lunes, 23 de diciembre de 2013

SOLITARY MAN, LOS DIARIOS DE STYXX. CAPITULO V.




CAPITULO 5

Isla Desvanecida

28 de mayo 9528 Antes de Cristo


-¡¡¡¡¡ Maldita seas, puta del demonio!!!-

Grito hacia la nada y furioso pateo la ciudad que he construido en la arena.

Esta isla es una mierda, y llevo aquí tanto tiempo que ya no se ni como distingo los días que van pasando.

Solo pienso en cuando Artemisa me dejo aquí, hace ya más de dos años, y cada vez me pongo más furioso.

Oh si...que bien...

La maravillosa Isla Desvanecida, hogar de los Oneroi, pero aquí no hay una puta alma viva, aparte de Mavros, de las ostras, los cangrejos, y algún que otro animal que logro cazar de vez en cuando y cuando no me queda otro remedio, llevado por el hambre y frustrado me deja caer sobre mis rodillas y me paso los dedos entre el pelo y la barba.

Oh, joder...debo de llevar el pelo por la mitad de la espalda y eso me produce escalofríos.

Me trae recuerdos de La Atlántida, y de todo lo que ocurrió allí y sin pensármelo ni un segundo más, agarro mi cuchillo, hecho de sílice, y tras sumergirme en el agua, empiezo a cortar puñados, casi enloquecido.

No casi no, porque ya no me cabe duda de que me he vuelto loco.

Dos años aquí, sin mi Beth, sin mi hijo y con la única compañía de un puma, han terminado con la poca cordura que me quedaba.


En mis pensamientos recuerdo el dolor....el dolor de ser violado, golpeado y humillado una y otra vez en esa puta Arena y también recuerdo a Apolo, follándome, golpeándome y tirándome del pelo, a la vez que susurra que soy suyo y que jamás va a dejarme marchar.


Soltando el cuchillo en el agua me echo a llorar, implorando a quien pueda escucharme, que me saquen de aquí.

No quiero estar solo.

Quiero morir.

Quiero ir en busca de Acheron y matarlo, y así, si ambos morimos, por fin seré libre.

Libre para irme con mi Beth y Galen. Libre... y sé que el precio de esa libertad es la vida de mi hermano, el todo poderoso Acheron y sigo llorando, sumergido en el agua, hasta que el sol desaparece, y la luna brilla en lo alto del cielo.


No soy un príncipe. No soy nada, ni tan siquiera el guerrero y héroe de Dydimos que libro miles de batallas.

Solo soy un hombre que quiere morir de una maldita vez, para reunirse con su familia.

Siento movimiento a mi lado y me quedo quieto, con los ojos cerrados, mientras las lágrimas, se deslizan, una vez más, amargas como acido por mi rostro.

Mavros se acerca a mí y me golpea con su pata, y al ver que no reacciono, coge mi brazo entre sus fauces y empieza a tirar, para sacarme del agua.

-No, Mavros... Déjame, compañero.-

Pero mi puma no me hace caso y sigue tirando hasta que me arrastra hasta la arena y empieza a darme lametazos.

Intento cubrirme, pero él me empuja con el morro y me ruge, y lo miro, todavía viéndolo borroso a causa de las lágrimas.

Con el cuerpo tembloroso, y las manos llenas de sangre por los cortes producidos por mi afilado cuchillo, pongo rumbo hacia la pequeña cabaña que yo mismo he logrado construirme.

Hace tiempo que ninguno de los sirvientes de Artemisa ha venido a traerme nada de alimento, excepto vino y hierbas que sirven para ir mitigando mi dolor y embotar mi mente, pero con los pequeños animales que he ido cazando, he logrado hacerme algo de ropa con sus pieles y me he alimentado de su carne. Con los materiales que la isla me proporciona, he cambiado mi cueva por esa pequeña cabaña, donde guardo mi lanza, mi baúl y la piel que me trajo la diosa, y en las noches más frías, mi amigo y fiel compañero, se recuesta a mi lado y me da calor.


Entro a trompicones en mi nuevo hogar y me dejo caer sobre la piel, totalmente derrotado y me hago una bola en el suelo, mientras vuelvo a estallar en llanto.


He sido privado de todo lo que tenía, y por algo de lo que yo jamás tuve la culpa y juro que algún día, aunque me cueste mil años, eso será reparado.

Y no lo juro por los dioses, en los que no creo a causa de sus vejaciones.

Lo juro por lo que más quiero y más anhelo: Mi esposa Bethany y mi hijo no nato Galen.

Mavros se acuesta a mi lado, como todas las noches y posa su gran cabeza sobre mis piernas, mientras me mira con sus ojos dorados, como advirtiéndome de que si intento hacer alguna locura me comerá vivo.

-No te preocupes, amigo, porque no me voy a rendir… Viviré para una sola cosa.-

Mavros me ruge y acaricio su pelaje, mientras fijo mi vista en el horizonte lejano de la isla.

-Viviré para obtener mi venganza y una vez la cumpla, al fin podré descansar.




CONTINUARÁ.

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