sábado, 16 de noviembre de 2013

DOS LOBOS, DOS ALMAS, UNA LUNA. MANADA DE LOBOS FURTIVOS. Capitulo 13. Caza.







Corro por entre las calles vacías
descalzo y sumido en la oscuridad,
siento una humedad pegajosa
propagándose con mis huellas
suave aspiración
oxido quemando mi garganta
adrenalina, sudor...
y el miedo vuelca mi estómago.
Las calles tienen sangre y
algo me está cazando.




N.A: Este capítulo es tuyo. Vos que sos… mi sombra más alta, mis ojos celestes, tu cabeza con rulos, tus silencios, tu forma tranquila y tu apoyo eterno/ fraterno / incondicional. Gracias por decirme que podía si quería o quería si podía porque… TODO PASA Y TODO LLEGA.


(capítulo 13 “Caza” Capítulo 14 “A la caza” Capítulo 15 “De Caza”)

El bosque estaba tan tranquilo, eran esos pocos momentos donde se dejaba ir y podía sentir a la naturaleza llamándolo y él disfrutaba de ese llamado.
Primitivo. Desde que habían llegado a Cierra Chica todo su mundo se había volteado patas arriba, había matado, sin querer a un alfa y ahora la manada era suya, Sambana se había emparejado con la hermana del molesto lobo brillante y bocón al que quería tocar, estaba entrenando a Quimey sin decirle que era y Ben…había descubierto que el ex alfa había “regalado” todas las tierras de la manada a un humano.

Suspiró tratando de relajarse y encontró una mejor posición, se había sentado sobre un colchón de hierba salpicado de pequeñas flores lilas. Un Benteveo cantaba sobre las ramas de uno de los pinos, amenizando su relajación.
Era la primera vez que lo haría en este bosque y tenía miedo de dejar libre a Valo.
Últimamente lo único que le mostraba en sueños era un surco de agua y un pequeño lobo tostado que le mordía las orejas.

Se estaba volviendo loco, internamente no quería saber que significaba, pero terminaría pasando, era la primera vez que le pedía algo, su lobo solo mataba a lo que no le gustaba y eso era a casi todos y todo.

Nunca creyó que Valo dejaría que alguien se le acerque tanto, pero casi todas las noches de las últimas semanas solo le mostraba eso. Era lo que Valo quería no lo que Lex quería.

Era una complicación más a todas las que ya tenía.
Recordó las décadas en las cuevas, hasta que el cuerpo humano de Lex fue lo suficientemente fuerte para soportar el enorme cuerpo de Valo, su lobo era enorme y su frágil contextura con tan solo 12 años no había aguantado.
Desde el primer cambio de Sambana había sabido que no eran iguales.
Su hermano despertó siendo un Zelus lunæ, un hacedor de celo.

La luna, su compañera de caza los había iluminado con el brillo pálido y toda la manada se había girado a verlos.

Al borde del cambio los dos pequeños lobos en su manada de nacimiento, uno había sido negro como la noche sin luna y el otro plateado como la misma luna llena.
Lex todavía se culpaba, no había corrido, no había podido gritarle a su hermano que huyera, estaba impactado con la lujuria en los ojos de todas las personas que conocía.




Él no había sentido nada, ni el llamado de la Luna ni el de aparearse, Lex nunca sentía nada.
Esa noche solo sintió a su lobo, él le dio su nombre y le dijo como hacer lo que no pudo.
-Corre cachorro, corre ahora…- le había susurrado.
Pasaron días amarrados a dos árboles con cadenas, sintiendo las manos y los abusos de todos.

No fue una noche, fueron varias lunas, hasta que Hidis había aparecido junto con el deseo de Lex de que todo terminara. Invocó a la muerte, pero era tan cachorro y estaba tan débil que la reina de las hadas había aparecido ante él
Desde el día que fue liberado por su, hoy amiga, nunca más permitió que nadie lo tocara.

Eran sólo cachorros, pero 160 años después y aquí estaba él, sintiendo todo como si estuviera pasando anoche. Se rió de la ironía, para no sentir nada… sentía todo y a todos.

El graznido de un águila lo hizo elevar la cabeza al celeste cielo y cambió.
Dejó su cuerpo humano en el césped y voló dejándose sentir.
Sentir…
El viento entre las plumas, el sol sobre su cuerpo liviano y una libertad que nunca había tenido.
La de su alma compartida.




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-¿Cómo que es un Zelus lunæ?- Apeles seguía preguntando
Athena solo asentía con la cabeza.
–Si, Apeles él es un hacedor de celo y te lo estoy contando porque vi como miras a Lex.- Apeles se rasco la cabeza y ni intento hacerse el desentendido.
-Athy no creo que eso sea de tu incumbencia.- Le hizo una seña con la mano desestimando la idea y ella se acerco.
-Él está con Quimey y soy mal jugador de tercios.-
-Solo te pido que no vayas por él Apeles, va a matarte, no es humano.- Apeles tomo en cuenta la seriedad en la mirada de su hermana, ella no lo estaba engañando.
-Si no es humano…¿Qué es? Porque yo lo veo muy humano, parco sí, pero tiene un apetecible cuerpo.-
Athena tomo su cara entre sus manos y le sonrió, Apeles era el fiel reflejo de una estatua griega, desde los rulos hasta los altos pómulos, pasando por la recta nariz y los labios gruesos, era casi majestuoso. Lástima que abría la boca y toda esa majestuosidad se iba por un caño.
-Solo te pido que no lo busques o provoques, él puede matarte, aparte él no puede…- Athena cerró la boca al escuchar el celular de Apeles sonar, pero lo que más la asustó fue el cambio de humor de su hermano.
-Es John Cooper, debo atender.- Se giró y salió por la puerta, lo siguió gruñendo para escuchar solo partes “si, con gusto lo haría” “puedo estar allí en 20 minutos”. ¿Qué demonios quería con Apeles?
Como si pudiera sentir los pensamientos de su hermana, Apeles respondió.
-Quiere que me reuna con él en la zona de mi estudio, en 20 minutos.-




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Gaspar se acomodó mejor, contra el viento. Cada vez que cambiaba él también debía hacerlo.
Su jefe había dado demasiadas especificaciones para este trabajo.
Balas especiales, tomar en cuenta el viento, no fumar ni tomar alcohol, bañarse solo en los arroyos y dos veces al día.
Menos mal que con esto viviría dos años sin sacrificios, así que valía la pena el sacrificio.
Era a un idiota al que iba a matar no a una presa, pero por las dudas se subió al coto de caza y esperó indicaciones.
Calibró la mirilla de su rifle de asalto y pudo ver hasta las migas sobre el mostrador de la panadería, donde su objetivo tenía que llegar.
Tenía el celular en silencio pero vibraría cuando el Sr. Cooper quisiera al tipo muerto.




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