sábado, 8 de marzo de 2014

SOLITARY MAN . CAPITULO VIII




SOLITARY MAN CAPITULO VIII

3 de enero del 2004




Ok. Ahora lo entendía todo. Nadie más que yo tenía la habilidad de derrotar a mi gemelo, aunque el precio a pagar por ello, fuera alto. Si Aqueron moría, yo sería libre de una vez por todas.

Miré a Dionisio cruzándome de brazos y con voz ronca le hablé.

- No veo en que me puede ayudar a mí eso.-

El dios se pasó los dedos por su pelo mechado y sonrió mostrándome los colmillos. -¿Qué es lo que más deseas en esta vida, Príncipe de Didymos?--

Mi respuesta surgió de mis labios sin vacilar.

- A mi esposa. A mi Bethany.

Dionisio puso los ojos en blanco y con cara de exasperación volvió a preguntarme. - ¿Y la segunda cosa que más deseas en este mundo?-

- Mi hijo.-

Respondí otra vez sin vacilar. Dionisio se estaba poniendo nervioso y aunque yo sabía por experiencia propia que no era nada bueno cabrear a un dios, sonreí, mirándolo directamente a los ojos.

- ¿Y la tercera cosa que más deseas, príncipe? Y cómo menciones a otro miembro de querida familia feliz, te juro que llamo a Apolo y te dejo aquí con el...Para toda la eternidad.-

Su voz sonaba exasperada y cuando me miró de nuevo, sus ojos estaban de nuevo rojos.

Lamentablemente, no tenía a más familia para nombrar y me encogí de hombros ante mi siguiente respuesta.

- Morir. Lo que más deseo en este mundo, si mi familia no está en él, es morir.

Dionisio se echó a reír y avanzó, rodeándome los hombros con sus brazos y yo me encogí ante la repulsión que ese gesto me provocaba.

-Chico listo... Si Aqueron muere, tú, mi querido principito, mueres.... Y yo tendré la posibilidad de gobernar a todo ese mundo de humanos y todos felices.
¿Entonces, que me dices, rubito?- Preguntó el dios del vino mirándome sonriente.

Zafándome de su agarre, mascullé:

- Digo que me saques de aquí de una puta vez.

Dionisio volvió a agarrarme y me destello fuera de Isla Desvanecida.

Miré a mí alrededor, y me sobresalté ante el sitio dónde me encontraba.

Había sillas, y una mesa, e infinidad de artilugios que yo no sabía ni lo que eran ni para lo que servían y antes de que pudiera siquiera abrir la boca para preguntar, el dios poso su mano en mi cabeza y grite de dolor al sentir como toda la información de más de once mil años entraba en mis recuerdos.

La nariz empezó a sangrarme y mientras me tapaba, intentando contener la hemorragia, pensé que los dioses eran un poco gilipollas si aún seguían preguntándose por que los odiaba.

- Principito... quizás quieras pasar al baño. Me estás dejando la moqueta hecha una verdadera pena.-

La risa del dios me hizo apretar los dientes y lo miré con furia. Malditos bastardos.

Malditos fueran todos.

Me dirigí al baño y me senté, procesando toda la información que acababa de recibir. Sabía que había pasado tiempo, pero 11.000 años eran muchos.

11.000 años de soledad y locura en Isla desvanecida y todo gracias a Aqueron.

Aqueron, quien había sabido durante todo este tiempo donde yo estaba y ni una sola vez se dignó a honrarme con su presencia.

Después de todo lo que yo había hecho por él... Fui un maldito imbécil al creer que él se iba a apiadar de mí.

La rabia fluía por mis venas como si fuera veneno, y grite arrojando la bola de papel ensangrentado que sostenía bajo mi nariz contra el suelo.

- Está muy bien, hermanito... ¿quieres jugar? Pues vamos a jugar.... Pudiste matarme y haberme librado de mi sufrimiento, pero preferiste follar con esa puta de Artemisa....

Mis pensamientos eran como el ojo de un huracán, destrozándolo todo a su paso. Llevándose todos los buenos recuerdos que podría haber conservado de mi hermano, y ahora lo único que quedaba en mi era rencor, e ira.

Quería verle muerto y quería venganza. Por todo lo que me habían hecho, y por la vida que me había arrebatado.

Después de un tiempo, salí del baño y me senté a la mesa, donde había un dios que no reconocí.

Ni atlante ni Olímpico, pero apreté los dientes, mirándolos con recelo. No iban a usarme como una vulgar puta.

No sin pelear, y cuando el dios del pelo largo y negro me miró, la sangre se me heló en las venas.

- Te presento a Cumulus.... El dios galo-celta de la guerra.-

Dionisio hizo una pantomima con sus manos señalándome y fije mis ojos en ellos, entrecerrándolos hasta convertirlos en rendijas.

- Aunque no se viste como él o tiene su porte, creo que sí... que puede pasar.- Dijo el dios Cumulus.

- Los Dark Hunters son bastante estúpidos. Se lo creerán.- Respondió Dionisio mirándome.

- ¿qué coño son los Dark Hunters?- Pregunte mirándolos desconfiado y los dos dioses estallaron en carcajadas.



CONTINUARÁ.









No hay comentarios:

Publicar un comentario