miércoles, 18 de diciembre de 2013

SOLITARY MAN. LOS DIARIOS DE STYXX. CAPITULO IV.





CAPITULO IV

ISLA DESVANECIDA
26 de Diciembre, 9527 antes de Cristo.

Han pasado 6 meses desde que estoy aquí, y aunque tengo a mi peludo amigo siempre conmigo, a veces, él se marcha, sobre todo en su época de celo y me deja aquí solo, en mi cueva.

Después del primer mes, Artemisa me ha ido dejando más cosas que ella considera " indispensables" pero que a mí, aquí no me hacen ninguna puta falta.

Tengo  brazaletes de oro, una piel de oso, blanca como la nieve, que uso de lecho, una pieza de una extraña tela, que no logro identificar, y una hogaza de pan, más dura que las rocas en las que me siento.

Hoy estoy solo.
Mavros se fue hace un par de días y aún no ha vuelto, y cogiendo mi lanza, me meto en el agua, intentando pescar algo, pero no hay suerte.



Los peces huyen cada vez que me adentro en el agua, y me doy por vencido, cuando después de dos horas en remojo, empiezo a sentirme como uno de los garbanzos que las mujeres de las cocinas de mi padre, solían poner en agua dos días antes de servírnoslos en una maravillosa ensalada.

Salgo del agua apesumbrado y me tiendo en la arena, boca arriba, dejando que el sol me seque y cierro los ojos, evocando la imagen de mi amada Beth.

Su maravilloso pelo negro, su aroma a eucalipto y noto como mi miembro se tensa bajo mi pantalón y jadeo, mordiéndome los labios.

Casi puedo sentir su calor, aquí a mi lado, y mi mano izquierda se posa sobre mi pantalón, apretando con firmeza la dureza que ha debajo del cuero curtido y tirando de las correas que mantienen sujeta la parte frontal, lo acojo entre mis dedos.

Oh, sí... Mi mano callosa no se compara a la delicadeza de los dedos de mi Beth, pero su recuerdo, hace que me ponga más duro y mientras empiezo a bombear despacio, mi respiración se vuelve más pesada.


Siento como el sol aprieta su calor sobre mi cuerpo con más fuerza y empiezo a sudar, a medida que los movimientos de mi mano se hacen más rápidos y cuando estoy casi a punto, un pensamiento me viene a la cabeza.

EL SOL...
El sol calentando con más fuerza mi piel, y jadeo, apartando la mano, con el corazón latiéndome desbocado.

Me incorporo de un salto y guardo mi miembro de nuevo dentro del sitio del que nunca tendría que haber salido, a no ser por mis necesidades básicas.


- No.... No por favor...no me quitéis esto también, por favor...-


Los recuerdos de Apolo, violándome por primera vez, después de que matara a su sobrino en batalla, me llenan la cabeza, y me tiro del pelo, jadeando con angustia cuando la marca de mi espalda empieza a arder.

El Sol es Apolo y seguro que desde su trono en el Olimpo, está esperando para venir a mí y sacarme arrastras de esta puta isla, y el estómago se me encoge de terror.

Con el  corazón latiéndome como un caballo desbocado, corro a esconderme en mi cuerva y me hago una bola, encima de la piel de oso, atenazando el cuchillo con mi mano izquierda.

Si ese cabrón viene a por mí, que venga, pero esta vez no me va a pillar desprevenido.

Los dioses pueden morir.
Prueba de ello es mi hermano Aqueron y con un grito que es más bien un rugido, estallo dentro de la cueva.


-¡¡¡¡ VEN A POR MI, HIJO DE LA GRANDISIMA PUTA!!!!!
¡¡¡ VEN SI TIENES HUEVOS, COBARDE DE MIERDA!!!

¿ME TIENES MIEDO AHORA QUE HE DESCUBIERTO TU SECRETO MALDITO BASTARDO?-


Empiezo a reírme, a la vez que las lágrimas se deslizan por mis mejillas y cuando veo un destello dentro de mi cueva, me pongo de pie, listo para luchar, pero no es Apolo.

Es solo la puta de su hermana, cubierta con su peplo blanco y sus rizos rojos cayendo en cascada.

- No puedes matarle Styxx... Si el muere, el mundo que tú conoces morirá también y no tendrás un sitio donde volver.-

La diosa me mira con los ojos llenos de lágrimas y se palpa una herida en su garganta y con horror, me doy cuenta de que esas marcas son las mismas que las mías, cuando Apolo se alimentaba de mí.

-Me da igual. No quiero ningún mundo en el que no estén mi Bethany y mi Galen y por mi os podéis ir todos los dioses, Olímpicos y Atlantes a tomar por culo. Si Apolo muere y el mundo lo hace con él, que así sea.-

Le grito a la diosa, pero en el fondo siento pena, porque por primera vez en mi vida, sé que ella, una diosa todopoderosa, es tan víctima como Aqueron, o yo mismo.

Artemisa, baja la cabeza y da dos pasos hacia atrás, alejándose de mí.

- Lo siento mucho Styxx, pero las cosas son así. Ojalá hubiera alguna manera de arreglar todo esto. Pero no la hay.-


Artemisa chasquea los dedos y ante mi aparecen unas ánforas con vino, y una caja con las hierbas a las que me habitué en la Atlántida.

-Es todo lo que puedo ofrecerte para calmar tu dolor, del cual yo me siento responsable.-

Y tras sus palabras, desaparece delante de mis ojos y miro las ánforas y las hierbas y me seco las lágrimas con el dorso de mi mano.

- Pues que así sea...-

Vacío un poco de vino sin diluir en mi cuenco y le añado las hierbas, mientras los maldigo.

Jodidos dioses.
Me lo han quitado todo: Mi corazón, que se fue con Beth y Galen, mi dignidad, que se quedó en esa tienda la noche en la que Apolo me violó  me marcó y el consuelo de poder aliviarme a mí mismo.

Bebo hasta que la vista se me empieza a emborronar y alzo los ojos, cuando algo negro, con los ojos dorados se aproxima a mí, y se acurruca a mi lado, y estiro mi mano, para acariciar su cabeza.

- Bienvenido de nuevo, Mavros.-

Susurro antes de perder la consciencia.

CONTINUARÁ.

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