martes, 10 de diciembre de 2013

SOLITARY MAN: LOS DIARIOS DE STYXX CAPITULO 3.





SOLITARY MAN: LOS DIARIOS DE STYXX
CAPITULO III
ISLA DESVANECIDA

27 de julio 9527 antes de Cristo.Mavros y yo, recorremos la isla en busca de algo de comer, y aunque veo un par de liebres, niego con la cabeza.

Por mucha hambre que tenga, me niego a comerme a esos pobres animales, y aunque ya estoy harto de comer cosas provenientes del agua, no tengo estómago para matar a sangre fría a esas criaturas que brincan contentas, de camino a sus madrigueras, donde a bien seguro les espera su familia.

He conseguido fabricarme un arma con una caña de bambú, una piedra de sílice, y una de las tiras de mis sandalias, y la miro con aprobación. Sería vergonzoso que el gran guerrero Styxx, príncipe de Dydimos, no fuera capaz de procurarse un arma, pero más vergonzoso es que no soy capaz de matar ni a una maldita libere para comer.

Si me vieran ahora mis hombres, o Galen, seguro que me golpearían con la lanza hasta hacerme entrar en razón por ser tan idiota.

Y pensar que esa maldita puta olímpica me prometió comodidades. Qué iluso fui al creerla. Seguro que ya debe de haberse olvidado de mí, y me va a dejar morir de hambre, una y otra vez, hasta que llegue el Telikos

Veo un faisán y con añoranza pienso que si mi Beth estuviera aquí conmigo, usaría una de las fechas de su
carcaj y tendría algo para comer que no proviniera del agua, pero cuando alza el vuelo, dejo caer mis hombros apesadumbrado.


Ok, me voy a morir de inanición y esa asquerosa pelirroja no va a hacer nada para impedirlo...

¡¡¡¡ Bah!!! ¿Qué más da? Si total, aunque muera, siempre volveré... Siempre que Aqueron siga vivo.

Oigo movimiento en la playa y con la lanza en ristre, bajo corriendo por las dunas, con Mavros siguiéndome los pasos a gran velocidad y cuando llego veo a un hombre, que deposita una caja en la arena.


Emocionado de poder tener contacto con otro ser vivo que no sea mi puma, grito desde lo alto de la duna.

-¡¡Hola!!! ¡¡¡ Estoy aquí!!!!-
Bajo corriendo contento y llego hasta el hombre que ni se inmuta cuando le hablo.

Confuso, clavo mi lanza en la arena y avanzo, en silencio.Cuando llego a él, lo rodeo, mirándolo con atención.

La sangre se me congela en las venas cuando veo que le han cosido los ojos, la boca y que parece ser sordo, y horrorizado ante tanta crueldad, veo como el pobre, deposita el baúl y destella, desapareciendo de mi vista.

Malditos dioses hijos de puta.¿Cómo han podido hacerle eso a uno de los suyos?

Con precaución avanzo hasta el arcón de madera, haciendo que Mavros se quede atrás, por si hay algún peligro.

Yo puedo volver si muero, mi puma no.

Abro el cierre de cuero que lo mantiene atado y veo unas pieles curtidas, un carrete de hilo de seda, un jamón ahumado y una hogaza de pan, y alucinado, cojo las pieles y las miro.

¿Qué demonios se supone que debo hacer con esto?

~~ Fabricarte ropa~~

La voz hace que me sobresalte y suelto lo que tengo en las manos y miro a mi alrededor.

- ¿Artemisa? ¿Eres tú?-

Solo se oye una risa siniestra y suspiro, encogiendo los hombros y agarro el baúl, cargándolo hasta mi cueva y lo deposito en el suelo.

Mavros mordisquea algo con plumas y me giro, porque no quiero saber que es y saco las pieles curtidas.

- ¿Tu sabes coser? Porque yo no tengo ni la más remota idea. Aunque no puede ser muy distinto de coser una herida.-
Mi puma sigue comiéndose el jirón de plumas, carne y sangre que sujeta entre sus zarpas y siento que se me revuelve el estómago.

-Necesito aguja, porque la piel ya la tengo, y también necesito algo con que cortarlo.-

Miro a mi alrededor y estiro la mano izquierda para alcanzar la cascara de coco donde guardo las espinas de los peces que pesco, y escojo una de las más grandes y suspiro.

-Y ahora necesito algo con lo que cortarlo.-
Bajo a la playa y recojo unas cuantas piedras más de sílice, y con paciencia, me dedico a afilarlas contra la roca, con la mano izquierda, mientras como con tranquilidad un trozo de pan con jamón y bebo leche de coco sujetándolo todo con mi mano derecha.

Al final, después de mucho esfuerzo, miro hacia abajo y veo mi mano izquierda completamente ensangrentada y siseo de dolor, pero tras observar el resultado de mis horas de trabajo, veo que he conseguido afilar la piedra, hasta convertirla en un filo de cuchillo, tan afilado como la espada con la que libre miles de batallas.
-Es hora de aprender a coser, querido amigo.-

Le sonrío a Mavros y extiendo una de las pieles, cortando cuatro piezas, y asiento mirando el resultado. Si consigo aprender a coser el cuero con la espina y el hilo, me procuraré unos pantalones, que me resguardaran del frío.

Sentado en posición de loto, cojo la espina más grande que he escogido antes, y tras hacerle un pequeño corte en la base, enebro el hilo y cojo las cuatro piezas de cuero, y empujo la improvisada aguja con mi mano izquierda, mientras con la derecha intento aferrar la piel, que dado el estado de mi mano, se me escurre varias veces.Empiezo a coser, tal como haría si se tratara de una herida, y al final, después de varias horas cosiendo, y manchando la prenda con la sangre de mis manos, fruto de los pinchazos ocasionados por mi torpeza y de los cortes afilados con la piedra de sílice, observo el resultado.

- ¿No están mal, eh? -

Mavros levanta su enorme cabeza y me mira con sus ojos dorados como diciendo:

~~ ¿y a mí que me cuentas?~~

Dejo la prenda recién cosida en una de las piedras que me sirven de mesa y bajo hasta el agua, a limpiarme la sangre producida por los cortes y pinchazos y veo que el cielo está empezando a oscurecer, y ahí está. La estrella más brillante de todo el cielo, junto con una más pequeña.

Mi Bethany y mi Galen. Los dos juntos en el cielo, por toda la eternidad.

- Buenas noches, mi amor. Contaré el tiempo con cada latido de mi corazón, hasta que volvamos a encontrarnos.-

Le susurro a las estrellas, y cansado, bebo un poco más de agua de coco y veo como mi fiel compañero se lame las zarpas y me río.

-Hora de dormir, muchacho.-
Mavros suelta uno de sus rugidos y se acomoda a mi lado, proporcionándome el calor, que necesito y yo le abrazo, sintiendo el ronroneo de su garganta contra el bajo de mi barbilla.-Los hecho tanto de menos... ojala pudiera morir para irme con ellos. -
No me doy cuenta de que las lágrimas se deslizan por mis mejillas, hasta que la lengua áspera de Mavros me lame la cara y posa su pata sobre mis hombros y entierro mi cara contra su pecho peludo.- Por favor... por favor, Dioses. Tened piedad de mí y dejadme morir.-
Susurro con mi cara surcada de lágrimas contra el peludo pecho de mi amigo.
CONTINUARÁ.



No hay comentarios:

Publicar un comentario