo en que la había ignorado, no había de qué preocuparse. Además, podía ser una hembra y podía ser pequeña, pero era una guerrera de probada calidad y trayectoria, podría con cualquiera de los hermanos si tuvieran que llegar a enfrentarse. Pero Zsadist la ponía nerviosa.
Se detuvo frente a las puertas del gimnasio. Siempre dudaba un poco antes de darse a conocer. Dios, era patética.
Tú sabes por qué estás así.
Ignorando esas palabras, entró.
Oh. Dios.
Allí estaba él, tan perfecto como siempre en su danza, apaleando una pobre bolsa. Sus pies y sus manos eran sumamente ligeros en el vaivén de la lucha, sus ojos expresaban una gran concentración, sus músculos reflejaban toda la fuerza contenida que en él había.
Suspiró y se ubicó frente a la bolsa más cercana a él y comenzó a imitar sus movimientos. Después de tantas semanas, podía seguirlo a la perfección, segundo por segundo sin adelantarse o retrasarse. Estaban completamente coordinados.
Bueno, en realidad, ella estaba coordinada con él, solo ella era el títere, el espejo, la que lo seguía a uno y otro lado para poder aparentar que hacía algo en este mundo, que era medianamente útil, que se afanaba tratando de cumplir su deber para con su raza, el deber de proteger a su gente imitando cada uno de los malditos movimientos de vaivén sin sentido de un macho totalmente indiferente en un aséptico gimnasio una y otra vez mientras en las calles los civiles morían a manos de los lessers volcando esta interminable guerra sin cuartel a favor del Omega.
Maldito Zsadist.
Creía que después de un par de veces, se hartaría y comenzaría a entrenarla. Luego había esperado que aunque fuera le marcara algo que hacía mal. Finalmente había rogado porque le exigiera que dejara de fastidiarlo.
¿Qué gran ironía, no? Ella, que se había pasado gran parte de su jodida vida rogando que los hombres dejaran de mirarla, de perseguirla, de buscarla, de usarla y soportándolo a pesar de todo para poder sobrevivir, estaba ansiando que un macho de lo menos indicado la mirara de reojo aunque sólo fuera para confirmar que sabía que se encontraba allí.
A fin de cuentas, con o sin su atención, todo lo que recibía de los machos era desprecio.
Sintiendo como la furia se instalaba fuertemente en su interior, supo que pronto comenzaría a evaporarse otra vez, y desde que no había una fuente de agua cercana, eso era una mierda.
Comenzó a golpear la bolsa para descargar toda su frustración, olvidándose de que estaba imitando al macho que se encontraba a su lado y aún así, ambos seguían realizando los mismos movimientos como si fueran uno. Golpeaban y golpeaban, sus pies se movían raudos y ligeros sobre el suelo de madera pulida, sus puños colisionaban contra el suave pero resistente cuero, una y otra vez, sin cejar, sin detenerse.
El movimiento era necesario. Muévete, muévete, muévete.
Incapaz de soportar por más tiempo la furia, Nessa se volteó y le arrojó una patada al objeto de su frustración… quién la esquivó hábilmente logrando que terminara despatarrada en el suelo a causa del impulso. Zsadist sacó una de sus dagas de la pechera que según parecía nunca se quitaba y con ágil movimiento se agachó y la clavó en el suelo junto a su cabeza.
—¿Qué demonios pretendes? —Siseó en un tono bajo y peligroso.
Nessa lo fulminó con la mirada desde el suelo antes de responderle.
—Oh, no me digas que olvidé ponerme mi traje de invisibilidad antes de venir aquí.
—Repito: ¿Qué pretendes? —Dijo mientras recuperaba su daga y se levantaba.
—Que cumplas con tu deber, maldita sea.
—Deja de interrumpirme.
—Zsadist, debes entrenarme, así te lo ordenaron. ¡Cúmplelo de una vez!
Zsadist solo entrecerró los ojos aún más. Bien, tal vez porque era capaz de mirarte de esa manera que te helaba hasta la médula era una buena razón para ponerse tan nerviosa.
—Vete.
Pensando que una posición algo más digna podría ayudar, Nessa se levantó para poder hacerle frente. Si es que podía llamarse “hacerle frente” a alguien estando medio metro por debajo.
—No quiero. Y en realidad, no puedo. Nos ordenaron que entrenáramos juntos y que saliéramos a cazar juntos. Quiero cumplir con mi deber.
El macho la miró peligrosamente mientras arrojaba su daga hacia arriba y cuando bajaba, la agarraba por el mango para volver a arrojarla. Una y otra vez.
—Haz lo que quieras, no me interesa. Solo deja de molestarme —le dijo.
Respira… profundo… No permitas… que… te saque… de quicio.
—Nos ordenaron hacerlos juntos, ¿entiendes lo que te digo? Juntos. Puedo entrenar sola si es necesario, pero no tengo permitido salir a cazar si no lo hago bajo tu supervisión. Por favor.
Mierda, le había costado mucho decir esas dos últimas palabras, pero lo había hecho, maldita fuera. Era demasiado.
Refrenando la ira y la vergüenza que sentía en su interior, dio media vuelta y se dispuso a salir del lugar. Por Dios, como si sus hermanas no tuvieran suficientes motivos para avergonzarse de ella, como si no fuera ya un milagro que le permitieran combatir a su lado. Se detuvo de repente al escuchar la voz a sus espaldas, pero no se volteó.
—No me importa como entrenes. Saldré hoy después de que se oculte el sol. No llegues tarde. Te llevaré en mi vehículo. Cuando lleguemos al centro, haz lo que creas mejor, solo no me importunes.
Genial, era lo único que le faltaba.
—No quiero tu lástima, guerrero. No la necesito —le espetó, aun si voltearse.
—Ven o no. No me importa.
Escuchó el suave sonido de una daga al ser enfundada y luego Zsadist pasó a su lado y sin mirarla, salió del gimnasio.
La humedad en sus mejillas no significaba nada. Después de todo, ella era Agua.


Continua en capitulo 12.

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