miércoles, 27 de noviembre de 2013

SOLITARY MAN: DIARIO DE STYXX . Capítulo 1. El tártaro.








SOLITARY MAN: DIARIO DE STYXX

CAPITULO I
. EL TÁRTARO.
25 de Junio 9527 antes de Cristo.


Parado en la orilla del río Aqueronte, miro las almas partir hacia los Campos Elíseos mientras el Barquero acompaña a Rissa y a Apollodorus en uno de sus botes . Me muerdo los labios con rabia, apretando los puños, mientras el jodido Caronte no hace más que mirarme y reírse.

Es la historia de mi vida... Bueno, ahora más bien de mi muerte, ser el hazmerreír de todos los dioses, hasta de los del inframundo.
Ni tan siquiera mi padre ha puesto unas monedas en mi cuerpo para que pueda pagar mi viaje al más allá  y descansar en paz. Si no lo hace pronto, me quedaré aquí, en medio de la nada para toda la eternidad vagando como un fantasma, entre esta vida y la otra. Suspiro con resignación, sentándome, apoyando mi espalda contra la pared, pensando que quizás me culpe de lo ocurrido con su querida hija la arpía.

Sigo mirando el río y veo como Caronte va y viene en su bote, llevándose mas almas, y yo sigo aquí, sin unas puñeteras monedas con las que pagarle y lo que más me duele es que jamás lograré beber de las aguas del olvido para liberarme del dolor por la pérdida de mi Beth y de mi Galen, y que si alguien no pone en mi cuerpo el tributo para el viaje, tampoco poder reunirme con ellos en el mas allá.

Frustrado, me abrazo a mí mismo porque siento frío y el continuo ir y venir del barquero empieza a preocuparme.

¿No hay demasiado movimiento aquí abajo hoy?

Me encojo de hombros, mientras intento darme algo de calor y me pregunto que si estoy muerto, ¿a dónde demonios ha ido Aqueron?



He perdido la noción del tiempo, mientras veo ir y venir más almas.
Algunas se quedan en la orilla como yo, esperando, y me doy cuenta de que son rostros conocidos.

Están los comerciantes del mercado, algunos de mis soldados, y a lo lejos hasta parece que diviso a mi padre,pero no, no es él y ladeo la cabeza confuso.

No puede estar pasando.
Hay miles de almas aquí abajo y Caronte viene y va en su bote espectral y ya totalmente fuera de quicio, agarro una de las piedras lisas que cubren la orilla del río de la Muerte y asombrado me doy cuenta de que no son piedras.

Son calaveras...
Ja, ja... Que divertido es Hades y su maldito sentido del humor.

Caronte vuelve a recoger las almas que llevan sus tributos y harto de esperar, le lanzo una de las calaveras, acertándole en pleno pecho y lanzándolo a las aguas oscuras del río.


-¡¡¡¡ Maldito seas, Barquero!!! ¡¡¡No me dejes aquí, joder!!!! Déjame cruzar al otro lado.-


Grito con todas mis fuerzas asustado hasta la médula.

Me doy cuenta de que la he cagado y a base de bien, cuando Caronte destella de su barca y me mira con su sonrisa siniestra.

- ¿Y por qué debería llevarte, mi querida alteza, Príncipe de Dydimos?

Caronte golpea con su remo el suelo lleno de calaveras y me veo empujado hacia atrás, con una onda expansiva que hace que me dé contra las paredes de piedra y jadeando contengo el aliento.

-Tu… maldito condenado del Hades… ¡¡¡Ya estoy harto de que todos los dioses me tratéis como a una de vuestras arpías cuando no lo soy!!!! –


Enfadado me pongo en pie y cojo lo primero que tengo a mano. Un fémur y cuando me dispongo a golpear a Caronte con todas mis fuerzas, algo destella a mi lado y aterrorizado, suelto el hueso.

No puede ser…Apolo no puede reclamarme una vez que ya estoy muerto.

¿O sí?

Oigo la risa cavernosa del Barquero e intento huir de la presencia divina que siento a mi lado, y cuando siento una mano posarse en mi hombro, el poco color que me quedaba, abandona mi rostro y siento un fuerte dolor de cabeza. Reúno el suficiente valor para mirar quien es el dios al que han asignado mi tortura para el resto de la eternidad.


-Hora de volver a tu casa, chico.-

No consigo ver a la mujer que me habla, pero su voz…yo conozco esa voz, pero ¿de qué?De repente me veo arrancado del Tártaro y empujado de vuelta al reino de los mortales.

¿ Pero qué coño…. ?

Jadeo de dolor al darme cuenta de que estoy sepultado bajo los escombros de lo que hace tan solo un rato era el palacio de mi padre y el terror me sube por la garganta, cuando veo su cuerpo muerto a tan solo unos pocos metros del mío.
-Oh, joder… Si yo estoy de nuevo aquí, significa que Aqueron también.-


Susurro con voz ronca mientras me voy quitando escombros de encima.
Después de lograrlo, me arrodillo ante mi padre, y pongo la moneda que estaba destinada a ser para mí entre sus labios y dándole mi bendición, les ruego a los dioses que tanto odio, que lo dejen descansar junto a mi hermana y mi sobrino.

Una risa fría, inunda la habitación y girándome me pongo lívido.

-No por favor… Tú no…-

Artemisa me mira con odio y destella frente a mí, agarrándome del pelo.

-Ya has hecho bastante daño aquí.  No voy a considerar que hagas más.

-Artemisa, se dice consentir...-

Me río de mi propia estupidez al intentar corregir a la hermana de Apolo.La diosa me mira mientras me arrastra e intentando mantener la calma, y no abofetearla con todas mis ganas, le pido lo único que se me ocurre con tal de que no me entregue a su hermano.

-Artemisa, por favor… guardaré tu secreto y el de mi hermano, pero déjame irme con mi familia, llévame con Bethany y déjame ver crecer a mi hijo.-

Artemisa me suelta y mira hacia otro lado y frunzo el ceño al ver atisbos de lágrimas en sus ojos.

-Está muerta. Apolimia la ha matado. A todos. No puedo dejarte aquí. Lo siento Styxx. -

-¡¡¡Maldita bruja!!! ¡¡¡Mientes!!! -

Corro hacia ella, dispuesto a matarla y ella niega con la cabeza, alargando un dedo y tocándome la frente.


-No mentiría sobre eso, príncipe, pero de ninguna de las maneras te voy a dejar aquí.


Continuará....


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