sábado, 7 de diciembre de 2013

DOS LOBOS, DOS ALMAS, UNA LUNA. MANADA DE LOBOS FURTIVOS. Capitulo 16. Corazón de hermano










Osea resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo 
y también viceversa.




¿Alexias?

¿¡Lexy!?

¿Dónde estás hermano?

Sambana navegaba entre la conciencia y la desesperación, no sentía a Lex. Sentía que su mundo había cambiado en solo un segundo y no sabía el porqué.

Un vacío profundo lo consumió, una ausencia que era tangible, palpable y dolorosa. Gritó en su mente, gritó y sacudió su cuerpo, pero no pasó.

Ahora solo quería matar.

Todos y cada uno de los dioses lo habían abandonado.

Tragó duro y la sangre ágria y metálica bajó dejando un trago más que amargo, sangre que era suya. Se sentó en la mesa acunando el cuerpo de Athena que sollozaba. ¿Qué había hecho Lex? Había sentido la muerte estirando su brazo, llamarlo a gritos y empujarlo hacia la nada.

En un segundo su alma se había unido a la de su pareja, eso significaba la muerte de su hermano, los dos tenían media alma. La mitad de un todo. Un instante y su media alma se había unido a la de Athena, su hermano le había dado el mayor de los regalos. La vida para compartir con su pareja.

Pero…¿Y qué con Lex?

Soltó a su hembra y miró hacia la calle, la manada lo rodeaba murmurando. Se bajó de un salto tomando su pecho con las dos tratando de mantener su corazón en su pecho, sintió tanto dolor por la pérdida que cayó de rodillas frete a la puerta.


Sambana Gritó.



Gritó hasta que los vidrios se quebraron, gritó hasta que su garganta sangró, como lo hacía su corazón.


Pasaron varias horas, eso creía Samby. Era demasiado el dolor para saberlo, si eran meros segundos o días. La manada entraba y salía de la casa, traían comida y palabras de aliento. Y él solo quería silencio.

Mentira, él quería a su hermano.

Una pequeña luz parpadeó en un costado del comedor. Sambana lo atribuyó a sus cansados ojos, los sentía como si una tonelada de arena estuviera dentro de sus párpados. Suspiró alto y cerró los ojos.

Toda la habitación quedó en silencio y la parpadeante luz se transformó de a poco en una persona.

Era delgada y larga, sus piernas deberían medir como un metro y medio. Su ropa era rara.

Sambana se sentó mejor apoyando su espalda contra la puerta, volvió a parpadear varias veces enfocando la figura que se revelaba ante él.

El pelo corto y rubio era opacado por una corona plateada sobre las sienes. Esto era raro, la tela de sus ropas parecía emanar energía. Era extraña.

La mente afligida de Sambana solo dijo un nombre, sabía quién era. Hidis. Después de varias vidas, por fin la veía. No sabía si era porqué ella lo quería o su mente había colapsado. Tampoco sabía muy bien cómo hablarle.

-¿Hidis?-

Susurró y la mujer levanto la vista hacia él asombrada. Sus ojos estaban tan rojos como los de Sambana y cuando vio el color dorado en ellos, se perdió.




                                                             *****************



Un lugar conocido lo rodeó, era hermoso. Grandes árboles rodeaban un iluminado claro y la figura que había visto ya no estaba. Lo acompañaba una niña de unos 12 o 13 años, rubia casi angelical. Sambana había quedado sentado en el medio del corto pasto, era un bosque en el que había estado, pero realmente no recordaba cual.

-Esto es real.- Lo dijo con una afirmación que no existía, su voz era monótona y salía quebrada. Se sentó frente a él y sonrió triste. -Es la costumbre.- Sollozó con un puchero y miro a un lado. –Es terrible lo que hice, pero se lo había prometido.


Metió sus dos pequeña manos y tomo las más grandes de Sambana entre ellas. Suspiró tan alto que su pecho se notó bajo el blanco lienzo de su vestido. Este fue el momento de Sambana, miro a otro lado con los ojos llenos de lágrimas negándose a dejarlas caer.

-¿Porqué te pediría algo así? ¿Sabían que esto pasaría?- Quería, no, necesitaba una explicación. Hidis habló bajo mirando directamente a sus ojos.

-Hace un tiempo encontré un niño perdido, herido y quebrado. Una gran pena cubría su corazón. No eran los golpes, las palabras o las vejaciones a las que le temía, él temor que sentía era por su hermano. Era tan pequeño pero tan fuerte, estaba tan herido pero eso lo superaría. Él quería que su hermano estuviera a salvo. Solo hablaba de su hermano, me pidió que le enseñe a pelear, pero no sé cómo, así que le dije que el día que necesitara salvarte nuevamente yo lo ayudaría.-

La voz de la pequeña niña se fue en un solo llanto.

-Yo lo maté.- Sambana levantó el rostro rojo de la niña limpiando las lágrimas de sus mejillas. Entre todos lo habían matado. Su hermano ya no estaba y nunca podría agradecerle haberlo salvado, hoy y siempre.

-Tu no lo mataste Hidis, lo hemos hecho todos.-




                                                                     ***************




 Quimey caminaba hacia la casa del alfa, estaba feliz.

Hoy su alfa había prometido enseñarle a cazar liebres.

Nunca había tenido un padre que le enseñara, había muerto. Eso creía, era lo que su madre le decía cada vez que preguntaba. Pero alguien no le mentía, ese era su alfa, él lo había protegido y cuidado desde la noche que lo había encontrado en el bosque. Le había enseñado a fomentar su don, por lo menos así lo llamaba su alfa.

Desde que había descubierto lo que podía hacer se dio cuenta que si no fuera por Lex nunca lo hubiera notado o sabido, no era especial para nada.

Tropezó con una piedra y el tomó entre sus manos. Se la llevaría al alfa, él también sabía de cosas como piedras, hongos y todos los nombres de los árboles. Era un lobo inteligente su alfa.

Giró sobre sus talones y algo lo golpeó, su alfa le había enseñado a sentir, a ver a los demás no solo con los ojos, sino con su interior y él sentía algo oscuro, agrio y peligroso.


Continuará....

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